En estos días agarré el estuche de los CDs en el carro, y puse un disco que decía «Franco De Vita«. Una de las canciones que escuché fué «Louis«. De inmediato recordé cuando, en el año 1988, en mi segundo semestre en la universidad, me enviaron (o me envié yo mismo) a reparar Cálculo 10. Justo en ese momento estaban lanzando el disco, y especialmente esta canción. esto me hizo trasladarme a esos días, cuando comenzaba a estudiar Ingeniería de Sistemas, lo que me permitió conocer a prácticamente todos los amigos que tengo hoy en día. Recordaba las razones por las que estudiaba; recordaba los planes que tenía para cuando me graduara. Honestamente, es impresionante como en ese momento se veía tan lejana la posibilidad de alcanzar esos anhelos.
Hoy en día, viendo en perspectiva, caigo en el hecho de ser uno de los afortunados que han logrado alcanzar muchas de las metas trazadas. Y el hecho es que uno no se pone a pensar en eso, si no es en un ejercicio voluntario. Me puse a hacer un paneo de la situación de muchos de los que en esos días, y los posteriores, compartieron conmigo esfuerzos, alegrías, tristezas y todo lo que se nos ponía por el frente. Sigo en contacto con muchos, y ahora con el Facebook, pues uno está al tanto de todos los que por una u otra razón se registran (o lo registran a uno) como amigos.
Tal como indiqué anteriormente, sólo en un ejercicio voluntario uno llega a notar realmente algunos cambios que, debido a que se van haciendo cotidianos, pues pasan desapercibidos. Por ejemplo, recuerdo yo que quizás, entre las mayores preocupaciones que uno tenía, estaba algún exámen, cómo tener plata para hacer algo o comprar algo que se quería, y algunas otras cosas más íntimas relacionadas con la interrelación que se tenía con alguna muchacha (o que se quería tener). Aparte por supuesto se deben contar las preocupaciones relacionadas con el quehacer propio del estudiante, como por ejemplo si se pasaría alguna materia en particular (o todas las del semestre), que alguien se estaba adelantando mas que uno, conseguir los resultados de algún exámen, etc. En fin, las grandísimas preocupaciones que uno tenía, vistas hoy en día, no eran nada. Muchas de esas preocupaciones se convirtieron en lo que disfrutamos actualmente.
Recordaba yo lo que pensábamos hacer cuando nos graduáramos, la familia, el carro, la casa; pero definitivamente es muy distinta la teoría que la práctica. Una vez que se tiene, por ejemplo, la casa, hay que ocuparse de los detalles, como pagarla, mantenerla, etc. Lo mismo pasa con el carro: hay que mantenerlo, lavarlo, llevarlo, comprarle cauchos. Y uno, como ser humano?. Quizás es el más tétrico de los ejemplos. Antes, uno ni se ocupaba de su salud, ni mucho menos de su cuerpo. Yo por lo menos ni sabía, ni me interesaba saber como estaba funcionando el mismo. Comía como un troglodita, y lo máximo que me preocupaba era poder repetir la oportunidad; bebía licor como si el mundo se fuera a acabar al segundo siguiente, y solo me preocupaba que no se acabara lo que estaba bebiendo. Con respecto a las parejas de turno (definitivamente, eran otras épocas), quizás lo más preocupante era si se tomaba la pastilla o si le había llegado «la regla». Ahora las cosas son muy, MUY distintas.
Para comenzar, uno va a ver al doctor al menos una vez al mes, por la razón que sea: se siente mal, piensa que se puede sentir mal, por si acaso se siente mal… Eso conlleva a que las conversaciones cambian a intercambiar lo indicado por el doctor, para lo cual se utilizan términos que estoy seguro que en muchos casos uno solo repite como loro lo que le dijeron. Eso viene acompañado con exámenes de toda índole: de sangre, de orina, de heces, de sudor, en fin, de cualquier cosa que salga del cuerpo. Como consecuencia, uno empieza a incorporar a su léxico diario palabras como: transaminasas, colesterol (en cualquiera de las dos versiones: el bueno y el malo), glicemia, perfil 20, ácido úrico… Y ni hablar de las cosas que uno comienza a tomar: multivitamínicos (la única vitamina que yo tomaba de joven eran las del mercado principal de mérida), omega 3, 6 y 9, calcio, antifon para después de comer; a esto hay que sumarle las recomendaciones del doctor, después de examinar los resultados del laboratorio. Y como no hablar de los cuentos: que a fulanito le dió un infarto, sutanita tiene cáncer de mama, que no caminaba nunca…
En algunos momentos me pongo a pensar en todo esto, y recuerdo, con mucho miedo, debo confesar, como se repite lo que escuchaba que hablaban mis padres y sus amigos, pero en mi boca y en la de mis amigos. En esos días pensaba que todos ellos estaban locos, y que era la edad que los ponía así. Me reía pensando que seguramente, cuando yo llegara a «esa edad», no haría lo mismo, ya que me consideraba parte de una nueva generación, que no cometería los mismos errores del pasado. Ahora debo reconocer cuánta razón tenían, además de que no estaban locos nada, el que andaba como loco era yo.
Hoy en día, incluso me ha tocado vivir, en carne propia, la muerte (temprana) de unos amigos.
Al pensar en todo esto, observo que efectivamente, el futuro nos ha alcanzado…
Francisco de Quevedo y Villegas