19 de Abril de 1810: Qué creías que pasó ese día?


Recientemente, he tenido oportunidad de leer varios libros de historia, que me han permitido conocer algunos detalles que, al menos a mí, me han creado hasta confusión. Y esto debido a que después de haber crecido entendiendo una cosa, pues resulta que sale alguien y dice que eso podría no ser así, generando una gran duda. Una de las grandes confusiones es con la fecha del 19 de Abril de 1810.
Crecí metiendome en la cabeza las fechas de la historia. Con toda seguridad siempre supe que los días de fiesta nacional, lo eran porque no había clases, lo cual es la mejor publicidad que pueden tener. Sin embargo, me costaba memorizarlas. Por televisión terminaba viendo algún discurso o desfile que me indicaba que se celebraba. Pues bien, el 19 de Abril, siempre estuve enterado que se celebraba la «Proclamación de la Independencia de Venezuela», o la firma del acta de proclamación de la independencia. Esto incluía la famosa escena donde el padre Madariaga, alzaba su dedo detrás de Emparam, para que el pueblo respondiera «NO», a su pregunta de si querían que siguiera aquí. Y bueno, de ahí, a la historia de Bolívar, la guerra de independencia, etc, pues era solo un paso. Para mí, en sentido práctico, ese fué el día que le dijimos «NO» a los españoles, mandandolos a lavarse ese paltó a otro lado, porque nosotros queriamos ser libres del yugo que nos tenían impuesto. Esto, para mí, significaba que estaban los oprimidos venezolanos, un día todos sentados viviendo sus miserables vidas, que eran miserables porque los malditos españoles los oprimían y hacían muy infelices, maltratandolos, vejandolos, utilizandolos, por lo cual, un día, en la primera oportunidad que tuvieron nuestros antepasados, se alzaron en armas, mataron a cuanto español se les atravesó, nos inculcaron el odio que debíamos tenerles por tantos años de opresión, y ese día, formalizaron la gestión, firmando un Acta de Proclama de nuestra Libertad. Por supuesto que esto encajaba perfectamente en mi mente, mas aún cuando cada año, había un desfile militar, que para mí, en mi inocencia, representaba un «metete conmigo otra vez» que le deciamos a los españoles y a cuanto muérgano pretendiera venir a quitarnos nuestra libertad. Así crecí, pensando eso, hasta que me puse a leer otros libros, que no eran los que siempre y por obligación, leía (o pensaba que lo hacía).
Años después, consigo información contradictoria, y hasta confusa, ya que mezcla hasta a Napoleón en nuestra historia, lo cual, hasta ese día, no estaba en ningún trabajo que haya presentado en la escuela, liceo o universidad. Pues bien, comencé a leer que los venezolanos no eran infelices antes del 19 de abril de 1810. Sí los habían, y en gran cantidad (nada mas los mulatos, negros, pardos, esclavos, etc), pero los «chivos», eran muy felices con los españoles, ya que, de hecho, eran leales vasallos de Su Majestad, el Rey de España. Lo defendían, lo querían, lo respetaban. Pero (y aquí se pone interesante la historia, desconocida hasta ese momento por mi), llegó Napoleón, y en su rollo de conquista en Europa, termina invadiendo a España (hay toda una historia con esto, pero si no conocía la nuestra, mucho menos la de España. De paso, los Españoles se alzaron y fregaron a mas de 200.000 hombres de Napoleón, pero eso es otra historia), y en el proceso, se aprovecha de un pleito que tenían Carlos IV y Fernando VII (padre e hijo), haciendo que el segundo abdique por el primero, sin saber que el primero había abdicado por Napoleón, por lo cual Napoleón pone a su hermano José como Rey de España, con una Junta de Regencia. Entonces, es que se prende el rollo aquí en Venezuela.
Los venezolanos, como dije antes, fieles vasallos del Rey de España, no reconocen ni a Napoleón, ni a José, ni a la Junta de Regencia, representada en Venezuela por Emparan, por lo cual, el 19 de Abril de 1810, se alzan CONTRA NAPOLEON, y se declaran leales a Fernando VII, y cierran el Acta diciendo: ¡Viva nuestro rey Femando VII, nuevo Gobierno, muy ilustre Ayuntamiento y diputados del pueblo que lo representan!
Por supuesto, que luego de esto, lo demás es lo que conocemos de la historia. En estos días, hablando con un amigo historiador (razón por la cual escribo este cuento), le comento todo esto, y me dice: «no, y no sabes la razón por la cual Napoleón invadió España! POR LA PAPA, POR LA PAPA QUE SE LLEVABAN LOS ESPAÑOLES DE AMERICA!!!» Eso retumbó más adentro en mi mente, llevandome a concluir que nuestra libertad actual, tuvo su inicio en la necesidad de Napoleón por hacerse de comida para su ejército, específicamente por la papa. TODO POR LA PAPA!!!!! Esto queda como tarea para investigar.
Pues bien, ante toda esta evidencia, recurrí a los almanaques oficiales a ver que decían, solo para corroborar si es que estaba loco, y me encuentro una sorpresa mayor: ahora, en el almanaque oficial, esta fecha patria dice: 18 de abril de 1810. Acta, inicio del movimiento revolucionario emancipador de Venezuela (Descargar). YO NUNCA CELEBRE ESO!!! Pero bueno, debo confesar que tampoco fuí muy bueno en historia, y que es ahora que me he puesto a leer acerca de la misma con un poco mas de seriedad.
Como puede haberle pasado a cualquier otro, yo no había leído el Acta del 19 de Abril de 1810. Seguramente, cada año, en los actos protocolares, van y buscan el libro original, lo leen, y aplauden, aplaudimos. Si lo hicieron, jamás le presté atención a lo que contiene el acta, pero dadas las circunstancias recién descritas, lo busqué, lo leí, y se lo dejo aquí a quien quiera verificar lo recién explicado. Al leer nuestra historia, definitivamente entendemos como llegamos a nuestro presente. Disculpenme los historiadores si mi estilo no concuerda con lo formal que debe llevar la historia, pero es como la entiendo, y quizás como es más fácil que la entienda cualquier otro como yo.

ACTA DEL 19 DE ABRIL

(19 de abril de 1810)

En la ciudad de Caracas a 19 de abril de 1810, se juntaron en esta sala capitular los señores que abajo firmarán, y son los que componen este muy ilustre Ayuntamiento, con motivo de la función eclesiástica del día de hoy, Jueves Santo, y principalmente con el de atender a la salud pública de este pueblo que se halla en total orfandad, no sólo por el cautiverio del señor Don Fernando VII, sino también por haberse disuelto la junta que suplía su ausencia en todo lo tocante a la seguridad y defensa de sus dominios invadidos por el Emperador de los franceses, y demás urgencias de primera necesidad, a consecuencia de la ocupación casi total de los reinos y provincias de España, de donde ha resultado la dispersión de todos o casi todos los que componían la expresada junta y, por consiguiente, el cese de su funciones.

Y aunque, según las últimas o penúltimas noticias derivadas de Cádiz, parece haberse sustituido otra forma de gobierno con el título de Regencia, sea lo que fuese de la certeza o incertidumbre de este hecho, y de la nulidad de su formación, no puede ejercer ningún mando ni jurisdicción sobre estos países, porque ni ha sido constituido por el voto de estos fieles habitantes, cuando han sido ya declarados, no colonos, sino partes integrantes de la Corona de España, y como tales han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina, y a la reforma de la constitución nacional; y aunque pudiese prescindirse de esto, nunca podría hacerse de la impotencia en que ese mismo gobierno se halla de atender a la seguridad y prosperidad de estos territorios, y de administrarles cumplida justicia en los asuntos y causas propios de la suprema autoridad, en tales términos que por las circunstancias de la guerra, y de la conquista y usurpación de las armas francesas, no pueden valerse a sí mismos los miembros que compongan el indicado nuevo gobierno, en cuyo caso el derecho natural y todos los demás dictan la necesidad de procurar los medios de su conservación y defensa; y de erigir en el seno mismo de estos países un sistema de gobierno que supla las enunciadas faltas, ejerciendo los derechos de la soberanía, que por el mismo hecho ha recaído en el pueblo, conforme a los mismos principios de la sabia Constitución primitiva de España, y a las máximas que ha enseñado y publicado en innumerables papeles la junta suprema extinguida.

Para tratar, pues, el muy ilustre Ayuntamiento de un punto de la mayor importancia, tuvo a bien formar un cabildo extraordinario sin la menor dilación, porque ya pretendía la fermentación peligrosa en que se hallaba el pueblo con las novedades esparcidas, y con el temor de que por engaño o por fuerza fuese inducido a reconocer un gobierno ilegítimo, invitando a su concurrencia al señor Mariscal de Campo don Vicente de Emparan, como su presidente, el cual lo verificó inmediatamente, y después de varias conferencias, cuyas resultas eran poco o nada satisfactorias al bien público de este leal vecindario, una gran porción de él congregada en las inmediaciones de estas casas consistoriales, levantó el grito, aclamando con su acostumbrada fidelidad al señor Don Fernando VII y a la soberanía interina del mismo pueblo; por lo que habiéndose aumentado los gritos y aclamaciones, cuando ya disuelto el primer tratado marchaba el cuerpo capitular a la iglesia metropolitana, tuvo por conveniente y necesario retroceder a la sala del Ayuntamiento, para tratar de nuevo sobre la seguridad y tranquilidad pública.

Y entonces, aumentándose la congregación popular y sus clamores por lo que más le importaba, nombró para que representasen sus derechos, en calidad de diputados, a los señores doctores don José Cortés de Madariaga, canónigo de merced de la mencionada iglesia; doctor Francisco José de Rivas, presbítero; don José Félix Sosa y don Juan Germán Roscio, quienes llamados y conducidos a esta sala con los prelados de las religiones fueron admitidos, y estando juntos con los señores de este muy ilustre cuerpo entraron en las conferencias conducentes, hallándose también presentes el señor don Vicente Basadre, intendente del ejército y real hacienda, y el señor brigadier don Agustín García, comandantesubinspector de artillería; y abierto el tratado por el señor Presidente, habló en primer lugar después de su señoría el diputado primero en el orden con que quedan nombrados, alegando los fundamentos y razones del caso, en cuya inteligencia dijo entre otras cosas el señor Presidente, que no quería ningún mando, y saliendo ambos al balcón notificaron al pueblo su deliberación; y resultando conforme en que el mando supremo quedase depositado en este Ayuntamiento muy ilustre, se procedió a lo demás que se dirá, y se reduce a que cesando igualmente en su empleo el señor don Vicente Basadre, quedase subrogado en su lugar el señor don Francisco de Berrío, fiscal de Su Majestad en la real audiencia de esta capital, encargado del despacho de su real hacienda; que cesase igualmente en su respectivo mando el señor brigadier don Agustín García, y el señor don José Vicente de Anca, auditor de guerra, asesor general de gobierno y teniente gobernador, entendiéndose el cese para todos estos empleos; que continuando los demás tribunales en sus respectivas funciones, cesen del mismo modo en el ejercicio de su ministerio los señores que actualmente componen el de la real audiencia, y que el muy ilustre Ayuntamiento, usando de la suprema autoridad depositada en él, subrogue en lugar de ellos los letrados que merecieron su confianza; que se conserve a cada uno de los empleados comprendidos en esta suspensión el sueldo fijo de sus respectivas plazas y graduaciones militares; de tal suerte, que el de los militares ha de quedar reducido al que merezca su grado, conforme a ordenanza; que continúen las órdenes de policía por ahora, exceptuando las que se han dado sobre vagos, en cuanto no sean conformes a las leyes y prácticas que rigen en estos dominios legítimamente comunicadas, y las dictadas novísimamente sobre anónimos, y sobre exigirse pasaporte y filiación de las personas conocidas y notables, que no pueden equivocarse ni confundirse con otras intrusas, incógnitas y sospechosas; que el muy ilustre Ayuntamiento para el ejercicio de sus funciones colegiadas haya de asociarse con los diputados del pueblo, que han de tener en él voz y voto en todos los negocios; que los demás empleados no comprendidos en el cese continúen por ahora en sus respectivas funciones, quedando con la misma calidad sujeto el mando de las armas a las órdenes inmediatas del teniente coronel don Nicolás de Castro y capitán don Juan Pablo de Ayala, que obrarán con arreglo a las que recibieron del muy ilustre Ayuntamiento como depositario de la suprema autoridad; que para ejercerla con mejor orden en lo sucesivo, haya de formar cuanto antes el plan de administración y gobierno que sea más conforme a la voluntad general del pueblo; que por virtud de las expresadas facultades pueda el ilustre Ayuntamiento tomar las providencias del momento que no admitan demora, y que se publique por bando esta acta, en la cual también se insertan los demás diputados que posteriormente fueron nombrados por el pueblo, y son el teniente de caballería don Gabriel de Ponte, don José Félix Ribas y el teniente retirado don Francisco Javier Ustáriz, bien entendido que los dos primeros obtuvieron sus nombramientos por el gremio de pardos, con la calidad de suplir el uno las ausencias del otro, sin necesidad de su simultánea concurrencia.

En este estado notándose la equivocación padecida en cuanto a los diputados nombrados por el gremio de pardos se advierte ser sólo el expresado don José Félix Ribas. Y se acordó añadir que por ahora toda la tropa de actual servicio tenga prest y sueldo doble, y firmaron y juraron la obediencia a este nuevo gobierno.

Vicente de Emparan; Vicente Basadre; Felipe Martínez y Aragón; Antonio Julián Álvarez; José Gutiérrez del Rivero; Francisco de Berrío; Francisco Espejo; Agustín García; José Vicente de Anca; José de las Llamosas; Martín Tovar Ponte; Feliciano Palacios; J. Hilario Mora; Isidoro Antonio López Méndez; licenciado Rafael González; Valentín de Rivas; José María Blanco; Dionisio Palacios; Juan Ascanio; Pablo Nicolás González; Silvestre Tovar Liendo; doctor Nicolás Anzola; Lino de Clemente; doctor José Cortés, como diputado del clero y del pueblo; doctor Francisco José Rivas, como diputado del clero y del pueblo; como diputado del pueblo, doctor Juan Germán Roscio; como diputado del pueblo, doctor Félix Sosa; José Félix Ribas; Francisco Javier Ustáriz; fray Felipe Mota, prior; fray Marcos Romero, guardián de San Francisco; fray Bernardo Lanfranco, comendador de la Merced; doctor Juan Antonio Rojas Queipo, rector del seminario; Nicolás de Castro; Juan Pablo Ayala; Fausto Viaña, escribano real y del nuevo Gobierno; José Tomás Santana, secretario escribano.

Publicación del Acta del Ayuntamiento

En el mismo día, por disposición de lo que se manda en el acuerdo que antecede, se hizo publicación de éste en los parajes más públicos de esta ciudad, con general aplauso y aclamaciones del pueblo, diciendo: ¡Viva nuestro rey Femando VII, nuevo Gobierno, muy ilustre Ayuntamiento y diputados del pueblo que lo representan! Lo que ponemos por diligencia, que firmamos los infrascritos escribanos de que damos fe.

Viaña, Santana..