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Mi abuelo Plácido llevando a mi mamá el día de su boda |
Mes: enero 2011
Mi Anillo de Grado
¡Y Ahora por los Pañales!
De las metas, pues obviamente cada quien se establece las propias, sin embargo, si se pertenece a la misma sociedad, pues más o menos se comparten las mismas. Así, y como indiqué anteriormente, uno no sabe ni entiende ni quiere saber el por qué, pero se tiene que estudiar. Por lo general, uno «tiene» que estudiar, porque la meta de sus padres es que su hij@ llegue a ser médic@, doctor(a), ingenier@, abogad@, militar, piloto, modelo, etc. Entonces, se establece una línea de vida en base a una meta ajena, que termina siendo como un virus, que al estar uno sometido al mismo en forma prolongada, pues se infecta! así, se llega a bachillerato, y lo enseñan a uno a ser caso fracasado. Si!, porque al menos en los tiempos en que yo estudié, uno tenía que sacar muy buenas notas de primero a cuarto año, que eran los que valían para el índice académico requerido para poder seguir en el camino de satisfacer la meta de los padres y familiares. Así, la tortura se extendía en esos 4 años, y en el quinto ya nada importaba, con lo cual se podía asumir que se había cumplido la meta… pero no!
Hacia finales del 5to año, se presentaba la primera evidencia formal y física que daba constancia de las metas ajenas aplicadas a uno. Llegaba el momento de decidir qué estudiar en la Universidad. Para empezar, ya a esa edad, se supone que uno es suficientemente maduro para decidir si su meta es esa, pero cualquier opinión contraria, conduce a a ser clasificado en uno de los grupos antes descritos, y peor aún, se corre el riesgo de ser llevado ante el mayor asesino de metas: el psicólogo o psiquiatra! Estoy convencido de que estos profesionales han tenido tamañas contradicciones con sus padres con respecto a sus metas, que terminan ejerciendo su profesión con la única meta de vengarse de su situación con el resto del mundo, arruinándole las metas genuinas e inocentes de quienes atienden, pero requeriría muchas líneas más analizar esos casos. Lo cierto del caso es que para evitar el tema de los «mata metas», existe (o existía) un cargo, informal en cuanto a formación profesional se refiere, pero formal de oficio, que era el «orientador». El Orientador era lo contrario a los psiquiatras y psicólogos (de allí la complementación entre ellos). El Orientador sencillamente es un ser que no tiene metas. Y esta conclusión llega porque ni siquiera es capaz de orientar en lo más sencillo: se supone que si alguien se iba por la rama de ciencias, era porque se preparaba para estudiar carreras relacionadas; y la gente que se iba por humanidades, pues le tocaban carreras sociales. No, el orientador hacía caso omiso de los últimos 4 años y pico estudiados, y terminaba recomendando cualquier cosa. Finalmente, por lo general terminaba imponiendose la meta de los padres… Así uno llega a la Universidad.
A la Universidad uno llega convencido de que lo que va a estudiar es lo que quiere, pero sin la menor idea de que carrizo es lo que se va a estudiar. Y por lo general, excepto por muy contados casos, se recorren las aulas de clases atendiendo, no a gente sin metas, sino a gente con otras metas que no son cumplir con la meta que uno tiene. En ese camino, comienzan a surgir otras metas, básicamente de la misma fuente de la que conllevó a estar en la Universidad, de las que se habla muy tímidamente cuando se esta niño y joven, pero que se convierte en un río escabroso mientras mas se avanza. Entonces, hay que estudiar para poder casarse, hay que casarse para tener familia, y así se va…
Finalmente, se entiende que la meta impuesta no era mala, y el acto de grado es como una entrega de guardia, donde se expresa «cumplí con tu meta, ahora voy por las mías». Pero el proceso es difícil. Después de tanto tiempo, cuesta lograr echar a andar la máquina de producción de metas, y en ese proceso, ya juega un papel preponderante la influencia de todos los medios modernos: TV, computadoras, internet, etc. Por lo general se quiere tener muchas cosas, lo cual equivale a muchas metas de distinto tamaño. Luego, se dedica uno a alcanzar solo una meta, que es tener mucho dinero para poder satisfacer las otras metas, y se comienza esa danza meta-ica de: no me caso porque no tengo plata; ya nos casamos pero no habrá hijos hasta que tengamos plata para una casa; tenemos la casa pero hay que comprar un carro, y así sucesivamente. Algunos logran salirse del camino, y uno ya, de manera muy tímida los llama «locos», pero con un sentimiento así como de envidia, como de que «con que felicidad dejaría todas mis metas para ser feliz», pero igual se sigue. Y en el preciso momento en que se tienen los hijos, termina llenándose el espacio en blanco que se tiene en su propia vida, con respecto a qué pasaba mientras uno no tenía razón y/o conciencia de si mismo, que es el punto donde me encuentro ahora.
Ya mi hija va para dos años. Ya decidí donde estudia, de qué se enferma, cómo se cura… Ya debe dejar el tetero, lo cual está logrando, y el próximo paso es que deje los pañales! Y en ese establecerle metas, entendí por lo que pasaron mis padres, y a lo que yo mismo me vi sometido. Ahora, me esfuerzo en no ver mucho hacia adelante, para no convertirme en el «orientador» de su vida, pero no es nada fácil la tarea. El que uno voluntariamente decida no hacer planes para su hijo, incluso pareciera ser un ejemplo clásico de «locura», pero no queda otra que seguir el camino.
Con esta enseñanza, he logrado entender a un gran hermano mío, que se declaró «amante de la procrastinación«. Ahora, lo acompaño en su estadio, ya que voluntariamente decido «hacerme el loco» con algunas de las cosas que «por definición» debo atender… total, como dice el refrán popular: Procrastinare humanum est!
Socialismo Capitalista: el problema mal-donado
Orden del Día!
¿Por qué no soy Pueblo?
Hace más de 11 años, llegó al poder una opción que se presentaba como la solución a los problemas del país. En ese entonces, y por circunstancias particulares, apoyaba la misma, y estaba convencido de que saldríamos adelante con esa opción. Incluso, en contra de opiniones de tanto peso como la de mi Madre, quien desde el comienzo predijo lo que iba a suceder (aún me cuesta creer lo acertado de sus predicciones). A ella, y a muchos más, siempre les decía «no vale! las cosas van a cambiar!!», y en cierto sentido, tenía razón… las cosas cambiaron, pero no en la dirección que esperaba (y esperábamos muchos), produciéndose mas una vuelta en «U». Desde el comienzo, y a lo largo de todos estos años, he intentado convencerme a mi mismo que efectivamente las cosas iban a cambiar, hasta que finalmente, decidí aceptar el hecho de que las cosas no cambiarían, al menos en la dirección que yo esperaba. Un día, escuchando lo que dicen todos los miembros del gobierno, desde los miembros de «La Piedrita», pasando por Lina Ron, los Diputados oficialistas, y el Presidente, comencé a pensar, quizás aún en ese ejercicio de autoconvencerme de que las cosas en realidad si iban a cambiar, que a lo mejor el problema era que las acciones iniciales no estaban dirigidas a mi, sino a los «mas» necesitados. Y coloco el «mas» entre comillas, porque en el escalón inmediato (el de los necesitados) estaba (y estoy) yo, esperando mi turno. Pero seguí analizando el discurso, y caí en cuenta de que siempre, a todo nivel, se indica que las acciones y decisiones son para beneficiar «al Pueblo», o «al Pueblo Soberano». Continué analizando los discursos, y en función de lo que escuchaba, llegué a la conclusión de que, definitivamente, ni yo, ni la gente a quien conozco y con quien comparto, son parte de ese «Pueblo».
En lo económico, el discurso siempre va en la vía de lograr la igualdad para todos. Eso es un plan loable y creo que son muy pocos los que puedan no apoyar tal acción. Sin embargo, desde hace mucho tiempo una Tía mía me dijo una vez: «los cambios siempre son para mejorar», así que haciendo el ejercicio de extrapolar ese dicho, asumí que el tema de la igualdad que se iba a aplicar era «hacia arriba», es decir, se iba a acabar con la pobreza. Obviamente iba a ser un proceso largo, pero la esperanza era que se vieran los resultados, al menos poco a poco… Pues no! el discurso se convirtió en el hecho de que la «igualdad» era «hacia abajo», es decir, inyectándo una dosis gigante de odio en «el pueblo», en contra de «los ricos, los oligarcas, los capitalistas», que no somos mas que «los necesitados», con miras a hacer que «los necesitados», entremos en el grupo de «los mas necesitados», y así todos seríamos «iguales». Entonces, el discurso dirigido «al Pueblo», era vacío, superfluo y sin público, ya que ni beneficia a «los mas necesitados», ni tampoco a «los necesitados», y mucho menos a los que no necesitan nada.
Pero el análisis no termina ahí. Si se examina el tema de la Universidad, muy de moda en estos días, se encontrarán situaciones, cuando menos, interesantes. En mi caso, provengo de una familia donde todos pudimos estudiar en la Universidad. Aparte de eso, mis padres son Profesores Universitarios, y una Tía, y mi Hermano, y todos los Tíos que son todos los compañeros de trabajo de mis padres y mi Tía… En resúmen, son 40 años viviendo en (y de) el ambiente universitario. Ahora resulta que el discurso que pretende beneficiar «al Pueblo», es el de lograr que los obreros y los empleados puedan votar en las elecciones universitarias, y participar en el Consejo Universitario. Peor aún, se incluye en el discurso una carga de odio inmensa al llegarse a decir que «lo que pasa es que a los profesores les da asco compartir con los empleados y obreros». Entonces, nuevamente, ese discurso dirigido «al pueblo» queda vacío y en el aire, ya que primero se ofrece algo que en nada beneficia a nadie, ni a los estudiantes, ni a los obreros, ni a los empleados ni a los «oligarcas profesores». Pero, resulta que yo estudié con muchos hijos de empleados y obreros, que entraron en la Universidad por el mismo método que entramos los hijos de los Profesores, y estudiamos en las mismas aulas y nos raspaban los mismos Profesores por igual (no había distinción, particularmente, en ese tema), y eso fué hace mas de 14 años! Entonces, este discurso de querer «igualar» a los obreros y empleados con los profesores, es un retroceso inmenso! Considero yo que si en algo quieren hacer que las condiciones de todos en la Universidad mejoren, se debería comenzar por permitir los aumentos de sueldo, ya que, por ejemplo, un Profesor con mas de 25 años de trabajo, habiendo pasado por 4 trabajos de ascenso, con doctorado, gana MUCHO MENOS de lo que le pagabamos al Representante del Sindicato Bolivariano, que tenía el cargo de Maestro de Primera, que es un obrero, y que además no hacía nada, sino andar con 2 pistolas amenazando a los representantes de las empresas que no le pagaban como SU interpretación de la Ley indicaba; y de paso, habiamos mas de 10 empresas en esa obra, que por cierto era del Gobierno, y cada empresa contratista debía pagarle en la misma medida. Aparte, por supuesto, también se ganaban lo que les descontaban a los obreros «por defenderlos», con lo cual se veía menguado su ingreso semanal…
Además, muchos, muchísimos de los Profesores que hoy acusan de Oligarcas explotadores, como indiqué, son no solo hijos de empleados y obreros universitarios, sino que vienen de situaciones extremas, de hogares del grupo de «los mas necesitados», y que sus padres apostaron todo para que sus hijos pudieran surgir como Universitarios. Como se ve, nuevamente el discurso dirigido «al Pueblo», sigue generándome la incógnita de a quien le estará llegando. A mi no es!
Y, para finalizar, tenemos nueva Asamblea Nacional. Una Asamblea que básicamente es igual a la anterior, solo que en este caso tenemos a un Presidente que develó la estatua de Marulanda, un número de representantes que provienen de la oposición. Un número de representantes que no es mayoría, a pesar de haber sido electos con la mayoría de los votos, lo cual contradice el discurso de la democracia participativa. Unos Diputados que a pesar de que participan por «el Pueblo» que los eligió, están amenazados de no poder realizar su trabajo porque «no fueron elegidos por el Pueblo»…
Pues bien, en función de lo que he expuesto hasta aquí, llego a la siguiente conclusión: Yo, no soy Pueblo! Por qué? sencillo: absolutamente nada de lo que ha ofrecido el Gobierno «para el Pueblo» me ha beneficiado. Por el contrario, cada día que pasa me veo mas afectado por las acciones que se ejecutan, y pierdo la esperanza de que eso cambie. Pero… pensandolo bien, a lo mejor el problema es que si soy pueblo, pero no DEL PUEBLO, sino del pueblo. Lamentablemente, los DEL PUEBLO aún ven a sus hijos morir por la delincuencia, pedir plata en los semáforos, y ahora sobreviven en refugios. Ojalá que al menos se viera beneficiado ese PUEBLO, que sería una señal de que algún día nos tocará a los del pueblo… eso si de aquí a allá, queda pueblo.