Si! A pesar de que hubo mucha gente que desde el comienzo supo que no iba a terminar bien la historia, para muchos, aquel «socialismo del siglo XXI» era la opción obligatoria.
Y cómo pensar que iba a ser algo peor de lo que teníamos aquella oferta? Por fin llegaba a la política un actor que luego de cometer un tremendo error, había pagado las consecuencias y aceptaba su responsabilidad. Eso era esperanzador. El problema fue que precisamente, terminamos descubriendo que era solo eso: un actor.
Nadie quería irse del país, y por el contrario eramos el destino de muchos que salían de sus países buscando estabilidad social, económica y política. En la universidad participábamos en congresos sobre tecnología e innovación. Con ansias esperábamos la visita de empresas, nacionales y extranjeras, que iban en busca de talentos. Cuántos se fueron al oriente, a trabajar en la meca de la automatización, como lo eran las industrias básicas. Y ni hablar de quienes lograban un trabajo en CANTV o PDVSA. Empresas como schlumberger y otras grandes trasnacionales invertían en venir directo a la fuente para agarrar, cual en los deportes profesionales, a las promesas desde temprana edad.
Pero, con la bonanza que vivíamos se hicieron muy presentes los males que siempre la acompañan. Aquel proceso nos llevó, a las nuevas generaciones, a conocer lo que era un golpe de estado. Fallido, dejó una herida que no cicatrizó con los ungüentos democráticos de aquel entonces, y fraguó aquella «revolución» que nos ofreció acabar con la corrupción, con la pobreza, con la inseguridad, mejorar la economía, la educación, la salud. En resumen, convertir a Venezuela en una potencia. Y caímos en la trampa. Quedó plasmada aquella excelsa oferta en la recién reformada constitución, como garantía de que por obligación se debía llegar al estadio prometido. Hasta allí llegó el socialismo bueno.
Hoy en dia, los padres obligan a sus hijos a irse del país para asegurar que sobrevivan, ya que la muerte se ha adueñado de todo en distintas formas. El trabajar se ha transformado en una enfermedad terminal, ya que la oferta del gobierno es mantenerse respirando a cambio de un voto. La policía persigue a los estudiantes por delincuentes, mientras los delincuentes cuentan con la protección del Estado como si fueran el futuro del país. Se acaba con el aparato productivo con saña desdeñosa a cambio de la instauración de un modelo donde el que saca ganancias es traidor a la patria, pero donde los secuestradores de la patria son los únicos autorizados a sacar ganancias en detrimento de sus pobladores. Y la justicia… La incólume y balanceada justicia solo genera las argucias requeridas para pisotear impunemente aquella promesa de país que nos plasmaron en la constitución.
Que ningún «ismo» nos vuelva a deslumbrar jamás. Solo el trabajo constante para alcanzar el bienestar común permitirá recuperar aquel país que nos robaron. País que no era perfecto, como nunca lo será, pero que podrá, con los recursos y la gente que tenemos y que debemos hacer regresar, permitirnos darles a nuestros hijos lo que tuvimos la dicha de disfrutar.