FOMO como estilo de vida



Photo by Melanie Wasser on Unsplash

Por: Fernando J. Castellano Azócar

En mi búsqueda permanente de respuestas, leí un artículo que hablaba de la influencia del FOMO (Fear of Missing Out) en nuestras vidas. Mi traducción de lo que significa FOMO es: Miedo de Perderse de Algo.

Recuerdo que cuando era pequeño, la única forma de saber lo que pasaba en nuestra ciudad y alrededor del mundo era a través de la televisión, la radio, o de la prensa escrita. En mi casa era casi una religión comprar la prensa regional, así como una de las opciones de prensa nacional, y por lo general al regreso de sus jornadas de trabajo, mis padres se sentaban a leer su prensa con total concentración. Y los domingos era aún más sagrado el estar en la casa sentados leyendo las versiones dominicales de los periódicos. Obviamente, eran personas informadas con la última versión de la información que tenían a su alcance. Pero los tiempos cambiaron y trajeron consigo distintas formas de estar informados, así como distintos temas de los cuales informarse. Primero, el acceso a la información a través d la Web; luego, servicios como Twitter, y finalmente, las aplicaciones que llevamos en nuestros dispositivos móviles y que nos obligan a ver sus contenidos. Inicialmente, se trataba de un nuevo medio, mucho más eficaz en distintos aspectos en comparación con los tradicionales, sin embargo, con el tiempo se amplió el concepto y ante la posibilidad de compratir TODO, surgieron lo que ahora conocemos como «redes sociales», y nos comenzó a parecer igual de interesate saber sobre lo que hacen los demás que lo que sucede en el mundo, siendo que lo primero conforma lo segundo. Y esto llevó a que las nuevas generaciones se concentran principalmente en qué hace la gente, más que en contexto y las consecuencias.

El análisis pasó a segundo plano, por no ser algo inmediato, de manera que la opinión pasó de un lugar especial a simplemente ser un comentario limitado a un número de caracteres en un hecho, cualquiera que éste sea. La comunicación activa pasó a un segundo plano, desplazada por una comunicación pasiva, donde principalmente se escucha y se critica.

Se dan por ciertas todas las informaciones, y se reacciona en consecuencia, para lo cual es imprescindible mantenerse actualizado de cuanto acontece. Precisamente es en este punto donde cobra relevancia el concepto de FOMO. Todos terminamos necesitando tener acceso permanente a lo que hacen los demás. Pero ya no son «los demás» aquellos que con una decisión pueden cambiar el destino de nosotros, del mundo o incluso de la raza humana, sino todo aquel que de alguna ha cruzado su vida con la nuestra en algún momento. Un viejo compañero de la escuela, un amigo de la universidad, el hermano, los tíos, los padres. Todos se vuelven de nuestro interés, simplemente porque podemos saber de ellos a toda hora. Así, cada uno de nosotros nos convertimos en el «big brother» de todos los demás, yendo mucho más allá de la realidad distópica presentada en «1984«.

Obviamente, cada quien decide qué ser y hacer con su vida, pero resulta interesante conseguirse esos «Morfeos» que viven advirtiendo sobre cómo estamos conectados a la «Matrix«. Entonces el FOMO es lo que nos impusa a revisar permanentemente las redes sociales. Esa necesidad falsa de no querer perdernos ni un segundo de la vida d elos demás, o de lo que nos hacen creer que es su vida, es la que nos obliga a invertir millones de segundos en una acción que al final sólo resulta en entretenimiento en el mejor de los casos. Y no es que sea malo invertir tiempo en entretenernos, para nada. Por el contrario, es conseguir el equilibrio entre el entretenimiento y la obsesión. Es darnos cuenta de las oportunidades que están disponibles y que ni siquiera nos enteramos por nuestra concentración en saber lo que hacen los demás, o lo que nos quieren hacer saber que hacen. Entre las recomendaciones que encontré proponían incluso un método de cómo organizar los íconos en el teléfono de manera de no caer en la tentación de revisar las redes sociales, método que he seguido y que hasta ahora me ha sido de total utilidad.

Por spuesto que se trata de una decisión personal, y es precisamente ahí donde se encuentra el punto importante: si es una decisión voluntaria el invertir tiempo en saber qué hacen los demás, así como mostrar lo que nosotros hacemos, con lo cual se alimenta ese ecosistema, pues adelante! Pero al menos que sea un acto consciente, y no sólo practicarlo por el simple miedo o del qué dirán, ni mucho menos por el miedo a perderse algo.

Afortunadamente, ante el FOMO, ha surgido el JOMO (Joy of Missing Out), al cual le estoy dedicando tiempo, comenzando por suspender algunas de mis cuentas en redes sociales. Por ahora voy muy bien, y ya tendré oportunidad de contar sobre los resultados…

El Plan Perfecto


rawpixel-570911-unsplash
Photo by rawpixel on Unsplash

Por: Fernando J. Castellano Azócar

Siempre he dicho y sostengo que no hay plan malo. Cuando se tiene una situación a la que se quiere llegar desde la actual que se vive, es imprescindible establecer la forma de hacerlo, lo cual se convierte en «el» Plan. Pero, como todo en la vida, no hay una sola forma de lograr las cosas, de manera que la calidad de un plan se tendría que medir en función de parámetros muy particulares, entre los cuales se incluyen: tiempo, recursos y riesgo.

En estos días me comentaba un amigo su intención de mudarse de país. Tenía todo considerado: comprar el boleto, el sitio donde llegaría, el tiempo que le tomaría paa estabilizarse, las oportunidades de trabajo disponibles, el dinero requerido. Todo sonaba como un plan perfecto, hasta el punto en que me comentó que sólo le faltaba su pasaporte…

En muchas oportunidades nos enfocamos en el desarrollo del plan, que sin duda es una pieza fundamental para alcanzar el objetivo, pero de nada servirá el mismo, por más perfecto que parezca, si no se plantea en función de los requisitos para su ejecución. Al final, el nivel de perfección de un plan lo determinará la consecución de la meta.

Serie de Las Frases del Mal: «aún queda tiempo»


rawpixel-552391-unsplash
Photo by rawpixel on Unsplash

Por: Fernando Castellano Azócar

«Más sabe el diablo por viejo que por diablo«. Muchas veces escuché esa frase, y precisamente mi juventud me impidió entenderla. En algún momento, cuando comencé a hacerme consciente de mi experiencia (en todos los aspectos de mi vida), finalmente entendí lo que se encontraba detrás de ese conjunto de palabras. Cuántas veces escuché que me dijeran que hiciera las cosas en un momento y de una manera, y siempre la confianza en mis capacidades e información me hizo comportarme de manera contraria a lo que debía, desviando los resultados, en algunos casos, de manera que afectaba abruptamente los proyectos en los que trabajaba. Y es que ese aspecto de «hacer caso» o no, definitivamente está íntimamente relacionado con la actitud, educación, experiencia y carácter de cada quien. Hay quienes siempre estamos retándolo todo. Otros actúan como robots haciendo única y exclusivamente lo que les indican; y luego están los zombies que sólo hacen lo que les provoca y nada los mueve de esa actitud. Y cuando uno está con equipos donde la juventud es grande (y por lo general es uno el de más edad), comienza entonces a hacerse presente esa frase que tanto problema trae consigo: aún queda tiempo.

Se acerca una actividad importante. Muchas cosas dependen del resultado de la misma, por lo cual se busca asegurar que no hayan fallas a última hora. Se le pide a la persona a cargo que verifique una vez más todo, y sale ese monstruo, ese demonio, que en los mejores casos responde «ya todo se verificó, tranquilo que aún queda tiempo«, y a pesar de eso se le pide, ya como instrucción, que verifique, y entre refunfuños y casi pataleos se van, pero no hacen la tarea. Resultado, detalles que se habian identificado no se atendieron, y se presenta el desastre. Y todo se pudo haber evitado si tan solo se hubiese escuchado y actuado en consecuencia.
Cuantas facturas no se generan por esperar a última hora? Cuanto tiempo se pierde por no haber verificado que se llevaban las herramientas necesarias? Y así, existen miles de casos que se hubiesen podido evitar si no se hubiese dependido de la confianza extrema, e ignorado el consejo de un amigo o, peor, la solicitud de un supervisor.

Ahora bien, hay una variante de esta frase, que causa, al menos en mi, mas terror: «tranquilo que usted anda conmigo!«. Esta frase es original de un personaje que siempre logra su objetivo, pero el problema es que quienes por lo general la dicen, no tienen esa capacidad y eficiencia. Si por casualidad alguna persona de su equipo ante una solicitud le responde así, preocupese! porque con toda seguridad, se hará presente Murphy y se sentirá aplastado con todos los libros escritos sobre su muy temida ley.

 

Viviendo el increíble futuro de mi generación


jetsons-video-phones-720x720

Por: Fernando Castellano Azócar

Tenía como 8 años y siempre peleaba para ver las series que me gustaban: Starsky & Hutch, SWAT, Misión Imposible… Eran las series de moda, que eran transmitidas a las 8 de la noche entre semana, justo a la hora en que debía dormir. Que yo recuerde, y no solo en ese mosmento sino por mucho tiempo después, nadie sabía cuántos capítulos confirmaban las temporadas de las series. En días recientes me llamaba la atención una conversación donde hablaban de una serie en Netflix, y cómo preferian las de capítulos cortos y sin muchas temporadas. Eso definitivamente es algo que hace unos años era imposible tan sólo imaginarlo! Y Netflix??? Cómo siquiera soñar que existiría cuando apenas celebrábamos el paso del Betamax al VHS

Tenía yo un radio de Banda Ciudadana, para el cual construí una antena especial que me permitiera lograr contactar gente fuera del país, para lo cual necesitaba unas condiciones atmosféricas perfectas, de manera que cuando lo lograba se buscaba conseguir la dirección de la persona para enviarle una postal como prueba del contacto realizado. Hoy en día tenemos muchas opciones para mantener conversaciones con cualquier persona alrededor del mundo.

Al momento de pagar con una tarjeta de crédito, aparecía un cuaderno donde buscaban el número de la misma. Lo que recuerdo es que si aparecía no la aceptaban. Y si se robaban una tarjeta, la víctima se enteraba de las consecencias al recibir, por correo «tradicional», el estado de cuenta, que llegaba como con un mes de diferencia. Hoy en día una aplicación en nuestros teléfonos móviles nos avisa de cualquier transacción, y la validación de la validez de la tarjeta se hace de forma inmediata con la terminal.

En un programa de televisión comentaban que lo que conocemos como «la nube» es un invento de los extraterrestres para poder tener acceso a toda la información de la raza humana, y la verdad es que al menos a mi me parece que tantas cosas deben venir de esa fuente, porque jamás pudimos ni siquiera soñar que las estaríamos utilizando. Los supersónicos era una quimera, una fantasía que al final se ha vuelto realidad en buena medida, y quién pensaría que sería posible? NADIE!!!

Los efectos de esta situación de vivir en lo que era un futuro irreal e impensable se pierden de vista. El poder utilizar algo que no existía nos hace conscientes de la importancia de su existencia, mientras que aquellos que han vivido toda su existencia teniéndolos no les dan la misma relevancia, lo cual crea una brecha.

Mientras para mi el valor es más emotivo, para las nuevas generaciones es muy distinto. Mientras escucho en mi iPhone la música que me gusta, recuerdo cuando grababa en casetes la música que podía, y me parece increíble poder cargar en mi bolsillo millones de canciones. Ni siquiera me hubiese imaginado tener cientos de discos de vinilo. Es un ejemplo de tantos casos con los que vivimos, y que nos han hecho olvidar lo que significaban antes.

Hay que aprender a vivir el presente, que no es otra cosa más que aquel futuro increíble que soñábamos. A algunos se les hace más fácil, a otros nos sigue impresionando cada detalle que nos corrobora que efectivamente, y a pesar de las probabilidades, llegamos milagrosamente hasta donde nuestra imaginación no se atrevió.

El lugar anhelado


Hay momentos en los que se busca una mirada, un gesto o una palabra para lograr encontrarse con uno mismo. Se suspira, se mira al cielo, pero no se encuentra lo que se necesita.

En estos días se hizo viral un video publicitario de un bebé que llora y llora hasta que lo toma en sus brazos un caballero a quien le transplantaron el corazón de la madre del bebé. Eso me hizo pensar en lo que realmente busco en esos momentos de angustia, recordando las veces que en medio de mis problemas busqué la paz en mi casa materna, con mis padres.

En algunas oportunidades se venía el regaño por haber hecho algo que creó la situación; luego el consejo y la consolación. En otras, la mirada fija pero con ese «no sé qué», o el abrazo, la toma de la mano, y un silencio compartido único, en el cual se transmitía todo.

No hay nada que sustituya esa cercanía, esa alineación, esa sensación. Hoy más que nunca los extraño, especialmente en tantos momentos de duda. Recuerdo sus enseñanzas, sus consejos, sus predicciones, y eso me ayuda, sin lugar a dudas. Pero en realidad suspiro anhelando tener el poder de hacerlos estar conmigo, sólo por al menos unos minutos, para renovar ese sentimiento y poder seguir adelante, tal como lo hacía cuando al final, me mandaban a enfrentar mis retos y temores.

Sé que me acompañan porque siempre los siento conmigo, pero los necesito…

matrimonio081