A menudo, o quizás es mejor decir que permanentemente, nos vemos expuestos a muchos estímulos, por lo cual no tenemos otro remedio sino trabajar basados en lo general, sin detenernos mucho en los detalles. Una forma en la que lo hacemos es a través de los hábitos, mediante los cuales hacemos cosas independientemente de cualquier detalle. Nuestros hábitos correspondían al ritmo de vida que llevábamos, sin embargo, en lo que esa circunstancia cambió, fué muy difícil mantener esos hábitos, por lo que no tuvimos mas opción sino deshabituarnos a lo que hacíamos. Entonces vino lo que más me ha asombrado.
El proceso no ha sido nada fácil. Me tomó mucho esfuerzo primero aceptar la situación; luego entender lo que significaba el cambio y finalmente asumirlo, y es cuando entraron en escena los pequeños detalles. Hubo, sin lugar a dudas, grandes cambios, pero su volumen no fue lo impactante sino el espacio que abrieron para nuevas oportunidades. Dejar de ir a la oficina y quedarme trabajando en la casa era casi un sueño hecho realidad, sin embargo, al perder los pequeños detalles, esos que eran imperceptibles dentro del hábito de en la oficina, me hice consciente de los mismos; el hecho de estar en la casa todo el día era bueno, pero el detalle fué que nunca nos había tocado convivir las 24 horas del día juntos por tanto tiempo, lo cual requirió desarrollar el espacio para el entendimiento y la paciencia; y mi hija se vió obligada a cambiar radicalmente su hábito de ir a la escuela, que fue quizás lo que más nos preocupó por el impacto que potencialmente podía tener en ella, pero al adecuarle su espacio, y con las iniciativas que comenzaron a implementar en su escuela, entre las que se incluyeron una obra de teatro que hicieron por Zoom, un día nos dijo que prefería no regresar a la escuela sino seguir así, desde la casa.
Escuchar todo el día la risa de mi hija, el poder compartir unos minutos , aún cuando a veces son muy pocos, con mis mujeres al momento de comer, me da una energía que al no haberla sentido antes, se convierte en necesaria. Y todo esto me agarró justo en el año en el que cumplí 50 de vida. Estuve planificando al menos un año lo que haría: el sitio, los invitados, la comida, los entretenimientos, todo estaba anotado, pero como sucede mas a menudo de lo que somos conscientes, nada de eso se pudo hacer. Pero por el contrario tuve la oportunidad perfecta para ver en perspectiva todo lo vivido, los retos que enfrento ahora y hacia donde debo poner rumbo. Surgieron en ese espacio muchas cosas, resaltando los detalles; el hecho de estar avanzando en uno de mis planes de toda la vida: escribir un libro, me ha hecho ver en perspectiva las cosas justo cuando buscaba mas respuestas, y ha sido como que mi yo del pasado me daba consejos súper útiles, pero sobre todo me ayudaba a estar seguro de que podré salir adelante, como lo he hecho antes, de todo cuanto enfrento ahora. Son detalles que me han sido de enorme ayuda, y que a pesar de haber estado siempre allí, no me dejaban verlos las circunstancias. Como aprendizaje, ahora sé que no necesito adaptarme a una «nueva normalidad», sino que por el contrario no debo acostumbrarme a lo que pareciera normal, que no es otra cosa mas sino lo que vivimos a diario.