La Fuerza de la Costumbre


Muchas veces no hacemos algo por miedo, y hay cosas que son más evidentes que otras en cuanto a medir el impacto del miedo se refiere. Por ejemplo, yo siempre he tenido un miedo paralizador a la oscuridad. De pequeño era casi imposible que entrara a un cuarto oscuro, ni siquiera me atrevía a meter la mano para encender la luz porque sentpia que algo me la podía agarrar. Por supuesto que en la medida en la que fuí creciendo pude ir dominándolo, pero a lo que he llegado es a cambiar ese miedo por un profundo respeto. Pero precisamente, en la medida en la que crecemos va surgiendo otro miedo del cual es mas dificil hacernos conscientes y que causa efectos mucho peores, como lo es el miedo a la crítica. Y es en el dominio de ese miedo en particular donde se encuentran las grandes oportunidades de mejorar, de crecer, pero parte del proceso es prepararnos para escuchar cosas que no nos gusten, y parte es tener clara la razón por la que la buscamos.

Uno de mis sueños es escribir un libro, pero, por supuesto, el miedo a la crítica fué haciendo que retrasara comenzar a hacer lo que necesito para alcanzarlo, que es escribir. Si hay algo fácil es conseguir las millones de razones por las cuales no debía hacerlo, sin embargo, afortunadamente me llegó la fuerza necesaria para considerar la única (o una de las pocas) razón por la que debía hacerlo: darme el gusto de cumplir con mi sueño, por lo que me organicé y comencé. Pero ahora que comienzo a ver que me falta poco para terminar de escribirlo, esa fuerza de la costumbre me hace retomar el miedo que en principio había vencido. ¿Debo seguir? ¿Me irán a decir que es muy malo?.

Y por esas cosas que ocurren en la vida, en medio de mis dudas, y a pesar de las cuales no dejé de avanzar, conseguí un artículo de Seth Godin cuyo título es «Diez razones para escibir un libro» (y en realidad son mas de 10), y aquí les comparto, más para reforzármelas a mi mismo, pero con la intención de que si alguien más lo está pensando, que simplemente comience a hacerlo (traducción mía):

  • Clarifica la forma de pensar.
  • Deja un registro de donde estábamos en ese momento.
  • Seguramente no va a ser un «best-seller» a nivel mundial, por lo que uno puede enfocarse sólo en la gente que realmente quiere saber más de uno.
  • Es un proyecto que depende única y exclusivamente de uno.
  • Es una forma generosa de compartir.
  • Porque después comienzas a escribir otro.
  • Aumentará tu autoridad en tu campo.
  • Es necesario que se oigan tus ideas, ya que tienen valor.
  • Y entonces te conviertes en un Autor.
  • No es tan difícil publicarlo una vez está terminado.
  • Publicarno es un extra, una forma de cerrar el ciclo, pero no la razón para escribirlo.
  • Y… no es tan solitario como uno cree.

Liderar a lo Max Goodwin


Por: Fernando J. Castellano Azócar

Algunas de las personas que sigo en diferentes espacios (podcasts, newsletters, youtube) comenzaron a recomendar una serie en Netflix llamada «New Amsterdam». Como lo escuché de tantas fuentes distintas, le dije a mi esposa que comenzáramos a verla, que parecía que era muy buena, así que le dimos una oportunidad y resultó ser una de las mejores experiencias que he tenido.

La serie está basada en el libro «Doce Pacientes: Vida y Muerte en el Hospital de Bellevue», escrito por el Doctor Eric Manheimer, quien fué el Director Médico del Hospital Bellevue durante 15 años. New Amsterdam tiene como protagonista a Max Goodwin, un médico (interpretado por el actor Ryan Eggold) que llega a dirigir el hospital público más antiguo de Estados Unidos y propone una mirada más humana y compasiva de la medicina y el funcionamiento general de la institución.

Pero, ¿qué es lo que me «enganchó» de la serie?. El primer día llega sin bombos ni platillos, vestido como un médico más, y convoca a una asamblea. Se presenta y hace la pregunta central de su estilo de liderazgo: «¿Cómo los puedo ayudar?«. Obviamente la incredulidad se hace cargo de la situación, sin embargo algunos se atreven a plantear cosas que parecen o muy sencillas o muy radicales, y la respuesta de Max es «considéralo hecho!». Algunos que no lo creen se lo dicen y simplemente los despide, y les dice a todos que están allí para enfocarse en el bienestar de los pacientes, y que busca que sean médicos de nuevo. Entre los que se atreven a responderle están los que termina eligiendo como parte de su equipo directo y con quienes se desarrolla la mayoría de la trama de la serie.

En la serie identifiqué lo que es un estilo de liderazgo disruptivo, que se alinea totalmente con mi forma de ser y con lo que les digo a los miembros de los equipos a los que pertenezco, que yo estoy allí para garantizar que hagan su trabajo. En todas las propuestas sobre cómo liderar, de primero está que se debe preguntar para hacer que la gente se enfrente con la necesidad de responderse, con lo cual terminan, ellos mismos, generando las soluciones. Y miles de veces se ve cómo Max, cuando comienza a ensimismarse en la búsqueda de la solución a los problemas que enfrenta, de repente se detiene y se pregunta: «¿Cómo puedo ayudarte?», y lo mejor es que escucha e implementa, a pesar de lo difícil que es cada situación, la solución que le plantean.

Y, por supuesto, su equipo va adaptándose a ese estilo, con lo cual suceden cosas espectaculares. La primera es que terminan confiando en que a pesar de lo radical de las soluciones, siempre contarán con el hecho de que Max los apoyará hasta las últimas consecuencias para resolver los problemas; y lo otro es que hacen suyo el estilo, al punto en que cada uno se hace independiente, con lo cual Max no es requerido para atender cada situación.

El hecho de que todo se desarrolle en un hospital agrega la perspectiva de que las decisiones y las acciones representan la vida o la muerte de personas, y eso me parece muy interesante ya que uno pierde esa perspectiva, pero todas nuestras decisiones, así como las que toman Max y su equipo e incluyendo hasta a la última persona que trabaja allí, tienen consecuencias, por lo que se hace relevante tener claro cuales son nuestros objetivos para alinearnos a los mismos.

Importante aclarar que al final de cada capítulo siempre habrá un momento que si no saca lágrimas, les hará doler la garganta, pero siempre habrá una lección, como nos pasa en la vida, que a veces será de nuestro agrado, y otras veces retará nuestras creencias.

No me queda más que recomendarles que le den una oportunidad, que vean al menos los primeros tres capítulos, y que así saquen sus propias conclusiones, y si les pasa como a mi, aprovechen de afinar sus respectivos estilos de liderazgo.

El Secreto de Santa


SPOILER ALERT: Este artículo contiene información que revela una verdad que podría herir muchos sentimientos. Si eres de los que espera regalos de Santa Claus (o cualquiera de sus otros nombres) en Navidad, por favor, no sigas…

«El tiempo, el implacable, el que pasó». Así dice una canción, y precisamente el tiempo es uno de esos factores fundamentales en nuestras vidas, pero del que sabemos únicamente cuando pasa, y la vida se nos va planificando para aprovecharlo. Pero para quienes hemos sido bendecidos con al menos un hijo o hija, el tiempo tiene una dimensión distinta.

Verlos es ser testigos de primera línea del paso del tiempo. Las cosas que van logrando producen esa sensación mezclada de vejez, orgullo y satisfacción que resulta increíble, pero hay un momento en particular que considero es revelador de cuánto van creciendo.

Tenía semanas viendo desde la puerta del cuarto de mi hija el gran desorden que tenía, hasta que decidí participar en el proceso de arreglarlo. Comenzamos por el escritorio, que desde que estamos en pandemia es parte del mobiliario. Ella sin problema se dejó llevar por mi guía, con lo que dejamos el espacio listo para que pueda concentrarse en sus tareas, y seguimos, inevitablemente, con los juguetes. La mayor parte de los que tiene se los trajeron entre Santa Claus, el Niño Jesús y los Reyes Magos. Al verla agarrar cada uno, veo cómo ha crecido, ya que mucho de lo que antes la emocionó mucho, ya hoy en día no le causa el mismo sentimiento, por lo cual algunos juguetes van a la bolsa para regalarlos, y otros, los que han sufrido las mordidas de nuestra perrita, o la pérdida de alguna de sus partes, van a la bolsa de la basura. Así vamos avanzando y llenando bolsas, hasta que llegamos al punto más crítico: las barbies!

El mayor espacio del cuarto lo ocupa la única inversión inmobiliaria que hemos hecho: la casa de la barbie, con su piscina, estacionamiento, y el volkswagen beetle que lo llena. En algunas oportunidades hemos hablado de que podríamos salir de la misma, pero al momento de concretar, surgen esos ojos de niña enamorada, con la decisión final de mantenerla en el espacio que ocupa. En vano intento salir de algunas de las muñecas que pienso sufren al vivir desnudas y despeinadas en una bolsa que yace al fondo de una caja, al menos acompañadas por un Ken que si debe ser feliz al ser el único entre tantas barbies, y que obligatoriamente permanece también desnudo ya que su ropa está en otra de las tantas cajas. Pero ella las ve, les toca el pelo, y me dice «no, estas si las voy a guardar, porque yo aún juego con mis barbies». Y cómo ir en contra de esa mirada, de ese cariño con el que las acaricia, las guarda, y se dedica a arreglar las cosas que yacen tiradas por toda la casita, que pareciera redescubrir mientras me explica para que sirve cada cosa.

Y aquí viene el «Spoiler Alert» que anuncié al comienzo. Hay dos momentos en mi vida que recuerdo muy intensamente: el primero es un 24 de Diciembre, ya tarde, que nos dijeron que nos acostáramos para que pudiera entregar los regalos el Niño Jesús. Dormíamos mi hermano y yo en una litera, y le dije que no se durmiera, que esperáramos despiertos para ver llegar al Niño Jesús. Yo estaba decidido a no dormir y así lo intenté, hasta que cuando me desperté era ya de mañana, y al pié de mi cama estaba un regalo. Además de alegría, también me sentí muy frustrado por no haber podido ver al Niño Jesús; el segundo momento fué un día, ya grande, que le comenté a mi papá de lo excelentes que eran los regalos que nos daba Lagoven, y es que en Diciembre nos íbamos de vacaciones a la casa de una de mis tías, y cuando el Santa de Lagoven le entregaba los regalos a los hijos de sus trabajadores, también nos daba regalos a mi hermano y a mi, a pesar de que no nos correspondían, y siempre los regalos eran mucho mejores a los de los demás, y la respuesta de mi papá fué: «si serás pendejo! esos regalos los comprábamos tu mamá y yo desde agosto, y los íbamos pagando para que los tuvieran ustedes en Diciembre». Hasta este año mantuvimos el secreto de Santa, ya que la presión social de los amigos de mi hija la hicieron finalmente preguntarnos si era verdad que no existía, y si éramos nosotros quienes le dábamos los regalos. El momento fué como de película, nos miramos su mamá y yo, e inevitablemente le confirmamos la verdad, a lo que ella, aún con nuestra confirmación, no lo podía creer, de manera que a partir de ese momento y regularmente trata de confirmar si de verdad éramos nosotros, ya que no podría ser tan fácil haber no sólo adivinado lo que ella quería y escribia en las cartas que se supone Santa recogía, sino que al momento de recibir los regalos, nosotros estábamos siempre con ella.

Sin lugar a dudas, ella está navegando inocentemente por el tiempo que va pasando, y nosotros somos los testigos conscientes de cómo va creciendo. Obviamente va cambiando físicamente, y en su interior, como debe ser, va sucediendo más lentamente el cambio, pero yo ruego poder seguir a su lado para disfrutar ese momento en el que le tocará guardar, nuevamente, el Secreto de Santa, para luego revelar, oportuna e inevitablemente, que era ella.

2018, cuando descubrió el regalo de Santa en la puerta de la casa

Las Redes Sociales: Moneda de Intercambio Laboral?


Por: Fernando J. Castellano Azócar

Por experiencia mantengo una regla que es que lo personal y lo laboral no debe mezclarse. Hoy en día es común que nos asignen un teléfono y una computadora para ejercer nuestras funciones, y aunque no hay problema para usar esas herramientas para asuntos personales, siempre hay un momento en el que se potencia un problema si se llegan a pasar ciertos límites. Así, lo que me indica mi experiencia es que lo que es de la oficina se use como tal, y que lo personal se atienda por otros medios. Pero en el caso de las redes sociales, nos pueden exigir usarlas de una manera en particular?

En días pasados me contaron de una empresa que obligó a sus empleados, por escrito, a darle un aspecto corporativo a sus perfiles en LinkedIn. De inmediato mi comentario fué que eso debía ser incluso ilegal, y que en última instancia las redes sociales eran personales, y como tales no se le podía obligar a nadie a usarlas en ninguna forma en particular. Por supuesto, si por ejemplo en LinkedIn se coloca que se está trabajando en una empresa, lo que debería suceder es que uno se comporte de manera acorde, lo cual no es algo exclusivo de las redes sociales, sino que aplica para todo lo que hacemos en nuestra vida.

Pero regresando al tema con el que inicié, en principio uno estaría en la posición de negarse a cualquier solicitud que le hagan al respecto, Pero, podría ser que como parte del contrato nos condicionen al uso de nuestras redes sociales? Recuerdo que un amigo de mi papá que había comprado un carro nuevo comentaba que le iba a cobrar a la agencia por hacerle publicidad, ya que le habían colocado unas calcomanías con el nombre de la misma, y ahora, basado en esa actitud que en su momento me pareció algo extremadamente absurdo, pienso si uno podría negociar con la empresa en la que trabaja por mencionarla? Podría esa situación llegar a ser parte de la negociación al momento de ingresar a un nuevo trabajo? Quizás se revierta esta posibilidad que pareciera estar surgiendo de que nos obliguen a colocar lo que otros decidan en nuestras redes sociales, y por el contrario nos pidan que ni los mencionemos, ya que eso implicaría un pago por publicidad que tendríamos todo el derecho de exigir.

Son tiempos nuevos, disruptivos, en los que tenemos la oportunidad de ser parte de los cambios que se están dando. Algunos a nuestro favor, y otros que abren oportunidades para beneficios impensados.

Malas noticias, malas sorpresas


Photo by Elijah O’Donnell on Unsplash

Por: Fernando J. Castellano Azócar

Credibilidad… uno de los factores más importantes para cualquier persona, pero que muy a menudo pasa desapercibido para cada uno de nosotros, más no para quienes tenemos a nuestro alrededor.

La credibilidad está íntimamente relacionada con el tiempo, ya que se requiere cumplir con los compromisos establecidos en el tiempo correcto; pero incluso cuando no se hace, se puede mantener el nivel de credibilidad, siempre que se actúe en forma oportuna.

Supongamos que hacemos un compromiso de alcanzar una meta en un período de tiempo determinado. Si se cumple con el mismo, se estará en presencia de buenas noticias, y un incremento significativo de la credibilidad. Si en el transcurso del tiempo antes de la fecha de vencimiento se encuentra alguna situación que impedirá cumplir con la misma, se debe informar de dicha situación, preferiblemente con un plan de mitigación, lo cual es una mala noticia, ya que hay posibilidad de estar cerca del cumplimiento del compromiso establecido. Aún en esta circunstancia, no hay una afectación importante a la credibilidad, por cuanto el plan de mitigación permite proveer un resultado lo más cercano al requerido, y en el tiempo establecido para tal fin. Y en el último lugar están las malas sorpresas. Estas son las que representan la confirmación de que no se alcanzó la meta requerida, de lo cual se informa en el último minuto. Este es el asesino de la credibilidad.

Es imposible predecir el futuro, pero si se pueden considerar todos los elementos que permiten mitigar el riesgo de no cumplir con el compromiso establecido. Por lo general tenemos la oportunidad de ver venir las situaciones que harán tambalear nuestra credibilidad, pero nos cuesta manejarlas, de manera que el foco debe estar en poder desarrollar nuestra capacidad de llegar a una mala noticia, que incluya el plan de mitigación, para evitar a toda costa la mala sorpresa. Nuestra credibilidad depende de ello, y ese es uno de los activos más importantes con los que contamos.

La Quinta Silla


Confieso que siempre he tenido “un tema” con respecto a las sillas que puedo usar para trabajar. Asumo que es parte de la herencia por haber tenido la oportunidad de tener un “cuarto de estudio” en cada casa donde vivimos, donde mis padres trabajaban.

Parte del “tema” que tengo es que las sillas son como la ropa interior, y sólo debe usarlas una sola persona. Y la razón para mí es muy sencilla y clara: en todas las horas que se pasan sentado en las mismas suceden muchas cosas que a mi entender terminan siendo muy íntimas. Los estados líquidos y gaseosos son los principales que terminan llegando al asiento, lo cual genera estados que deberían ser exclusivos para quienes tienen asignadas las sillas. Para mi esto es una realidad que quizás a los demás no se les había ocurrido, pero ahora que lo saben seguro pensarán al respecto.

La verdad es que es un evento muy poco probable que le asignen una silla nueva al momento en que es contratado, de manera que no queda más que asumir, al menos en mi caso, que la silla es nueva. Pero cómo creen que me puedo sentir cuando me asignan una silla que tiene un asiento negro y que justo en el lugar donde queda la entrepierna hay una muy sospechosa mancha blanca, que parece provenir de fluidos que se han dejado caer?. No hay que tener un “tema” como el mío para pensar en las posibles causas de dicha mancha, pero ante la posibilidad, me dediqué a investigar al respecto, y afortunadamente llegué a la raíz del problema. Resulta que las personas que hacen la limpieza, al momento de limpiar los escritorios colocan en las sillas el recipiente con el agua y el trapo con el que harán su labor. Por lo general esa agua está combinada con algún producto químico que, en contacto con la tela, hace que pierda su color, dejando una marca blanca justo en el centro de la silla ya que se va regando el exceso del líquido y va dejando ese rastro, y como el recipiente se ubica en el centro de la silla, la mancha coincide con la entrepierna. El descubrir eso me llevo mucho tiempo, pero la tranquilidad que me dejó valió cada minuto invertido. Claro, el dueño de la empresa en la que trabajaba en ese entonces se mostró algo confundido cuando apasionadamente le conté de mi descubrimiento, para solicitarle que diera la instrucción de que colocaran algo al limpiar sobre las sillas para que no se dañaran; su silla era de piel y no se veía afectado por este problema. Pero como toda regla tiene su excepción, en una oportunidad tuve que ir a un laboratorio a realizarme un espermograma, y como parte del proceso me pasaron a un baño donde había una silla en la cual podría ocuparme de lo necesario, pero, esa silla presentaba la misma mancha blanca, y dado el contexto y las circunstancias, no quise arriesgarme y simplemente no la utilicé…

Como en cada sitio donde viví con mis padres, ahora en mi casa tengo un “cuarto de estudio”. Cuando recién nos mudamos armamos todo y compre una sillita que costo unos 25 dólares. La silla era suficiente para trabajos eventuales, si acaso los fines de semana, en una época en la que el “home office” era algo reservado para muy pocas oportunidades. Con la llegada de la pandemia tuvimos que comprar otro escritorio y otra silla ya que no solo yo iba a estar trabajando desde la casa, sino que mi hija también estaría tomando sus clases, lo cual no podía suceder todo en el mismo espacio físico. Así, me compré una silla que me costo unos 100 dólares, y como la primera que teníamos estaba muy usada le compramos otra igual a mi hija. Una vez que armé mi silla, pude ver que en realidad no se veía tan robusta como la que tenía en la oficina. De hecho, tuve la gran fortuna de que la oficina que me asignaron la estrené yo, así que el mobiliario era nuevo, incluyendo mi silla! Lo cierto del caso es que a pesar de que la diferencia era obvia, le fui tomando confianza a mi silla nueva, hasta que un día me entusiasmé y me estiré y casi me desnuco cuando una parte de la silla se partió! Afortunadamente al hacer el reclamo por la pieza partida me respondieron y me enviaron no una sino dos piezas como parte de la garantía. Para ese momento ya se había hecho evidente que mi hija pasaría unas 6 horas frente al computador tomando en línea sus clases, y que la “sillita” que le habíamos comprado le causaría escoliosis si la seguía usando a ese ritmo diario, por lo que decidí darle la silla que acababa de arreglar, que dada su contextura física no correría el mismo peligro que corría yo de volver a romperla, y comprarme mi cuarta silla. Decidí invertir el doble, con lo que esperaba obtener una silla mucho mejor; pero cuando llegó y la armé, aunque tenía algunas características mejoradas en comparación con la anterior, aun no me sentía confiado. Así comencé a usar la nueva silla, pero no me atrevía a llevarla a los límites. Al estar todo el día tenso por no querer arriesgarme a probar qué tan sólida era mi nueva adquisición, comencé a sufrir de dolores en la espalda. Un día que andaba en una tienda por departamentos vi una silla que era igual a la que estaba sin uso y prácticamente nueva en mi oficina, así que decidí terminar con mi sufrimiento y simplemente comprarla. Me acerqué, la probé y recordé la seguridad que sentía cuando usaba mi silla en la oficina, y habiendo tomado la decisión busqué la etiqueta, con lo cual maté la intención que tenía. La silla era una Hermann Miller, que costaba 10 veces más lo que me había costado mi más reciente adquisición.

Luego de varios meses de dolor, me atreví a proponer que me hicieran un préstamo por la silla. Inicialmente me dijeron que no habían considerado una solicitud así, pero que verían si se podía, y afortunadamente unos días después llegaba a mi casa la Quinta Silla.

Muchas veces consideramos que los únicos beneficios que debemos recibir son principalmente los económicos, pero hay muchos otros que sencillamente pasan desapercibidos. En muchas oportunidades escuchamos en nuestros ambientes de trabajo palabras como “ergonomia”, y no entendemos la importancia que tienen. En mi caso, luego de solo algunas semanas, los dolores desaparecieron, por lo que agradezco enormemente que hayan considerado mi extraña solicitud. Obviamente las condiciones han cambiado y si antes estábamos 8 horas en la oficina, quizás 6 estábamos sentados, pero al menos en mi caso las jornadas diarias pueden llegar a ser de 10 horas sentado, lo cual requiere de algunos ajustes que inicialmente no había considerado.

Abramos nuestra percepción a cosas que son transparentes pero que en volumen representan un aspecto muy importante. Por ahora, sigo disfrutando de ésta, mi Quinta Silla.

El Valor de lo Mundano


Photo by Sigmund on Unsplash

Por: Fernando J. Castellano Azócar

Soy un fanático predicador de que las metas se alcanzan a través de la Constancia; pero… ¿en qué hay que ser constantes?

Nuestra jornada laboral está llena de actividades rutinarias y que en muchas oportunidades hacemos sin siquiera darnos cuenta. Esas actividades son las que llamo «mundanas». A menudo nos sentimos cansados de tener que ejecutarlas, e incluso soñamos con el momento en el que ya no tendremos que hacerlas. Nuestra percepción es que esas actividades mundanas no agregan valor, pero sabemos que sin ellas no avanzaremos en nuestras metas y objetivos.

Si, por ejemplo, un vendedor quiere aumentar sus ventas, debe enfocarse en aumentar sus clientes, en primer lugar, y para ello simplemente debe contactar a mas personas, lo cual no es mas que una actividad mundana. El encargado de la ejecución de un proyecto para asegurar que cumpla con la calidad y el tiempo definidos, deberá hacer un seguimiento de cumplimiento del plan definido lo cual, a mi entender, es también una actividad mundana.

Entonces, el lograr ascender en cuanto a nuestra responsabilidad se refiere está directamente relacionado con la ejecución de las tareas que incluso podrían hacer otros en mayor proporción, e indudablemente con la capacidad que tengamos de generar valor. Por ello se hace tan importante el estar muy conscientes de las actividades que hacemos, desde la más agradable y que ocasionalmente entra en nuestra lista, y especialmente las mundanas, que al ser las que llenan la mayor parte de nuestro tiempo, debemos asegurar que sean las que nos lleven a nuestros objetivos. Y justo allí, en ese punto, es que entra y cobra relevancia la Constancia.

El Alcance o la Expectativa


Photo by Daniel Christie on Unsplash

Por: Fernando J. Castellano Azócar

Todo proyecto nace a partir de una necesidad, y esa necesidad es conceptualizada en una solución. Entonces, la expectativa del cliente es que se provea una solución que atenderá en un 100% su necesidad. Ahora, esa solución corresponde a un alcance que, si se hace el trabajo de manera correcta, constará con equipos, sistemas, labor y todo lo necesario para, en teoría, aportar la solución a la necesidad planteada. Pero un riesgo que se presenta es que en la solución se capture de forma efectiva la expectativa del cliente.

Es importante establecer la diferencia entre expectativa y alcance. El alcance es una lista de elementos y acciones, bien definidos y medibles. Al momento de presentar la solución al cliente se le inunda con información técnica contenida en el alcance, ante lo cual se le pide que acepte el mismo como marco para determinar cuándo finaliza la ejecución del proyecto, lo cual hace confiado en que el experto que seleccionó le esté presentando la solución a su necesidad, es decir, que al final su expectativa quedará cubierta. Y esto nos lleva a ver lo que sería la expectativa, que no es más que la solución de su necesidad, independientemente de lo requerido para tal fin. Entonces, el gran riesgo en la ejecución de un proyecto es que al final del mismo la cobertura del alcance acordado no cubra la expectativa del cliente.

Demasiado a menudo sucede que se le presenta al cliente la ejecución y entrega de cada punto en el alcance, pero al comprobar éste, la necesidad sigue sin ser cubierta. Para reducir ese riesgo, se requiere principalmente escuchar al cliente. Por lo general, si no se hace, se estará ofertando simplemente una solución técnica, con la mejor tecnología pero, nuevamente, si no se escucha al cliente no se estará entendiendo su necesidad, y por supuesto no se estará cubriendo su expectativa.

No es común considerar la expectativa, por lo cual no se tiene un método para medirla. Suponemos que el alcance cubrirá la expectativa, pero al final y en los peores casos, al momento de la entrega del proyecto se presentan las grandes diferencias ya que a pesar de efectivamente haber cubierto el alcance acordado, la necesidad no se ha cubierto en su totalidad, o en el peor de los casos sigue intacta.

No resulta fácil medir la expectativa, especialmente si nos es desconocida, por lo cual uno de los puntos más importantes es descubrirla, y hacer el trabajo de convertirla en un parámetro medible, que al ser acordado con el cliente, permitirá entonces determinar un alcance más ajustado a lo requerido para lograr una aceptación sin problemas del proyecto ejecutado.

Recomienzo


Varias veces he pasado por este proceso, y la verdad es que lo veo como algo importante al menos en mi vida. Como de costumbre, tengo mil planes con objetivos por alcanzar, y por supuesto todos requieren dedicación y esfuerzo. Estoy muy entusiasmado por el avance en mi proyecto de escribir un libro, tanto que ya tengo definidos al menos 3 más, sin contar con la segunda parte del que espero terminar este año. Me esfuerzo por compartir semanalmente al menos un «post» en el blog, y en el camino de lo que vivimos en el 2020, y viendo algunas oportunidades, se me ocurrieron otros proyectos como un podcast, un canal de youtube, y en fin, muchas ideas que me gustan mucho. Pero por supuesto hay que considerar un elemento muy importante como lo es el tiempo.

Lo que me estuvo preocupando fue querer tener tantos proyectos personales abiertos. Y la preocupación es que tantos proyectos se pueden convertir en una excusa para no terminar ninguno, por lo que quise detenerme un poco, establecer las prioridades, y seguir. Así, el libro tiene mucha de la prioridad, y por supuesto compartir en este espacio segurá en orden. El resto de los proyectos los iré desarrollando en la medida en la que avance con lo mas prioritario. Lo importante, como siempre digo, es ser constantes, y así espero seguir.

FInalmente, les comparto este artículo sobre, precisamente, lograr cosas extraordinarias…

Estar Fuera de la Caja


Photo by Tudor Baciu on Unsplash

Por: Fernando J. Castellano Azócar

Es súper común la frase «hay que salirse de la caja», haciendo referencia al hecho de que nuestra zona de comfort, esa donde inevitablemente nos sentimos cómodos por tener un nivel de certeza suficientemente alto de que podremos manejar todo, es una de las razones por las cuales no logramos cosas extraordinarias. Y en muchas oportunidades se presenta como algo malo el no salir de esa zona. L verdad es que no soy yo quien pueda proponer ese juicio de valor, pero en días recientes las circunstancias me llevaron a caer en cuenta del gusto que tengo por los retos, y cuando los encuentro me vuelvo como un pitbull y no los suelto hasta lograr alcanzarlos. Quizás eso sea algo bueno, y yo sí creo que lo sea, pero también puedo decir que en base a mi experiencia hay oportunidades en las cuales es difícil vivir de reto en reto.

Quizás el punto no son los retos en sí, sino más bien la organización que se debe tener para llevarlos a buen término. A todos se nos ocurren ideas todo el tiempo, y en mi caso me dedico a registrar la mayoría para luego buscar esos tesoros que han vivido ahí, muy quietos, hasta ese momento en que decido darles vida. Pero a veces me veo metido en tantas cosas que dudo si será correcto. Afortunadamente un día encontré una frase que compartió Shane Parrish, que me permitió atender mis dudas (la traducción es mía):

Si quieres resultados por encima de los promedio, debes decir «NO» a las oportunidades promedio. SI inviertes todo tu tiempo persiguiendo oportunidades promedio, no tendrás tiempo para las excepcionales.

Entoces muchas cosas tomaron sentido…

Lo importante no es salirse de la caja, sino mantenerse fuera. Buscar todo el tiempo lo que nos reta; comprometernos a hacer algo a pesar de no saber cómo; terminar un proyecto aún cuando nos dicen que es perder el tiempo. Y para eso se necesita, principalmente, ser constantes, así como conocer nuestras capacidades y límites, no tanto para saber hasta donde podemos llegar, sino muy por el contrario para poder tomar las acciones necesarias para ampliarlas cuando veamos que las estamos alcanzando. Hay dos frases que se atribuyen a Albert Einstein y que aplican en éste caso: La primera es: «Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferente resultados«; y la segunda: «Hay una fuerza motríz mas poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: La Voluntad«.

Atrevámonos a dejar la locura que nos impide lograr cosas extraordinarias, basados en esa gran fuerza que todos tenemos, como lo es nuestra voluntad.