Un buen día en la oficina


Mi papá siempre llegaba de buen humor a la casa después de estar todo el día en su trabajo. En uno de esos días de trabajo que son tan complicados que uno quisiera olvidar, cuando iba camino a mi casa me pregunté si había sido, a pesar de las circunstancias, un buen día. Como parte de la meditación que realizaba, hice una lista de las cosas que regularmente componen una de mis jornadas: reuniones (presenciales y virtuales), llamadas, visitas a clientes, correos… cientos de correos, y entre todo ese mar de acciones las actividades por las cuales ocupas tu cargo: pensar, analizar, decidir. Independientemente del método que se utilice, termina uno convirtiéndose en un coleccionista de tareas pendientes, que por lo general esperan el momento en el cual, finalmente, serán tomadas en cuenta y, si son muy afortunadas, ejecutadas.

Acostumbrados por la dinámica que vivimos, la inmediatez priva, sin que necesariamente signifique eficiencia. El correo electrónico se ha convertido en la vía principal para tratar todo tema, creando la ilusión de que al utilizarlo no sólo se asegura la ejecución de la acción, sino que se traslada la responsabilidad en un 100% a la pobre víctima a quien va dirigido, quien para sortear su situación requiere asegurar un buzón vacío. Entonces, un día bueno sería aquel en el cual se atienden todos los correos, se participa en reuniones efectivas, y se completan todas las tareas pendientes, pero en todo esto hay algo que se escapa, que es el valor que aporta cada persona a lo que hace.

Para mi, el poder determinar si un día fué bueno depende más del nivel de satisfacción con el que uno queda al final de la jornada. Todo depende de la actitud que se tenga, la manera como se enfrenten los retos, de manera de alcanzar esa sensación que sólo da el haber hecho todo lo posible por cumplir con sus responsabilidades de acuerdo a sus valores.

Llegando a mi casa, siento la satisfacción por ese excelente día que tuve. Quedaron correos por leer, llamadas por hacer, tareas por completar, pero sé que hice todo lo posible (y más!) para cumplir con mis responsabilidades, de manera que recuerdo cómo silbaba mi papá cuando llegaba, y me llena esa misma tranquilidad que me transmitía. Lo mejor del día me espera al otro lado de la puerta…

Profesión u Ocupación


Ser un Profesional ocupado o ejercer una ocupación en forma profesional?

Cada vez que en alguna parte me preguntan cuál es mi ocupación, me debato entre decir el cargo actual que ocupo en la organización donde trabajo, o si decir mi profesión. Luego de algunos segundos de duda, en los cuales me supongo que quien me pregunta pensará que estoy inventando algo, termino diciendo: «Ingeniero, Ingeniero de Sistemas«. Por ello, decidí ver qué conseguía acerca del tema, buscando poder dar una respuesta en menor tiempo y de forma más convincente. Para comenzar, veamos algunas definiciones que serán útiles para enmarcar la duda:

El término profesión designa el oficio, empleo u ocupación que se ejerce a cambio de una retribución. La actividad profesional requiere conocimiento especializado, formación profesional (capacitación educativa de diferente nivel – básica, media o superior), control sobre el contenido del trabajo y organización propia mediante colegios profesionales, sindicatos o gremios, además de normas éticas. Asimismo, el término profesional se utiliza para definir a la persona que la realiza.

Oficio es la ocupación habitual, trabajo, profesión, cargo o función laboral.

Ocupación, por otro lado, tiene distintas definiciones. Las que más se apegan al tema que me ocupa son: sinónimo de trabajo, labor o quehacer, por ejemplo: «la carpintería es mi ocupación principal, aunque también soy pintor». La ocupación también es aquello que imposibilita la realización de una acción diferente: «Quisiera pasar a saludarte, pero estoy con muchas ocupaciones«. La ocupación de una persona hace referencia a lo que ella se dedica; a su trabajo, empleo, actividad o profesión, lo que demanda cierto tiempo, y por ello se habla de ocupación de tiempo oparcial o completo, lo que le resta tiempo para otras ocupaciones.

Entonces, luego de ver estas definiciones, podemos ir perfilando lo que es una profesión y una ocupación, aunque los dos términos se entrelazan inevitablemente. La profesión es el empleo, facultad y oficio que cada uno tiene y ejerce públicamente. Las profesiones son ocupaciones que requieren de un conocimiento especializado, una capacitación educativa de alto nivel, control sobre el contenido del trabajo, organización propia, autoregulación, altruismo, espíritu de servicio a la comunidad y elevadas normas éticas (fuente). La ocupación se define como el conjunto de funciones, obligaciones y tareas que desempeña un individuo en su trabajo u oficio independientemente de la rama de actividad donde aquella se lleve a cabo y de las relaciones que establezca con los demás agente productivos y sociales determinados por la posición del trabajo.

Entonces, una profesión es aquello para lo cual se estudia, y por lo cual se ingresa a alguna escuela. Para ejercerla se debe seguir un orden, ya sea años de estudio o alguna otra técnica requerida; mientras que una ocupación es algún trabajo o tarea que se realiza, pero no requiere la misma formalidad de una profesión.

Como vemos hasta aquí, el tema de profesión y ocupación requiere también definiciones como empleocarrera.

Un profesional puede ejercer varias ocupaciones. Por ejemplo, un profesional de la educación puede ejercer la enseñanza secundaria, universitaria e incluso de postgrado, y en caso de que se lo proponga, puede llegar a ser director o decano de alguna institución académica. En mi caso, mi profesión es, efectivamente, Ingeniero de Sistemas, y actualmente me ocupo de ejercer un cargo en la organización a la que pertenezco, el cual sería una de mis ocupaciones. Y, otra ocupación que tengo es la de escribir, para lo cual aún estoy muy lejos de ser un profesional…

Al final, pareciera ser un tema más «políticamente correcto» el preguntarle a alguien por su ocupación en lugar de su profesión, ya que no todo el mundo ha tenido la oportunidad de estudiar, pero si todos hacen algo para vivir. Entonces, es igualmente correcto el responder, ante la pregunta de cuál es su ocupación, su profesión o lo que se hace para vivir. Relacionado con la ocupación, encontramos el término «desocupación», que refleja la tasa de desempleo. Y si se ve en detalle el término, pues efectivamente existen muchos profesionales desempleados, que no están ejerciendo una ocupación, lo cual se confunde con el hecho de que haya profesionales que ejercen una ocupación que nada tiene que ver con lo que estudiaron, lo cual crea la duda de si son profesionales desempleados. De hecho, son muchos los casos donde un profesional de un área no ejerce dicha profesión, pero que genera mucho dinero y se hace súper famoso con la ocupación a la cual se dedica…

Entoces, y en cuanto a ese momento en el cual me preguntan cual es mi ocupación, pues ya me queda claro que da exactamente lo mismo la respuesta que dé, ya que al final de cuentas, esa respuesta estará más relacionada con lo que se busque que suceda, que con lo efectivamente se está haciendo.

La oficina del Demonio


En un momento en el cual estuve pasando por una serie de situaciones complicadas en la oficina, de esas épocas en las que todo parece salir mal, a diario, un día me dije «esta como que es la oficina del demonio«, porque en ese momento se me ocurrió que, por todo lo que pasaba, él habitaba en mi lugar de trabajo. Luego, como siempre sucede cuando se es consistente, las cosas comenzaron a mejorar, en algún momento de calma me puse a pensar en el tema, y llegué a la conclusión de que estaba totalmente equivocado en mi percepción de que las cosas tendrían que salir siempre mal incluso para el demonio.

Si nos ubicamos en el concepto más generalizado del infierno, debemos considerar que es un sitio donde quienes llegan por toda la eternidad van a sufrir de las formas más terribles. Así, se supone que hay grandes pailas donde todo el tiempo se está friendo alguien; también se supone que hay quienes viven atormentados por un calor extremo, así como otros son torturados con distintas herramientas, tal como lo hacían en la época de la inquisición. Dada la cantidad de almas que se supone llegan a ese lugar, se requiere que exista un sistema muy eficiente funcionando, que permita asegurar que todas las almas pasen por todos los tormentos de manera equitativa, lo cual definitivamente, no puede depender sólo del trabajo del diablo, sino del equipo de colaboradores que haya seleccionado para tal fin. De esa manera, una vez asignadas las responsabilidades, cada quien se debe ocupar de su ejecución. Entonces, un día bueno para el demonio es cuando se han realizado todas las tareas, y se han atormentado en forma eficiente y efectiva todas las almas. Pero, imaginemos que a alguien se le olvidó ocuparse de mantener el stock de materia prima necesaria para mantener las altas temperaturas requeridas? Esto implicaría que no se podría lograr la eficiencia en la tarea principal a la cual se dedica el infierno. Si a eso se le suma alguna falla en el conteo de las almas, que no se haya controlado el flujo, y que se comiencen a ver algunas almas poco atormentadas, entonces se está en presencia de un muy mal momento incluso en el infierno. Entonces, pude concluir que no, no era que mi oficina estaba endemoniada, sino que simplemente era un día mas en la montaña rusa que implican las actividades que realizamos. No somos perfectos, ni en lo que hacemos, ni en lo que esperamos que nos suceda, por lo cual se hace imprescindible desarrollar una actividad que nos permita navegar en medio del mar de éxitos y fracasos que irremediablemente conforman nuestras vidas.

Cualquiera tiene un mal día en su vida. No está en nosotros la posibilidad de evitarlos, pero sí de decidir cómo enfrentarlos, y hacer lo necesario para llegar al siguiente, con la esperanza de que sea mejor…

Invasión Silenciosa


Sus noches se iban pensando en todos los que habían llegado. No había un momento, un segundo, en que no llegaran. Cortos, largos, importantes, absurdos. Incluso los que no eran de su atención, llegaban sin tregua. Parecían inútiles todos los esfuerzos por controlarlos. Y, todos a su alrededor sufrían el mismo mal.
Con el avance del tiempo, por extrañas circunstancias surgían medios de dominación mas especializados. Ya el campo de batalla no estaba restringido a las horas hábiles, sino que lograba extenderse a la casa, el cine, incluso a los momentos mas íntimos que se dan en el baño. La dominación se hacia palpable al observar a tantos con las cabezas gachas, las manos como atadas. Aquellas cabezas que en todo momento, incluso en las horas de atención laboral, se mantenían erguidas, orgullosas, manteniendo la actitud de alerta ante las circunstancias de la tranquila vida que llevaban. Y las manos… Las manos que tanto hacían.  Las manos que en plena libertad transmitían amor, generaban orgullo, producían tanto como para sentir una vida plena, ahora perdían su movilidad, producían dolor al mantenerse estáticas sirviendo de apoyo al mecanismo perfecto de dominación.

Luego, comenzaron las víctimas. Infartos fulminantes, accidentes de transito, aéreos, y asesinatos por despojar de aquellos aparatos por doquier. La vida pierde valor ante la necesidad popular por aquel mecanismo de dominación perfecto. Aprovechando los gustos y hobbies, se convierte la dominación en el día a día de cada ser humano del planeta.

Mientras lucha contra el trasnocho, suspira viéndose totalmente sumiso ante el invasor silencioso. Recuerda como en la oficina el y todos cuantos trabajan, independientemente de su función o área, sucumben al yugo. Antes de apagar la luz de su mesa de noche, se voltea y ve en la mesa de su esposa como otro invasor reposa silente mientras absorbe la energía que necesita para continuar su trabajo de dominación. Apaga la luz, y en lo que empieza a sentir el sueño, una señal emana de sobre su mesa de noche, emitiendo uno de tantos sonidos que indicaban la esclavitud a la que estaba sometido. Un nuevo suspiro, mientras con el corazón acelerado pensó: llegó otro correo…

Perdiendo el Trabajo


Con mucha preocupación observo cómo, sobre todo en los últimos años, hemos ido perdiendo el trabajo. Pero no me refiero necesariamente al empleo, a esa actividad que diariamente realizamos millones de venezolanos y, obviamente, seres humanos alrededor del mundo, sino del concepto, de la idea, del estado en el cual deberíamos estar mientras nos dedicamos a cualquier actividad con la esperanza de vivir de la misma. Así, vemos como en Venezuela, se ha hecho presente un proceso de «banalización» del trabajo. Llega una fecha como el 1ro de Mayo, y se hace presente el significado del día del trabajador para quienes detentan y aspiran detentar el poder: aumento del sueldo mínimo y demostración de fuerza electoral. Lamentablemente, a eso se ha reducido una fecha como esta. Con la llegada del 1ro de Mayo, se escuchan los anuncios de los aumentos, tan esperados y merecidos por todos, y los discursos que indican lo injusto o poco de los mismos. Se observa como , por un lado, en forma patética se utiliza el hecho de ser un trabajador, como medio de amedrentamiento para que se participe en marchas que den cuenta del poder de convocatoria del Gobierno, y por otro, como quienes no tienen ese yugo, marchan en contrapeso, además de para hacer ver la realidad de lo que ocurre con el tema laboral en Venezuela. Desde muy joven escuchaba como decían «el trabajo ennoblece», o «ningún trabajo es motivo de vergüenza». Hoy en día parecieran tender a desaparecer esas y otras concepciones al respecto, y más a la luz de las realidades que vivimos. Sin embargo, hay muchos puntos que se deberían atender, especialmente en una fecha como la de hoy, pero que por su naturaleza incómoda, se prefieren dejar de lado a la sombra de la discusión de si se ganará o no cesta ticket. A eso han reducido nuestro interés por el trabajo.

Cuando hablan del día del trabajador, lo primero que se nos viene a la mente son los empleos que hemos tenido, y las personas que conocemos que trabajan. Por lo general, a todos ellos van dirigidos los actos y medidas que se generan como resultado de la digna fecha. Sin embargo, creo que particularmente el Gobierno, y quienes aspiran a conformarlo, deberían considerar el complemento a lo tradicional. En un día como hoy, mientras veo en la televisión a tantos trabajadores reclamando justas aspiraciones, pienso en los niños que aún cuando se ofreció hace demasiado tiempo sacarlos de la calle «a cuenta de cambiarse el nombre», permanecen como fieles testigos de la desidia gubernamental trabajando en cualquier cosa que les permita ganar algo para poder sobrevivir. Todos los días, en la ruta hacia mi lugar de trabajo, paso por un lado de una viejita con una niña especial en una silla de ruedas, que pide ayuda. Esa niña, aún sin saberlo, es una trabajadora de nuestro país. Una trabajadora que jamás recibirá un 15 y un último, que no tiene seguro, que no gana cesta tickets. Sin embargo, todos los días está allí, en el mismo lugar, desempeñando su trabajo. Más abajo paso por un lugar donde atienden a lo que llamamos «mendigos». Todos los días a las 8 de la mañana abren, de manera que hay una cola de gente, de todas las edades, esperando pacientemente que abran para que los atiendan, los bañen, los hagan sentir que estan vivos. Ese es su trabajo. No ganan nada por eso, pero hacer el esfuerzo por estar allí todas las mañanas, al menos de lunes a viernes que es cuando los veo, les permite sobrevivir. En una estación de servicio donde de vez en cuando me detengo a llenar mi tanque, me siento en la obligación de darle a una señora, que carga a cuestas una niña mas o menos de la misma edad que la mia, el equivalente a un tanque de gasolina de mi carro. Se acerca decentemente, demostrando pena, y pidiendo con mucha decencia una ayuda. Mira nerviosa hacia la oficina de la estación de servicio, desde donde el dueño sale cada tanto tiempo a gritarle que se vaya. Esa señora es una trabajadora, que no aplica al seguro social, pero que religiosamente asiste a buscar el sustento como cualquier otro ciudadano.

Mientras nos advierten de la guerra que implementará «el imperio» para acabarnos, parecieramos no advertir la que desata el lobo vestido de oveja. Es el efecto del Circo Romano. Mientras el pueblo disfruta desde las gradas, el Gobierno coloca a las empresas y empresarios en la arena, para sistemáticamente irlos acabando. La sangre que se derrama es la de ellos, mientras Emperador y Pueblo disfrutan del espectáculo. De vez en cuando aparece un luchador que logra aguantar todo, y presentarse en varias funciones, pero cuando se advierte, se hace cualquier cosa para acabarlo, ya que representa una esperanza. Muchos de los que un día estaban en las gradas, y que disfrutaron de ver el sangriento espectáculo, un día se lanzan a la arena, y es entonces cuando caen en cuenta del error que cometían, pero ya es tarde. El punto no es si el sueldo mínimo es el máximo de latinoamérica, o si se reducirá la jornada de trabajo. No es en los números donde está la solución a todos los problemas, sino en los signos que los acompañen. Mientras permitamos que nos resten las voluntades a cambio de dádivas, y nos dividan socialmente, seguiremos o empeoraremos nuestra situación. Si por el contrario sumamos voluntades y multiplicamos las buenas experiencias, tendremos esperanzas de que, algún día, celebremos realmente el día del trabajador, no con un aumento de sueldo, sino disfrutando del progreso arrollador de un país que lo tiene todo para salir adelante.