El Primer Semestre


Para quienes hemos tenido la oportunidad de estudiar en la Universidad, y especialmente para mi, el Primer Semestre representó un punto de inflexión importante, si no el que más, en mi vida. Fué el momento en que me dieron el volante de mi vida para que comenzara a manejarla, aún inocente de todas las curvas, vueltas en «U», huecos, peatones y otras vidas que estarían compartiendo la vida conmigo. Momentos en los cuales se conoció realmente lo que significa la amistad; momentos en los que se dilucidó la duda sobre el amor, y en general, se entendió lo que querían decir nuestros padres durante todos los años previos.

Para quienes como yo lo vivieron, se hizo presente la tentación de todo lo que eran los males de los cuales buscaban protegernos y que gracias a los principios, valores y grandes discursos, logramos salir airosos y con un conocimiento nuevo como fué descubrir que cargábamos todas esas enseñanzas.

El comienzo de una historia, la de mi vida, que ahora comparto al menos hasta donde el decoro y las buenas costumbres me dejen!

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Los Tiempos de la Universidad


La tradición de montarse en «La Burra» una vez terminaban los estudios – Mérida, Venezuela

Por: Fernando J. Castellano Azócar

En días pasados, el hijo de unos amigos finalizó sus estudios universitarios, y mientras contaba su experiencia, se notaba esa pasión única que sentimos quienes hemos tenido la oportunidad de pasar por ese proceso. Luego, recordé una lista que recibí hace mucho tiempo que precisamente resumía lo que son los tiempos de la Universidad. Nunca supe quien fué el autor, pero como me gustó, la comparto a continuación:

  1. No importa cuan tarde sea la primera clase, igual te vas a dormir.
  2. Vas a cambiar completamente y no te darás cuenta.
  3. Puedes amar a varias personas de manera diferente.
  4. Los alumnos de la universidad también tiran avioncitos de papel durante la clase.
  5. Si vas a clases con zapatos «de vestir» te preguntarán por qué andas tan elegante.
  6. Cada reloj del edificio muestra una hora diferente.
  7. Si eras inteligente en el colegio, en la Universidad no cuenta.
  8. No importa todo lo que prometiste al salir del colegio, irás a las fiestas de la Universidad, aunque sean la noche anterior al examen final.
  9. Te puedes saber toda la materia y te irá mal en el examen.
  10. Puedes no saber nada de la materia y sacar la mejor nota en el examen.
  11. Tu casa es un lugar perfecto para ir de visita.
  12. La mayor parte de la educación es adquirida fuera de las aulas de clase.
  13. Si nunca tomaste, vas a tomar.
  14. Si nunca fumaste, vas a fumar.
  15. Si nunca cogiste, vas a coger.
  16. Si no haces nada de esto durante la Universidad, nunca más en la vida lo harás, a menos que entres de nuevo a la Universidad.
  17. Te vas a transformar en una de esas personas que tus padres te aconsejaron alejarte de ellas.
  18. Psicología es en verdad biología.
  19. Biología es en verdad química.
  20. Química es en verdad física.
  21. Física es en verdad matemáticas; es decir, aunque estudies años, igual no vas a saber nada de nada.
  22. Más del 90% del tiempo que pasas frente a la computadora, será bajando música, en los chats, revisando el correo o cualquier otra cosa menos hacer tareas.
  23. Sentir depresión, soledad o tristeza no son exquisiteces de quien no tiene nada que hacer.
  24. Siempre prometerás que el próximo semestre estudiarás más y festejarás menos pero siempre ocurrirá lo contrario.
  25. Las únicas cosas que valen la pena en la Universidad son los amigos que conocerás allá.
  26. No verás la hora de terminar la Universidad.
  27. Cuando termine te vas a dar cuenta de que fué la mejor época de tu vida.

Lágrimas de Orgullo, Lágrimas de Felicidad


El año pasado mi hija tuvo su primer grado. En esos momentos uno cae en cuenta que no importa si se gradúan de la pre-ante-primaria o de triple-post-doctorado en agricultura neo espacial, el verlos con su toga y su birrete representa un muy grande y positivo impacto para uno. Uno en ese momento recuerda toda la vida, la corta vida, que en ese instante se hace infinita, por la que se ha pasado con su bebé. Y obviamente, en la medida en que se van graduando de escalas superiores, pues son más vivencias que se recuerdan y es mayor el nudo que se forma en la garganta. En medio de esa pléyade de emociones, el acto lo comenzaron con el himno Gaudeamus Igitur. Me imagino que la idea era darle solemnidad al acto, como en efecto se busca con este himno cuando se toca en distintas instancias académicas en el mundo, sin embargo, me causó un poco de gracia imaginarme a esos niños cantando una estrofa que forma parte de esa canción y cuya traducción sería:

Realmente, ese himno creó el ambiente académico de solemnidad que requería el momento.

En mi caso, aparte de recordar todo lo vivido con esa criaturita que se estaba graduando, recordé también los días de la Universidad. Y por supuesto fué incrementándose el tamaño del nudo en la garganta… De esos recuerdos que fueron surgiendo, uno que tengo muy claro es de una oportunidad en que mi papá, en medio de un acto donde cantaron el Himno de su Universidad (la Universidad Central de Venezuela), el se paró y estando sólo les gritó a todos quienes habían egresado de la UCV y estaban presentes en el acto «párense carajo que ese es el himno de su Universidad!». Eso se me quedó grabado porque reflejaba el orgullo que sentía él de su Universidad. Seguramente en ese momento, escuchando ese Himno, recordaba tantas cosas vividas en ese mágico período en el cual uno vive lo que es ser un Universitario. Esa imagen, ese orgullo, me acompañó y acompaña aún, lo cual creció cuando me tocó vivir el momento de vivir el Himno de Mi Universidad.

Y entre esos recuerdos, llegaron los de mi vivencia en la Universidad. Mientras veía a mi hija en su acto, recordé mucho de lo que es para mí el haber estudiado en la Universidad de Los Andes. La familia, los amigos, los triunfos y fracasos. Y, por supuesto, ese momento en el cual se aferra al corazón el Alma Mater, el pináculo de nuestra vida al menos hasta ese instante, como lo es el Acto de Grado. En ese momento, estando en el Aula Magna, cuando se escucha el Himno de la Universidad, se vienen de golpe todos los sentimientos que puede uno tener juntos. Ese mismo sentimiento, mas todos los años que habían pasado desde mi egreso hasta el momento en que presenciaba el primer grado de mi hija, lo sentía allí, y por supuesto que no pude evitar que salieran las lágrimas. Era demasiado…

Tan sólo imaginarme el momento en que mi bebé esté en un Aula Magna, hace que sienta lo mismo que sentí en ese primer grado que tuvo. Le falta mucho tiempo aún, pero tiene todo el camino adelante y por supuesto el apoyo incondicional de su papá y su mamá para transitarlo. Vendrán victorias y fracasos, pero al final, serán todos parte de su historia…

Aparte de esos Himnos, hay algunas canciones que dejan huella también y que se recuerdan como parte de todo ese proceso de la Universidad. En mi caso, sólo voy a dejar dos. Los motivos por los cuales las considero especiales los presentaré, en futuros relatos…



Y qué le queda a uno de la Universidad?


En estos días pasados, mis compadres (Mario y Gabriela) cumplieron 21 años de casados. Recordaba yo aquellos días en los que ella llegó a Mérida, a seguir sus estudios en la ULA. Y se me agolpaban en la cabeza tantos momentos vividos (muchos de ellos escritos en esta especie de registro), unos muy buenos, otros no tantos. Y me quedé pensando en el tema, y en tantas cosas que hoy en día son derivadas de lo que sucedió en mis tiempos de Universidad.
En mi caso, hijo de universitarios, sobrino de universitarios, ahijado de universitarios, hermano de universitario, concuñado de universitarios… Existo, literalmente, gracias a la Universidad (el cuento corto es que mi papá estudió con mi tía, y así conoció a mi mamá). Viví en el marco de la universidad: jugué en sus instalaciones, crecí en medio de científicos, experimentos, hipótesis, artículos, bibliotecas, libros, revistas, congresos, clases, laboratorios, fiestas, elecciones, estudiantes… Y luego, me tocó ir a la Universidad a estudiar. Tiempos inolvidables. Y hoy en día, lo lógico y más sencillo es concluir que la Universidad me dejó mi experiencia como estudiante, y obviamente mi Título. Es lo que todos nos llevamos cuando apesadumbrados, nos enfrentamos al hecho de que el alcanzar la cúspide de nuestros estudios al recibir nuestro título en el Aula Magna, implica el final de esa hermosa etapa. Algunos tienen la suerte de poder quedarse, otros, quizás a pesar de la oportunidad, decidimos ir a buscar suerte en otras latitudes. Y el paso del tiempo me permite ver que en realidad la Universidad me dejó mucho más que mis conocimientos técnicos, y la constancia de haberlos recibido.

Recuerdo claramente a cada Profesor con quien vi clases. Cada uno de ellos me transmitió, a través de los momentos que compartimos, pistas y detalles que en esos días ni siquiera fuí consciente, pero que hoy en día conforman elementos claves en las acciones diarias que como parte de mis responsabilidades llevo a cabo. En mi caso, lo relacionado con la política en la universidad es una de las mayores experiencias que me acompañan. Aquellos primeros días en los que me tocaba entrar a un salón de clases a dar un discurso, ese miedo a la reacción de todos, el lograr dominarlo. O pararse a hablar en el auditorio 108 lleno a reventar… Los momentos en que nos sentábamos a disfrutar una cerveza con algún Profesor, jugando dominó, y hablando de cualquier tema (aunque quizás la idea era caerle simpático para que fuera mas generoso al momento de evaluarnos); de allí surgieron amistades que a pesar del tiempo y la distancia aún se conservan. Los sueños… Cuántos no tuvimos, hoy en día muchos de ellos concretados. Otros, pues aún en proyecto, y muchos comprenden chistes que hacemos cuando nos reunimos antiguos compañeros de clases. Las relaciones; amor, odio, deseo. El descontrol hormonal mezclado con el libertinaje temporal (hasta que, en mi caso, aparecía mi papá a poner orden) generó amistades, mas bien hermandades que trascienden el tiempo. Son, como se puede ver, muchas, muchas mas cosas las que nos deja la Universidad.

Hoy en día, en circunstancias muy distintas a las que vivimos en los días de la Universidad, me esfuerzo por tener esa paciencia que tenían los profesores con nosotros; intento transmitir lo necesario para complementar esa formación profesional en cada una de las personas con quien trabajo; le cuento a mi hija de tantas cosas de esos días, como con el ánimo de que aprenda de mi experiencia, pero consciente de que sólo su propia experiencia le mostrará el camino que debe recorrer. Disfruto de ver a tantos que pasamos por las aulas de la Universidad, y que se mantienen en la lucha, fieles a aquellos sueños que compartimos. Y concluyo, que de la Universidad me quedó todo. La oportunidad de conocerla, de pertenecerle y, ahora, de rendirle tributo al ser la Persona y el Profesional cuyas obras dejan cuenta de lo importante que es ser un Universitario.

Crisis en la Universidad, Crisis Universitaria


En la Universidad hay crisis. La situación económica a la que se ven sometidas las universidades venezolanas, con presupuestos deficitarios, falta de cumplimiento de los contratos colectivos por parte del Gobierno, actitud tolerante con el Gobierno por parte de sus representantes sindicales, ahogamiento por la inflación, etc., determinan que en la Universidad, como en el resto del país, esté presente una crisis. Crisis que repercute en una desmoralización del personal que allí labora, en una disminución inevitable en la calidad y cantidad de sus resultados (egresados, trabajos de investigación, extensión universitaria, etc.). La cuestión es que hasta aquí, no se diferencia en nada la crisis EN la universidad de la que existe en el resto de las instituciones, organismos y empresas que sobreviven en Venezuela.
Ahora bien, en Venezuela tenemos una Crisis Universitaria. Jamás olvidaré cuando, en los días en que la revolución llevaba la universidad a sus acólitos en un acto de «popularización» del acceso a la educación superior, un amigo que cursaba estudios en una de ellas me decía algo como «estoy estudiando Ingeniería, pero nos reunimos todos y decidimos que no vamos a ver matemáticas, porque eso no se necesita para ser Ingeniero. También decidimos que no haremos Tesis de Grado». Obviamente, mi primera reacción fué quedarme sin palabras. Realmente no sé a ciencia cierta si eso se concretó o no, pero más allá de eso, la sola intención refleja la profunda Crisis Universitaria a la que nos venimos enfrentando en nuestro País. Más allá de escudriñar el tema de la calidad, actualmente tenemos una tasa de salida de profesionales universitarios del País mucho mayor de la de egresados de las Universidades. Esto significa, en un sencillo ejercicio de regla de tres, que en el corto plazo, la cantidad de egresados universitarios en Venezuela será relativamente nula, lo cual es un claro ejemplo de Crisis Universitaria. Y sobre la calidad, aún cuando dependemos del perverso modelo donde hay menos estudiantes, y menos Profesores, la relación resulta en que un solo Profesor debe atender más estudiantes por lapso, lo cual influye en la atención y dedicación que puede ofrecer, por lo que la calidad inevitablemente se ve afectada. Con el vacío que van dejando los profesionales universitarios que se van del país, se abre una brecha que trae como consecuencia un gran impacto en la calidad de los servicios y productos que generan la industria y el comercio en Venezuela; brecha que no puede ser cubierta con la oferta disponible localmente tanto por cantidad, así como por experiencia. El sector productivo del país, cuya supervivencia está irremediablemente conectada con la disponibilidad de los resultados que genera el sector Universitario, se ve sometido a una especie de «reinicio» recurrente, ya que con cada espacio que deja un profesional que ha sido entrenado y que realizaba una labor requerida, se debe buscar alguien que lo sustituya, pero resulta que cada vez hay menos disponibilidad de profesionales con experiencia, por lo que se requiere mas tiempo para lograr el nivel que se necesita en cada cargo, y por lo general, antes incluso de poder culminar ese período, ya se requiere alguien nuevo, en una suerte de «espiral macabra», lo cual, como se indicó anteriormente, tiene consecuencias directas en la gestión de esa organización.
Entonces, hay una clara diferencia entre la Crisis EN la Universidad, y la Crisis Universitaria. En cuanto a la primera, su solución vendrá con la atención que se preste a la situación de falta de políticas que vivimos. En la unión está la fuerza, y no habría nada más pertinente que la conformación de un frente único de Policías, Universitari@s, Enfermer@s, obrer@s y todos cuantos vivimos en Venezuela, víctimas todos de la situación en la que está sumido el País. Ahora bien, la solución de la segunda, a pesar de estar íntimamente relacionada con la solución de la primera, requiere otras acciones adicionales. El sector productivo debe hacerle llegar a la Universidad el mensaje de qué es lo que requiere en cuanto a personal técnico se refiere. Esto permitiría enfocar ese gran esfuerzo que hacen actualmente las Universidades para preparar a sus estudiantes (en todos los niveles) de manera que se pueda contar con ellos tan pronto egresen. Obviamente, el tema económico no se puede dejar de lado, de manera que se requiere que la oferta económica esté alineada con los requerimientos de cada cargo, para que quienes cumplan con los requisitos tengan interés por realizar ese trabajo, al recibir unas condiciones adecuadas para tal fin. Un punto más complicado se refiere al tema Moral. Este es un punto que escapa de la formación Profesional, y tiene mucho de la educación familiar, pero defintivamente se hace necesario atender. A pesar de las condiciones en las que vivimos en el País, no podemos dejar que ese ataque permanente a la Moral termine venciendo, y eso es una acción que está en cada uno de nosotros con el ejemplo que demos.

En definitiva, la Crisis Universitaria nos afecta a todos. Es un problema que va más allá de lo que vemos y vivimos. Su atención no implica la solución de todos nuestros problemas, pero sin lugar a dudas, abre las puertas a la posibilidad de generar todo lo que se requiere para sacar nuestro país adelante. Mire a su alrededor y busque algo que no haya requerido, de alguna forma, la intervención de un Universitario; y para que usted lo tenga a su disposición, seguramente intervinieron desde un obrero, un chofer, una secretaria, un gerente y un dueño de empresa. Por ello, no se deje influenciar por quienes pretenden desacreditar la crisis en la universidad, que es la misma crisis que usted vive. Unámonos para salir todos de la misma, y lograr recorrer ese camino de bienestar que, apalancados en los infinitos recursos con que contamos en Venezuela, está hecho para la mayor riqueza del País: su gente!

Sexo y la Universidad


«Si ‘sex and the city’ es un producto tan famoso, no puede ser tan malo escribir sobre el sexo y la universidad», pienso mientras finalmente decido escribir sobre el tema…
No espere el atrevido lector encontrar una transcripción de lo que se que sucede en la universidad, donde por lo general se descubre, a veces de buena y a veces no tanto, el mundo del sexo. No. Por el contrario, trato de escribir sobre las implicaciones que tiene la educación, el hogar, los padres y los amigos en ese tema tan íntimamente unido a los días de la universidad.

Mi mamá era particularmente estricta con el tema del sexo. A partir del momento en que me fui a estudiar en la universidad, se generó una sinceridad de lenguaje que llenaba los momentos y espacios mas inesperados, con lo cual lograba que no bajara la guardia nunca.
Eran otros tiempos muy distintos a los de ahora. Un embarazo significaba, en el caso de las mujeres, la vergüenza familiar y la muerte social para ellas; y en el caso de los hombres, el abandono del sueño de estudio, debiendo dedicarse a asumir su responsabilidad, realizando cualquier tarea que requiriese un coeficiente intelectual igual al que usó al dejarse llevar por su miembro masculino. En pocas palabras, era preferible una gonorrea que un embarazo. Nada más característico de aquellos días que la canción de Franco deVita «somos tres», que significaba la frontera en que la mujer embarazada decidía enfrentar la tragedia sola ante la seguridad de rechazo del padre de la criatura por el sacrificio que debería hacer, a pesar de lo cual, inspirado por el amor, decidía asumir su responsabilidad a pesar de las oscuras circunstancias que envolvieran ese futuro incierto para los tres. Uno escuchaba en silencio aquella canción, y en mi caso recordaba simultáneamente la lista de acciones que ejecutaría mi mama al saber que su hijo había cometido tamaña contrariedad.

Gracias a la juventud y al ímpetu de sentirse libre, a pesar de las conocidas consecuencias (todos teníamos casos cercanos de embarazos no deseados), no había manera de escapar al destino. Insisto, eran otros tiempos, y en Mérida habían pocas y por lo general muy conocidas y concurridas farmacias. Esto significaba que comprar unos preservativos era, de por si, una aventura, que pensándolo en perspectiva, como que era a propósito para bajarle a uno las ganas…
Primero, solo habían 2 marcas. Luego, uno entraba en la farmacia, por lo general llena de personas muy mayores (a los 17 años cualquier persona de 20 en adelante es vieja), por lo que uno esperaba que se desocupara un poco el local. Los preservativos seguramente los guardaban en una caja fuerte donde nadie los viera. Y de paso, en ese preciso instante siempre tocaba que lo atendiera a uno la persona mas anciana que había en la farmacia. Así, entre la sordera de la señora, uno hablando bajito para que el grupo de jugadoras de canasta que justo entraba en ese momento no escuchara lo que se requería, y de paso el casi infarto que le daba a la señora al entender lo que se le estaba pidiendo, por lo cual tumbaba la ristra de bolsitas de manies que siempre estaba detrás del mostrador mientras buscaba ayuda, pues uno quedaba descubierto, siendo objeto de miradas que sólo merece un depravado sexual. Finalmente llegaba un joven, que voz en cuello preguntaba «quien es el que busca condones», con lo cual quedaba uno al descubierto al voltear todas las cabezas como si se tratara de la familia de Linda Blair, todas bajo la influencia del maligno. Finalmente salia uno con su bolsita marrón con el tan necesario elemento.

Parte de las fantasías de aquellos días era ser parte de un encuentro sexual no planificado. Para ello, y con miras a no arruinar la oportunidad al tener que negarse para evitar el terrible embarazo fortuito, uno cargaba un preservativo en la cartera. Nada mas inútil que eso. Inútil, por una parte, porque al menos a mi jamas se me presentó la oportunidad. Claro, nunca fui de los mas agraciados, de manera que quizás eso les sucedía a los miembros del grupo elite de los deportistas y/o músicos. Por otra parte inútil porque en caso de darse el fantasioso momento, aquel preservativo sometido a calor y peso por quien sabe cuanto tiempo, con toda seguridad no iba a cumplir su cometido. Los mas organizados reemplazábamos la preciada carga regularmente, con la esperanza de estar preparados para aquel ansiado momento en que se cumpliera la fantasía.

Uno comenzaba a manejar información que resultaba importante saber, y que por cosas de género y el machismo de la época, pues era casi tabú. Se sabia que las mujeres tenían la menstruación cada 28 días. Así, los mejores días para tener sexo sin preocuparse por el uso del condón eran los 5 días antes de la llegada de la «regla», y los 5 posteriores. Y quienes querían estar mas a salvo, esperaban para tragarse el semáforo «en rojo» con lo cual se tenia plena y absoluta seguridad de que nada podía ocurrir. También se aprendía que habían unos días que jamás, nunca, bajo ninguna circunstancia, se debía ni siquiera ver a la pareja. 14 días luego de irse la menstruación, venia el período de ovulación, y nuevamente, 5 días antes y 5 días después de esa fecha, no se podía ni sacar a la novia a un baño público, pues se tenia la información de que en esos momentos, si usaba un baño donde algún ocioso hubiese tenido sexo autoinflingido, podría quedar embarazada y no habría manera de demostrar que no era de uno. No existía el ADN, ni google, ni twitter… Total, que a 28 días había que restarle 5 de la menstruación, un día de ovulación, 10 días alrededor de la fecha, y se tenían 12 días disponibles para sexo «seguro», pero considerando que había que buscar el momento, ya que no se tenia ni carro ni plata para un motel, y restando los días que había que estudiar, etc, pues realmente el condón era una exquisitez que terminaba no siendo necesario. Para aquellos dias no existian las » app» de ahora, y resultaba incomodo comenzar las relaciones intentando obtener los detalles de la fecha de la ultima regla, para meter los datos en el sistema que se había hecho en la calculadora programable y así llenar el almanaque que siempre acompañaba aquel triste condón en la cartera. Pero, aquellos minutos en que finalmente se podía estar con la pareja, por lo general lo agarraban a uno desprevenido, sin condón y en plena ovulación, en lo cual se caía en cuenta, obviamente, cuando toda la teoría había pasado a ser historia.
Venía entonces aquel encuentro en el cafetín, aquella situación donde definitivamente se separaban los hombres de los niños. Aquel «tenemos que hablar», que había hecho que perdiera la explicación de las integrales dobles, pensando en el grave problema en que se estaba y en como iba a explicárselo a mi mama, llegaba al momento cumbre cuando sentados en las sillas plásticas se escuchaba el temible «no me ha llegado». Uno de mas bolsa buscaba asegurarse preguntando «estas segura?», y una cabeza gacha, con una lágrima recorriendo la mejilla, asentía a la pregunta realizada. Todas las alarmas se disparaban. No había ni un toque, ni una caricia, y solo un «vamos a salir de esto», mientras la mente realmente gritaba «la cagasteeeee, debiste ir a comprar los condones». Cada minuto era una eternidad. Me imaginaba a mi mamá preparándome la maleta, mientras me gritaba «te dije que ningún hijo mio iba a joderse la vida por una barriga. Recoge tus cosas que te vas a Alemania». Porque mi mamá siempre me dijo eso, y vaya usted a saber la razón, el plan siempre fue que me iba huyendo a Alemania. Aquellas visitas, originalmente para estudiar, y luego motivos de ansias, ya que quería llegar para el encuentro, dependiendo de lo que dijera el almanaquito, que podía terminar siendo EL día, ahora eran una carga gigante. En el camino, compraba dos latas de malta, y llevaba en una bolsita toda arrugada unas ramitas de romero que alguien había comprado a una señora en el mercado periférico. «Para hacer bajar la regla, una malta caliente con romero». No había mucho intercambio de palabras. Se preparaba el brebaje, y se esperaba a que se lo tomara. Luego, algo de televisión, y mas nada. En mi caso, afortunadamente siempre fue efectivo el remedio, pero para quienes no les funcionaba, el siguiente paso eran las pastillas abortivas que vendían en las heroínas. Era una operación difícil. Debía ser a media noche. «Dale una hoy y si no bota nada otra mañana» decía el proveedor. A algunos les funcionaba, a otros no. Y el siguiente paso, entrar en la red de clínicas piratas que hacían abortos. No me tocó, afortunadamente, ese paso, pero hubo conocidos que se vieron en situaciones muy dificiles, ya que la suerte era la que realmente decidía al respecto, y hubo incluso las que murieron buscando solucionar el tan complicado trance.

Luego de la llegada de la regla, todo era felicidad. Escuchaba la canción de Franco deVita y suspiraba pensando «estuve cerca!». Ocultaba, hasta hoy que lo escribo, aquellos difíciles momentos, pasando los interrogatorios de mi mama que, al final de un almuerzo familiar, siempre buscaba lanzar su anzuelo con un » Fernando, y tu que te la pasas tirando!?». Pasado el susto, era fácil responder en forma convincente «mamá por favor!».

Hoy en día pienso en qué estuviese haciendo, si viviera desde los 90s en Alemania. Suerte o no, en el camino descubrí que era muy poco probable que embarazara a alguien. Las cosas de la vida, tanto sufrimiento para comprar condones, tanta malta y romero que hice que bebieran, y al final no era necesario tanto alboroto. Veo a mis amigos criar sus nietos, producto del error de calculo de sus hijos adolescentes, y felices todos. Cuando voy a farmatodo o locatel y veo un estante completo de preservativos, de distintos colores, texturas, tamaños, sabores, caigo en cuenta en cómo han cambiado las cosas. En algunos casos, me río cuando visito a algún amigo, y entra su hijo o hija con su pareja, saludan, y suben al cuarto. Me es inevitable preguntar » y los dejas estar solos encerrados?», y me responden «si vale, si ellos se encierran y se quedan ahí hasta el otro día». Cómo recuerdo a mi mamá y sus advertencias, de llegar a amenazar de poner ollas en los pasillos de la casa para evitar que me pasara al cuarto de la novia que había llevado de visita. Definitivamente es otro tiempo. Escucho nuevamente «somos tres» y me vienen a la mente tantos recuerdos. Y pienso en mi hija, que en menos de lo que canta un gallo estará en la universidad. La universidad, donde definitivamente muchas cosas han cambiado, menos el proceso de descubrir las bondades y consecuencias del libre albedrío. Espacio para crecer, espacio para madurar, espacio para aprender a sobrevivir.

Asi como la noche y la luna, siempre estarán unidos el sexo y la universidad.

Introducción


UNIVERSITAS EMERITENSIS, son unas palabras que tenía el primer logo que conocí de la Universidad de Los Andes (ULA), que significan “ Universidad de Mérida”.

Para todos aquellos que hemos tenido la oportunidad de ir a una universidad, el sentimiento de apego a la misma puede ser comparable, pero en mi caso, considero que mi vida, y lo que soy, es producto irrefutablemente de mi relación, desde incluso antes de nacer, con una universidad.

Tuve la suerte de que mis padres tuvieron la oportunidad de estudiar y graduarse en la universidad; de allí surgió que todas las personas con las cuales crecí alrededor, eran en su inmensa mayoría universitarios, bien compañeros de clases de mis padres, profesores o simplemente conocidos de la universidad; yo mismo nací en el justo momento en que mi mamá se graduaba de pregrado en la ULA, y de allí en adelante todo, todo estuvo relacionado con el acontecer universitario. Mis padres llegaron a ser profesores en la ULA, y posteriormente en la UNELLEZ, lo cual permitió que creciera en los ambientes y espacios de la universidad, entre la facultad de ciencias de la ULA, el Núcleo de Trujillo de la ULA, y los espacios de la UNELLEZ. Tuve la dicha de poder contar en mi casa con bibliotecas donde habían cantidades inmensas de libros, de cualquier tipo, de los cuales algunos leía; tenía a mi alcance revistas, información; acompañaba a mi papa en sus viajes de campo con sus estudiantes; iba al laboratorio donde trabajaban y me enseñaban, tanto el como las personas que allí trabajaban, a utilizar los elementos, a lavarlos, a distinguir entre un porta objeto y un cubre objeto; utilice un microscopio desde pequeño, razón por la cual me aburría con los juegos químicos que existían para esa época, ya que yo podía entrar y salir y hacer lo que quisiera en un laboratorio de verdad; crié, para desgracia de mi mama, al menos cientos de “ hamsters” que me regalaban en el laboratorio de uno de los amigos de mi papa, el Dr. José Vicente Scorza, animalitos que al reproducirse causaban los grandísimos dolores de cabeza a mi mama en la casa, hasta que lográbamos salir de ellos; pude estar presente en la autopsia que le hicimos a uno de los tantos perros que tuvimos, Chia, la cual fue atropellada frente a nuestra casa, y un fin de semana, mi papa llamo a los Morales, que eran veterinarios y daban clase en el Núcleo de Trujillo, para determinar de que había muerto; participe con mi tía Aura en varios de los trabajos que realizaban en su grupo de investigación, en esa época el CIELAT, lo cual incluyo fabulosos viajes, por ejemplo, a morrocoy, donde utilice y era responsable por las mediciones de las termocuplas en las hojas de mangle, con mediciones cada hora por todo el dia; estuve presente cuando mi único hermano, menor que yo, hizo desaparecer un equipo de recolección de muestras de un proyecto de mi papa en la laguna de Bocono, en uno de los viajes de campo con sus estudiantes; y ni hablar del acceso que pude tener a las computadoras, comenzando con la Sinclair ZX-81, que fue mi primer computador (aunque era de mi papa), pero que me condujo por el camino que ahora ando, después de prácticamente 30 años. Aun recuerdo cuando mi papa me hablo de la Teoría de Sistemas de Von Bertalanffy, y me decía que por que no estudiaba Ingeniería de Sistemas, que era el futuro, en lugar de Ingeniería Eléctrica, que era lo que siempre quise estudiar.

En ese devenir universitario desde mi niñez, tuve la oportunidad de compartir, prácticamente en forma familiar, con personalidades como Ernesto Medina, José Mendoza Angulo, Pedro Rincón Gutiérrez, Leonel Vivas; luego, de mas grande, con personalidades como Felipe Pachano, Mitchel Rodríguez, y muchos mas.

También participe con mis padres en muchas elecciones universitarias, con lo cual pude saborear desde pequeño ese “ gusto” por la política. En el marco de esas elecciones, fui testigo de reuniones de mis padres, donde discutían sobre sus posiciones políticas, donde apoyaban una opción, donde luchaban contra otra; pude crecer conociendo que existía la derecha, y los “ ultrosos”, que fue hasta muy grande cuando por fin entendí de lo que se trataba; asistí a muchas fiestas de celebración de triunfo, pero también a igual numero de fiestas abortadas por el fracaso, con lo cual aprendí las dulzuras de la victoria, pero también la amargura de la derrota.  

Por supuesto, que después de haber crecido en ese ambiente, era prácticamente inevitable el que asistiera a la Universidad, en mi caso a la ULA, a estudiar. Originalmente, a estudiar Ingeniería Eléctrica, que fue mi plan desde el bachillerato, razón por la cual, a pesar de la opinión e insistencia de mi mama, que quería que estudiara en un liceo privado, me fui a la Escuela Técnica Industrial, para comenzar a manejar la información y conocimientos básicos, que me ayudarían en mis estudios universitarios, logrando salir asignado por el CNU, pero ante la insistencia de mi papa, y gracias al Convenio de los hijos de Profesores que existía en ese momento, ingrese a estudiar Ingeniería de Sistemas, sin mucha idea, debo reconocer, de lo que se trataba. Para ese momento vivía en Barinas, y me fui a Mérida, donde comenzó la gran travesía. El estar alla, luego de haber vivido en Mérida y de conocer el ambiente universitario, me permitió desenvolverme muy bien. Conocí mucha gente, y con el conocimiento que traía, hice todo lo posible para conocer a Diógenes Andrade, el Fantasma, que era una especie de ser mitológico del momento (y aun lo sigue siendo), con lo cual ingrese, voluntariamente y a motu propio, en las filas del famoso Movimiento 21 de la Facultad de Ingeniería. Eso me permitió recorrer muchos caminos que conocía por parte de mis padres, comenzando como un tirapiedras mas, pasando por ser Consejero de Departamento, Representante Estudiantil, Secretario de Actas y Correspondencias del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería, Secretario de Deportes, Presidente Suplente, mano derecha del Fantasma en su periplo como Presidente de la FCU, hasta llegar a ser Representante Estudiantil suplente ante el Consejo Universitario en dos oportunidades.

Finalmente, en la ULA conocí a la que hoy dia es mi esposa, que estudiaba Ingeniería Química, y quien me saco del letargo académico en el que estaba, para fortuna de toda mi familia, logrando alcanzar la mayor de las metas que se propone uno como estudiante, que es recibir su Titulo en el Aula Magna de nuestra Alma Mater. Evidentemente, todo ese bagaje de información, producto de las oportunidades que he tenido en todo el tiempo transcurrido, ha colaborado a alcanzar las metas que hasta ahora me he establecido. Ha sido fundamental, tanto la educación que recibí de mis padres como la “formal” recibida en la universidad, para poder avanzar en la vida; gracias a los alcances como estudiante, un compañero de estudios y de lucha me hizo la propuesta de que trabajara con el, en una una Unidad de Sistemas que se estaba creando, lo cual produjo 4 años de trabajo, que me llevaron de un analista de procesamiento de datos II, a ser el Jefe de la Unidad de Sistemas y Estadística, y los resultados alcanzados allí, permitieron que tuviera nuevas oportunidades, donde permanezco, cosechando cada dia mas y mejores resultados.

La universidad ha sido determinante en mi vida, en todos los sentidos. Por ello, el relato de las situaciones por las que pase, las personas que conocí y sobre todo los logros y metas alcanzados, es lo que estará relatado en las paginas siguientes.