Se acercaba el cumpleaños de mi esposa, que cae si no el mismo día, en los aledaños al día de la Madre, y como recién había nacido mi hija, pues era la primera oportunidad en la que tocaría celebrar tanto el cumpleaños como su primer día de la Madre, de manera que quise hacer algo especial para ella. Sabiendo de su pasión por las carteras, y aprovechando que había una tienda Carolina Herrera en un Centro Comercial que estaba ubicado justo al frente de la oficina donde trabajaba, decidí buscar allí EL regalo.
Pasé el guardia que custodiaba la puerta, y me dediqué a ver todas las opciones disponibles, que llenaban desde el piso hasta el techo los estantes de la tienda. Habiendo pasado unos minutos, se me acerca una joven a preguntarme en qué podía ayudarme. Comencé pidiéndole una cartera como las que sabía que le gustaban a mi esposa. Sólo con mi descripción me trajo como 3, todas espectaculares y sin lugar a dudas del justo tamaño de las expectativas y gustos de mi esposa. Sin embargo, no terminaban de convencerme a mi, por lo cual decidí ponerme un poco más detallista, pidiendo otros colores, con otros accesorios, a lo cual me presentaban opciones que se ajustaban en un 100% a mis requerimientos. Aí pasé unos 10 o 15 minutos, pidiendo opciones, modelos, colores, todo para poder llevar el mejor regalo del mundo! Pero de repente, un frío terrible me recorrió el cuerpo: de las más de doce opciones que me habían presentado de acuerdo a mis requerimientos, NO HABIA PREGUNTADO EL PRECIO DE NINGUNA!!! Quizás por eso me atendían con tanta dedicación, ya que no había ni siquiera buscado ver la etiqueta de ninguno de los modelitos que ahora tenía frente a mi, que efectiva y estratégicamente estaban bien ocultas dentro de los mismos. En ese momento, ya me daba una pena inmensa preguntar por los precios, de manera que me tocó armar en mi mente y de forma inmediata un plan que me permitiera salir de aquel predicamento en el cual me encontraba.
Comencé a pedir cosas locas, para forzar a que me dijeran que no las tenían, de manera que a la primera negativa pudiera mostrarme molesto y aprovechar de excusarme y salir. A mi extraña solicitud, la joven desapareció, lo cual me preocupó ya que implicaba que al menos tenía idea de que podia existir algo así en la tienda. en el tiempo que estuve esperando por su regreso, aproveché de buscar la etiqueta de una de las carteras que tenía frente a mí… OH! SORPRESA!!! cuando por fin la encontré, todo nervioso de lograrlo antes de que regresara la joven, y mostrándome de lo más desentendido del tema, descubrí que el precio estaba muy por encima de lo que estaba dispuesto a pagar. En ese entonces, el precio que tenía en la mano era equivalente a casi 2 veces lo que pagaba de alquiler de la casa donde vivíamos, lo cual, aún pudiendo pagarlo, resultaba una exageración, además de que con mi hija recién nacida, con toda seguridad las prioridades eran otras. Tuve que disimular y hacer un esfuerzo para no desmayarme, y tratando de mostrarme lo más normal posible, regresé la etiqueta a su lugar, esperando que por casualidad esa era la más costosa. Tomé otra opción de forma aleatoria, en la que hurgué sus entrañas hasta encontrar la etiqueta. Al sacarla, casi rompo el mostrador al buscar sostenerme luego de verificar el precio, que no era muy diferente al anterior. Levanté la mirada como implorando ayuda celestial, y pude verme rodeado de miles de carteras, y de algún tipo de rayos X que me permitía leer, en mi mente, las etiquetas escondidas en cada una. Mientras pasaba la mirada por toda la tienda, me encontré con la del guardia, fija en mi, quien por mi actitud estaría pensando que estaba escudriñando las debilidades del lugar para intentar algún atraco. Regresé la etiqueta a su lugar, y entendí que era inútil seguir manteniendo la esperanza de encontrar un precio razonable. Pude ver como la joven se acercaba con 3 o 4 carteras que seguramente correspondían con exactitud a las locuras que había pedido, y decidí, en ese momento, poner en marcha el plan que me permitiría escapar de aquella difícil situación.
Una vez llegó la joven donde yo me encontraba, me mostró las opciones que efectiva y sorpresivamente correspondían a las imposibles opciones que le había solicitado. Las estuve escudriñando por unos segundos, cambiando mi cara entre una y otra, para finalmente indicarle que no eran lo que estaba buscando. Le indiqué algunas opciones que me gustaría que tuvieran, tratando de ser lo más ilógico posible, combinando tamaños con colores, detalles del color de los hilos, formas imposibles y materiales inexistentes. La joven, como si nada, se fué a buscar mis requerimientos, mientras yo en mi mente me frotaba las manos ante la seguridad de que regresaría con un «lo siento», que significaría mi válvula de escape. Pasados unos minutos, vi con asombro como la joven regresaba con algo entre las manos que, al acercarse, cumplía efectivamente con mi loca solicitud. Mientras sentía una gota de sudor descender por mi sien, me inspiré más y pedí otro esperpento, con muchos más detalles, para ver si podía también tener una opción que cumpliera con los mismos. Ya comenzaba también a sentir una taquicardia en mi pecho, que se incrementó al ver como con cara sonriente la joven llegaba con las opciones precisas, mientras decía «Nueva Temporada». Ya no me quedaba otra opción que concluir que tenían la fábrica en la parte de atrás de la tienda, y que alguien se dedicaba a generar las carteras con mis requisitos. Supe que no iba a poder escapar con esa estrategia, de manera que en segundos generé el Plan B.
Tomé al azar una de las tantas opciones que me había presentado la joven, y le dije que esa era la que me gustaba, pero que no estaba seguro de cómo se le vería a mi esposa. Viendo la joven de arriba a abajo, le comenté que ella tenía más o menos la misma contextura que mi esposa, por lo cual le pedí que agarrara la cartera para poder tener un punto de comparación. Ella de inmediato la tomó, y le pedí que caminara un poco mientras, con mirada escrutadora, la miraba. Le dije que ese modelo no me convencía, y que por favor se probara otra. Tampoco me convenció esa opción, de manera que le entregué otra para que la desfilara. Le pedí que se la cambiara de mano, mientras le comentaba que mi esposa era muy exigente y que no quería llevar algo que no le gustara, a lo cual la joven contestó que no había problema, ya que si no era de su agrado podía regresar y cambiarla por cualquiera otra… Ya la odiaba, con lo mas profundo de mi ser, aún cuando ella simplemente hacía su trabajo.
Finalmente, hice lo que debí hacer desde el comienzo. Sencillamente le dije que no llevaría nada, agregando, para no salir tan mal de la situación, que prefería que mi esposa viniera para que pudiera seleccionar, entre tantas opciones, la que más le gustara. Le di las gracias a la joven, y salí, con mi frente en alto, sin dar cuenta del número de carteras que habían quedado expuestas por mis requerimientos.
Mientras caminaba de regreso, pensaba como iba a fallar en mi intención. En ese momento, vi que estaba frente a una tienda Mario Hernandez, marca que tambien le gusta a mi esposa, por lo cual entré, sin mucha esperanza, a ver si conseguía alguna opción. Después de la reciente experiencia, lo primero que hice fué preguntar por los precios, y ante la respuesta de la joven que me atendía, y en comparación con lo que acababa de vivir, casi la beso de la alegría! Compré, finalmente, mi regalo de cumpleaños y día de la madre, y me fuí muy contento. Y por supuesto que jamás volví a pasar por el frente de la tienda Carolina Herrera, donde aún deben estar esperandome…