Ni Crisis ni Revolución: Políticos Paralíticos!


Yo quisiera que los políticos fueran (fueran) paralíticos

Una crisis es un «estado temporal de trastorno y desorganización, caracterizado principalmente, por la incapacidad del individuo para abordar situaciones particulares utilizando métodos acostumbrados para la solución de problemas, y por el potencial para obtener un resultado radicalmente positivo o negativo». Nótese que una crisis, siempre está sujeta a un límite de tiempo, por lo general corto.
En Venezuela nos han ido acostumbrando al hecho de que vivimos en crisis: crisis de inseguridad, crisis económica, crisis alimentaria, crisis de producción, y la más reciente, crisis eléctrica. Hay muchas otras crisis que nos han ido metiendo en la cabeza, y el hecho relevante es que nos hablan de crisis, ya que eso transmite precisamente una «temporalidad», que nos hace creer que será algo pasajero, pero ya vemos que no ha sido así, y por el contrario, se han alargado en el tiempo, sin ni siquiera tener la posibilidad de conocer el final de cada una de ellas. Vemos como la «crisis de los contenedores», sigue vigente, ya que no ha sucedido nada que permita llegar a esa conclusión de cierre. De la «crisis económica», ni hablar. Luego de que nos juraron que no nos afectaría, es triste como cada venezolano a diario se enfrenta al hecho de que la misma lo aplasta en forma contundente, muestra macabra de que seguimos en la misma. Y, para no agotar el tema, tenemos la «crisis eléctrica». Una Crisis que comenzó hace demasiado tiempo, pero que hace un año nos dijeron que había finalizado, y sin embargo aún la vivimos, y lo que recibimos como respuesta es que hay que entender porque es una crisis (lo cual, como lo aprendí del Profesor Alejandro Ochoa, resulta una tautología). 
Ahora bien, tomemos un par de casos bien significativo de crisis pasadas, para verlas desde la perspectiva que nos obligan a entender bajo la lógica bolivariana. En el año 1987, viví como amigos un poco mayores que yo, se preocupaban por el hecho de que se verían sometidos a ir a la guerra que se iniciaría entre Venezuela y Colombia, por la Crisis de la Corbeta Caldas. Esta crisis, tuvo vigencia entre el 9 y el 17 de agosto de ese año de 1987. Finalizó bien para ambas partes, ya que no se llegó a una guerra. Es casi obligada la pregunta de cómo hubiese sido esa crisis si le hubiese tocado a este gobierno manejarla. Para comenzar, hubiesen cerrado la frontera. Hubiesen dado la instrucción de enviar todos los contingentes a la zona, comenzando por las reserva bolivariana. Al llegar a la orilla del lago, caerían en cuenta de que en vista de que los diques los tienen cerrados, no tendríamos barcos para responder, y comenzarían a buscar las lanchas expropiadas a las contratistas de PDVSA en el zulia. Cómo el único señor que conoce la operación se ha negado a las solicitudes bolivarianas, comenzaría un caos general en la movilización de las lanchas con las reservas, las cuales irían desapareciendo por accidentes entre ellas mismas, lo cual sería denunciado por el Vice Presidente como resultado de ataques del gobierno colombiano con aviones espías. Lanzarían alguno de los submarinos que tenemos, el cual con toda seguridad terminaría chocando con los contenedores de comida podrida que han lanzado al agua. El conflicto se extendería por al menos 8 años, en los cuales se comprarían armas rusas, chinas, nor-coreanas, para al final darse cuenta, por un comunicado de la Presidencia de Colombia, que a los 18 minutos luego de entrar en aguas venezolanas, se dió la instrucción de retirarse de las mismas. Pero la crisis se mantendría «para resguardar los confines marítimos de la patria». Otro ejemplo de crisis es la Crisis de los Misiles en Cuba. Esta crisis se dió entre el 15 y el 28 de Octubre de 1962. Si en lugar de Fidel, hubiese sido nuestro Comandante el que estuviera inmerso en la misma, quizás la misma aún estuviera vigente. La verdad es que no, ya que definitivamente, el Imperio nos hubiese sencillamente borrado de la faz de la tierra, como se supone que estaba planteado hacer con Cuba (y obviamente, sus alrededores), pero con toda seguridad, bajo el concepto de Crisis que se maneja aquí, quizás aún estuviéramos buscando los misiles, o quizás, una predecesora ancestral de la Iguana que ha afectado nuetra actual crisis eléctrica, hubiese dañado algún motor de los barcos de los misiles, los cuales descansarían con otros contenedores de PDVAL…
evitaríamos que nos robaran
y que luego corriendo se largaran
evitaríamos que nos estafaran
y se rieran en nuestras caras

yo quisiera que los políticos fueran (fueran) paralíticos

Si como producto de una crisis, los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen consecuencias trascendentales, entonces se estaría hablando de una revolución. Esta se define como el cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato. Una revolución no tendría sentido si no tuviese una utopía o un plan establecido para el futuro, luego de conseguir la ruptura de la estructura anterior. Si lo que falta a una revolución es su carácter trascendental, debería hablarse mejor de una revuelta. Si se piensa en las ofertas que impulsaron lo que es la revolución bolivariana, básicamente se tendría el cambio del capitalismo (estructura anterior – pasado inmediato) al socialismo (utopía o plan establecido para el futuro). Lamentablemente, ni somos menos capitalistas, ni somos mas socialistas, de manera que definitivamente, aparte de una revuelta, realmente no tenemos revolución. Lo que hacemos es comprar las conciencias de los países que, para gozar del despilfarro bolivariano, se hacen de la vista gorda, de manera que podriamos comparar (con el perdón del interfecto), a nuestro Presidente con Donald Trump, en el sentido de comprar lo que le da la gana con tal de sentirse mas poderoso. Todo esto a cuenta del sufrimiento del «Pueblo» (que honestamente ya no sé ni qué es ni quién lo conforma), en una actitud de circo romano que, definitivamente, no lleva a ningún futuro, sino todo lo contrario.
No nos trataran a las patadas
como si no nos necesitaran
pero a la hora de las elecciones
nos engañan como a webones

Yo quisiera que los políticos fueran (fueran) paralíticos

En mi opinión, lo que podría establecer como «la actitud bolivariana», se extiende incluso a aquellos que se desmarcan y presentan como la opción alterna. Son muy contados los casos en los que realmente se puede creer en los planteamientos hechos. Son demasiadas evidencias de la desidia de este Gobierno, que quedan huérfanas, en el aire. Cualquiera de las Crisis que se declaran, y que generan leyes, unas no tan legales, otras para nada, son una excelente oportunidad para dejar al descubierto todo lo que sucede, pero pareciera que se busca «manejar» la información de manera de buscarle la vuelta, con el fin de poder generar una base de negociación, quizás con la intención no de acabar las crisis, sino de cambiarlas de administrador, y seguir aprovechando las ventajas que presentan, todo en medio de una nueva revuelta. Hay que tener cuidado, porque, sinceramente, lo que necesitamos es una verdadera REVOLUCION que, ahora, transforme radical y profundamente este presente en el que vivimos.
Con los políticos paralizados
no más corrupción ni más aumento
¡¡¡¡NO MAS PAJA!!!! en la prensa
no mas ladrones en el gobierno

Yo quisiera que los políticos fueran (fueran) paralíticos

Mientras, en la prensa se publica la noticia: «Un convaleciente Chávez supervisa por TV los eventos oficialistas y los comenta vía Twitter«… Yo quisiera que los políticos fueran (fueran) paralíticos.
Los comentarios incidentales provienen de la canción POLITICOS PARALITICOS de Desorden Público.

Perdiendo el Trabajo


Con mucha preocupación observo cómo, sobre todo en los últimos años, hemos ido perdiendo el trabajo. Pero no me refiero necesariamente al empleo, a esa actividad que diariamente realizamos millones de venezolanos y, obviamente, seres humanos alrededor del mundo, sino del concepto, de la idea, del estado en el cual deberíamos estar mientras nos dedicamos a cualquier actividad con la esperanza de vivir de la misma. Así, vemos como en Venezuela, se ha hecho presente un proceso de «banalización» del trabajo. Llega una fecha como el 1ro de Mayo, y se hace presente el significado del día del trabajador para quienes detentan y aspiran detentar el poder: aumento del sueldo mínimo y demostración de fuerza electoral. Lamentablemente, a eso se ha reducido una fecha como esta. Con la llegada del 1ro de Mayo, se escuchan los anuncios de los aumentos, tan esperados y merecidos por todos, y los discursos que indican lo injusto o poco de los mismos. Se observa como , por un lado, en forma patética se utiliza el hecho de ser un trabajador, como medio de amedrentamiento para que se participe en marchas que den cuenta del poder de convocatoria del Gobierno, y por otro, como quienes no tienen ese yugo, marchan en contrapeso, además de para hacer ver la realidad de lo que ocurre con el tema laboral en Venezuela. Desde muy joven escuchaba como decían «el trabajo ennoblece», o «ningún trabajo es motivo de vergüenza». Hoy en día parecieran tender a desaparecer esas y otras concepciones al respecto, y más a la luz de las realidades que vivimos. Sin embargo, hay muchos puntos que se deberían atender, especialmente en una fecha como la de hoy, pero que por su naturaleza incómoda, se prefieren dejar de lado a la sombra de la discusión de si se ganará o no cesta ticket. A eso han reducido nuestro interés por el trabajo.

Cuando hablan del día del trabajador, lo primero que se nos viene a la mente son los empleos que hemos tenido, y las personas que conocemos que trabajan. Por lo general, a todos ellos van dirigidos los actos y medidas que se generan como resultado de la digna fecha. Sin embargo, creo que particularmente el Gobierno, y quienes aspiran a conformarlo, deberían considerar el complemento a lo tradicional. En un día como hoy, mientras veo en la televisión a tantos trabajadores reclamando justas aspiraciones, pienso en los niños que aún cuando se ofreció hace demasiado tiempo sacarlos de la calle «a cuenta de cambiarse el nombre», permanecen como fieles testigos de la desidia gubernamental trabajando en cualquier cosa que les permita ganar algo para poder sobrevivir. Todos los días, en la ruta hacia mi lugar de trabajo, paso por un lado de una viejita con una niña especial en una silla de ruedas, que pide ayuda. Esa niña, aún sin saberlo, es una trabajadora de nuestro país. Una trabajadora que jamás recibirá un 15 y un último, que no tiene seguro, que no gana cesta tickets. Sin embargo, todos los días está allí, en el mismo lugar, desempeñando su trabajo. Más abajo paso por un lugar donde atienden a lo que llamamos «mendigos». Todos los días a las 8 de la mañana abren, de manera que hay una cola de gente, de todas las edades, esperando pacientemente que abran para que los atiendan, los bañen, los hagan sentir que estan vivos. Ese es su trabajo. No ganan nada por eso, pero hacer el esfuerzo por estar allí todas las mañanas, al menos de lunes a viernes que es cuando los veo, les permite sobrevivir. En una estación de servicio donde de vez en cuando me detengo a llenar mi tanque, me siento en la obligación de darle a una señora, que carga a cuestas una niña mas o menos de la misma edad que la mia, el equivalente a un tanque de gasolina de mi carro. Se acerca decentemente, demostrando pena, y pidiendo con mucha decencia una ayuda. Mira nerviosa hacia la oficina de la estación de servicio, desde donde el dueño sale cada tanto tiempo a gritarle que se vaya. Esa señora es una trabajadora, que no aplica al seguro social, pero que religiosamente asiste a buscar el sustento como cualquier otro ciudadano.

Mientras nos advierten de la guerra que implementará «el imperio» para acabarnos, parecieramos no advertir la que desata el lobo vestido de oveja. Es el efecto del Circo Romano. Mientras el pueblo disfruta desde las gradas, el Gobierno coloca a las empresas y empresarios en la arena, para sistemáticamente irlos acabando. La sangre que se derrama es la de ellos, mientras Emperador y Pueblo disfrutan del espectáculo. De vez en cuando aparece un luchador que logra aguantar todo, y presentarse en varias funciones, pero cuando se advierte, se hace cualquier cosa para acabarlo, ya que representa una esperanza. Muchos de los que un día estaban en las gradas, y que disfrutaron de ver el sangriento espectáculo, un día se lanzan a la arena, y es entonces cuando caen en cuenta del error que cometían, pero ya es tarde. El punto no es si el sueldo mínimo es el máximo de latinoamérica, o si se reducirá la jornada de trabajo. No es en los números donde está la solución a todos los problemas, sino en los signos que los acompañen. Mientras permitamos que nos resten las voluntades a cambio de dádivas, y nos dividan socialmente, seguiremos o empeoraremos nuestra situación. Si por el contrario sumamos voluntades y multiplicamos las buenas experiencias, tendremos esperanzas de que, algún día, celebremos realmente el día del trabajador, no con un aumento de sueldo, sino disfrutando del progreso arrollador de un país que lo tiene todo para salir adelante.