Fernando J. Castellano Azócar
Entre los temas que más ha apasionado a la humanidad está el de viajar en el tiempo. Autores de todo el mundo han escrito al respecto (en lo personal entre mis preferidos están Caballo de Troya de JJ Benítez y 11/22/63 de Stephen King), y uno en muchas ocasiones fantasea con lo que podría hacer si tuviera esa posibilidad. Pero, al menos en mi caso, sí hay momentos en los que logro viajar hacia atrás en el tiempo y eso es cuando escucho algunas canciones. Y es que hay música que sí me hace no sólo recordar momentos, sino que incluso los revivo, se me hacen presentes los olores, surge una sensación en el cuerpo, es un sentimiento que se dispara con algunas canciones en particular.
La música siempre ha sido un factor muy relevante en mi vida. Desde la decision de mis padres de que la estudiara y que me llevó a pasar por unos 5 años de teoría y solfeo durante los cuales aprendí a tocar la guitarra, la flauta y la trompeta; pasando por un hogar en el que la música siempre fue parte importante de todo lo que hacíamos; hasta poder decir orgullosamente que formé parte de una banda de rock.
Hoy en día es absolutamente normal que alguien cargue sus audífonos y este escuchando lo que le provoque al tener plataformas como Apple o Spotify donde hay literalmente millones de canciones disponibles, pero eso no fue así sino desde hace relativamente poco tiempo. Primero, las fuentes disponibles eran o discos de acetato o la radio. Para tener la música “disponible” se usaban los cassettes y estos era originales o grabados, que en segundo caso era todo un arte lograrlo. Para reproducirlos se necesitaba un armatoste nada portátil y se tenía una limitación física ya que el volumen de los cassettes impedía cargar muchos, ademas de que en el mejor de los casos se tenían 90 minutos en cada cassette lo cual representaba otro limite de reproducción sin necesidad de repetir lo que se escuchaba. Mi fanatismo por la música hacia que me dedicara a grabar mis propios cassettes, los cuales reproducía principalmente en el carro de mi papa o en el “picó” que teníamos en casa, hasta que un día me dieron uno de los regalos mas importantes en mi vida: un Walkman! Desde ese momento podía escuchar mi música a toda hora, bueno, según me permitieran los cassettes que cargara así como las grandes baterías que necesitaba para mantenerlo funcionando.
Mi papá siempre buscó tener el mejor sonido en los carros que tuvimos y de ahi me quedo esa búsqueda que mantengo en cada carro que he tenido. Todo ésto y mucho más lo recuerdo cuando escucho música… los viajes que hice para participar en lo que llamaban “Sound Cars”, competencias de sonido que en algunos casos ganamos. Momentos, alegres y tristes, que siempre estarán presentes cuando escucho música.
En ésta serie quiero dejar algunos de esos momentos que revivo al escuchar las canciones a las que haré referencia. No es fácil limitar a algunas lo que me generan tantas, pero quien sabe, en el camino quizás amplíe mucho más lo que tengo planificado.


Deja un comentario