Fernando J. Castellano Azócar
En mi casa siempre ha habido plantas, y de hecho en muchas oportunidades me dejaron a cargo de mantenerlas y el mejor resultado lo obtuve tirando las que se habían muerto y comprando nuevas. La palabra “jardinero” me trae distintos recuerdos: de aquellos dias en que mi papá era Director en un Jardín Botánico y todo lo que interactué con distintos temas relacionados; la pasión con la que siempre se cuidaban las plantas en la casa; y la canción de Wilfrido Vargas de “El Jardinero”, y todas las veces en que la bailé. Pero recientemente leí un artículo que me hizo tener una nueva visión de esa actividad porque para mi la jardinería era más para mantener las plantas y así darle un toque de vida a mis espacios (hasta en mi oficina tengo plantas), pero luego de leer ese articulo (que ya no recuerdo como se llama) me quedé con el tema dándome vueltas en la cabeza y caí en cuenta de cómo a veces nos aferramos a cosas que ya no nos sirven: hábitos, creencias o incluso relaciones que nos impiden crecer. De ahí vengo entendiendo que la vida es como cuidar un jardín ya que no solo se trata de hacer que algo crezca sino de crear las condiciones adecuadas, ser paciente y tomar decisiones difíciles cuando es necesario.
Haciendo un ejercicio muy extremo de crear la analogía entre la jardinería y el crecimiento personal encontré algunas reflexiones que me parecen de suma importancia:
- Autoconocimiento y preparación del terreno. Antes de sembrar cualquier cosa en nuestra vida (metas, hábitos, relaciones), es clave conocernos bien. Como un jardinero que estudia su suelo antes de plantar, debemos entender nuestras fortalezas y debilidades, limpiar creencias limitantes y preparar nuestra mente y corazón para el crecimiento.
- Cultivar hábitos positivos. Así como las plantas necesitan riego y sol constantes, el crecimiento personal requiere disciplina y constancia. Una persona en desarrollo debe alimentar su mente con conocimiento, rodearse de personas que lo inspiren y practicar hábitos saludables.
- Poda lo que no te suma. No todo lo que crece en un jardín es beneficioso. Las malas hierbas pueden robar nutrientes a las plantas más importantes. En la vida, esto se traduce en dejar atrás relaciones tóxicas, hábitos poco saludables o pensamientos negativos que frenen nuestro progreso.
- Paciencia y confianza en el proceso. Las plantas no crecen de la noche a la mañana. Requieren tiempo y cuidados constantes. Muchas veces queremos resultados inmediatos pero las grandes transformaciones requieren paciencia, constancia y fé en que los esfuerzos, por mas duros que sean darán fruto.
- Aprender de los fracasos. No todas las semillas germinan y algunas plantas mueren pese a nuestros mejores esfuerzos. Es importante entender que los errores y los fracasos forman parte inexorable de nuestro proceso de crecimiento. Un buen jardinero aprende de cada cosecha, ajusta su método y sigue sembrando.
- Adaptabilidad y resilencia. El clima cambia, las estaciones varían, y un buen jardinero se adapta. En la vida enfrentamos desafíos y cambios inesperados por lo que está en nosotros ajustar nuestro enfoque sin perder de vista nuestros valores y objetivos.
- Disfrutar el proceso, no solo la cosecha. La jardinería no solo se trata de la cosecha final, sino de disfrutar cada etapa: sembrar, regar, podar y ver cómo todo florece. Siempre hay que valorar cada aprendizaje, cada pequeño logro y cada paso dado.
Se me hace muy loco el haber llegado a esta analogía, pero es una forma de poder entender que todo lo que hacemos es un proceso orgánico que requiere cuidado, paciencia y compromiso. Ahora, cada vez que atiendo una de mis plantas me veo reflejado en lo que hago, y espero que con este enfoque cada uno de ustedes tambien puedan ver que en todo momento o somos una planta, o somos un jardinero…


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