Una de las pasiones que he tenido en la vida es correr. Aún cuando no pareciera así, pues le agarré el gusto una vez que conseguí recuperar mi vida del sedentarismo, y estaes una de las más interesantes historias de esos días, cuando corrí la Carrera de la Hacienda Santa Teresa (13K) en Venezuela.
Fueron mas de 60 kilos los que logré bajar, y que me permitieron entrar en el mundo del running. Y poco a poco, iré compartiendo algunas de las historias más representativas. Por ahora, les dejo VENCIENDO LA MONTAÑA.
Al llegar al aeropuerto en la capital, llamaron al número que les habían dado, confirmando que los podían buscar. A los minutos llegó el vehículo con las características que les habían indicado a la puerta de la terminal. Luego de hacerle señas para identificarse, se bajó un militar a recibirlos. Ya en el camino, el Mayor, de reciente ascenso, les fue explicando algunos detalles. Estarían alojados en un hotel muy cerca del Palacio de Gobierno, de manera que no necesitarían transporte para estar todos los días en el sitio de trabajo asignado, que no era otro sino el búnker Presidencial que se encontraba en las entrañas del Palacio de Gobierno. El plan inmediato era que llegaran al hotel, y esperaran que fueran llamados para asistir a la primera reunión con el grupo de apoyo. No hubo más datos relevantes en el resto del camino.
El hotel seleccionado para la estadía se encontraba a menos de 2 cuadras del Palacio de Gobierno. Al entrar, uno de los detalles interesantes que se encontraron José y Moncho fué que había mucha gente de la oposición conversando en las mesas del restaurant y en los muebles de la recepción. Y es que el hotel estaba estratégicamente ubicado en forma equidistante tanto del Palacio de Gobierno como del Congreso Nacional, por lo cual era el crisol donde se reunían la mayoría de los miembros del Gobierno en sus distintas instancias.
La instrucción era que no debian moverse del hotel hasta recibir instrucciones. Pasaron varias horas antes de que los llamaran para avisar que iban a buscarlos. En el lobby del hotel esperaron al mismo Mayor que los había buscado en el aeropuerto, quien se sentó con ellos y pidió un café, mientras les explicaba algunos detalles referentes a los protocolos de seguridad que debían tenerse en cuenta a partir de ese momento. Básicamente, nadie debía relacionarlos con el Gobierno, lo cual significaba en la práctica que no existían. La conversación recordaba las grabaciones de la película Misión Imposible que le daban a Ethan Hunt para decidir si aceptaba la misión, sólo que en este caso, la misión ya estaba aceptada. En tal sentido, se les entregaron unos teléfonos celulares para mantenerse en contacto con el búnker, y a dónde los llamarían de ahora en adelante. Para acceder al búnker, los buscarían y harían ingresar en vehículos oficiales, de manera de evitar pasar por los controles regulares de acceso. Y, diariamente, e independientemente de la hora a la que llegaran, debían realizar un reporte detallado de las acciones y avances diarios, el cual llegaría directamente a las manos del Presidente. Entendidos los detalles expuestos, procedieron a moverse hacia dónde estarían sucediendo los acontecimientos en los próximos días.
Una camioneta sin identificación esperaba en la puerta del hotel. Los tres se montaron bajo las miradas de todos los que pasaban por la concurrida calle, y salieron en dirección del Palacio de Gobierno. Luego de algunas vueltas, entraron por una puerta donde simplemente le dieron acceso a la camioneta sin verificar su interior. bajaron algunos pisos y llegaron a otra puerta escoltada por personal militar. El Mayor se identificó y verificaron en una lista los nombres de José y Moncho, y les dieron acceso. Pasaron por varios pasillos, algunos con gente a los lados trabajando en computadoras, hasta que llegaron a una oficina donde el Mayor se presentó e informó que «los expertos» habían llegado. Del escritorio se paró quien de inmediato se presentó como El Prof. Montaño, quien era el encargado de las salas de análisis político y estratégico, y mano derecha del Presidente. Les dió la bienvenida al búnker, y luego de indicar que los estaban esperando, apresuró la marcha hacia el sitio de la reunión.
Luego de algunos pasillos fuertemente escoltados por personal militar, finalmente llegaron al búnker. Al ingresar, un militar se encontraba sentado en una computadora con una cara de seriedad tremenda. Adentro, se desplegaba una sala grande, con una pantalla enorme donde se veían los distintos canales de televisión, 3 mesas pequeñas se encontraban alrededor de las pantallas, algunos muebles cómodos, y en frente de la pantalla una mesa redonda inmensa, donde ya estaban varias personas sentadas. El Prof. Montaño llegó a la mesa y presentó a José y a Moncho como los expertos que estarían a cargo de la dirección de las acciones referentes a garantizar el éxito del Referendo Presidencial. Uno a uno comenzó a presentarse. Se encontraban allí los directores y gerentes principales de los organismos de control regionales y nacionales de: Electricidad, vivienda, agua, comunicaciones, obras civiles, transporte público; así como distintos representantes militares que hacían de enlace con cada una de las fuerzas armadas. Al finalizar el proceso de presentaciones, el Prof. Montaño comenzó informando los detalles de la misión, y explicando que cada uno de los presentes estaba a la orden para lo que José y Moncho requirieran. Luego, se procedió a darle la palabra a José y a Moncho para que comenzaran, formalmente, las acciones.
José comenzó presentando la información que manejaban de antemano con respecto a los sistemas que se estarían utilizando, el sitio donde se recopilarían los datos, los medios de transmisión y en general las vulnerabilidades identificadas, y fue explicando cada una de las mismas a los responsables de cada área. Indicó que lo principal a cubrir era lo referente a electricidad y comunicaciones, que era lo que podía afectar en forma directa el proceso, ya que el resto de los elementos, como por ejemplo las vías de comunicación, transporte o servicio de agua podrían ser utilizados solo como medios de evitar que las personas asistieran a ejercer su derecho al voto. Solicitó la disponibilidad de todos los planos, y giró las instrucciones que consideraba pertinentes. Cada uno de los presentes se dedicó a contactar a sus equipos respectivos para tener los datos e informaciones solicitadas, y así comenzar a trabajar.
Luego de algunos minutos, José se acercó a Moncho y le comentó: «Esto no va a ser fácil, pero con los recursos disponibles, no deberíamos tener problemas de lograr los objetivos planteados».
Se acercaba la media noche, y andábamos por la vía solo guiados por las luces del carro. Era aquel Caprice Classic una mezcla de tanque de guerra con motor de avión que proveía la seguridad de la victoria en cada trance en el cual se le usaba. La vía a esa hora siempre estaba muy sola, y eso en combinación con lo recta y larga que era, hacía inevitable que antes de irse a dormir alguien gritara “vamos a hacer un Tavacare!”. Y es que “un tavacare” se refería a pasar a lo que diera el carro por la vía que bordeaba Barinas (Venezuela), y donde se encuentra el Fuerte Militar Tavacare.
No era apto para cardíacos aquel compromiso. Solo los mas osados se montaban en los carros que iban a ejecutar la acción. Y lo que sucedía era que se aceleraba hasta el fondo, y de repente, el carro comenzaba como a “corcovear”, como si se apagara y de repente volviera a prender, pero en forma repetida. Luego de la hazaña de cierre, dejaba a los amigos en sus casas y me iba ya a descansar. Dejaba la nave en su sitio, y al día siguiente, cuando me preguntaban “qué hicieron anoche”, pues contestaba con voz de inocencia “nada del otro mundo”, y es que en realidad ya no era nada del otro mundo el hacer rugir ese tremendo motor, ya que lo hacía bastante a menudo.
Un día, el carro tuvo una falla que hizo que lo llevaran al mecánico. Buscando la fuente de la falla, se tuvo que desarmar el motor, y casualmente estaba yo con mi papá cuando el mecánico le explicó a mi papá que uno de los problemas era que ese motor lo habían puesto “a flotar”. Le explicó el señor a mi papá, con partes de las válvulas en la mano, que ese motor había sido sometido a muy altas velocidades, y que lo habían hecho “flotar”, lo cual era evidente por el desgaste en las mismas. Mi papá al comienzo negó que esa podría ser una causa ya que no el ni mi mamá, que eran quienes regularmente manejaban el carro, hacían eso. Pero luego me miró y quien sabe que cara de culpable tenía yo, que decidió callar y no reclamar más…
No sé cuánto costaría la reparación, pero si sé que estuve un buen tiempo castigado, hasta que en otras vacaciones estaba en Barinas una de mis tías y su carrito, un Ford Granada 6 cilindros en V, y como todas las noches, me lo prestaban para ir con los amigos a conversar. Solo que una noche, pasé por una de las calles de una urbanización como a 180 km/h, dando una curva donde casi me volteo, con el pequeño detalle logístico de que justo en la casa de esa esquina se encontraban de visita nada más y nada menos que mis papás… pero ese cuento ya queda para otra oportunidad.
Ante el reto que se presentaba, era necesario desarrollar un esquema de despliegue basado en el principio de «compartimentación». Esto, básicamente, significa que se tenían distintos equipos trabajando en forma paralela, muchas veces incluso en los mismos requisitos, pero que no se conocían entre ellos ni sabían de la existencia de los otros, y todo se manejaba en forma centralizada, con un único punto de conocimiento de toda la estructura.
Uno de los equipos de trabajo quedó bajo la responsabilidad de un experto técnico, con mucha experiencia, y de confianza del consejo asesor, quien procedió a buscar a las personas que sabía dominaban mejor los temas de interés, y que eran de su confianza. Conformó un equipo de 4 personas, con 2 expertos en redes, un experto en comunicaciones, y un experto en sistemas y bases de datos. Como miembro del equipo de gobierno local, incluyó en su equipo a quien ya tenía tiempo trabajando en el mismo, y de quien tenía muy buenas referencias de parte del Secretario del Estado, así como del Gobernador.
Por vía de un muy cercano amigo, quien luego descubrió que era parte del equipo, José Azpúrua fué invitado a una reunión en una cafeteria de la ciudad. Como ya conocía a las personas que lo convocaron, fué fácil conseguir la mesa donde se daría la conversación. Luego de algún preámbulo, comenzó la explicación acerca de la convocatoria. Una vez explicado todo el detalle, la pregunta de rigor fué si estaba disponible para unirse al equipo. Parte de los planes era dividir el grupo en dos, de manera que los expertos en redes se quedarían trabajando localmente pero con acceso a todos los recursos tecnológicos disponibles, y el resto, en base a sus áreas de conocimiento, debía moverse y trabajar en la capital, donde tendrían acceso físico a equipos, personas y cuantos recursos fueran necesarios. La misión sería dirigida directamente por el Presidente, por lo cual quería que su equipo de confianza le reportara directamente a él. Las elecciones se darían en 4 meses, lo cual significaba una ausencia de al menos ese tiempo, lo cual implicaba la ausencia del trabajo, así como de su casa. Por las características de la misión, no había posibilidades de explicar nada. En cuanto a su trabajo, ya estaba todo considerado, y estaría de «comisión de servicio» por el tiempo que se requiriera, en cuanto a su casa, José se ocuparía de los detalles. Sin más razones, José aceptó.
El siguiente mes fué de reuniones de todo el equipo, donde se establecieron los detalles de operación, contacto, transmisión de detalles, etc. Se planificaron las acciones, identificando los puntos críticos que debían ser atendidos, hasta que llegó el momento en que se requería realizar el viaje a la capital. Todo estaba listo, y todos estaban conscientes de que el futuro del país estaba en sus hombros.
El día del viaje, José se despidió de su esposa, quien no entendía lo que iba a hacer, y sólo sabía que estaría por un largo tiempo lejos, sin un plan de comunicaciones muy específico. A pesar de las difusas circunstancias, su confianza era total, y lo que más le preocupaba era la seguridad de José, ya que sabía que él siempre estaba dispuesto a asumir actividades riesgosas, pero, afortunadamente, siempre salía airoso de las mismas. Con un beso y un abrazo se despidieron.
Al llegar al aeropuerto, José se encontró con Moncho, su par en la misión, y el experto en comunicaciones. Pasaron los minutos antes de tomar el vuelo conversando sobre distintos temas, viendo la televisión en la terminal, que pasaba muchas noticias referentes al Referendo que se venía, y, a veces, tomando notas al respecto. Finalmente llamaron a abordar, y comenzó la aventura…
Originalmente publicado en Medium el 6 de agosto del 2017.
Trabajaba yo en una división que formaba parte de una organización con nivel Regional y Nacional. Era Analista de Datos, y me encargaba básicamente de los sistemas computacionales y de la administración de la red de la Institución. Un día, mi Jefe me convocó a una reunión donde se encontraba el Director Regional, y me indicó que se había comprometido que solucionaríamos un problema que se estaba presentando en un evento que tenía repercusión nacional, y que el Presidente de la Organización exigía se solucionara de forma inmediata. La información que me dieron fué que había que registrar una información regional utilizando un sistema desarrollado en la sede principal, y que luego de 15 días no se había podido poner en marcha, aún cuando habían traido a los expertos de la Capital. Luego del informe inicial, el Director se retiró y quedamos mi Jefe y yo. Me comentó de la importancia de resolver el problema, y que lo habpian contactado a él ya que el Director estaba buscando contratar a una empresa que le prestaba servicios, y el dueño de la misma le dijo que con todo gusto lo atendía, pero que le recomendaba que buscara primero el apoyo de una persona que era experta en el área y, que de hecho, trabajaba en su organización. El dueño de esa empresa era mi amigo y ex-compañero de clases en la Universidad con quien, además, había trabajado en varios proyectos, y el experto al que se refería no era otra persona más que yo. De inmediato nos dirigimos al sitio, y en el camino mi Jefe me fué indicando cómo procederíamos en este caso. Me insistió en lo importante que era resolver el problema, que “nos” daría una visibilidad a nivel nacional de lograrlo. El plan era llegar, y yo debía analizar la situación. En función de ese análisis le indicaría a él si podía o no realmente resolver el problema; él comunicaría al Director el detalle, y luego de eso me quedaría trabajando y reportando sólo a el mi avance. Llegamos al sitio, y luego de pasar todos los niveles de seguridad para entrar, ingresamos a la sala donde estaba instalado el sistema. Habían no menos de 15 personas, a quienes no habían dejado salir en las últimas 24 horas, algunos locales y otros del equipo de expertos que venía de la Capital, todos con cara tanto de cansancio como de frustración. Mi Jefe habló con el que estaba a cargo del equipo, y me presentó. Me miraron todos con cara de pocos amigos e incluso con incredulidad. Les pedí que me explicaran lo que estaba sucediendo, lo cual comenzaron a hacer mientras mi Jefe salía de la sala y me decía que me esperaba para saber mi diagnóstico. El reporte comenzó insistiendo que ya habían intentado todo lo posible, y que no tenían la menor idea de qué estaba sucediendo. El sistema consistía en una serie de estaciones de trabajo a través de la cuales se alimentaba información que se almacenaba en un servidor central. En dicho servidor funcionaba perfectamente todo, pero no lograban comunicar las estaciones de trabajo con el mismo. Habían revisado la red, los cables, los suiches y todo lo que consideraban que podía representar el problema. Les pregunté si todos los equipos habían llegado juntos, y me indicaron que no, las estaciones eran del sitio y sólo el servidor había sido enviado de la sede principal, el cual se supone que venía configurado para que fuera “plug & play” al conectarlo. Sin embargo, no habían podido poner en marcha para utilizarlo como estaba previsto. Examiné la situación, revisé algunos detalles en el servidor y en las estaciones, llegué a mi conclusión y salí a darle el diagnóstico a mi Jefe. Me le acerqué, y el estaba fumando un cigarrillo. Entre bocanadas de humo me hizo la pregunta más importante: “puedes resolver el problema?”, a lo cual le respondí con un rotundo “SI”. Entonces me preguntó cuánto tiempo tardaría y qué recursos necesitaba, a lo cual, sin ninguna duda le dije: “no necesito nada, y voy a tardar 5 minutos”. Mi Jefe casi se ahoga con el humo de su cigarrillo, me miró y me preguntó: “5 minutos???”. Me dijo “los expertos que trajeron tienen 15 días aquí trabajando y no han podido resolver el problema, y tú lo vas a resolver en 5 minutos???”. Le insistí en que sí, que lo iba a resolver en 5 minutos, pero que tenía una condición: que sacaran a todos de la sala y me dejaran sólo, y yo, al final, les explicaría a todos cómo lo había resuelto. Luego de unos segundos mirándome fijamente, me dijo que le avisaría al Director, y que me preparara… Unos minutos después estaba sólo en la sala. Tenía a mi disposición el servidor y todas las estaciones de trabajo. Me senté y validé los detalles del direccionamiento IP que tenía el servidor, y validé que no estuviera configurado para asignar direcciones IP a los demás equipos que se conectaran a su red. Luego, revisé en una estación de trabajo la configuración IP que tenía. Finalmente, configuré la estación en el mismo segmento de red del servidor y la magia se hizo! Comenzó a funcionar el sistema de forma perfecta. Repetí la acción en otra estación obteniendo el mismo resultado, con lo cual validé que efectivamente era la solución al problema que se estaba presentando. Antes de que terminaran los 5 minutos que había solicitado, estaba afuera informándole a mi Jefe que estaba resuelto el problema, ante las miradas incrédulas de todos los expertos que tenían días tratando de resolverlo. Con cara de felicidad, mi Jefe se alejó para reportar al Director la situación, mientras le pedía yo a todo el equipo de trabajo que entrara a la sala para explicarles lo que había hecho. Como resultado, el Director pidió que me asignaran a ese equipo por el tiempo que durara el operativo, lo cual representó 15 días en el sitio.
Todas las personas que estuvieron trabajando con el sistema eran reales expertos. Todos estaban más que calificados para resolver la situación que enfrentaban, sin embargo, en muchas oportunidades, no consideramos los detalles más básicos que, como en este caso, afectan en gran medida los resultados. Esta lección la he llevado conmigo toda mi vida, ya que si algo he aprendido es que en los detalles están las grandes victorias. Oportunidades como ésta se me han presentado a lo largo de mi vida profesional, algunas con resultados exitosos, otras no tanto, pero siempre dejándome una lección muy importante.
Había convencido a las autoridades del Aeropuerto Internacional que me dejaran entrar al área de llegada de los vuelos, y a pesar de que el vuelo había llegado, no encontraba al grupo de Daneses que venían a ejecutar el proyecto. Incluso, logré entrar al avión luego de que hasta el piloto había salido, pero estaba vacío. Y en ese momento recibí la llamada de mi Jefe preguntándome por la gente, a lo cual le tuve que decir, al borde del desespero, que no sabía dónde estaban. Y el sólo me dijo de manera inequívocamente entendible, fuerte y claro: «Pues no sé qué vas a hacer, pero me traes mis Daneses!!!»
Tenía yo varios años trabajando en la empresa a cargo de la ejecución de proyectos, y se había presentado este, que representaba varios retos muy importantes: Lograr en un tiempo suicida importar mas de 15 toneladas de equipos provenientes de 5 países para instalar el sistema que proveería servicio en forma simultánea en 5 sitios alejados en la ciudad y que representaba el éxito o fracaso del evento que nos contrataba. Era una tecnología que no conocíamos, por lo cual parte del alcance era tener en sitio a personal técnico de la fábrica que aseguraría la correcta instalación y funcionamiento del sistema en cada uno de esos sitios, y nosotros proveeríamos todo el background técnico de instalación de los equipos. Luego de algunos proyectos ejecutados bajo mi dirección, se me había asignado la responsabilidad de coordinar todo el proyecto como PM.
Las reuniones de planificación comenzaron como un mes antes, y por lo crítico del tiempo teníamos un esquema muy estricto. Como a la mitad del tiempo transcurrido antes de la fecha de comienzo de la ejecución del proyecto, se estableció una reunión un Domingo en la mañana. Yo por esos días vivía en otra ciudad, por lo cual me quedaba donde otro compañero de trabajo. La noche anterior estuvimos conversando hasta tarde de los detalles, y por alguna razón, aquel domingo no me desperté a tiempo para asistir a la reunión. No solo me quedé dormido, sino que caí como en trance de sueño, de manera que no escuché ni las múltiples llamadas que nos hicieron, ni los despertadores. La reunión era a las 8 de la mañana, y yo me vine a despertar prácticamente a mediodía. Obviamente, ya pensaban que nos habían secuestrado o que algo nos había sucedido, ya que no er para nada normal que diéramos muestra de tamaña irresponsabilidad, lo cual nunca habíamos hecho. En lo que me desperté y vi el reloj, el corazón me dió una vuelta completa. Sabía que de ésta no saldría vivo…
Hice de tripas corazón y realicé la llamada a mi Jefe. Cuando le expliqué que me había quedado dormido, comenzó el salmo responsorial, de manera que para no perder el sentido de la audición en el oído al cual apoyaba el teléfono, decidí colocarlo a la segura distancia que me proveía mi brazo, con lo cual aún podía escucharle todo el discurso que merecidamente me daba. La llamada se cortó por alguna afortunada razón, y llamé a otra de las personas que estaban con él, quien me dijo que mejor me quedara donde estaba, y esperara a que se calmara un poco, mientras en el fondo seguía escuchandolo con total claridad…
El lunes llegaban los expertos, que venían de Dinamarca, con quienes, como PM, había establecido todos los detalles requeridos para llevar adelante la ejecución del proyecto en forma exitosa. Asimismo, había coordinado toda la logística de busqueda de los equipos que llegarían a la aduana aérea, de manera que el equipo a cargo de esa labor estaba ya en sitio esperándolos. Como encargado de un proyecto de tal magnitud, tenía a mi disposición todos los recursos que podría necesitar; Había estado coordinando con los distintos actores desde hacía mas de 2 meses en incontables reuniones, siempre con la total confianza de la empresa y su equipo de Dirección; sin embargo, dadas las circunstancias de ese fatídico domingo, fuí removido de la responsabilidad de PM de forma absoluta e inmediata… Y, al día siguiente, yo iba como parte de la comitiva de la empresa, a buscar al equipo que llegaría. Para ello, había coordinado una Van de Lujo, que estaría esperandolos para trasladarlos al hotel, y estaría uno de nuestros vehículos también disponible para llevar todo el equipaje. Yo, estaría acompañando al Director de la Empresa en la recepción y para conocer en persona a todos con quienes tenía trabajando ya por mas de un mes vía remota, e iríamos todos en la van ya trabajando en los detalles para aprovechar al máximo el tiempo disponible. Pero, con el cambio de rol, vino una de las mayores lecciones de mi vida profesional…
En lugar del traje y la corbata para ir en la Van, me tocó manejar la camioneta donde se transportaría el equipaje. Además, me asignaron la tarea de ir al aeropuerto, hablar con alguien y solicitar que se tuviera reservado un espacio al frente de la puerta de salida del terminal internacional para estacionar allí la van donde llegaría mi Jefe a buscar a nuestros invitados, y además debía contactarlos antes de salir al área de espera para atenderlos en todo lo que necesitaran. Yo honestamente casi ni sabía cómo llegar manejando al aeropuerto, pero no tuve oportunidad de decir que no… En la madrugada me fuí en mi camionetica al aeropuerto, como pude llegué, y fuí a coordinar el tema del estacionamiento frente a la salida. Fueron horas hablando con mucha gente, casi hasta con el Director del aeropuerto, ya que aparte de mirarme como si fuera un extraterrestre haciendo esa solicitud, no daban crédito a lo que pedía. Lo cierto del caso es que despues de como 4 horas de hablar con mucha gente, logré tener el espacio reservado y escoltado por dos militares. También solicité entrar a esperar al grupo de personas a la salida del avión, lo cual fué otro motivo de miles de llamadas, conversaciones, ruegos… Pero, también lo logré y, aunque no lo crea quien esto lee, me permitieron entrar a la zona identificada como «estéril» y esperar, a la salida misma del avión, a la gente que llegaría. Pero, entre tanta gestión, logré estar en la salida del vuelo justo cuando salía el piloto, copiloto y las azafatas. No había llegado a tiempo. En ese momento me llama mi jefe que va llegando, por lo cual le dí la ubicación donde lo estaban esperando para estacionarse, y me fuí corriendo a la zona de espera del equipaje. Busqué por todos lados y no estaban. No iba a ser difícil encontrar a un grupo de 6 Daneses juntos, pero no estaban. Me volvió a llamar mi Jefe para preguntarme dónde estaban, y no me quedó otra opción que decirle que no sabía, que los había esperado en la puerta del avión como me había dicho, y no estaban, y tampoco en la parte de espera del equipaje. Nuevamente, hice uso de la extensión de mi brazo para escuchar, fuerte y claro: «Pues no sé qué vas a hacer, pero me traes mis Daneses!!!». La verdad es que en ese momento me senté y lo que pensé fué mandar todo al demonio. Que se fuera él, los Daneses, el proyecto y mi trabajo al mismísimo infierno. Me paré y regresé al avión, al cual ya le daban servicio de limpieza, y verifiqué que no estuvieran allí. Salí ya calmadamente hacia el sitio donde esperaba mi Jefe, y en el camino me llamó para decirme que ya estaban con él, que me apurara para que se pudieran ir. En medio del calor de la zona y la corredera a la que me había sometido, salí todo sudado y efectivamente estaban todos frente a la van que los transportaría. Llegué con mi acostumbrada sonrisa, eso sí, sin siquiera cruzar miradas con mi Jefe, y me paré frente a la puerta para saludar a los recién llegados. Extendí mi mano y, en ese preciso instante, mi Jefe me puso una de las maletas de los recién llegados, y me dijo «encárgate de montar todas y llevarlas al hotel». Frente a mi fueron subiéndose, uno a uno, los invitados, y yo con cara de circunstancia parado con la maleta en la mano… de último mi Jefe, quien cerró la puerta, y luego arrancó la van. Y alí me quedé yo, solo, con unas 10 maletas que llevar a la camionetica que cargaba, para ir a dejarlas en el Hotel, lo cual no iba a ser tarea fácil ya que ni siquiera sabía cómo llegar al mismo. Como pude llevé las benditas maletas, las subí, y me embarqué en el viaje al Hotel. En el camino me perdí, tuve que llamar a pedir orientación, y finalmente, unas 3 horas después, estaba entregando las maletas en el hotel.
Esta era la camioneta en la que anduve ese día
Ya estaba más que clara mi situación, en la cual pasaba de Director de la Orquesta a público de galería… Pedí entonces instrucciones de qué hacer, y me indicaron que me fuera a la Aduana Aérea a ayudar con la carga de los equipos para su traslado. Nuevamente me fuí vía al aeropuerto, esta vez ya sabiendo como llegar, y me uní al equipo de quienes estaban ya trabajando en cargar los camiones para llevar los equipos a su destino final. Cuando llegué, la persona que estaba a cargo de ese trabajo se me quedó mirando y, muerto de la risa, me dijo «Y qué haces tu aquí??? Si tu eres el Dios que está encargado de la ejecución del proyecto???!!!» Y mi respuesta fué: «era… era…».
Parte del proceso de organización de los equipos una vez los trasladamos de la aduana aerea
La historia quizás suene fuerte, pero viéndola ahora en perspectiva, bajo las circunstancias críticas en las que estábamos por el compromiso adquirido de ejecución del proyecto, pues la verdad que no podía haber otra forma de que hubiesen sucedido los hechos. Para mí, fué una lección muy dura pero, como indiqué anteriormente, de las más importantes en mi vida tanto profesional como personal. Sobre las lecciones aprendidas, primero que nada, uno no puede creer que a pesar de haber llegado a ocupar cargos de responsabilidad importantes, puedan quitarle el rango y ponerlo a hacer cuaquiera de las actividades mas básicas. Por eso, como encargado de un proyecto, es importante conocer hasta los más pequeños detalles, qué va a hacer cada uno de los participantes, porque, por una u otra circunstancia, puede terminar tocándole a uno ejecutar esas tareas. Por otro lado, la responsabilidad; Se debe ser absoluta y totalmente responsable, sin ninguna excusa. Si hay alguna duda, se debe considerar antes de que se le aigne la responsabilidad, ya que después son demasiados factores que dependen de uno. Con mi Jefe aprendí que uno, como Líder, debe ser el primero en llegar y el útimo en salir, y es algo que trato de cumplir cada día de mi vida. Y, finalmente, entender las circunstancias en las cuales suceden las cosas. En ese momento me sentí incluso ofendido por lo que me estaban haciendo, pero, realmente, no era un tema de merecerlo o no, sino más bien de entender que simplemente estaba siendo parte del mismo proyecto que había coordinado. Luego se limaron las asperezas, nos dedicamos a la ejecución tal como estaba estimado. Yo, como quien había hecho todos los preparativos, pasé a coordinar la parte técnica, y al final, a pesar de tener todas las circunstancias en nuestra contra, logramos que un equipo de mas de 50 personas se alineara para entregar, en tiempo y calidad, lo que se había requerido. Fué un éxito total el proyecto.
Como parte de mi proyecto de escribir historias sobre las personas que han ejercdo influencias importantes en mi vida, ya estaré identificando a uno de los actores principales de esta historia…
Nada más típico que una comprita en el Rattan de la 4 de Mayo – Isla de Margarita
De aquellos días cuando pasábamos las vacaciones en la Isla de Margarita, cuento cuando quisimos hacer una buena obra, a pesar del consejo de mi mamá, y cómo terminó aquella decisión…
Mucho tiempo teníamos sin conversar, y ese día, por su cumpleaños, nos reencontramos. En medio de aquel monólogo que producía mi emoción desbordada (MiCo siempre supo como mantenerse incólume), se me ocurrió hacerle este regalo, y pues aquí está…
(En la foto, de izquierda a derecha, Rafa Macadán, MiCo Mario, y yo)
Para alcanzar el éxito se necesita, básicamente voluntad y constancia. En este medio capítulo cuento de la inspiración celestial que recibí para alcanzar uno de los mayores logros en mi vida. Y lo más importante, la experiencia que me quedó al respecto…