AQNMC Capítulo 4 y medio: El Exito llega como resultado de tu gestión


Mi Anillo de GradoPara alcanzar el éxito se necesita, básicamente voluntad y constancia. En este medio capítulo cuento de la inspiración celestial que recibí para alcanzar uno de los mayores logros en mi vida. Y lo más importante, la experiencia que me quedó al respecto…

 

 

 

Lágrimas de Orgullo, Lágrimas de Felicidad


El año pasado mi hija tuvo su primer grado. En esos momentos uno cae en cuenta que no importa si se gradúan de la pre-ante-primaria o de triple-post-doctorado en agricultura neo espacial, el verlos con su toga y su birrete representa un muy grande y positivo impacto para uno. Uno en ese momento recuerda toda la vida, la corta vida, que en ese instante se hace infinita, por la que se ha pasado con su bebé. Y obviamente, en la medida en que se van graduando de escalas superiores, pues son más vivencias que se recuerdan y es mayor el nudo que se forma en la garganta. En medio de esa pléyade de emociones, el acto lo comenzaron con el himno Gaudeamus Igitur. Me imagino que la idea era darle solemnidad al acto, como en efecto se busca con este himno cuando se toca en distintas instancias académicas en el mundo, sin embargo, me causó un poco de gracia imaginarme a esos niños cantando una estrofa que forma parte de esa canción y cuya traducción sería:

Realmente, ese himno creó el ambiente académico de solemnidad que requería el momento.

En mi caso, aparte de recordar todo lo vivido con esa criaturita que se estaba graduando, recordé también los días de la Universidad. Y por supuesto fué incrementándose el tamaño del nudo en la garganta… De esos recuerdos que fueron surgiendo, uno que tengo muy claro es de una oportunidad en que mi papá, en medio de un acto donde cantaron el Himno de su Universidad (la Universidad Central de Venezuela), el se paró y estando sólo les gritó a todos quienes habían egresado de la UCV y estaban presentes en el acto «párense carajo que ese es el himno de su Universidad!». Eso se me quedó grabado porque reflejaba el orgullo que sentía él de su Universidad. Seguramente en ese momento, escuchando ese Himno, recordaba tantas cosas vividas en ese mágico período en el cual uno vive lo que es ser un Universitario. Esa imagen, ese orgullo, me acompañó y acompaña aún, lo cual creció cuando me tocó vivir el momento de vivir el Himno de Mi Universidad.

Y entre esos recuerdos, llegaron los de mi vivencia en la Universidad. Mientras veía a mi hija en su acto, recordé mucho de lo que es para mí el haber estudiado en la Universidad de Los Andes. La familia, los amigos, los triunfos y fracasos. Y, por supuesto, ese momento en el cual se aferra al corazón el Alma Mater, el pináculo de nuestra vida al menos hasta ese instante, como lo es el Acto de Grado. En ese momento, estando en el Aula Magna, cuando se escucha el Himno de la Universidad, se vienen de golpe todos los sentimientos que puede uno tener juntos. Ese mismo sentimiento, mas todos los años que habían pasado desde mi egreso hasta el momento en que presenciaba el primer grado de mi hija, lo sentía allí, y por supuesto que no pude evitar que salieran las lágrimas. Era demasiado…

Tan sólo imaginarme el momento en que mi bebé esté en un Aula Magna, hace que sienta lo mismo que sentí en ese primer grado que tuvo. Le falta mucho tiempo aún, pero tiene todo el camino adelante y por supuesto el apoyo incondicional de su papá y su mamá para transitarlo. Vendrán victorias y fracasos, pero al final, serán todos parte de su historia…

Aparte de esos Himnos, hay algunas canciones que dejan huella también y que se recuerdan como parte de todo ese proceso de la Universidad. En mi caso, sólo voy a dejar dos. Los motivos por los cuales las considero especiales los presentaré, en futuros relatos…



GRADUUM IN DIE


Dedicado a Jesús y Dilué, nuevos colegas. Felicitaciones!


Leithold, Piskunov, Baldor. Hallidey, Resnick. Leroi-Gourhann y su «estadios de la ciencia». Tenembaum, Blank y Tarkin, Meyer. Ogata. Taha. Si sacara la cuenta de la plata que le pedí a mis padres «para comprar libros», la biblioteca de Alejandría sería pequeña para contenerlos. Copias, mas copias. La biblioteca de la Facultad, quizás sustituida hoy por un laboratorio de computación y mucho ancho de banda con Google. Todo eso se me agolpaba en la cabeza mientras nos alineábamos en las afueras del Aula Magna. Cuando finalmente comenzamos a entrar, mientras aplaudíamos, recordé a muchos de los Profesores. Entramos, y sentados ya en al Aula Magna, la emoción me recorría el cuerpo. No era la primera vez que estaba en el Aula Magna, pero sí era la única vez que estaría por ese motivo. Me estaba graduando.

Muchas son las vivencias que se tienen en ese paso por la Universidad. Muchas buenas, muchas no. Todos luchamos convencidos de que esas experiencias serán muy importantes en el paso siguiente al salir a la calle a trabajar, y realmente es así. Obviamente, influyen muchos factores como el carácter de uno y la suerte que se tenga, pero definitivamente el paso por la Universidad es básico.

En cuanto a lo personal, en muchos casos algunos logramos romper con el mito de que «la novia del estudiante no es la esposa del profesional». Transitamos por una autopista de descubrimientos amorosos y «corpóreos». Se hacen las amistades que durarán toda la vida. Se forman lazos que ni el tiempo ni la distancia logran deshacer.

En la medida en que van llamando a los graduandos, me toca el momento de pararme. Cuando llega el turno de mi fila, comienzo a rodarme un puesto por vez. Me llaman. Salgo, nervioso por no enredarme con la Toga, que para que me quedara bien hubo que alargarla. Pararme. Saludar. Quitarme el Birrete, que lo coloco debajo del brazo. Camino. Camino y no puedo ni mirar para los lados. Mi hermano me espera para imponerme la medalla. Mi Padrino está arriba también. Mi Papá, mi Tía y mi Esposa en alguna parte entre el público. Mi mamá Omnipresente. No pienso en ella. Si pienso en ella pero trato de no profundizar. Vienen las escaleras.

Se logra el primer trabajo. Se cree que se puede devorar el mundo, pero se aprende el fondo y razón del dicho que reza que «más sabe el diablo por viejo que por diablo». Primeros errores. Se descubre, si se es muy afortunado, para que sirven las integrales triples. Se guardan algunos de los restos de aquellos cuadernos de las materias que o mas facil se sacaron, o que mas costaron, «por si acaso». Se mantienen en la biblioteca, mas que para usarlos como referencia, como para mantener el lazo con aquellos días en que se cargaban en todo momento. Finalmente desaparecen, en mi caso para dar paso a los libros de mi hija…

Me entregan el Título, le doy la Mano al Rector y siento el flash de la foto típica. En realidad no lo siento. Escasamente caigo en cuenta que está sucediendo. Mi hermano me impone la medalla. Por fin mi Mamá tiene a sus dos Ingenieros. Es la Mamá de los Ingenieros, pero no está. Pero si está. Nos abrazamos, y aplauden.

10 años después del grado, y muchos más después de conocernos por primera vez en un aula de clases, quienes fueron mis compañeros son mis compadres. Quienes fueron mis amigos son mis hermanos. Sus hijos son mis sobrinos. Nos reunimos y recordamos «aquellos tiempos», inventando planes de reencuentros para saber dónde están los demás. Sabemos que algunos ya no están. Sabemos que algún día también nos extrañarán.

Bajo las escaleras hacia mi puesto. El fotógrafo me indica como agarrar el título. Poso para la otra foto clásica. Finalmente llego a mi puesto, Título en mano. Lo logré!

Afuera, mi Tía, la Familia. Las fotos. Con mi hermano. Con mi esposa. Con mi papá. Momento de silencio. Mamá no está. Salimos del Aula Magna. Por fin puedo pasar por detrás de la estatua de Bolívar. La maldición no me puede caer, porque ya me gradué!

La fiesta. Los invitados. La Familia. Por un momento soy el centro de atención, esta vez por algo bueno. Espectacular! Se acaba el día. Se acaba la celebración. La mejor foto de la noche…

Y comienza una nueva etapa…
… etapa que ya no es nueva, pero que ha sido espectacular!