La incongruencia nos está matando… A diario establecemos compromisos que duran lo mismo que la conversación en la cual los hacemos. Muchas veces veo y escucho que alguien menciona el «say-do», pero definitivamente no lo estamos cumpliendo. Y es que en todo momento y en muchas situaciones nos vemos expuestos al látigo de la incongruencia, y por común, tristemente se nos hace normal asumirla. Desde una persona en Twitter que te ofrece alcanzar mas de 2000 seguidores, pero solo la siguen 29, pasando por nutricionistas que ofrecen modernos métodos para bajar de peso con un excedente importante del mismo en sus cuerpos, hasta los políticos que ganan elecciones en función de promesas que jamás se cumplirán. Y, la incongruencia más importante, aquella que practicamos con nuestros hijos. Es difícil identificar un mal peor al que le hacemos, en forma voluntaria o involuntaria, a nuestros hijos. Promesas no cumplidas, así como acciones diarias que van en contra de lo que se les exige que hagan, van formando unos seres que, aún cuando tienen las mejores intenciones, terminan fracasando en muchos de sus emprendimientos y sueños, simplemente porque no son capaces de «hacer lo que predican». Por eso, hagamos el esfuerzo de mantener la coherencia en nuestras acciones diarias, y así, con nuestro ejemplo, estaremos haciendo el mejor aporte para lograr un mundo mejor.