El día que perdí el habla


Si algo me ha caracterizado es mi elocuencia. Siempre con la palabra en la punta de la lengua, y preparándome para tener la correcta. En muchas situaciones, he logrado salir adelante gracias a ese poder, y nunca me había fallado, hasta el momento que voy a contar a continuación…

Luego de haber pasado por el proceso de selección, logré ingresar como Líder de Servicio a una empresa internacional. Esto implicaba, por una parte, que debía manejarme en inglés, lo cual no representaba ningún problema, sin embargo, no estaba acostumbrado a usarlo regularmente; y por otra parte, me tocaba conocer la forma como trabajaban en esta organización.

Aquel primer día llegué y estaban en una llamada donde presentaban el plan estimado para el mes que comenzaba, así como los detalles de los resultados del mes inmediato anterior. Apenas me incorporé a la reunión, me llevé mi primera sorpresa. Por una bocina hablaba mucha gente, todos en inglés, acerca de lo que se desplegaba en la pantalla, que era una hoja de excel inmensa con lo que me parecían miles de números. Mi nuevo jefe explicaba con una soltura los números, moviéndose como si nada en aquel mar de cifras. Yo, entre los distintos acentos de todos los que participaban, y aquella inmensa hoja de excel, pues no entendía nada. Seguidamente le dieron la palabra al Líder de Proyectos, quien explicó miles de detalles mientras mostraba distintas cifras en varias hojas del mismo monstruo numérico. Yo a duras penas podía seguir el ritmo, mientras pensaba que realmente no tenía ni la menor idea sobre lo que estaban hablando. Al finalizar, todos agradecieron su presentación, y en ese instante mi jefe dijo en español que se iba a presentar la parte de Servicio, y mirándome me dijo: Fernando, como el Lider del área, debes presentar la información. Me quedé totalmente paralizado de la impresión. Se me puso en blanco la mente. No sabía si estaba callado o balbuceaba. Trataba de organizar todo lo que se suponía que debía presentar, pero en realidad no tenía absolutamente nada que decir. Sentí que el tiempo corría muy lento y en medio de un silencio sepulcral, mientras miraba la pantalla sin saber por dónde comenzar. Luego de lo que sentí que fueron algunos siglos de muy incómodo silencio, sólo pude buscar la cara de mi jefe, con el sentimiento de derrota y vergüenza más grandes que había sentido, y fué entonces que me conseguí con su gran sonrisa. Me dijo «no te preocupes, que hoy es tu primer día y yo voy a hacer la presentación , pero para el próximo mes si te toca a tí«. El color debe haber regresado a mi rostro mientras el tiempo volvía a su ritmo normal.

Uno puede pensar que tiene mucha experiencia, pero afortunadamente se viven momentos que lo hacen poner los pies sobre la tierra y entender que siempre, siempre, habrá algo nuevo por aprender. Luego de haberme quedado sin habla como nunca antes en mi vida, decidí que más nunca me volvería a suceder y comencé a prepararme. El día que por primera vez si me tocó hacer la presentación fué muy difícil, pero lo logré, y aún hoy en día, luego de muchos años haciéndolo, siempre recuerdo esa primera vez y busco estar lo más preparado posible.

Hasta ahora nada me ha vuelto a anular el habla, pero ante la posibilidad de que suceda, me mantengo siempre cultivando mi humildad…

Fernando Castellano

El éxito y la humildad…


El éxito y la humildad se fueron al campo un día. Más pudo la humildad que el éxito que tenía.

Sin lugar a dudas, el éxito y la humildad van de la mano. Es imposible pensar en uno sin el otro. Muchas veces vemos al éxito como el hecho de alcanzar grandes metas económicas que sin lugar a dudas conllevan a tener cosas de gran valor monetario. Sin embargo, para mi, ese resulta ser un modo capitalista y exageradamente simplista de ver el éxito. El éxito, en mi opinión, es lograr la satisfacción en cada cosa que vives. Veo el éxito en mi hija cada vez que llega de la escuela; cada vez que hace sola una tarea; veo el éxito en la reunión con los amigos; veo el éxito en la satisfacción de una labor bien hecha, incluso si el resultado no fué el esperado.

Cuando se le pregunta a alguien si es exitoso, observo que pasan dos fenómenos: el primero es que se debe hacer una comparación inmediata con, no sé, Elon Musk?; y el segundo es que quizás por no verse como dicho personaje, o preferiblemente por el asomo de la humildad, se termina, cuando menos, esquivando la respuesta. Pero la respuesta en todos los casos está de más, porque SI! Todos somos exitosos!. El sólo hecho de despertarse, ya lo hace a uno exitoso entre todos los millones de personas que no lo logran. Y de ahí en adelante la lista de éxitos que logramos en un sólo día es inmensa. Pero, lamentablemente, nos hemos mal acostumbrado a pensar en el éxito sólo desde la perspectiva que nos han metido en la cabeza: Cuánto tengo para demostrarle al mundo que sí alcancé el éxito. Pues en mi caso, si pensara que eso es el éxito, con sólo mirar la ropa o el carro o lo que ha viajado una persona, la pregunta resultaría ridícula, pero mi intención al preguntar es precisamente descubrir los distintos matices del éxito en cada uno de quienes me rodean.

Lo que he descubierto es que el éxito no se predica, sino por el contrario se comparte. El éxito para cada quien es distinto. Es sobrevivir, es alcanzar una meta, es tener a todos sus seres queridos, es escribir un poema… Entonces, al no ser un factor absoluto, no es una realidad fácil de entender por todos ya que cada quien lo verá desde su punto de vista. Pero la realidad es que siempre está allí, y con la dosis de humildad correcta, podremos simplemente esbozar una sonrisa al pensar en lo afortunados que somos por cada éxito alcanzado, mientras el mundo sigue girando gracias a ese aporte que hemos hecho.

Fernando Castellano Azócar