¿Cómo llegué aquí?


Esta podría resultar ser una pregunta muy interesante de responder. Podría pasarme por los anales de la historia, para relatar las distintas teorías de creación del universo; luego, podría pasar a relatar las teorías de creación del hombre, su evolución hasta hoy en día,  y obligatoriamente tendría que pasar por el proceso biológico que conlleva al nacimiento de un niñ@. Pero no, este escrito de hoy no tiene esa intención. Por el contrario, me permito aprovechar este medio para plasmar un sentimiento y un pensamiento que ronda mi mente constantemente, por lo cual voy a comenzar ubicando al atrevido lector en el contexto que origina mi pensamiento.

 

Hoy en día soy Ingeniero de Sistemas, egresado de la Ilustre Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela. Hoy, después de algunos años de graduado, estoy disfrutando de ciertos privilegios que me ha dado el camino recorrido (lo que algunos llaman experiencia). Pero de repente siempre me pregunto: ¿Cómo llegué aquí?. Pues bien, recordando lo que sucedía hace muchos, muchos años, se me viene a la mente la primera computadora que tuve. Mi papá (de quien he hablado ya antes), compró (creo que no fue exactamente para mi) una computadora, en el año 80-82 (si no recuerdo mal). Era nada mas y nada menos que una Sinclair ZX-80, con nada mas y nada menos que una expansión de memoria de 64K, Y UNA IMPRESORA TERMICA, que el tamaño del papel no era mas ancho que un recibo electrónico de hoy en día. Pues bien, mi papá, eximio entusiasta de la tecnología (pero que nunca pudo con ella), nunca supo como usar esa máquina. No recuerdo si me pidió que lo ayudara o si yo por mi cuenta la agarré, lo cierto del caso es que al poco tiempo estaba haciendo mi primer programa en BASIC. A partir de allí, fueron muchas (créanme que mi papa fue un verdadero entusiasta de la computación) las computadoras que pude utilizar. Recuerdo la EPSON GENEVA PX-8, la primera portátil que tuve en mis manos; la inolvidable APPLE IIc (aun la tengo…), y ni hablar de la MACINTOSH Classic, y la 512… Luego, llegaron los clones. Pero bueno, me estoy saltando una parte importante del cuento. Yo siempre tuve especial atracción por la electricidad (quizás en otra vida fui verdugo, y achicharraba a la gente en la silla eléctrica), por lo cual desde muy joven decidí estudiar en la Escuela Técnica Industrial. Bueno, en realidad desde siempre quise ser militar, pero esa es otra historia que relataré en otro momento. Por ahora lo que contaré está relacionado con el hecho de que decidí estudiar en la ETI. Siempre me gustó, y de verdad que me fue muy bien. Cerca del momento en que se llenaba la planilla de la OPSU (no se si hoy en día aun se hace eso), en el cual a uno lo trataba un psicólogo (orientador, le llamaban), y le recomendaba que estudiar, y le daban a uno un librito rojo, donde estaban todas las carreras y las universidades e institutos (bueno, creo que en ese entonces no existían los institutos y universidades privadas de hoy en día), para que uno seleccionara sus tres opciones. Por supuesto que yo iba a estudiar Ingeniería Eléctrica (debo repetir que lo que quería era ser militar, pero ya dije que eso lo contaré en otro momento), pero un día, mi papá me agarró y me dijo: “hijo, el futuro son las computadoras. Por qué mejor no estudias Ingeniería de Sistemas, que está mas relacionado con ese futuro, y que tu ya has tenido la oportunidad de manejar y sabes como utilizarlas”, y me dio, como buen biólogo que es, nada mas y nada menos que el libro “EL ENFOQUE DE SISTEMAS”, de Von Bertalanffy. Por supuesto que en ese momento no lo leí. Estaba mas interesado en las celebraciones propias de la finalización del bachillerato. Pero bueno, lo cierto del caso es que llené mi planilla, casi llevado por la mano de mi papá, colocando Ingeniería de Sistemas en la ULA como primera y segunda opción, y por no dejar, coloqué Ingeniería Eléctrica como tercera opción.

 

Cuando llegaron los resultados, ya sabía que iba a estudiar ingeniería de sistemas en la ULA. Mi papá y mi mamá eran profesores, y por convenio tenia el cupo donde quisiera. Pero ojo, me salió mi cupo en Ingeniería Eléctrica… Bueno, lo cierto del caso, es que eso dio pié a que pudiera estudiar la profesión de la que hoy en día orgullosamente vivo, y a conocer a gente estupenda, como mis compadres, mi lector asiduo, y muchos otros que iran apareciendo poco a poco en estas y otras líneas sucesivas (ya hablé de mi esposa, debo nombrarla ya que ella “LEE” lo que escribo). No los nombro aquí porque se haría infinito el escrito, lo cual aburriría al lector, y me dejaría sin al menos 15 años de información para escribir, sin contar con los siguientes años, donde mucho de lo sucedido ha sido consecuencia de ese período

 

Ahora daré un salto cuántico al presente, específicamente al momento en que decidí escribir esto. Hoy en día, recuerdo a todos los profesores que trataron de explicarme lo que era un Ingeniero de Sistemas. El profesor Puleo siempre dijo que era “un todero”, que es quizás la mejor manera de expresar lo que es un Ingeniero de Sistemas. Aun leo la descripción de la Escuela donde estudié de lo que es un Ingeniero de Sistemas, y pienso que alguien recién saliendo del liceo JAMAS podría saber que era lo que iba a estudiar (por eso existía el orientador, que tampoco creo que tenia mucha idea ni de su trabajo, ni de la importancia del mismo, ni mucho menos de lo que uno debía estudiar). Pero mejor aun, recuerdo las palabras de mi papá de por qué quería que fuera Ingeniero de Sistemas, y definitivamente me queda la grandísima duda de ¿Cómo llegué aquí?, ya que todo apuntaba a direcciones distintas. Por ahora, como indiqué antes, vivo de mi profesión. He obtenido muchísimas satisfacciones con los trabajos que me ha tocado realizar y emprender. No he hecho todo el dinero que he querido, pero he tenido todo el que he necesitado, y bueno, aquí estoy, terminando de trabajar en mi casa a las 12 de la noche, para escribir estas líneas…

 

Definitivamente, después de escribir todo esto, me es irrelevante descubrir cómo llegué aquí. Lo importante es que aquí estoy, recogiendo los frutos de mi esfuerzo, lo cual estoy convencido que hubiese logrado independientemente de lo que hubiese sido de mi vida. Hoy en día puedo decir que mi papá no tenía mucha idea de lo que me planteaba. El que me dijeran que estudiaba “para todero” siempre me molestó, y realmente nunca me preocupó, mientras estudiaba, si algún día me iba a servir o no mi profesión. Fueron excelentes épocas por las que pasé, y que ahora me permiten escribir lo que ustedes leen.

 

…continuará… (siempre me saca la piedra cuando me colocan esas palabras en una serie de televisión).

 

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