Hoy es 23 de Enero. Seguro estoy que muchos escribirán sobre esta fecha, y algunos darán detalles de lo sucedido en aquella del año 58. En mi caso, y por todo lo que nos está sucediendo, me parece que es importante recordar ese pasado, pero más importante aún es ocuparnos de poder hacerlo hoy, mañana y siempre. Y es que de seguir las cosas así como van, lo más seguro es que hasta nuestra historia sea cambiada a conveniencia de su nuevo autor («por ahora», solo nos insisten en una interpretación adecuada a los planes del interlocutor), tal como sucede en el libro de George Orwell 1984.
Yo provengo de una familia que luchó por la democracia. Mi abuelo, Plácido Azócar, fué uno de los precursores que conspiraron contra el gobierno de ese entonces. Fué uno de los que organizó por primera vez el sindicato de obreros petroleros. Por cosas del destino, no tuve oportunidad de compartir con él en persona, pero si recuerdo los cuentos que en pocas oportunidades escuché, acerca de cómo los esbirros de la seguridad nacional «le volaron» los dientes a mi abuela mientras le preguntaban por mi abuelo, mientras este y muchos otros compañeros suyos se escondían en una guarida cuya entrada era una puerta escondida en un closet. Para la fecha del 23 de enero del 58, recuerdo que me decían que habían amarrado a una cama a uno de mis tíos, para evitar que saliera a meterse en esa gesta verdaderamente revolucionaria. Y así como yo, seguro estoy que muchísimos de nosotros, Venezolanos de nacimiento o «reencauchados», tenemos historias que, en conjunto, relatan lo que fué ese momento.
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Mi abuelo Plácido llevando a mi mamá el día de su boda |
Obviamente, los tiempos han cambiado. Actualmente nos enfrentamos a una situación que es más bizarra que democrática. Vivimos en un país donde el mismo que hace las leyes, a diario da instrucciones sobre cómo hacer caso omiso de las mismas. Un país donde le quitan la responsabilidad y los recursos a gobernaciones y alcaldías para atender las vías de comunicación, y meten presos a quienes tratan de solucionar el problema lunar que tenemos (lunar porque parecemos la luna de tantos huecos que hay). Un país donde el Presidente y sus acólitos dicen primero que «la delincuencia es una matriz de opinión creada por la oposición» y que el Gobierno ha invertido muchos recursos para mantenerla controlada, y luego acepta que sí hay delincuencia, pero que no es su responsabilidad sino de la oposición y los 40 años de cúpulas podridas. Un país donde el tema de la educación se maneja como elemento de disuación y/o distracción. Un país donde un invasor niega serlo «porque el terreno no tenía candado». Un país en el cual se pierde al menos la mitad de las horas hombre de su población laboral activa en colas. Un país en el cual una mayoría numérica vota por una opción, pero obtiene menos representantes en su Asamblea. Un país donde deciden profanar la tumba del Padre de la Patria, porque tienen la duda de si realmente están ahí sus restos. Un país donde exhiben con orgullo los resultados de sus cuerpos de investigación policial, pero que en no sé cuántos años no han siquiera dicho una hipótesis acerca del asesinato de Danilo Anderson. Un país donde se usa su Bandera Nacional para dar cobijo a quienes actúan en contra de las leyes. Un país «anti-imperialista», pero que vive de lo que le paga el imperio. En fin, un país donde todo es al revés. Un país bizarro.
Definitivamente, debemos reinventar nuestro país. Pero es importante que se entienda el «debemos». Y más importante aún es no sólo expresar nuestro más profundo sentimiento de apoyo a que se obtenga el resultado de esa tarea de reinventar nuestro país, sino que participemos activamente. Debemos ir más allá de estar pendientes de la discusión polarizada que se dará, en los próximos 5 años, en nuestra Asamblea Nacional, y ayudar a nuestros representantes con ideas y propuestas. Debemos ir mucho más allá de decidir participar en marchas y contramarchas (y recuerdo aquella canción que me presentó @jcredberry, que comenzaba «yo no soy neoliberal, tampoco soy comunista…»). Nuestro problema no es quién sale en Buenas Noches, y que dicen de esa persona en La Hojilla. Nuestro problema es que en una actitud cómoda, nos conformamos con participar con tan poco interés, que ni siquiera vamos a votar cuando la situación lo requiere. Debemos dar un paso al frente y ser parte activa en ese proceso. Cómo? bueno, opinando es un buen comienzo. Expresando públicamente lo que nos gusta y lo que no. Criticando lo malo y alabando lo bueno, independientemente de quién es el ejecutor. Esto es un proceso que debe comenzar en alguna parte, para que pueda finalizar en otra. Sólo así, podremos tener esperanzas de que nuestro país deje de ser bizarro.
Cada mañana, cuando salgo a «luchar por la economía», y veo a mi hija que va con ese ímpetu a su escuela, me entra la duda sobre qué futuro tendrá ella, y qué estoy haciendo yo para asegurárselo. Hoy pienso en que quizás lo mismo sentían quienes salieron el 23 de enero del 58 a dar el puntillazo final a ese país en el cual vivían. Insisto, los tiempos han cambiado, y los métodos no tienen que ser los mismos. Lo que si debemos lograr es que todos, o al menos una gran mayoría, asuman esa actitud. Sólo así podremos lograr el país que soñamos, y salir de la pesadilla en la que vivimos.
Epa Ferdi, tu abuelo organizó la huelga petrolera contra Pérez Jiménez, haciéndose pasar por gobiernero, por lo que visitó los campos petroleros conescolta y todo, pero ya había enviado instrucciones para que hicieran lo contrario de lo que él decía. Luego, el día antes se escondió. El es el personaje del sindicalista en la novela ¨La muerte de Honorio¨de Otero Silva. Léela.