Cuando se está en una actividad donde se puede ganar o perder, uno se debe preparar para cualquiera de los resultados. Muchas veces he dicho «nadie juega para ser el segundo», pero siempre es una opción. Mientras se está en la actividad, sólo se piensa en el triunfo. Es la manera de mantener el ánimo y las fuerzas para alcanzar el objetivo, que es ganar. Lo importante del triunfo de David sobre Goliat no es la victoria en si misma. David siempre estuvo convencido de que podía e iba a ganarle. De lo contrario no se mete en ese tremendo compromiso. Lo importante es que quienes dependían del triunfo de David no lo creyeron vencedor sino hasta que vieron a Goliat en el piso. Ahí, todos se volvieron «Davidistas». Allí el triunfo fue «de todos», pero, qué hubiese pasado si David pela la frente de Goliat? Habría pasado David a la historia como el enano que trató de vencer al gigante, y estuvo «a puntico» de hacerlo? No! La historia la escriben los vencedores, la historia trata de los vencedores, y anoche se escribió una página de la historia sobre Henrique Capriles Radonski.
La sangre aún brota a borbotones. La herida está abierta, pero tal como un soldado en batalla, hay que aplicar primeros auxilios y seguir adelante. El objetivo no era sólo la Presidencia. Era un paso muy importante, EL medio, pero definitivamente no el fin. El fin es lograr el país que tanto ansiamos. El país que merecemos dadas las circunstancias geopolíticas de Venezuela. Y ese objetivo no ha desaparecido. Nos convertimos en la honda para que nuestro David lanzara la piedra, la cual acertó el blanco, pero no en el punto para que Goliat cayera. Por poquito lo logramos. El golpe lo hizo tambalear, pero siguió de pie. No erguido, adolorido, pero de pie. Nuestro David ha estado a punto de decir «por ahora». Lo sugirió de una manera tal que aún le debe estar retumbando la pedrada a Goliat, y «Dios mediante», vendrán otras, hasta que finalmente lograremos alzarle la mano a David. Hoy Nuestro David, pero ese día, el de todos!
Ayer me sentí un héroe. Salí como no recuerdo haber salido antes, con la decisión de dar mi aporte en la justa que nos tocaba. Vi en las miradas de quienes me acompañaban la voluntad de darlo todo. En la noche, mientras escuchaba a Capriles, recordaba aquella escena del drama Enrique V de William Shakespeare, que rememora la batalla de Azincourt, ocurrida el 25 de Octubre de 1415, cuya fecha es el día de San Crispin. En la víspera de la batalla (conocida luego como la batalla del día de San Crispin), el Rey Enrique V dirigió un discurso a sus menguada y agotadas tropas (6000 hombres). Los ingleses se saben perdidos ante 25000 franceses y el Rey intenta animarlos con unas palabras maravillosas, apelando a la camaradería y a su valor.
Al día siguiente, la banda de hermanos de Enrique V aplastó al ejército francés en Azincourt de una manera absoluta, gracias a sus arqueros y la mala estrategia francesa y a pesar de la gran diferencia de hombres entre cada ejército.
Ayer, como banda de hermanos dimos todo. No nos importó la diferencia entre David y Goliat. Dimos todo en esa batalla, y al final se nos hizo esquiva la victoria. Pero, no es el final. Desear la Venezuela que por Justicia Divina nos corresponde merece los más altos sacrificios. El clarín de la retirada nos retumba aún en los oídos, pero no es el fin del camino. Tenemos un Líder; tenemos las ganas y, lo más importante, somos una fuerza que en tamaño estamos casi equiparados. La pedrada le dió a Goliat, de eso no puede quedarnos duda, y con este liderazgo, iremos avanzando por el camino del progreso, sorteando los escollos, hasta lograr la meta: un país de prosperidad para todos.
Estamos comenzando a recorrer el camino…