Socialipsis


Le tengo miedo a la oscuridad. Desde pequeño le he tenido, y en la medida en la que he aprendido de la existencia de los Zombies, mi miedo se ha convertido en conseguirme con uno en plena oscuridad.  Por ello, le he huido a todo el mundo de los Zombies, lo cual incluyó el ni siquiera soportar ver la propaganda de la serie «The Walking Dead«. Pero, de esas casualidades que suceden sin explicación, en un podcast que escucho explicaron algunos detalles de esa serie que me dejaron atónito. Básicamente, cuando explicaron que la serie no era sobre los zombies, sino sobre los que intentaban sobrevivir, y como se intensificaban las relaciones entre ellos, pues no tuve otra opción que respirar profundo y comenzar a verla. Y vaya sorpresa que me llevé!
Ciertamente, en la serie hay Zombies, pero realmente lo que me ha «enganchado» es ver cómo los aún no infectados luchan por sobrevivir, y cómo esa lucha conlleva batallas internas, entre ellos, como grupo, contra otros grupos y, final y obviamente, contra los Zombies.

Entre tanto lío por el que estamos pasando, y en esos momentos de pausa donde medito, comencé a ver algunas similitudes entre el mundo infectado por zombies, y la realidad venezolana. Primero, los zombies: criaturas que no hacen mas que deambular por el mundo, como con un sexto sentido que los hace sentir donde hay humanos vivos, para ir a atacarlos salvajemente y quitarles lo que ya ellos no tienen: la vida. Y eso me hace recordar como la gente deambula de cola en cola, todos juntos, sin realmente tener claro si necesitan o no lo que van a comprar, simplemente porque lo necesitan o puede ser que algun dia lo hagan. Así tal cual como cuando los zombies escuchan el ruido que hacen los vivos, así mismo sucede cuando un venezolano ve una bolsa de mercado. Voltea, abre la boca, deja lo que era su plan para ir en la dirección de esa bolsa, como si se tratara de cerebros frescos, atraen esa multitud de «caminantes» que sin mas simplemente se meten en la cola, y pululan por horas y horas alrededor de los supermercados, esperando por alguna víctima. E incluso, se mueven todos al mismo paso mientras van a marchas y discursos sin mas razón que por no tener nada mejor que hacer. Porque si de algo estoy seguro, es que no los atraen los cerebros de los humanos que dan los discursos. Ya esos están secos desde hace mucho tiempo…

Y los sobrevivientes… Los que nos negamos a asumir que el mundo se acabó. Los que a pesar de las circunstancias buscamos salida, y luchamos a diario contra los zombies y contra quienes inocularon el virus. Los que nos buscamos, y convencemos a nuestros pares que no somos el enemigo, que debemos dar muestras de no haber sido mordidos ni rasguñados por los zombies. Los que nos aferramos a la esperanza de que en alguna parte, en algún momento, llegará la cura, razón por la cual luchamos a diario, enfrentándonos a los zombies y marcando cada día que pasa como uno menos que nos acerca al momento en que la cura sea aplicada. Los que no tenemos la menor duda de que este «Socialipsis» terminará, y todo regresará a la normalidad que tanto necesitamos.

Mientras tanto, sigo viendo mi serie. Aprendiendo. No pretendo perderle el miedo a la oscuridad, pero al menos ya sé que hacer si me consigo un zombie. Nunca se sabe, y más cuando se anda por la calle y se ven los zombies peleando por un papel toalé o por un champú…

Misión Milagro


Dios es mi Testigo de cuánto lo he intentado. He seguido el consejo de expertos, para alejarme del «ruido» que se produce en Venezuela con respecto a nuestra situación política. He de confesar que desde que tomé esa decisión, mi vida ha cambiado. Ahora veo al Gobierno y a la Oposición como exactamente lo mismo: sectores en lucha por el poder. En realidad, al menos el Gobierno tiene su «Plan de la Patria»; La oposición, pues su plan es que no se siga aplicando la interpretación madurista-cabellista del plan del galáctico. Pareciera ese ser un buen plan, pero de muy corto alcance, y al no ver qué va a pasar luego de que paren los sueños socialistas, pues siento que cambiamos de abismo, pero seguiremos en caída libre. La situación se hace agobiante para todos, obligándonos a buscar salidas a esa presión que se está acumulando en cada uno de nosotros.

Cada vez que cometo la osadía de ir a comprar cualquier cosa, siento el mismo ardor en mi mente, un ardor que me carcome, me aterra, y me persigue cada segundo. Todos sabemos la razón, el motivo de por qué estamos sufriendo esta humillación permanente, pero, excepto contados casos muy generalistas, nadie plantea cómo será el proceso de recuperación, en términos realistas, mundanos.
Luego de 2 años en los cuales me descuidé, finalmente decidí ir a hacerme mi examen de la vista. La primera sorpresa es que la consulta cuesta 2 mil bolivares (quisiera «internacionalizar» este monto, pero no sabría si usar el dolar CADIVI, CADIVI II, SIMADI o DOLAR TODAY). Lo cierto del caso es que esa consulta es equivalente al 30% del sueldo minimo, además de que al menos mi doctor exige que el pago sea en efectivo. Luego de hacerme el examen, gracias al seguro que tengo, fui a ver por los lentes. Por mi formula, los cristales tuvieron un precio de 3 sueldos minimos, que pude pagar con endeudamiento en mi tarjeta de crédito. Al final, mientras medito, sobándome del trancazo, pienso en cuánta gente andará por ahí ciega, al no tener oportunidad de adquirir unos lentes. Obviamente, saldrá algún defensor oficialista a decirme que para eso existe la misión Milagro, pero bien sabemos que el Milagro no es esa misión, sino lograr que te consideren en la misma. El Milagro es conseguir carne, no por la disponibilidad, porque si la hay, sino por el precio al cual se consigue; el milagro es tener la esperanza de ver crecer a tus hijos sanos, cuando no pueden consumir leche, porque no hay; el milagro es mantenerse positivo viendo panaderías ceradas por no haber harina; el milagro es no entender a alguien que decide salir a robar para sobrevivir, cuando en su casa tiene una mujer embarazada que no consigue las vitaminas y medicinas que necesita para tener un bebé normal, mientras otro llora con las nalgas quemadas al no contar con pañales, ni crema, ni fórmula infantil; el milagro es no sentirse identificado con esa persona que en una farmacia llora desesperada porque no se consigue el tratamiento que necesita un familiar para vivir; el milagro es mantener la cordura y la sinderesis cuando un profesional universitario te dice que solo come arroz y pasta (cuando la consigue) porque no le alcanza su sueldo sino para eso; el milagro, el milagro es lograr que ese ardor, ese fuego que te carcome mientras estas pensando en tanto que nos pasa, se convierta en soportable con el tiempo.

Dadas las condiciones en las cuales vamos a las elecciones de Diciembre, que muchos asumen como «la salida», donde tenemos una Mesa de la Unidad mas desunida por las ansias de poder que nunca; un gobierno dispuesto a gastar los recursos que quedan en asegurar su estadía en el poder; y un pueblo entretenido en nada más y nada menos que su supervivencia, ciertamente debe suceder un Milagro para que las cosas se arreglen. Pero, como buen cristiano, si creo en los Milagros. y por eso, todos los días me empeño en convencer a quienes me rodean que debemos seguir luchando. Es la misión que siento que me ha sido asignada. Es Mi Misión Milagro, donde todos tienen cabida.