Había convencido a las autoridades del Aeropuerto Internacional que me dejaran entrar al área de llegada de los vuelos, y a pesar de que el vuelo había llegado, no encontraba al grupo de Daneses que venían a ejecutar el proyecto. Incluso, logré entrar al avión luego de que hasta el piloto había salido, pero estaba vacío. Y en ese momento recibí la llamada de mi Jefe preguntándome por la gente, a lo cual le tuve que decir, al borde del desespero, que no sabía dónde estaban. Y el sólo me dijo de manera inequívocamente entendible, fuerte y claro: «Pues no sé qué vas a hacer, pero me traes mis Daneses!!!»
Tenía yo varios años trabajando en la empresa a cargo de la ejecución de proyectos, y se había presentado este, que representaba varios retos muy importantes: Lograr en un tiempo suicida importar mas de 15 toneladas de equipos provenientes de 5 países para instalar el sistema que proveería servicio en forma simultánea en 5 sitios alejados en la ciudad y que representaba el éxito o fracaso del evento que nos contrataba. Era una tecnología que no conocíamos, por lo cual parte del alcance era tener en sitio a personal técnico de la fábrica que aseguraría la correcta instalación y funcionamiento del sistema en cada uno de esos sitios, y nosotros proveeríamos todo el background técnico de instalación de los equipos. Luego de algunos proyectos ejecutados bajo mi dirección, se me había asignado la responsabilidad de coordinar todo el proyecto como PM.
Las reuniones de planificación comenzaron como un mes antes, y por lo crítico del tiempo teníamos un esquema muy estricto. Como a la mitad del tiempo transcurrido antes de la fecha de comienzo de la ejecución del proyecto, se estableció una reunión un Domingo en la mañana. Yo por esos días vivía en otra ciudad, por lo cual me quedaba donde otro compañero de trabajo. La noche anterior estuvimos conversando hasta tarde de los detalles, y por alguna razón, aquel domingo no me desperté a tiempo para asistir a la reunión. No solo me quedé dormido, sino que caí como en trance de sueño, de manera que no escuché ni las múltiples llamadas que nos hicieron, ni los despertadores. La reunión era a las 8 de la mañana, y yo me vine a despertar prácticamente a mediodía. Obviamente, ya pensaban que nos habían secuestrado o que algo nos había sucedido, ya que no er para nada normal que diéramos muestra de tamaña irresponsabilidad, lo cual nunca habíamos hecho. En lo que me desperté y vi el reloj, el corazón me dió una vuelta completa. Sabía que de ésta no saldría vivo…
Hice de tripas corazón y realicé la llamada a mi Jefe. Cuando le expliqué que me había quedado dormido, comenzó el salmo responsorial, de manera que para no perder el sentido de la audición en el oído al cual apoyaba el teléfono, decidí colocarlo a la segura distancia que me proveía mi brazo, con lo cual aún podía escucharle todo el discurso que merecidamente me daba. La llamada se cortó por alguna afortunada razón, y llamé a otra de las personas que estaban con él, quien me dijo que mejor me quedara donde estaba, y esperara a que se calmara un poco, mientras en el fondo seguía escuchandolo con total claridad…
El lunes llegaban los expertos, que venían de Dinamarca, con quienes, como PM, había establecido todos los detalles requeridos para llevar adelante la ejecución del proyecto en forma exitosa. Asimismo, había coordinado toda la logística de busqueda de los equipos que llegarían a la aduana aérea, de manera que el equipo a cargo de esa labor estaba ya en sitio esperándolos. Como encargado de un proyecto de tal magnitud, tenía a mi disposición todos los recursos que podría necesitar; Había estado coordinando con los distintos actores desde hacía mas de 2 meses en incontables reuniones, siempre con la total confianza de la empresa y su equipo de Dirección; sin embargo, dadas las circunstancias de ese fatídico domingo, fuí removido de la responsabilidad de PM de forma absoluta e inmediata… Y, al día siguiente, yo iba como parte de la comitiva de la empresa, a buscar al equipo que llegaría. Para ello, había coordinado una Van de Lujo, que estaría esperandolos para trasladarlos al hotel, y estaría uno de nuestros vehículos también disponible para llevar todo el equipaje. Yo, estaría acompañando al Director de la Empresa en la recepción y para conocer en persona a todos con quienes tenía trabajando ya por mas de un mes vía remota, e iríamos todos en la van ya trabajando en los detalles para aprovechar al máximo el tiempo disponible. Pero, con el cambio de rol, vino una de las mayores lecciones de mi vida profesional…
En lugar del traje y la corbata para ir en la Van, me tocó manejar la camioneta donde se transportaría el equipaje. Además, me asignaron la tarea de ir al aeropuerto, hablar con alguien y solicitar que se tuviera reservado un espacio al frente de la puerta de salida del terminal internacional para estacionar allí la van donde llegaría mi Jefe a buscar a nuestros invitados, y además debía contactarlos antes de salir al área de espera para atenderlos en todo lo que necesitaran. Yo honestamente casi ni sabía cómo llegar manejando al aeropuerto, pero no tuve oportunidad de decir que no… En la madrugada me fuí en mi camionetica al aeropuerto, como pude llegué, y fuí a coordinar el tema del estacionamiento frente a la salida. Fueron horas hablando con mucha gente, casi hasta con el Director del aeropuerto, ya que aparte de mirarme como si fuera un extraterrestre haciendo esa solicitud, no daban crédito a lo que pedía. Lo cierto del caso es que despues de como 4 horas de hablar con mucha gente, logré tener el espacio reservado y escoltado por dos militares. También solicité entrar a esperar al grupo de personas a la salida del avión, lo cual fué otro motivo de miles de llamadas, conversaciones, ruegos… Pero, también lo logré y, aunque no lo crea quien esto lee, me permitieron entrar a la zona identificada como «estéril» y esperar, a la salida misma del avión, a la gente que llegaría. Pero, entre tanta gestión, logré estar en la salida del vuelo justo cuando salía el piloto, copiloto y las azafatas. No había llegado a tiempo. En ese momento me llama mi jefe que va llegando, por lo cual le dí la ubicación donde lo estaban esperando para estacionarse, y me fuí corriendo a la zona de espera del equipaje. Busqué por todos lados y no estaban. No iba a ser difícil encontrar a un grupo de 6 Daneses juntos, pero no estaban. Me volvió a llamar mi Jefe para preguntarme dónde estaban, y no me quedó otra opción que decirle que no sabía, que los había esperado en la puerta del avión como me había dicho, y no estaban, y tampoco en la parte de espera del equipaje. Nuevamente, hice uso de la extensión de mi brazo para escuchar, fuerte y claro: «Pues no sé qué vas a hacer, pero me traes mis Daneses!!!». La verdad es que en ese momento me senté y lo que pensé fué mandar todo al demonio. Que se fuera él, los Daneses, el proyecto y mi trabajo al mismísimo infierno. Me paré y regresé al avión, al cual ya le daban servicio de limpieza, y verifiqué que no estuvieran allí. Salí ya calmadamente hacia el sitio donde esperaba mi Jefe, y en el camino me llamó para decirme que ya estaban con él, que me apurara para que se pudieran ir. En medio del calor de la zona y la corredera a la que me había sometido, salí todo sudado y efectivamente estaban todos frente a la van que los transportaría. Llegué con mi acostumbrada sonrisa, eso sí, sin siquiera cruzar miradas con mi Jefe, y me paré frente a la puerta para saludar a los recién llegados. Extendí mi mano y, en ese preciso instante, mi Jefe me puso una de las maletas de los recién llegados, y me dijo «encárgate de montar todas y llevarlas al hotel». Frente a mi fueron subiéndose, uno a uno, los invitados, y yo con cara de circunstancia parado con la maleta en la mano… de último mi Jefe, quien cerró la puerta, y luego arrancó la van. Y alí me quedé yo, solo, con unas 10 maletas que llevar a la camionetica que cargaba, para ir a dejarlas en el Hotel, lo cual no iba a ser tarea fácil ya que ni siquiera sabía cómo llegar al mismo. Como pude llevé las benditas maletas, las subí, y me embarqué en el viaje al Hotel. En el camino me perdí, tuve que llamar a pedir orientación, y finalmente, unas 3 horas después, estaba entregando las maletas en el hotel.

Ya estaba más que clara mi situación, en la cual pasaba de Director de la Orquesta a público de galería… Pedí entonces instrucciones de qué hacer, y me indicaron que me fuera a la Aduana Aérea a ayudar con la carga de los equipos para su traslado. Nuevamente me fuí vía al aeropuerto, esta vez ya sabiendo como llegar, y me uní al equipo de quienes estaban ya trabajando en cargar los camiones para llevar los equipos a su destino final. Cuando llegué, la persona que estaba a cargo de ese trabajo se me quedó mirando y, muerto de la risa, me dijo «Y qué haces tu aquí??? Si tu eres el Dios que está encargado de la ejecución del proyecto???!!!» Y mi respuesta fué: «era… era…».

La historia quizás suene fuerte, pero viéndola ahora en perspectiva, bajo las circunstancias críticas en las que estábamos por el compromiso adquirido de ejecución del proyecto, pues la verdad que no podía haber otra forma de que hubiesen sucedido los hechos. Para mí, fué una lección muy dura pero, como indiqué anteriormente, de las más importantes en mi vida tanto profesional como personal. Sobre las lecciones aprendidas, primero que nada, uno no puede creer que a pesar de haber llegado a ocupar cargos de responsabilidad importantes, puedan quitarle el rango y ponerlo a hacer cuaquiera de las actividades mas básicas. Por eso, como encargado de un proyecto, es importante conocer hasta los más pequeños detalles, qué va a hacer cada uno de los participantes, porque, por una u otra circunstancia, puede terminar tocándole a uno ejecutar esas tareas. Por otro lado, la responsabilidad; Se debe ser absoluta y totalmente responsable, sin ninguna excusa. Si hay alguna duda, se debe considerar antes de que se le aigne la responsabilidad, ya que después son demasiados factores que dependen de uno. Con mi Jefe aprendí que uno, como Líder, debe ser el primero en llegar y el útimo en salir, y es algo que trato de cumplir cada día de mi vida. Y, finalmente, entender las circunstancias en las cuales suceden las cosas. En ese momento me sentí incluso ofendido por lo que me estaban haciendo, pero, realmente, no era un tema de merecerlo o no, sino más bien de entender que simplemente estaba siendo parte del mismo proyecto que había coordinado. Luego se limaron las asperezas, nos dedicamos a la ejecución tal como estaba estimado. Yo, como quien había hecho todos los preparativos, pasé a coordinar la parte técnica, y al final, a pesar de tener todas las circunstancias en nuestra contra, logramos que un equipo de mas de 50 personas se alineara para entregar, en tiempo y calidad, lo que se había requerido. Fué un éxito total el proyecto.
Como parte de mi proyecto de escribir historias sobre las personas que han ejercdo influencias importantes en mi vida, ya estaré identificando a uno de los actores principales de esta historia…