Silencio por necesidad


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Photo by Zulmaury Saavedra on Unsplash

Para mi hay 3 momentos en los cuales las palabras sobran:

  1. Al dar el pésame
    Quizás si la persona que falleció fué también muy cercana a uno, o uno muy cercano a la persona a quien se le dá, pues podrían caber algunas palabras, pero en general me es muy difícil decir «mi sentido pésame», por lo cual me hago del silencio, y busco transmitir con la mirada y un abrazo, cuánto lamento la situación por la que la vida hace que inevitablemente pasemos.
  2. Al despedir a alguien (en el trabajo)
    Un buen día, como parte de is responsabilidades laborales, pues me tocó despedir a una joven muy trabajadora que nos asistía administrativamente. La decisión no tuvo nada que ver con su desempeño, sino con una reducción de personal en la empresa. Apenas le dí la noticia, aquella joven comenzó a llorar de manera inconsolable. En medio de su llanto, expresaba su desesperación preguntando como a la nada «y ahora qué voy a hacer?». Mientras sus lágrimas caían, contaba cuánta gente dependía económicamente de ella, y preguntaba en voz alta, mirándome a los ojos, sobre el destino de ellos. Mi primer impulso fué consolarla, diciendole que ante el hecho de que era una joven profesional, pues encontraría otra oportunidad quizás hasta mejor; que todo estaría bien, pero justo en el momento en el que iba a hablar, pensé que me podría responder que si así la veía, por qué mejor no la despedía… con un nudo en la garganta decidí que lo mejor era mantenerme en silencio, esperar a que se calmara, y ver como finalizábamos el momento. Y luego han sido muchos los momentos en los que me ha tocado estar en la misma situación, reiterando que no hay mejor opción que hacer uso del silencio.
  3. Cuando hablo con un venezolano que está en Venezuela, y me cuenta por lo que está pasando
    Sea amigo, familiar, conocido, es un momento en el cual, de mi parte, solo cabe el silencio. Habiendo tenido la oportunidad de salir del país hace algún tiempo, y a la luz de todas las cosas que suceden allá, minuto a minuto, y que uno conoce por la familia que aún se tiene viviendolas, pues no me atrevo a decir nada. Qué palabra de aliento se puede dar a quien se aferra a la esperanza en unas circunstancias dantescas? Cómo se puede opinar sobre una situación que le es tan difícil a no entender, y que incluso ni los que la viven directamente la entienden? No se acerca ni someramente a un acto de justicia, o tan siquiera humano, el descargar la frustración, la ignominia, la incertidumbre que uno siente sobre quien inocente e inevitablemente está sometido al vejamen de quienes ni en el reino animal pueden tener cabida, de manera que con un gran, inmenso esfuerzo, prefiero guardar silencio, como acto de respeto y reconocimiento para con mi interlocutor.

En los dos primeros casos, quizás puedan encontrarse opciones para romper el silencio que siento obligatorio; pero en el último, jamás perderé la esperanza, la fé ni la certeza de que pronto podremos gritar hasta perder la conciencia sobre la reconstrucción de nuestro país.

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