Fiel a lo que me enorgullece


No creo que deje de sentir una gran frustración cada vez que recuerde la forma en la que el Director de la Escuela de Ingeniería de Sistemas se rió de mí con la propuesta que le hice…

Asimismo, siempre recordaré ese orgullo que sentía mi papá cada vez que escuchaba el Himno de su Universidad, la Central de Venezuela. No importaba donde lo escuchara, se ponía de pié, y si había alguien más que hubiese estudiado allí le decía: «páres carajo! que es el Himno de nuestra Universidad!». Algunos, quizás por pena, le hacían caso. Esa imagen la tengo muy presente, y luego cuando me tocó estudiar en la Ilustre Universidad de Los Andes, lo entendí. Y es que aún hoy en día con tan sólo recordar la música se me vienen tantas cosas a la mente, y al escuchar la letra hasta se me erizan los pelos, con un orgullo muy especial que esperaría que todos sintieran al escuchar el himno de su Alma Mater. Pero aquel día en que hablé con el Director de mi Escuela, la vida me dió una lección para el resto de mis días.

Dedicaba yo en mis días de estudiante mucho de mi tiempo a actividades políticas, que por lo general reunían a muchas personas. Recordando el ejemplo de mi papá, me pareció una excelente idea el tratar de inculcar en los demás ese orgullo por los símbolos de la Universidad, por lo que decidí que al inicio de cada actividad, se escuchara el Himno. Y, siendo el caso que el Director de la Escuela no sólo era una figura representativa de la estructura y el gobierno universitario, sino que además era músico, y de hecho tenía un grupo que interpretaba, entre otras canciones, el Himno en muchos actos académicos, pues asumí que estaría encantado con la idea, por lo que fuí con mi pecho henchido a plantearle mi propuesta, y fué cuando me estrellé contra esa pared de ladrillos retóricos…

Entre risas y hasta burlas, trató de convencerme de la estupidez que le estaba planteando. Pensando en que quizás su punto era la logística para que el grupo estuviera en cada acto, le propuse que al menos pusiéramos una grabación, y su risa fué mayor, por lo que con una carga inmensa de ironía me dijo: «a quién le va a interesar escuchar el Himno de la Universidad!?». Quizás debí ser más impositivo, pero la verdad es que me causó tal impresión el obtener esa respuesta de una figura como la que él representaba, que no pude más que darme la vuelta y meterme mi orgullo por donde no me diera el sol…

Todos tenemos muchas cosas de las que nos sentimos orgullosos. Cosas que en muchos casos son muy particulares, tanto que a cualquiera otra persona puede parecerle una ridiculez. Sin embargo, las razones que generan ese orgullo son más que suficientes para mantenernos fieles y, cuando menos, ser muy humildes con ese sentimiento, de manera de no imponerlo ni atropellar a nadie por ni con el mismo, pero sí manteniéndolo por encima de cualquier opinión.

En mi experiencia, lo que nos enorgullece es un medio simple para mostrar nuestros valores. Haga el ejercicio, piense en lo que le enorgullece y podrá claramente identificar sus valores. En mi caso me enorgullece mi familia, mi trabajo, mi pasado, el velar siempre por la justicia, el no soportar la traición… Y a usted, qué le enorgullece?

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