Esta semana fue muy dura para mi. En un gesto de apoyo con mi hermano, que está aún en Venezuela, su agradecimiento me partió el corazón en mil pedazos: un monto equivalente al doble de su salario mensual le alcanzó para invitar a mis sobrinos a comerse una pizza… solo recordarlo me hace sentir tan mal, y al mismo tiempo tan bien que al menos pudieron disfrutar eso que desde hace tiempo querían… y pensé en todo lo que desde afuera vemos que sucede; recordé un video en el que persiguen a miembros del gobierno en un aeropuerto fuera de Venezuela con una envidia de haber estado ahí… es muy complicado esto por lo que estamos pasando, no sólo para quienes siguen allá, sino para quienes desde fuera vemos lo que podemos, con los ojos lleno de lágrimas aguantadas y ese nudo en la garganta que ahoga el grito de dolor… y con una esperanza cada día más convencida de que la solución la aportará la inevitable realidad de la muerte cuando decida llegarle a cada uno de los que gobiernan nuestro país. Y en el medio de ese crisol de sentimientos, mi rabia, mi impotencia generó lo que comparto a continuación:
Cuando caiga el maduro
No lo voy a celebrar
Porque una alegria tan grande
No se puede expresar
Cuando caiga el Maduro
El mundo va a temblar
Porque todos sus expatriados
Al unísono vamos a bailar
Cuando caiga el Maduro
Las redes van a explotar
Porque finalmente muchos
Avisarán el día en que van a regresar
Cuando caiga el Maduro
No lo voy a celebrar
Porque no quiero que solo caiga
Sino que en la tierra cese su andar