Fernando J. Castellano Azócar
En estos días recordaba de una vez que fuí con mi esposa a que le arreglaran un problema en su carro que parecía ser el tubo de escape. Llegamos a un taller donde el dueño está a cargo y pendiente de su negocio. Nos recibió un señor muy amable que nos dijo que esperáramos que se desocupara el mecánico que trabaja con tubos de escape. Luego de un par de horas de espera, al subir el carro para que lo revisaran comenzó la historia… había un orificio, como una cortada en el tubo de escape. Que eso requería 4 puntos de soldadura, pero que íbamos a decir al dueño que era uno solo y a ellos (al que recibió el carro y al «tubero»), le pagábamos otro. Tremenda oferta! 2×1! También el silenciador requería cambio. Nos dijo el encargado que era muy costoso el silenciador nuevo, pero que nos iba a dejar una notica en el carro cuando lo bajara, con su nombre y telefono, para que lo llamáramos y nos lo conseguía a mitad de precio, pero que eso «quedaba entre nosotros». Me molesté mucho y le dije a mi esposa que se encargara ella de eso pues yo no iba a participar en un robo organizado contra el dueño del taller. Al final, el «tubero» terminó bravo porque hizo el trabajo y solo pagamos un punto de soldadura (que es lo que el dijo que hacía falta al dueño del negocio); en medio de su molestia nos dijo que ese trabajo no lo ofrecían (para que nos lo ofertó entonces?), porque el tenía que hacerlo sin lentes y no iba a perder su vista por nada. Arrancó la propina que le dió mi esposa, y al final salimos sin el ruido ensordecedor que nos llevó allí. Y de paso, efectivamente en el carro estaba la notica con el nombre y teléfono del encargado…
Hay quienes justifican su forma de robo (siendo reposeros, haciéndose los locos, llegando tarde y saliendo temprano o sencillamente al no hacer el trabajo para el cual fueron contratados) con la frase «es que me pagan menos de lo que merezco». Otras variantes son «no tengo ningún beneficio si hago mas de lo que debo», y así, en muchas empresas, se repite el acto delicuencial. Pero todo se cubre con «la situación económica del país» que es la que tiene acabadas las empresas, que no deja de ser una razón válida, pero otra son los empleados que asumen la actitud del «vivo». Y cuánto puede crecer el sector productivo si su fuerza principal lo que hace es robarla? Para que invertir en maquinaria y tecnología, si el factor humano que la maneja solo piensa en como «sacar el mayor provecho»?.
Que pasaría si se trabajara conscientemente, y ante los resultados de la empresa se obtuviera un merecido reconocimiento? Muchos dirán «si, y luego llega Harry Potter y nos lleva de viaje en su Nimbus 2000», pero por qué no intentarlo? Por qué no ser hombres y mujeres honestos, que aporten el trabajo por el cual fueron contratados, ni más ni menos. En todo trabajo siempre habrá una diferencia importante entre lo que se quiere (o necesita) para vivir y lo que se gana. Es como una ley, no tan buena, pero ley al fin. Pero lo único que se puede hacer al respecto es cumplir con el compromiso en base al cual nos pagan.
No hay nada que justifique el daño que se hace a la confianza que nos dan, a la empresa en la que se trabaja, y al país en el que se vive, cuando por la razón que sea se pasa a ser un estafador. Se podrá hacer dinero, pero jamás se saldrá de la pobreza. Por eso, cuando vea que tiene más excusas por las cuales no hacer su trabajo que satisfacciones por el trabajo realizado, busque un nuevo aire. Porque de no tomar una acción en concreto terminará preso muy probablemente en la cárcel de su propia mediocridad.


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