La Conchita de Jabón


Es imposible no tener ese sentimiento de culpa cada vez que la veo. Siento que traiciono a todo mi país, a mi familia, cuando la agarro y la boto para cambiarla por una nueva. Y es que se me hace presente la frustración que sentía cuando a las 4 de la mañana de cada día que iba a trabajar, tenía que darme un baño «de totuma» con un agua terriblemente fría que estaba en un tobo donde la guardábamos los pocos días que llegaba, y que no podía ser movida porque se alborotaba el sumo de Dios sabe que cosas acumulado en el fondo. Y obviamente, parte de aquel baño, para ser tal, debía incluir jabón para remover efectivamente el sucio propio del cuerpo. En el mejor de los casos, el que teníamos era como un arcoiris de colores pasteles, formado por los restos de las muestras de que Dios existe al permitirnos disfrutar de una barra de jabón para el cuerpo, en cuyos casos, lo usábamos con mucha conciencia, tratando de no desperdiciarlo, para lo cual hasta pensaba que lo mejor era depilarme para que los pelos del cuerpo no lo gastaran más de lo necesario, y al final, la conchita que quedaba la guardábamos con la esperanza de repetir la suerte y tener otra, y otra, hasta contar con un nuevo jabón formado por la suma de nuestra suerte. Pero, precisamente, la suerte no se repetía tanto como queríamos, y las opciones eran tan degradantes como el discurso del gobierno tratando de convencernos de que era lo normal, en comparación con lo que debía suceder, a lo que habíamos estado acostumbrados, lo que debe ser de acuerdo a los derechos humanos.

Cuando era pequeño, muy de vez en cuando lavaba mis zapatos deportivos con un cepillo y una «barra de jabón azul» que se usaba para la ropa, los perros, y cualquier otra cosa mundana, pero nunca, nunca!, en el cuerpo humano, ya que se suponía que las propiedades de dicho jabón eran prácticamente radioactivas! Así vivíamos en todo el país, donde sin duda alguna cada casa tenía una barra de jabón azul. Pero la situación cambió, y con la desaparición, entre demasiadas cosas, del jabón para el cuerpo, sólo quedó la opción del jabón azul, que por su tamaño debía ser cortado por la mitad para ser manejable en la ducha, además de hacerlo durar el doble de su tiempo de vida. Por ello, hasta los tiburones tenían una piel mejor que la nuestra, que debido al jabón azul comenzaba a mostrar escamas de resequedad. Así vivíamos, con la eserana de una barra de jabón de baño, y adorando a casi como a una deidad a cada conchita de jabón. Por ello, cada vez que debo cambiarla, me surge la duda de si lo hago o no; de si es moralmente correcto botarla, o si debo guardarla, no sé para qué o por qué… Y solo es una conchita de jabón!!!

Al final, es parte del daño que nos han hecho, nos cambiaron la vida para mal, buscando que perdiéramos lo humano para convertirnos en unas máquinas que al final por falta de atención y mantenimiento, sucumbiríamos a la mala intención de esperanza que vendría del gobierno. Es increíble, pero lamentablemente cierto, todo lo que hay y sucede sólo con la presencia de una conchita de jabón. Ahora, imaginen a los enfermos que en lugar de un jabón, buscan su tratamiento para mantenerse vivos… Cuál es su pensamiento al ver una caja vacía de sus medicamentos?

Definitivamente, lo que siento, lo que me atormenta cuando veo esa conchita de jabón, es parte del daño que nos ha hecho un gobierno forajido e inhumano. Pero nos recuperaremos, y ayudaremos a nuestros hijos, quienes vivieron esa experiencia, a no tener nuestros mismos traumas, pero conociéndolos para asegurar que jamás se repita esta historia.

Ahora, en cada baño que me doy, me preocupa que al final, irremediablemente, tendré que enfrentarme a otra conchita de jabón…

En el Canto de la Moneda


Venezuela…

Muchos pueden estar pensando que en Venezuela, mi País, hay una polarización dicotómica en la cual se está o de un lado, o del otro. Pero la realidad es muy distinta.

Con un gobierno que se ha encargado de destruir, de forma metódica, todo cuánto ha podido, pero con especial odio lo espiritual y lo moral, haciendo que por desesperación se tomen decisiones, por lo general vistas como la vía por la supervivencia, pareciera que todos estén obnubilados, lo cual utiliza como muestra de que el pueblo está de su lado. Entonces, es como que si venezuela fuera una moneda, donde las dos caras son exactamente la misma, sin embargo, siempre estaremos presentes quienes no estamos ni estaremos jamás de ningún lado de esa moneda.

Aún cuando parezca una tarea imposible, desde el canto de la moneda seguiremos luchando para levantar a nuestro país y pararlo sobre el mismo, para que recupere su valor y sea el País grande que siempre fué. Y entonces, haremos como cantó Ricardo Cepeda en «El Barrio de mis Andanzas«:

El barrio de mis andanzas
Donde viví a plenitud
Donde transcurrió mi infancia
Mi niñez, mi juventud
Con inquietud
Y embriagado de añoranza
Regreso con la esperanza
De pasar mi sedentud.

Photo by Ryan Thomas Ang on Unsplash

Mi pasado parece un sueño, por la aplastante pesadilla de la realidad


El tema de Venezuela siempre está presente. A uno le comentan sobre lo mal que está allá la situación, que cómo está la familia, que cuando va a ir… Y se tiembla al pensar que dadas las actuales circunstancias, no se tiene País al cual regresar. No en las condiciones en las que está. Pero, a pesar de todo, es y siempre será mi País, donde nací; donde crecí; donde formé mis sueños y comencé a trabajar por ellos, sueños que fuí convirtiendo en realidad y que sin lugar a dudas me han llevado donde actualmente estoy.

En medio de esos pensamientos, estoy escuchando música y suena «Wish You Were Here» de Pink Floyd. Esa canción me hace pensar en muchas cosas, pero ahora pienso que quisiera que tanta gente estuviera aquí, pero no donde estoy, sino allá, en Venezuela, conmigo. Disfrutando una navidad como aquella, en Trujillo, en la que andaba con el resto de los niños haciendo travesuras en las misas de aguinaldo; Dándome el primer beso a la salida de un día en la Escuela Técnica, bajo la mirada de la gente que caminaba y vivía alrededor de aquel parque en Mérida; Bajándome del bus de la ULA en pleno centro, y huyéndole a la recluta que inesperadamente se acercaba y pedía la carta de inscripción militar; Las noches de estudio con aquellos compañeros de clase de nuestro primer semestre en la Universidad, donde entre letras y muchos números soñábamos con el día en que nos graduaríamos e iríamos a trabajar; El 24 de Diciembre que en mi trabajo me dieron aquellos 100 bolívares que eran una fortuna para mí; Los planes de tener una casa para mi familia; El día que terminamos el primer proyecto grande que me asignaron; Las noches de «Dungeons & Dragons» con mis panas; Las destrucciones etílicas recurrentes; Los miércoles «Racing» donde Daniel previos a las noches de piques; Los diciembres en familia, preparando hallacas, pernil, y jugando el tradicional dominó del 1ro de Enero; Los viajes a la playa, a la que nos íbamos de noche directo al salir del trabajo, y llegábamos de madrugada para aprovechar cada segundo…

Cuántas cosas hacía en esa Venezuela, que contrastan tan abruptamente con la pesadilla de la que ahora escuchamos y vemos desde lo lejos. Una realidad que, para nosotros que solo la vivimos a través de los amigos y familiares que están allá, no tiene absolutamente ningún sentido. Y esos recuerdos que conforman mi vida, lo que soy, suenan tan lejanos ante lo que es Venezuela hoy… Parece que es imposible que los haya podido vivir en el país que hoy existe. Pero sí lo hice, lo hicimos. Y siempre permanecerá no solo la esperanza, sino la seguridad de que vendrán los tiempos de repetir esas vivencias. Vendrán los tiempos en los que tendré un País al cual volver. Vendrán los tiempos en los que no desearé que todos cuantos hemos salido estemos allá juntos, ya que efectiva y realmente lo estaremos, trabajando, como siempre, por nuestro País. Y es que como sucede con todas las pesadillas, esta pasará, y ya no dudaré de la realidad de mis recuerdos, sino que los utilizaré de guía para saber dónde quiero llegar.

 

Agricultura Urbana: la utopía de un sueño trasnochado


Recuerdo cuando en la escuela hicimos el experimento del semillero. Agarrábamos una compota, que luego de disfrutarla, le quitábamos a la tapa la goma negra (para usarla como pulsera), y el frasco lo llenábamos de algodón, colocándole por los lados las caraotas, y mojando con agua el algodón. Así, día a día se iba viendo como las caraoticas iban germinando. En algunos casos muy extraños para la época, se tenía la oportunidad de ir tomando una foto diaria para al final mostrar el proceso de germinación de la plantica. Por lo general uno se entusiasmaba y la casa se llenaba de potecitos de compotas llenos de plantas germinadas. En mi caso, experimenté con distintas semillas, hasta que llegué a los frijoles, de donde comenzaron a salir los frijolitos chinos. Esa fué toda una revolución ya que al ver que se podían producir los frijolitos chinos, comenzó en mi casa la etapa de la comida china casera. Logramos generar todo un proceso donde teníamos muchos frascos de compota llenos de semillas en proceso de germinación, que luego eran pasados a unas servilletas, donde se secaban y quedaban listas para ser utilizadas. Creo que luego hasta las empacábamos en bolsas plásticas y las guardabamos en la nevera, para finalmente disfrutar de un exquisito «chop suey» casero por lo general hecho por mi mamá. Todo funcionó a la perfección hasta que un día la «asistente logística» que teníamos nos recibió con una versión del alimento de origen chino que parecía mas para los perros (que tampoco se lo iban a comer). En medio del escándalo que mi mamá formó por el invento, que no se le puede restar crédito por la iniciativa que tuvo la señora, ella explicó que vió que eso se preparaba picando «chiquitico» de todo lo que había en la nevera… incluyendo los «trompicones» (o cuanta comida queda de los días anteriores) y literalmente todas las verduras que encontró…

Quien iba a pensar que en ese entonces, a comienzo de los años 80, estaríamos haciendo lo que sería la propuesta de un gobierno del siglo XXI. Estábamos siendo precursores de lo que ahora es la «agricultura urbana», uno de los 14 motores de nuestro actual gobierno y en el que pretende basar la recuperación económica del país. La idea no es ni mala, solo que, para comenzar, necesitaríamos las compotas (que no hay), el algodón (que ni en los hospitales se consigue), y las caraotas (o cualquier grano que lo sustituya) que es más difícil de encontrar, o si se logra, es equivalente a comprar caviar, lo cual reduce la posibilidad de su adquisición.
Yo de verdad que he pensado en el escenario. Consideré que podríamos tener unos 20 millones de hogares donde potencialmente podriamos generar, digamos, tomate. Si en cada uno de esos 20 millones de hogares se siembran las maticas de tomate, podriamos tener en un mes unos 100 millones de tomates, lo cual sería una cifra digna de toda una larga cadena nacional, donde no cesarían los aplausos y los vitores de «Chavez vive, la Patria sigue!!!». Luego, dividiríamos esos 100 millones de hermosos y consentidos tomaticos hogareños entre, digamos, 30 millones de hambrientos habitantes de venezuela, lo cual significaría que nos tocarían, redondeando, 3 tomates a cada uno. En un hogar de 4 personas, se pararían en la cocina todos, abrazados y temblando de la emoción, a decidir qué hacer con esos 12 tomates. Una ensaladita? Una salsa de espagueti?, un guiso para un pollo? Lo interesante es que esos 3 tomates por persona se producirían una vez al mes y si tooooodos nos dedicamos, con mucha seriedad, a su producción. El problema está en que para la ensalada faltaría la cebollita, lechuguita y demás componentes de la misma, para la salsa de espagueti faltarían precisamente los espaguetis, y así sucesivamente…

Yo, en esa búsqueda del equilibrio mediático, incluso me he imaginado que se podría tener una vaca en cada hogar. Así, tendríamos un sistema autosuficiente donde de la vaca obtendríamos la leche, y la alimentaríamos con los desechos de las matas de tomate. Para resolver el problema de la basura, podríamos tener también un cochinito, y para los huevos, una gallinita ponedora. Lo que no he logrado resolver es cómo aprovechar la carne de cualquiera de esos animalitos. Sería ideal poder sacarle unos bistecs a la vaca cada vez que se necesitara, y colocarle unas curitas para que la herida sane y se pueda seguir teniendo leche y mas carne. Aprovechando la intención de producción tecnológica de alguno de los otros motores, podríamos generar prótesis para animales, de manera que cada diciembre podríamos sacarle al cochino una paleta o el pernil, y colocarle su protesis, y así hasta electricidad ahorraríamos!

Por ahora, espero impaciente los detalles del tren ministerial sobre cómo vamos a implementar la puesta en marcha de ese importante motor. Mientras tanto, recuerdo la famosa «Zafra de los 10 millones» que implementó Fidel Castro en 1970, con la cual se iba a mejorar la situación financiera de Cuba. Si seremos tan eficientes como en ese entonces, pues sálvese quien pueda!!!!

Rescatando la Oposición


Estoy seguro que al menos en Venezuela, o quienes de alguna manera siguen mis opiniones, comenzaron pensando que estoy hablando de la oposición que actualmente existe en Venezuela en contra del actual gobierno. Pues aclaro que no, no voy a plantear el rescate de esa oposición, sino que por el contrario buscaré recuperar el concepto de Oposición.

En Venezuela, desde hace demasiados años, nos han inculcado el concepto de que oponerse a cualquier idea o acción que provenga del gobierno (de chávez & sons) es equivalente a ser apátrida, demoníaco, cachorro y/o lacayo del imperio y cualquier otra cantidad de epítetos más, todos negativos, ofensivos, y que además conducen, irremediablemente, a la muerte (física, política, intelectual o todas juntas) en alguna cárcel escondida (más no secreta). Pero, resulta que, aunque no se puede negar que el método les ha funcionado suficientemente bien, ese concepto no es más que la gran aspiración y base sobre la cual se busca extender ese gobierno. Y como toda mentira, ya comienza a caer tanto el concepto como quienes lo propugnan.
Existe el concepto físico de la oposición, que por supuesto aplica a cualquier otro campo. Por lo general, los jóvenes son opositores por excelencia. Cuando se está en los años de la adolescencia, todo lo que le dicen a uno es considerado equivocado, por lo cual, uno se opone. «No puedes salir porque es peligroso», y uno se opone porque piensa que es mentira, que no hay ningún peligro en salir. «Tienes que quedarte a estudiar», y uno se oponía porque consideraba que tenía tiempo suficiente para disfrutar y luego estudiar. Al final, con el tiempo uno cae en cuenta de que casi todo a lo que uno se oponía, terminó siendo cierto.
Oponerse es un acto propio del ser humano. Y, por lo general, quienes se oponen a algo, lo hacen convencidos y conscientes de la razón que los asiste, pudiendo argumentar plenamente el motivo de su oposición. Obviamente, ante cualquier opinión, siempre habrá quienes se opongan, de manera que si ante una idea alguien se opone y otro se opone a la oposición de quien se opuso a la idea original, entonces estamos ante un evento intrínsecamente recurrente… Lo cierto del caso, es que el oponerse es parte del libre albedrío, y debería constar en la declaración universal de los derechos humanos!

Piense por un momento en algunos opositores famosos de la historia:

  • Adán y Eva (aunque realmente la de la idea fué Eva)
  • Galileo Galilei
  • Cristóbal Colón
  • Simón Bolívar
  • Martin Luther King Jr.
Entonces, es malo ser opositor? Mi respuesta es que NO! Y si el marco en el cual se aplica el concepto es el político, pues la oposición surge en forma automática como respuesta a la falta de los resultados esperados. Obviamente, quienes son objeto del acto de oposición se sentirán ofendidos y reaccionarán demostrando que los opositores están equivocados, y esa respuesta será tan apabullante como el poder y su abuso lo permitan. 
En Venezuela, debemos defender el concepto de oposición. Ser opositor no es pertenecer a la MUD. Muy por el contrario, ser opositor, al menos en el campo politico, es defender el bienestar que debe prevalecer a través de la acción del gobierno de turno, independientemente de la ideología que lo enmarque. La oposición termina siendo la exteriorización de los dictámenes de la conciencia. Uno terminará, irremediablemente, oponiendose a muchas cosas que haga incluso el gobierno por el que votó o en el cual trabaja. Si por cualquier razón usted deja de escuchar a su conciencia, y decide no oponerse a todo lo que considera malo, efectivamente no llega a ser opositor, pero si un Colaborador Automático de Bajos Resultados Obteniendo Nada (o C.A.B.R.O.N.). Afortunadamente, está en cada uno de nosotros decidir que se quiere ser…

Camino a Santa Ana


Fuente: Wikipedia

Ayer, 15 de Enero, día del Maestro, tuve la oportunidad de ser parte de una de las mayores y mas importantes lecciones de los ultimos 20 años en Venezuela. Debo confesar que estuve a punto de perdermela, ya que al principio solo escuchaba el mismo discurso desgastado, retrógrado y anquilosado de un Presidente que ha estado en el poder por al menos 20 años, y aún pretende convencer que el desastre que vive Venezuela se debe a factores inexistentes como «la guerra económica», «guerra no convencional», y otros más propios de la mala intención de los enemigos de la Liga de la Justicia. Cuando finalizó la agobiante y deprimente presentación, solo comparable con aquellas clases de Física 11 en las cuales me dormía en mi pupitre, vino la segunda parte, y con ella la verdadera lección.
Obviamente, en Internet y todas las redes sociales se pueden encontrar todos los detalles, opiniones, «memes» y demás acerca de lo que fué el discurso de Henry Ramos Allup. Para mi lo mas importante no es tanto lo que dijo, que ya es bien arriesgado expresarlo de esa manera ya que definitivamente no hubo ni una palabra, ni un espacio de desperdicio; Para mi lo mas importante fué la oportunidad de presenciar, en vivo, lo que significa un acto civilizado de intercambio político. No hubo chanza, burla ni menosprecio del discurso del Presidente. No hubo reacción, ni respuesta, ni oportunidad para que los acólitos del «Eterno» desarrollaran sus embasurantes «jorgerodrigadas». No! Por el contrario, hubo un discurso que aprovechó la oportunidad de decirle al Presidente, literalmente en su cara, los problemas que necesitamos todos los venezolanos que sean atendidos. Un discurso que pudo lidiar con la inmadurez de los diputados oficialistas, expresado de la manera en que todos los venezolanos lo sentimos. Y lo más importante, es que al final, abre las puertas al diálogo, a la reconciliación, expresando la voluntad y disposición de la nueva Asamblea por trabajar, en conjunto, en la recuperación del país, así como en la reconciliación nacional.

Poco antes de que se eligiera la nueva directiva de la Asamblea Nacional, muchos amigos, la mayoria alrededor de la mitad de mi edad, me indicaban su desagrado por la posibilidad de que se eligiera a Ramos Allup como Presidente de la misma. A todos, sin duda alguna, les indiqué que por el contrario, yo consideraba que él era el indicado para poder llevar el proceso hasta el siguiente nivel en el camino de la recuperación (en todos los sentidos). Hoy, me siento muy satisfecho de estar en lo cierto. No soy «fan» de Ramos Allup, pero si un Venezolano que siente que, de seguir así, tendremos la oportunidad de recuperar nuestro país con la ayuda de todos, ya que todos somos parte de nuestro país.

Aún falta mucho. Esto es solo el comienzo, pero es, en mi concepto, un muy buen comienzo. Considero que estamos en camino a lograr la formalización de un acuerdo de entendimiento nacional, indispensable para poder recuperarnos. Un acuerdo que limpie, literalmente, el camino de polvo y paja, y permita enfocarse en lo realmente necesario.

Cuando Bolívar y Morillo firmaron el Tratado de Regularización de la Guerra allá en Santa Ana de Trujillo, la guerra no finalizó, Pero a partir de ese momento toda hostilidad estuvo enmarcada en ese Tratado. Si seguimos así, podríamos llegar a ese punto de establecer las reglas del juego, y a partir de allí, si los actores lo respetan, podremos comenzar a pensar en un futuro de prosperidad para todos.
Por ahora, todo indica que estamos en camino, pero con esfuerzo y constancia, llegaremos, Dios mediante, de nuevo a Santa Ana…

Voto, luego elijo


En Venezuela hemos sido expuestos a una realidad distorsionada, según la cual, mientras mas votemos mas democrático es nuestro gobierno, pero la experiencia de los ultimos 20 años deja muy claro que no ha sido así. Actos electorales llenos de dudas, vicios, manipulaciones y amenazas definitivamente alejan de ese concepto ideal de «Democracia». En ese proceso, nos hemos acostumbrado, como resultado de un proyecto conductista, a ir a votar. Hemos ido simplemente a votar con la falsa promesa de que al hacerlo obtendremos lo que necesitamos para vivir «con la mayor felicidad», pero nuestras condiciones actuales definitivamente dejan claro el engaño al cual hemos sido sometidos. 

Votar es el acto de «emitir un voto». Para votar, se desarrolla una infraestructura que permite ejercer ese acto. Para votar no hace falta mucho, desde el punto de vista intelectual o físico. Pero, elegir, ya es otra historia. Al elegir se indica una preferencia, basado en algún (o algunos) parámetros. Quien elige se mantiene alerta y hace seguimiento para validar si su elección fué o no la correcta, y llegado el momento, elige nuevamente en función de los resultados y sus conclusiones. Hay una diferencia muy grande e importante entre «elegir» y «votar». Votar es el medio, Elegir es el fin.
Este 6 de Diciembre tenemos la oportunidad de ser parte del cambio de nuestra historia. Necesitamos una Victoria electoral, que gritará a los cuatro vientos que ya no queremos seguir viviendo en esta paupérrima situación en la que estamos, y para eso, necesitamos TODOS ir a Votar. Necesitamos Votar por la opción del cambio. Necesitamos entrar al camino por el cual llegaremos a ser el país que realmente somos.

En este momento, necesitamos simplemente ir a Votar, para poder tener la opción, en el futuro, de poder Elegir. Solo de esta manera podremos regresar al acto de Votar la grandeza de permitirnos ejercer nuestro derecho a Elegir, cercenado actualmente detrás de tecnicismos y triquiñuelas electoreras.

En los ultimos años, nos han robado la visión de futuro. Nos lo han convertido en la preparación física para estar en una cola de acuerdo al número de cédula; o en la angustia de ver el rollo de papel «tualé» acabarse sin esperanza de poder reponerlo; pero peor aún, en ver como nuestra gente, nuestros niños, se van muriendo de desnutrición al no poder tomar leche, comer huevos, probar granos… Nuestro Futuro está más cerca que nunca: lo tenemos en la punta de nuestros dedos


Foto: Rafael Macadán


Venezuela: Sentencia Condicional


La incertidumbre acompaña al ser humano desde aquellos días en que comenzó a hacerse consciente de su existencia. En el tiempo, se han desarrollado teorías, técnicas, estrategias y toda clase de información al respecto, quizás con el objetivo de reducir su impacto en la vida de cada persona que habita la tierra. Nuestro desarrollo va íntimamente relacionado con la capacidad de manejarnos en ella, habiendo personas con mayor tolerancia a su exposición, y otras que simplemente colapsan ante el solo hecho de mencionarla. Pero, inevitablemente, siempre está presente.

En Venezuela, como en cualquier otro país, la incertidumbre está presente. Pero en los últimos años, los venezolanos nos hemos visto sometidos a unos cambios radicales en cuanto a la exposición a la misma se refiere. La gran diferencia está en el nivel de supervivencia al que corresponde la incertidumbre que nos apremia día a día. Así, haciendo uso de lo que se define como Sentencia Condicional en el ámbito de la lógica y la programación, a continuación planteo lo que significa, en mi concepto, un día en la vida de muchos venezolanos.

Si hay agua entonces
 Si tengo jabón entonces
  Si tengo pasta de dientes entonces
   Si no consigo cola en la via entonces
    Si no me roban en el camino entonces
     Si veo una cola por productos basicos entonces
      Si no me botan en mi trabajo por estar en la cola entonces
       Si es el dia que le toca al ultimo numero de mi cedula entonces
        Si luego de muchas horas no se acaba el producto entonces
         Si no explota una granada por el sitio donde voy pasando entonces
          Si me alcanza el sueldo entonces
           Si consigo lo que necesito en el supermercado entonces
            Si regreso de nuevo a la casa entonces
             Si me reencuentro con toda la familia entonces
              Me preparo para comenzar de nuevo la rutina mañana
             De lo contrario
              Dependiendo del «si» que haya fallado, me recupero y salgo a seguir en la lucha
             Fin
            Fin
           Fin
          Fin
         Fin
        Fin
       Fin
      Fin
     Fin
    Fin
   Fin
  Fin
Fin

Los Venezolanos nos destacamos por salir adelante a pesar de cualquier circunstancia adversa que nos toque enfrentar. Hasta ahora, hemos vivido de las peores épocas en nuestra historia (sin estar en guerra). Mantener la frente en alto es imprescindible, y acudir al único medio de cambio que tenemos a la mano: el voto.

La ceguera de la justicia


Esta semana finalmente tuvimos las pruebas fehacientes de lo que significa la justicia en Venezuela. Impávidos y impotentes vimos como se tomaba una decisión autoritaria, en nombre de la justicia. Un hombre inocente fué sentenciado por manos llenas de la sangre que le endilgan.

Pero la ceguera no llega allí. A todos los venezolanos nos mantienen ciegos con el tema de la disponibilidad de alimentos y productos. Mientras todos buscamos desesperados un papel tualé, un desodorante, o un kilo de arroz (que ya es bastante grave), miles, millones de venezolanos enfrentan la muerte en distintas maneras, pero tapado todo por el humo que generan con las desgracias mas superficiales. Al final de cuentas, en Venezuela no estamos más que en un proceso de supervivencia. Supervivencia de la más básica, practicamente animal. Y quizás basado en esa necesidad de supervivencia, dejamos de ver lo que podría hacernos parar, de golpe, y tomar decisiones que van más allá de la simple supervivencia propia.

No sé si quien lee esto, se ha detenido a pensar en cómo ha cambiado su dieta alimenticia. Está usted comiendo en forma balanceada de hace 2 años para acá? Y si tiene familia, están sus hij@s comiendo una dieta con todo lo que necesitan para crecer «sanos y fuertes»? Cuándo fué la última vez que les dió leche? Granos, ha podido servirles de manera regular? Cuánto sacrificio ha tenido que hacer para tener en su casa un cartón de huevos? Y ni hablar de carne de res… Y los vegetarianos? vaya triste vuelta del destino, tener que pagar por un kilo de tomates y de cebolla, lo mismo que por un kilo de carne. No soy experto en temas alimenticios, pero estoy seguro de que estamos en un proceso de caída abrupta de nuestra alimentación. Pienso en mi hija, en las consecuencias que tendrá el que no puedo darle todo lo que necesita para crecer saludable. Podrá tener hijos? Será sano su embarazo? Pero eso será dentro de mucho tiempo, en el camino tiene que cabiar esta situación, pero, y que sería de ella si saliera embarazada en este momento? No hay ni siquiera las vitaminas necesarias para que un embarazo sea normal. Esas vitaminas se suponen que complementan un proceso alimenticio normal, pero tampoco lo tiene una madre en estos días, entonces, esa criatura que se está gestando ya cuenta con todo en su contra. 9 meses de falta de alimentación adecuada, falta de los medicamentos necesarios, inexistencia de reactivos en los laboratorios, y finalmente, la imposibilidad económica de pagar un proceso de parto en una clínica, que si se puede pagar, igual no tiene garantía de contar con un médico experto, o de que hayan limpiado el quirófano con los productos necesarios para asegurar la asepsia. Y al final, cuando sobrevive a todo ese terrible escenario, hay que ver qué consecuencias tendrá en su desarrollo el haber estado sometido a todo ese infierno, sin siquiera haber nacido.
En mi caso, solo necesito mis pastillas para la tensión, pero cada cierto tiempo, cuando me enfrento a la necesidad de reponerlas, empieza el martirio. Y sólo sufro de problemas de tensión arterial, pero y los enfermos de cáncer? los de VIH? los que sufren del corazón? los que requieren hacerse diálisis? Los que sufren de problemas mentales? los que sufren de epilepsia? Todos, TODOS necesitan tratamientos médicos, y atención especial que es inexistente. Pero lamentablemente, nos han manipulado de manera que lo que nos ocupa es conseguir papel tualé, desodorante, jabón…

La ceguera de la justicia nos la han contagiado a todos. Hemos perdido la capacidad de ver lo que está mal. Decidimos aceptar la injusticia en función de nuestra situación particular. Como yo no tengo a nadie enfermo, pues no me preocupan los que están sufriendo no por su enfermedad, no; sino por la incapacidad que tienen de adquirir los productos que podrían reducir el impacto de la misma. Nos han vuelto seres egoístas. El «Inconsciente colectivo» se ha vuelto tétrica realidad. Preferimos no pensar en el futuro, porque sabemos que no hay futuro para nuestros hij@s, porque, poco a poco, los estamos acompañando a un mundo terrible, y la única esperanza que albergamos es no estar presentes cuando ellos tengan que enfrentarse, como nosotros, a esa realidad.

Pero todo puede cambiar. Lo único que hace falta es que cada quien recupere la visión, y decida cambiar. Sí, cada uno de nosotros debe cambiar, adentro, de corazón. No habrá mesías que cambie las cosas (ya caímos en eso y aquí estamos). Somos nosotros quienes tenemos la oportunidad de hacer la diferencia. Y será un proceso. No hay fórmula mágica, inmediata. Si perdemos el miedo y recuperamos la esperanza, tenemos oportunidad.

Si dejamos todo en manos de la justicia actual, su ceguera, expuesta a su máxima expresión, seguirá gestando resultados como el vivido esta semana. Pero si nosotros nos deshacemos de la ceguera, podremos orientar el proceso, voluntaria y democráticamente, en pro de un Futuro. No de uno mejor, puesto que nos lo quitaron, sino de uno cierto, existente, alcanzable.

Socialipsis


Le tengo miedo a la oscuridad. Desde pequeño le he tenido, y en la medida en la que he aprendido de la existencia de los Zombies, mi miedo se ha convertido en conseguirme con uno en plena oscuridad.  Por ello, le he huido a todo el mundo de los Zombies, lo cual incluyó el ni siquiera soportar ver la propaganda de la serie «The Walking Dead«. Pero, de esas casualidades que suceden sin explicación, en un podcast que escucho explicaron algunos detalles de esa serie que me dejaron atónito. Básicamente, cuando explicaron que la serie no era sobre los zombies, sino sobre los que intentaban sobrevivir, y como se intensificaban las relaciones entre ellos, pues no tuve otra opción que respirar profundo y comenzar a verla. Y vaya sorpresa que me llevé!
Ciertamente, en la serie hay Zombies, pero realmente lo que me ha «enganchado» es ver cómo los aún no infectados luchan por sobrevivir, y cómo esa lucha conlleva batallas internas, entre ellos, como grupo, contra otros grupos y, final y obviamente, contra los Zombies.

Entre tanto lío por el que estamos pasando, y en esos momentos de pausa donde medito, comencé a ver algunas similitudes entre el mundo infectado por zombies, y la realidad venezolana. Primero, los zombies: criaturas que no hacen mas que deambular por el mundo, como con un sexto sentido que los hace sentir donde hay humanos vivos, para ir a atacarlos salvajemente y quitarles lo que ya ellos no tienen: la vida. Y eso me hace recordar como la gente deambula de cola en cola, todos juntos, sin realmente tener claro si necesitan o no lo que van a comprar, simplemente porque lo necesitan o puede ser que algun dia lo hagan. Así tal cual como cuando los zombies escuchan el ruido que hacen los vivos, así mismo sucede cuando un venezolano ve una bolsa de mercado. Voltea, abre la boca, deja lo que era su plan para ir en la dirección de esa bolsa, como si se tratara de cerebros frescos, atraen esa multitud de «caminantes» que sin mas simplemente se meten en la cola, y pululan por horas y horas alrededor de los supermercados, esperando por alguna víctima. E incluso, se mueven todos al mismo paso mientras van a marchas y discursos sin mas razón que por no tener nada mejor que hacer. Porque si de algo estoy seguro, es que no los atraen los cerebros de los humanos que dan los discursos. Ya esos están secos desde hace mucho tiempo…

Y los sobrevivientes… Los que nos negamos a asumir que el mundo se acabó. Los que a pesar de las circunstancias buscamos salida, y luchamos a diario contra los zombies y contra quienes inocularon el virus. Los que nos buscamos, y convencemos a nuestros pares que no somos el enemigo, que debemos dar muestras de no haber sido mordidos ni rasguñados por los zombies. Los que nos aferramos a la esperanza de que en alguna parte, en algún momento, llegará la cura, razón por la cual luchamos a diario, enfrentándonos a los zombies y marcando cada día que pasa como uno menos que nos acerca al momento en que la cura sea aplicada. Los que no tenemos la menor duda de que este «Socialipsis» terminará, y todo regresará a la normalidad que tanto necesitamos.

Mientras tanto, sigo viendo mi serie. Aprendiendo. No pretendo perderle el miedo a la oscuridad, pero al menos ya sé que hacer si me consigo un zombie. Nunca se sabe, y más cuando se anda por la calle y se ven los zombies peleando por un papel toalé o por un champú…