La Conchita de Jabón


Es imposible no tener ese sentimiento de culpa cada vez que la veo. Siento que traiciono a todo mi país, a mi familia, cuando la agarro y la boto para cambiarla por una nueva. Y es que se me hace presente la frustración que sentía cuando a las 4 de la mañana de cada día que iba a trabajar, tenía que darme un baño «de totuma» con un agua terriblemente fría que estaba en un tobo donde la guardábamos los pocos días que llegaba, y que no podía ser movida porque se alborotaba el sumo de Dios sabe que cosas acumulado en el fondo. Y obviamente, parte de aquel baño, para ser tal, debía incluir jabón para remover efectivamente el sucio propio del cuerpo. En el mejor de los casos, el que teníamos era como un arcoiris de colores pasteles, formado por los restos de las muestras de que Dios existe al permitirnos disfrutar de una barra de jabón para el cuerpo, en cuyos casos, lo usábamos con mucha conciencia, tratando de no desperdiciarlo, para lo cual hasta pensaba que lo mejor era depilarme para que los pelos del cuerpo no lo gastaran más de lo necesario, y al final, la conchita que quedaba la guardábamos con la esperanza de repetir la suerte y tener otra, y otra, hasta contar con un nuevo jabón formado por la suma de nuestra suerte. Pero, precisamente, la suerte no se repetía tanto como queríamos, y las opciones eran tan degradantes como el discurso del gobierno tratando de convencernos de que era lo normal, en comparación con lo que debía suceder, a lo que habíamos estado acostumbrados, lo que debe ser de acuerdo a los derechos humanos.

Cuando era pequeño, muy de vez en cuando lavaba mis zapatos deportivos con un cepillo y una «barra de jabón azul» que se usaba para la ropa, los perros, y cualquier otra cosa mundana, pero nunca, nunca!, en el cuerpo humano, ya que se suponía que las propiedades de dicho jabón eran prácticamente radioactivas! Así vivíamos en todo el país, donde sin duda alguna cada casa tenía una barra de jabón azul. Pero la situación cambió, y con la desaparición, entre demasiadas cosas, del jabón para el cuerpo, sólo quedó la opción del jabón azul, que por su tamaño debía ser cortado por la mitad para ser manejable en la ducha, además de hacerlo durar el doble de su tiempo de vida. Por ello, hasta los tiburones tenían una piel mejor que la nuestra, que debido al jabón azul comenzaba a mostrar escamas de resequedad. Así vivíamos, con la eserana de una barra de jabón de baño, y adorando a casi como a una deidad a cada conchita de jabón. Por ello, cada vez que debo cambiarla, me surge la duda de si lo hago o no; de si es moralmente correcto botarla, o si debo guardarla, no sé para qué o por qué… Y solo es una conchita de jabón!!!

Al final, es parte del daño que nos han hecho, nos cambiaron la vida para mal, buscando que perdiéramos lo humano para convertirnos en unas máquinas que al final por falta de atención y mantenimiento, sucumbiríamos a la mala intención de esperanza que vendría del gobierno. Es increíble, pero lamentablemente cierto, todo lo que hay y sucede sólo con la presencia de una conchita de jabón. Ahora, imaginen a los enfermos que en lugar de un jabón, buscan su tratamiento para mantenerse vivos… Cuál es su pensamiento al ver una caja vacía de sus medicamentos?

Definitivamente, lo que siento, lo que me atormenta cuando veo esa conchita de jabón, es parte del daño que nos ha hecho un gobierno forajido e inhumano. Pero nos recuperaremos, y ayudaremos a nuestros hijos, quienes vivieron esa experiencia, a no tener nuestros mismos traumas, pero conociéndolos para asegurar que jamás se repita esta historia.

Ahora, en cada baño que me doy, me preocupa que al final, irremediablemente, tendré que enfrentarme a otra conchita de jabón…

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