Cuánto cuesta un muchacho?


Corría el año 1981, y estudiaba yo el 1er año de Bachillerato. Desde pequeño decidí que sería o bien militar o ingeniero electricista. Como mi mamá no me había acompañado en la idea de ser militar desde el liceo, decidí estudiar en una Escuela Técnica para ir adelantándome en los conocimientos referentes al área de la electricidad. Por aquellos días vivíamos en Trujillo, por lo cual comencé a estudiar el la ETI Laudelino Mejías. Como era de suponerse, muchas de las tareas que nos asignaban tenían que ver con el área de electricidad, y es en ese contexto que sucedió lo que a continuación contaré.

 

Un día, me mandaron a hacer de tarea algo relacionado con un circuito. Si no recuerdo mal, debía hacer los distintos circuitos en una maqueta (en serie y en paralelo). Yo tenía lo que se llamaba “taller” en las tardes, y de verdad que no recuerdo por qué ese día no tuve clases en la mañana, por lo cual me dispuse a hacer mi tarea en el transcurso de la misma. Para comprar los materiales, le pedí plata a mi mamá, quien me dio la suntuosa suma de 10 bolívares, de los cuales debía relacionar uno a uno cada bolívar gastado. El problema era que mi mamá siempre le tuvo mucho miedo a que consumiéramos drogas (y que madre no lo hace), y referente a la plata nos tenía bien controlados como medida de saber si andábamos comprando el material mencionado. En fin, que con esa suma debía comprar lo que requería (unas pilas, unos cables, unos bombillitos y unos suiches), y por supuesto entregar el vuelto.

 

Ese día a mi mamá se le ocurrió aprovechar que yo estaría en la casa y dejó cocinando un muchacho (ya comienza a develarse el titulo de este escrito). Era como de 2 kilos, y las instrucciones eran bien simples: “está a fuego lento; debes estar pendiente de que no se seque, y puyarlo; cuando este blandito, lo apagas y lo dejas tapado”. Eran instrucciones sencillas, que un muchacho de 11 años era capaz de entender, como en efecto lo hice.

La cuestión era que no me atrevía a salir dejando el muchacho al fuego, ya que a pesar de que debía comprar mis materiales muy cerca de la casa, pues no sabía que podía suceder en el camino. Por ello, comencé a pensar (en este momento es que siempre me suceden las cosas) que tenia tres opciones: o bien salía y como estaba el muchacho a fuego lento, me daría tiempo de ir y venir sin problema; o bien le subía el fuego al muchacho para que estuviese mas rápido y poder salir sin preocupación; o esperaba que estuviese listo a tiempo con el fuego tal cual estaba (bajo), para salir igualmente sin preocupación. Pues bien, la solución no pudo ser mejor: una suerte de combinación de las dos opciones recién descritas. Le subí el fuego al muchacho con miras a estar pendiente del mismo para que estuviese mas rápido, pero por cosas de muchacho (y del destino, definitivamente), se me olvidó el bendito muchacho e igual me fui dejándolo a fuego alto.

 

Quizás había pasado media hora o más cuando regresé a la casa. Una vez que abrí la puerta sentí como se me volteó el corazón: la casa estaba llena de humo (y hablo de una casa que era sumamente grande), y el olor a quemado era penetrante. COÑO, en es preciso instante recordé el muchacho! Corrí a la cocina y efectivamente la fuente del olor y del humo era la olla Renaware donde se cocinaba el hoy occiso. La destapé, corriendo el riesgo de quemarme mi cuerpecito de niño con el vapor que de allí emanaba. Lo apagué, y lo revisé a ver si era posible rescatar algo de manera que mi mamá no se diera cuenta del hecho, pero era ya imposible. El muchacho era una masa combinada de carbón con algunas tiras de carne y una deliciosa salsa negra mezcla de quemazón, raspado de olla y guiso de tomate. Creo que aun tenía en la mano la bolsita con mis cosas de la tarea. Debido a que tenía que hacer la misma, después de apagar todo, y con el corazón en la garganta, no me quedó de otra que sentarme a hacer mi tarea.

 

Aun recuerdo esa tarea, me quedó perfecta. La idea era mostrarle a mi mamá lo inteligente que era para que se apiadara de mi existencia. Por cierto, que otro punto a mi favor que manejaba era que solo había gastado unos pocos bolívares de los 10 que me había dado, lo cual también, a mi juicio, sumaría puntos a mi favor a la hora en que ella llegara y viera el desastre suscitado. Escuché la puerta cerrarse, y efectivamente era mi mamá. Me preparé para mostrarle mi tarea, y tenia el vuelto de los 10 bolívares preparados para entregárselos. Algo que era imposible de ocultar era el olor a quemado. Apenas mi mamá entró comencé a escuchar la gritadera, la cual se iba haciendo mas fuerte a medida que iba acercándose a la cocina (repito que nuestra casa era muy grande, larga más bien que grande). Cuando llegó de nada valió la tarea y el vuelto que pretendía fueran mi salvación. De hecho, creo que tuve que esconder la tarea porque corría el riesgo de ser el objetivo de la rabia de mi mama al destapar la olla (literalmente hablando). Se volvió loca. Gritaba que como le había hecho eso, que como le había dejado quemar su muchacho, que le había costado 60 bolívares, y que qué iba a hacer ahora de almuerzo. De verdad que me quedé petrificado. Una y otra vez se repetía la escena y los gritos, y sus miradas cada vez eran más amenazadoras. Sentí un alivio cuando me dijo “no te voy a hacer nada (no existía la LOPNA), pero ojala que tu papá haya peleado en la oficina para que te medio mate”. Mi papá rara vez llegaba de mal humor a la casa, así que por el momento esa fue una tremenda noticia: saber que el castigo quedaba pospuesto para la llegada de mi papá.

Pasaron algunos minutos cuando llegó. Apenas cerró la puerta escuché su silbido. Venia cantando, contento. LISTO! No habría peligro para ninguna parte de mi cuerpo. Cuando llegó yo estaba en mi cuarto. Por supuesto que el olor (aun se sentía) debió ponerlo sobre aviso, y cuando mi mamá llorando le echó el cuento, se hizo el silencio. Algo escuché que se decían en voz baja, hasta que por fin me llamaron.

Las soluciones de mi papá siempre fueron duras. En este caso, me indicó que se me había dejado una responsabilidad y que les había fallado. Y para hacer el cuento corto, el castigo que me impusieron fue que tendría que comer del muchacho quemado. Por supuesto que me sentí totalmente salvado. El castigo era sencillo y seria corto. Podría comer poco, y completar el almuerzo en el liceo, y así lo hice. Sacaba los pedacitos no achicharrados y me los comía, y mucho arroz. Al final de cuentas, había salido muy bien librado después del desastre cometido.

 

Lo que no me imaginé es que el castigo lo había entendido mal. No se trataba de que comiera Del muchacho, sino que era que me comiera EL (son la “D”) muchacho. Religiosamente mi mamá sacaba el muchacho quemado de la nevera todos los días. En aquellos días no había microondas, así que era en una sartén donde me calentaba mi carbón. Le echaba salsita quemada y todo, y me servía mi muchacho quemado, mientras que ellos comían comida normal, divina, no quemada, y todos sentados en la misma mesa… El castigo se repitió hasta que se acabó el bendito muchacho, mas o menos una semana…

 

Hoy en día recuerdo ese capítulo como si fuera ayer. Por algo ahora no cocino, y cuando veo a alguien cocinando, especialmente a mi esposa, siempre le digo “revisa la candela, MOSCA que se te puede quemar”. Y de verdad aprendí que al menos, cuando piense, debo hacerle caso a mi mente y no a mis impulsos.

 

Si las leyes fuesen retroactivas, podría demandar a mis padres por maltrato infantil, pero de verdad que lo merecía, y como dije antes, salí muy bien librado, ya que el método me permitió internalizar acerca de mis responsabilidades. Claro, no fue lo único que hice, otras MUCHAS cosas sucedieron, que fueron las que me formaron el carácter, y que son las que hoy en día van alimentando este blog…

La Madre de Monseñor


Continuando con el tema del matrimonio, estaba yo recordando la cita que hice con el Monseñor Godoy que nos iba a casar. En realidad no estaba recordando la cita, sino a la mamá de Monseñor.

 

Como he relatado en anteriores entregas, yo me casé por el civil un día viernes 30 de Junio y por la iglesia el sábado 01 de Julio. Entre las diligencias del día 30, estuvo el llevar los papeles a la iglesia y verificar los detalles de última hora. De hecho, el cuento comienza antes, ya que mi esposa no vivía en ningún sitio que perteneciera a la parroquia de la iglesia principal de Valera. Por ello, tuvimos que hacer, o mejor dicho solicitar el cambio de parroquia, con el fin de cumplir con un deseo de mi mamá, que era que me casara en la catedral. El problema era que en el estado Trujillo, como en cualquier otro estado, hay una sola catedral, que se encuentra en la capital del estado, que en el caso de Trujillo es en la ciudad de Trujillo. Pero siendo el caso que la novia vivía en Valera, y que por razones logísticas era imposible casarnos en la catedral de Trujillo (en algún momento se planteó la posibilidad), debíamos casarnos en la basílica menor de Valera (creo que así se llama). Para ello, la historia comienza realmente en Mérida cuando tuve que ir a solicitar mi constancia de que era bautizado en Mérida. De allí debí llevarlos a la iglesia que le tocaba a mi esposa, y solicitar el cambio de parroquia para la principal, lo cual implicaba que había que llevarle el expediente a Monseñor, lo cual pasaba por tener que hacer el cursillo prematrimonial (que merece un espacio aparte en este blog, y así será), para que nos aceptara y pudiéramos establecer la fecha que mencioné anteriormente. Pues bien, después de todas las peripecias, monseñor acepta el expediente, en entrevista personal con nosotros, y solo faltaba el acta de matrimonio por civil, por lo cual Monseñor me dice el día de la cita, que en vista de que el matrimonio por civil era el 30, no me quedaba otra que llevarle el acta el 01 a primera hora. Se queda pensando, y me dice que nos vemos en la misa de las 6 de la mañana.

 

Como en todo matrimonio, o al menos en los que yo conozco, luego de las formalidades de ley, se formó el bonche. Por supuesto que me entusiasmé ya que el paso que había dado (o la mitad del mismo, ya que faltaba el matrimonio por la iglesia), me había costado, entre otras cosas, una alopecia nerviosa que me había tumbado una gran parte de mi cabello. En fin, que estábamos muy entusiasmados con la fiesta. El camarógrafo que habíamos contratado para que filmara todo el matrimonio, resultó ser cantante, con guitarra y todo, y estuvimos dándole al canto hasta las 12 de la noche. Debido a mi responsabilidad de tener que estar a las 6 de la mañana en la iglesia, tanto mis suegros como mis padres decidieron acabar la fiesta. O mejor dicho, decidieron que YO no podía seguir participando en la celebración de MI matrimonio, ya que a mi me mandaron a descansar, mientras TODOS los invitados se fueron a una discoteca como hasta las 4 o 5 de la mañana…

 

Sábado 1ero de Julio, 5 de la mañana. Quizás por los nervios, quizás por la responsabilidad, pero con toda seguridad debido a mi papá que me despertó, me paré con algo de ratón a cumplir con el compromiso con Monseñor. Me paré como pude, me bañé (mi primer baño de casado), me vestí, y a un cuarto para las 6 estaba saliendo del hotel para la iglesia. Llegué cual lo acordado. Por supuesto que estaba todo el espacio alrededor de la plaza bolívar libre para parar el carro. Me bajé, y ya con un dolor de cabeza bien administrado, participé en la misa, más por evitar el peo que significaría no llevarle el acta de matrimonio civil y que se pudiera echar para atrás todo que por mi fe, debo confesarlo. Esperé la media hora que duraba la misa. Ciando terminó, llegué al altar a conversar con Monseñor. Debí darle varias explicaciones para que recordara el caso y supiera de qué le estaba hablando. Cuando por fin recordó, le entregué el papel en cuestión, y justo en ese momento, me dijo: “hijo, y por qué viniste tan temprano?”. Ante aquella pregunta, y recordando sus palabras cuando me dijo en frente de mi ya esposa, le respondí: “Monseñor, porque usted me dijo que viniera a esta hora”. Monseñor, con sus cejas muy pobladas, arqueándolas un poco como en actitud de pensamiento profundo, me dijo: “pero que raro que te dije que a esta hora, nunca cito a nadie a esta hora, y de cualquier modo, podrías haber venido a las 9 o 10 de la mañana y dejarme el documento con mi secretaria”.

De alguna manera, mis neuronas se volvieron inmunes al alcohol y al trasnocho (12 de la noche es un trasnocho?), y comenzaron a pensar que si la madre de cristo era la virgen maría, entonces la virgen maría debía ser la madre de todos, y siendo el caso que Monseñor era parte de todos, entonces la virgen maría debía ser madre de Monseñor… LA MADRE DE MONSEÑOR!

 

Valera es una ciudad del interior del país que no se distingue del resto por su vida animada a las 6:45 de la mañana de un día sábado cualquiera. Me monté en el carro, ya inconsciente de si lo que sentía era el ratón alcohólico o moral, y traté de buscar un sitio donde desayunar. Al no ser de Valera, no conocía muchos, y todos los que me eran familiares estaban cerrados. No podía buscar a nadie de mis invitados o familiares por parte de la novia, por cuanto, como mencioné anteriormente, TODOS prácticamente se acababan de acostar celebrando mi matrimonio. Pensé en irme al hotel, pero el solo pensar que debía desvestirme, para acostarme y dormir solo un rato mas, me hizo decidir mejor dar vueltas por la ciudad, o mejor dicho, por la cuatro calles que conozco, hasta la hora de poder llegar a la casa de mis suegros a iniciar las actividades de preparar todo lo relacionado con el matrimonio. En eso estuve más o menos hasta las 8, cuando llamé y verifiqué que ya estaban despiertos….

 

Así es como llegué a mi matrimonio por la iglesia, suspirando cada vez que monseñor hablaba, recordando a su madre querida, LA DEL MONSEÑOR!

¿Cómo descubrir la madurez?


Recordando las pequeñas cosas que, como dice la propaganda de SONY, forman la actitud de uno, me vino a la mente el día que me robé un carro en mi casa. Aunque no se crea, yo en mis años de adolescente solo me robé el carro una sola vez. Por qué? Bueno, por una parte porque mi mamá siempre me amenazó que si se enteraba el peo iba a ser grande, y cuando en mi casa se hablaba de peos grandes, ERAN GRANDES. Por otra parte, porque siempre vi que todos mis amigos, y los allegados de la casa, que decidían robarse el carro de sus padres, terminaban al menos chocando, pero en la mayoría de los casos habían muertos y atropellados, producto del choque, etc.).

Lo cierto del caso es que un día había una fiesta en casa de una amiguita que me gustaba mucho. Era una fiesta de gala, quizás un cumpleaños. Nosotros vivíamos en la zona rental de una universidad, que estaba muy cerca de la casa donde era la fiesta. Yo, desde que comencé a manejar, a los doce años, siempre quise andar en carro, y mas en esos días en que la vía de escape de mi adrenalina no era otra que mis pies, ya que me gustaba muchísimo (y me sigue gustando) la velocidad. La diferencia es que en aquellas épocas el carro era el de mi papá, mientras que ahora es el mío. La diferencia? Pues que ahora yo pago las reparaciones, y soy yo el que se queda a pié cuando hay que hacerlas…

Retomando el caso, desde que me invitaron, (y así a cada fiesta), me imaginé llegando en el carro. Afortunadamente, para esa fiesta, estaba yo solo en la casa. Mi familia estaba de viaje (no recuerdo para donde), por lo cual me comenzó a hablar el diablillo en mi hombre, diciéndome que me llevara el carro. Total, la fiesta era cerca, por lo cual en mi mente el peligro se veía reducido ya que no tenía que andar mucho en la calle. Esperé hasta bien entrada la noche a ver si llegaba mi familia, y nada. Llegó un momento en que llegué a la conclusión de que si no habían llegado, ya no llegarían, por lo cual me entusiasmé y decidí llevarme el carro. La zona donde vivíamos, por ser dentro de la Universidad, estaba custodiada por unos vigilantes. Conociendo a mi papá (y como el me conocía a mi), era posible que hubiese dejado instrucciones de que no me dejaran salir en el carro. Esa era la primera barrera a pasar. Llegué a la puerta de la universidad. Estaba cerrada por la hora, por lo cual vi (en cámara lenta) como se me acercaba el vigilante. Pensé que me iba a decir que no podía salir. Pero no, iba era a abrir la puerta. La abrió y salí. Mi adrenalina acumulada había sido disminuida en gran cantidad. Me dirigí a la casa, llegué, y me estacioné lo más cerca posible a la puerta para que las muchachas vieran que cargaba carro. Ahí comenzó mi suplicio…..

 

En lo que llegué, me recibieron los padres de la chica. Por supuesto que fueron los primeros en verme llegar en el carro y manejando, a pesar de ser menor de edad y por supuesto sin papeles. Al ver que me hicieron el comentario, me di cuenta de mi error. Ya era seguro que mis padres sabrían de mi nueva aventura, de mi nuevo invento. Luego, comencé a pensar en que podían robarme el carro, y lo que representaría en mi vida ese hecho, por lo cual me ubiqué en un sitio desde donde tenía vista directa al mismo. Por ultimo, pensé qué pasaría si se retrasaron por alguna razón, y si llegaban y no veían el carro en la casa. Como se podrá imaginar el lector, hubiese sido preferible irme de la fiesta, o mejor dicho, NO HABERME LLEVADO EL PIAZO DE CARRO ESE. No disfruté nada, lo que pensé que iba a ser un momento de gloria, se convirtió en todo lo contrario. La fiesta estaba buenísima, pero yo ya no podía mas con el remordimiento, así que sin que se dieran cuenta, me fui de la fiesta (debo confesar que con eso esperaba que se le olvidara al amigo de papá que me había ido en el carro). Pero, como en casi todo lo que me pasa a mi, ahí no terminó el cuento. Por supuesto que al llegar a la puerta de la universidad, después de andar como a 5 KM/h para que ni siquiera le fuera a pasar algo a los cauchos por fuera, se me ocurrió la genial idea de preguntarle al vigilante si habían llegado mis padres. El tipo me dijo que si, que había visto entrar la camioneta (teníamos una wagoneer). Dios mío, era lo que me faltaba. De la puerta a la casa hay un trayecto corto, de no más de 5 minutos. Fueron los 5 minutos mas largos de mi vida hasta ese momento (después vinieron otros más largos aun). Pensé en todas las opciones que tenía para justificar el hecho punible: me obligaron, me secuestraron, extraterrestres, pero nada, sabia lo que me esperaba.

 

Cuando estuve cerca de la casa, me convertí en superman. Mi vista se convirtió en un largavista, con visión nocturna e infrarroja. Para mi salvación, no estaba la camioneta, y todas las luces estaban apagadas. Por supuesto, podría ser que al no ver ni al carro ni a mi hubiesen salido a buscarme, a la policía, al hospital 8ª mi mama le encantaba lo de decir que iba a buscarme en el hospital), de manera que me asusté mas. Aceleré y llegué a la casa. Abrí sigilosamente, por si acaso estaban dormidos, no despertarlos, pero no, no estaban. No habían maletas, NO HABIAN LLEGADO.

 

Este escrito lo titulé ¿Cómo descubrir la madurez?. Pues bien, hoy en día veo que fue un error lo que cometí. Que de verdad no debí hacer eso por todas las implicaciones que pudo tener el hecho, pero, Y QUE SE HACE CON UN FLUJO INCONTENIBLE DE ADRENALINA??? He descubierto que me llegó la madurez, pero no he descubierto aun como controlar la adrenalina, por lo cual, a pesar de mi madurez (suponiendo que de verdad la tengo), de vez en cuando cometo algunos actos llevado por la adrenalina, Y LO DISFRUTO COMO NO TIENEN UNA IDEA!!!!

Un viaje que no olvidaré (II y final)


Bueno, después de haber recorrido todo el camino desde Ortiz hasta el Terminal de Maracay, pasando por San Juan de los Morros, pensamos que habíamos pasado lo peor…

 

Al llegar al Terminal de Maracay, lo primero que observamos fue una situación que parecía otro país (al menos para nosotros que ni habíamos visto algo así ni nos imaginábamos que existía). Locos como arroz pica’o; pobreza, pordioseros, y cualquier otra cosa fue lo que nos conseguimos. Eran alrededor de las 9 de la mañana, y ante lo que veíamos (de lo cual ya formábamos parte desde el momento en que nos bajamos del bus), decidimos correr. Buscamos el pasillo donde estaban las ventas de boletos de bus. Preguntamos a ver cual era el primer bus que salía a Puerto la Cruz. El próximo salía a la 1:30 de la tarde. Buscamos en todas las ventas de pasajes, y nada. Preguntamos por busetas, por carritos, y nada, de manera que no nos quedó otra que comprar nuestros dos pasajes para la 1:30 pm. Tratamos de buscar algo que comer, pero en serio a donde íbamos había un loco. Hoy en día trato de recordar y no se si eran muchísimos locos o era el mismo que nos perseguía. Locos de ambos sexos, pordioseros, de verdad que era algo dantesco. En ese ambiente, nosotros, los recién casados, estuvimos esperando alrededor de 4 horas. Nos movíamos de asientos. Cuando teníamos minutos en uno llegaba un loco, y debíamos correr. A veces por la actitud, la mayoría por el olor… Total que llegó la hora y el bus fue nuestra salvación. Por supuesto fuimos los primeros montados en el bus. El mismo salió como a las 2 de la tarde.

 

El viaje en el bus fue como cualquier otro, excepto por el hecho de que había un problema en la carretera principal, por lo cual debimos ir por una carretera alterna, con una cola endemoniada, que nos hizo llegar al Terminal de Puerto la Cruz a las 12 de la noche. Salimos corriendo (en este viaje casi todo el tiempo anduvimos corriendo), tomamos un taxi en un Terminal íngrimo y solo, y enfilamos hacia el Terminal del ferry. Resulta que mi mamá había comprado pasajes en el nuevo ferry, en la sección VIP, para que disfrutáramos de ese viaje como parte de nuestra luna de miel. Al llegar y explicarle al señor de la boletería nuestro caso, nos presentó dos opciones: o nos íbamos en el ferry de la una (que estaba por salir), pero que era el tradicional, sin VIP ni nada, o nos esperábamos hasta las 6 de la mañana que salía el ferry nuevo, y podríamos irnos en nuestro VIP. Si decidíamos irnos en el de la una, no había retorno de dinero. Pensamos (ya nos costaba un poco por el cansancio, por 18 horas de viaje), y decidimos esperar el de las 6. Total, por una parte no era la primera vez que me quedaba en ese Terminal. Era seguro, había baños limpios y un barcito que abría las 24 horas. Por otra parte, teníamos que llegar a margarita, tomar un taxi a playa el agua, y ver que pasaba con nuestra reservación, puesto que llegaríamos el miércoles de madrugada, cuando debimos entrar el lunes. Nos quedamos. Me compré unas cervezas. Vimos televisión en la sala de espera, y al final nos sentamos en la parte de afuera, muy cerca de la orilla del mar, a esperar.

 

Dormimos (al menos yo, que no necesito mayores comodidades para ello, o mejor dicho, creo que tomé cervezas de mas para que me ayudaran a descansar), y a las 5 y tanto estábamos entrando al ferry. 24 horas después de salir de Ortiz, estábamos por fin acomodándonos en la sala VIP del ferry, donde me ofrecieron jugo de naranja, whisky, y cualquier cosa lujosa. Vimos el amanecer, y de verdad se nos salieron las lágrimas al vernos. Dormimos todo el camino (2 horas), y al llegar tomamos un taxi directo a la casa que teníamos allá, donde había un carro que íbamos a utilizar en nuestra estadía en la isla. Llegamos y las cosas cada vez pintaban mejor. Ya en el lobby del hotel, era difícil recordar por lo que habíamos pasado, e incluso a quienes habíamos dejado. Nos atendieron, y después de algunos minutos de espera, nos indicaron que podíamos ir a nuestra habitación. Una cabañita muy cómoda, con un baño blanco y limpio que lucía a nuestras vistas como de propaganda. Una cama como la que teníamos mas de 3 días que no veíamos, y una comodidad absoluta. Aire acondicionado, piscina al frente de la habitación, UN PARAISO. Nos acostamos y dormimos. No se cuanto, lo cierto del caso es que de repente mi esposa me llamó, ya lista para la playa, y me dijo que quería aprovechar cada segundo en la isla, y que nos fuéramos a la playa. Salimos, y era un espectáculo el poder estar allí después de lo que habíamos pasado. De ahí en adelante, todo fue como inicialmente debió ser.

 

No puedo terminar esta historia sin comentar que fue lo que pasó con mis padres. Llegaron el viernes de esa semana, en horas de la tarde. La caja de velocidades del carro hubo que reconstruirla, y decidieron venirse con la caja recién hecha. Hubo un tormillo gigante que nunca supimos de donde salió, pero que nunca hizo falta. Y lo peor del caso es que nos tocaba a mi esposa y a mi regresarnos hasta Mérida en ese mismo carro… Semana y media después de nuestra llegada, nos tocó mudarnos a la casa. En el ínterin, invitamos a una de mis cuñadas a que nos acompañara en el viaje, así que llegó, y a falta de puesto, nos quedamos los tres en el mismo cuarto.

 

Hoy en día, recordando todo lo que pasamos, de lo cual quizás no puedo expresarlo por completo con estas palabras, pienso que era una de las tantas situaciones (en este caso la primera) a la cuales se ve uno sometido en un matrimonio. Han surgido muchas otras aventuras, y todas con finales felices (a pesar de que el camino hacia esos finales, en algunos casos, fue bien difícil). Al recordar a mi mamá me da mucho sentimiento, ya que lamentablemente, un año después de esto murió. Pero su recuerdo, entremezclado con los míos, ahora siempre estarán disponibles para ser revividos.

 

Y GRACIAS A DIOS QUE MI ESPOSA ES LA QUE ME TOCÓ!!!!! (a pesar de que ella piense que yo pienso lo contrario)

Un viaje que nunca olvidaré (I)


El día 1ro de Julio del 2000 me casé. Debido a que en esa época aún estudiaba en la universidad, pues nuestra luna de miel debió posponerse hasta después de finalizar el período de clases, y específicamente después de presentar y tratar de pasar la materia Elementos de Ingeniería Eléctrica. De hecho, yo me casé por el civil un día viernes, por la iglesia el sábado, y el lunes presentaba un examen, ya que mi queridísimo profesor Mario XXXXXXXXX le pareció simpático que tuviera que estudiar para ese examen sin falta (Y LO PASÉ!!!!). Lo cierto del caso es que para nuestra luna de miel, planificamos irnos a finales de mes. En ese entonces, yo tenía un volkswagen, por lo cual el plan inicial era irnos en el fiat de mi mamá, que por supuesto era más cómodo. Nos íbamos para Margarita, donde íbamos a estar 15 días en el resort Playa el Agua, y 15 días más en el apartamento que tenían mis padres allá. Con el paso del tiempo, mi mamá se entusiasmó de irse también para margarita, y al final resultó que organizó todo (siempre lo hacia), de manera que nos íbamos juntos mi padres y nosotros a nuestra luna de miel. La fecha del viaje quedó establecida para el 30 de Julio, fecha en la cual se realizaban las elecciones generales, las primeras de la nueva constitución (todas las anteriores fueron referenda), de manera que el plan era salir de Barinas, después que mis padres depositaran su voto. Así lo hicimos. De hecho, mi hermano salio temprano a revisar el aceite y los cauchos del carro en el cual iríamos (el corolla de mi tía), y todo estaba bien. Ellos fueron, votaron, y regresaron, de manera que salimos a eso de la 1 de la tarde, con el plan de dormir en la carretera, o quizás llegar hasta puerto la cruz (siempre lo hacíamos así). Nos iríamos por la vía del llano, para evitar la entrada a caracas (por otro cuento que echaré oportunamente). Salimos, y todo iba bien. A la altura de Guanare, comencé a sentir que el carro hacia unos “extraños”, pero no era nada del otro mundo. De repente parecía que las velocidades (el carro era automático) no hacían los cambios bien, pero no era nada raro, iba a buena velocidad (siempre he viajado a mucha velocidad), y en general todo estaba bien en el tablero del carro. Eran las 6 de la tarde cuando ya íbamos bien adentrados en la carretera del llano. Una de las características de esta carretera es su soledad. Por esa hora, en la mitad de ninguna parte, con el sol ya caído sobre el horizonte y las sombras a nuestro alrededor, de repente el carro se quedó como en neutro. Todos nos quedamos en silencio, y no cundió el pánico. Me paré, y junto con mi papá nos bajamos, abrimos el capó del carro, y revisamos…. Todo bien! Esperamos un poco, prendimos el carro y el mismo arrancó en forma normal.

Seguimos nuestro recorrido, por supuesto más lento, pero obviamente todos nerviosos. La noche ya se había hecho presente en esa carretera donde de verdad no hay nada en kilómetros. Al rato, el carro volvió a quedarse en neutro. Esta vez, debido a la oscuridad, no nos bajamos. Apagamos el carro, esperamos otro rato (los segundos eran infinitos), intentamos, y seguimos, esta vez mas lento aun. A todas estas, mi esposa iba atrás con mi mama, y yo adelante con mi papá. Ya la conversación era distinta, ya se notaban los nervios. Al pasar de unos minutos, volvió a suceder lo mismo… nos paramos, esperamos, tomando esta vez el tiempo que debía transcurrir, e intentamos hasta que arrancamos de nuevo. Para hacer el cuento corto, la caja echó el tiro. El carro andaba 2 minutos, y se quedaba en neutro, y había que esperar como 3 minutos para volver a intentarlo. Esta prendedora y apagadera del carro podía significar que la batería fallara en cualquier momento, y de paso, lo repito, estábamos en la mitad de ninguna parte. Cada vez que el carro se paraba, lo apagábamos y no prendíamos ninguna luz para ahorrar la carga de la batería. En esos momentos, la oscuridad era hiriente. No se veía más allá de 5 centímetros de la cara. Recuerdo que a mi papa le habían regalado una botella de whisky muy fina por esos días, y el se la llevaba para disfrutarla en margarita. En algún momento se le ocurrió sacarla, y todos nosotros bebimos de ella. De hecho, hasta mi esposa se entusiasmó, para ver si pasaba el mal rato. Nos la bebimos y aun andábamos con la falla. Por allá como a las 10 de la noche, conseguimos un kioskito donde vendían aceite para carros. Compramos aceite, le echamos pensando que esa podría ser la falla, pero nada, todo seguía igual. Intentábamos con el celular, y nada, no había señal tampoco por esos lares olvidados de Dios. Como a las 11 de la noche (recuerden que venimos con la falla como desde las 6), vimos unas luces muy a la distancia. Era el peaje del sombrero. Intentamos llamar y a duras penas conseguimos comunicarnos con el 911 de telcel. Pedimos auxilio, una grúa, pero nos indicaron que donde estábamos (que veíamos el peaje) estaba fuera de la zona de cobertura de las grúas, y que debíamos llegar al peaje para que nos remolcaran. Fueron los minutos más desesperantes que recuerde hasta ese entonces. Tardamos hora y media en llegar. Al llegar, llamamos de nuevo, pero nos dijeron que no habían grúas, y que por la hora debíamos esperar hasta la mañana. Al estar en el peaje, decidimos dormir allí mismo, los cuatro, en el carro.

 

Los mosquitos eran insoportables. Escasamente teníamos agua (quizás del hielo de una cavita con la que siempre viajábamos), pero amanecimos al menos al resguardo de la guardia nacional, y con un baño cerca. Al amanecer, muy temprano (las 6 de la mañana), llamamos pidiendo la grúa con lo que quedaba de batería en el celular. Nos la enviaron y nos llevaron hasta el pueblo de Ortiz, como a una hora de San Juan de los Morros. Mi papa habló con el de la grúa, y por la falla nos llevaron al taller de la persona que trabajaba de mecánico en el pueblo. Para referencia, este pueblo fue la inspiración para el libro “Casas Muertas” (y entendimos por qué).

Resultó que el taller del mecánico recomendado era bajo una mata de mango, con el suelo de arena… Que más, no había opción. Nos dejaron allí y esperamos que desarmaran la caja y nos dieran un veredicto. Mi mama sentada en una sillita que nos prestaron y nosotros como podíamos. Nuestras caras eran de muerte, pero ahí estábamos. Mientras desarmaban el carro, para lo cual creo que tuvieron que ir y pedir gatos prestados, mi papa preguntó por un hotel en el pueblo, y nos dijeron donde estaba el único. Que más, nos fuimos mi esposa, mi mama y yo a buscar una habitación. Dado el hecho de que se supone que mi esposa y yo estábamos de luna de miel, el plan era pedir dos habitaciones. Hablamos en la “recepción”, y nos encontramos con la sorpresa de que debido a las elecciones, los partidos habían movilizado gente para votar, y no había nada desocupado, pero que ya la gente estaba saliendo. Les pedimos efectivamente los dos cuartos, y que regresaríamos en un rato a ver si estaban desocupadas. Antes de salir, nos avisaron que había una vacía. Decidimos que la agarraríamos mientras se desocupaba la otra. Cual será nuestra sorpresa cuando entramos a la habitación…. Era una habitación enorme, donde habían dos camas matrimoniales y dos literas. El estado era realmente deprimente. Ni siquiera nos miramos y entramos con los bolsitos que habíamos destinado para cargar ropa para el viaje, ante la eventualidad de que nos quedáramos en la carretera en caso de estar muy cansados, ya que nuestro ferry salía el día lunes en la noche, tiempo suficiente para llegar con calma. Al sentarnos en la cama, la misma casi pegó al suelo… y ni hablar de cuando entré al baño; bañarse allí descalzo era salir con un sembradío de champiñones en los pies. La situación era realmente caótica, pero todos nos hacíamos los locos. Vino mi papá con las noticias de que habían sacado la caja y estaba destrozada. Cuando vio la habitación, no hizo mas que reírse. En todo el proceso llego el mediodía, y ya era evidente que debíamos quedarnos allí. La caja debía ser llevada a San Juan de los Morros y quizás a Maracay, lo cual llevaría mucho tiempo. Mientras, cuando fuimos al restaurante del hotel, al ver la situación, mi esposa decidió que no iba a comer nada. Y de verdad que la entiendo. Para suerte (¡!) de nosotros, había una arepera 24 horas cerquita, de hecho era la única en el pueblo, donde se paraban los buses de noche a recoger a la gente de paso a otros lares. Mi papá y mi mamá se fueron a ver lo de la caja, y mi esposa no hacia más que llorar, aunque trataba de evitarlo. La situación era bien comprometida, pero ahí estábamos, y no me atrevía a dejar solos a mis padres. Llegó la noche, y el veredicto final del mecánico: hay que reconstruir la caja. Escasamente pudimos dormir, pero allí estábamos. Al día siguiente seguimos entre el hotel y la arepera, esperando que pasara el tiempo. Mi papa se fue a San Juan de los Morros a ver por la caja del carro. El día fue sencillamente horrible. Llanto de mi esposa, mucho aguante de mi mama para no derrumbarse, y yo en el medio sin tener ni la menor idea de qué hacer. En la tarde llego mi papa sin noticias nuevas. Entrada la noche me llamo aparte y me dijo “hijo, ustedes no pueden seguir aquí, es mejor que se vayan”. Yo me vi enfrentado a la decisión de llevarme a mi esposa de allí dejando con ese paquete a mis padres solos, o quedarme quien sabe cuanto tiempo más e irnos todos. Mi papá me insistió en medio de unas cervezas que sabían a gloria: “hijo, váyanse ustedes para que recuperen algo del tiempo que les queda de resort, y nosotros llegamos allá en lo que podamos”. Recordé la cara de mi esposa y la de mi mama, y tomé la decisión de que nos íbamos.

 

De todas las maletas (con ropa para un mes, ya que íbamos a disfrutar y no a comprar), sacamos lo mas importante y lo metimos en un morralito. Preguntamos como hacer para llegar desde ahí hasta Puerto La cruz. había que pararse muy temprano, para agarrar una buseta hasta el Terminal de San Juan de los Morros. De ahí, tomar un bus hasta Maracay o Valencia o La Victoria, y de ahí otro bus a Puerto La cruz. Decidimos que lo haríamos…

 

Al día siguiente nos paramos muy pero muy temprano. A las 6 de la mañana estábamos en la calle principal del pueblo con mi papa esperando que pasara una buseta hacia San Juan de los Morros. Era una escena muy triste, Nadie hablaba, y lo poco que nos decíamos eran bromas destinadas a suavizar el momento. Por fin vino una, la paramos, nos despedimos y nos metimos en la aventura. Fuimos parados como por una hora, hasta que llegamos al Terminal de san Juan de los morros. La idea ahí era agarrar el primer bus a algún Terminal grande, y la suerte nos acompañó por el hecho de que apenas llegando había un señor gritando “TERMINAL DE MARACAY SALIENDOOOOOOO”. Saltamos de la buseta y nos metimos en ese bus. Luego de unos 45 minutos, estábamos los dos en el Terminal de Maracay. Pensamos que ya estábamos en la civilización, y sentimos que podíamos estar tranquilos, pero estuvimos equivocados……

 

Continuará!