Día del Ingeniero


Como hoy se celebra el día en Venezuela, y que me encanta esto que publiqué, lo traigo nuevamente al tope de las publicaciones…

Tomado del libro Las Artes y los Oficios, de Aníbal Nazoa:

EL INGENIERO
PALABRA MAGICA
No existe en el mundo ninguna profesión con más prestigio que la de ingeniero. En este siglo dominado por los avances tecnológicos ya nos hemos acostumbrado a la idea de que cuanto tenemos y aun lo que somos se lo debemos a los ingenieros. Todo padre moderno, en lo profundo de su alma, sueña con un hijo ingeniero, y el niño que no responda «ingeniero» al preguntársele qué quiere ser cuando sea grande es visto de reojo y puesto bajo vigilancia, porque cualquier otra respuesta es considerada como síntoma de pereza, falta de seriedad y hasta de un verdadero trastorno de conducta. Se ha llegado a la exageración de afirmar que «si Dios tiene alguna profesión, no puede ser otra sino la de ingeniero».
Este culto al ingeniero proviene fundamentalmente de fuentes ancestrales: en el fondo el hombre contemporáneo alienta un ser primitivo aún dominado por el shamanismo. No nos resignamos a vivir en un mundo sin «ocultismos» y sin «iniciados».
El ingeniero posee el secreto de las matemáticas, habla un lenguaje tan incomprensible para nosotros como lo fue el de los sacerdotes faraónicos para el egipcio medio, y para descifrar sus jeroglíficos no hay todavía ninguna Piedra de Roseta. Basta ver a un ingeniero trazando un 8 para sentirse en presencia de un ser sobrenatural: él no hace, como todos los mortales, el movimiento de escribir una S y cruzarla cerrando con otra S al revés; él hace el ocho como los niños pequeños, es decir, dibujando un circulito pegado a otro circulito ligeramente mayor, pero trazados ambos con tal precisión que no hay imprenta que se lo iguale.
Pero también se basa el culto al ingeniero en el hecho indiscutible de que él es uno de los puntales más firmes de nuestra querida democracia. De sus manos salen las autopistas, los puentes, los distribuidores, las represas y demás elementos que orientan al electorado en el momento de cumplir con el sagrado deber y ejercer el no menos sagrado derecho del sufragio. Los bloques y superbloques, las plazas de toros y los gimnasios cubiertos de la democracia, aunque sean diseñados por los arquitectos, necesitan el cálculo del ingeniero para poder ser levantados en la realidad. Si no hubiera ingenieros, ¿cómo podría el Presidente de la República salir a cortar cintas en los días de regocijo patrio y en vísperas de campaña electoral? Y si el presidente no cortara cintas, ¿cómo íbamos a saber a quién debemos dar nuestro voto? ¡El ingeniero es la sal de la vida democrática!
PARECIDOS
Los ingenieros se parecen a los generales en su don de mando y su habilidad como conductores de hombres. Una obra de ingeniería es como una acción de guerra: así como se dice que «la batalla tal la ganó el general Fulano», sin mencionar para nada a los centenares de hombres que se rompieron el alma para librarla, así también se dice «ese edificio lo hizo el ingeniero Mengano», sin dedicar el menor recuerdo a los albañiles que arriesgaron sus vidas en los andamios y aunque el ingeniero Mengano jamás haya hecho ni siquiera el esfuerzo por aprender a pegar un ladrillo.
Se parece a los economistas, por supuesto, en lo enrevesado de su lenguaje. Cualquiera se sobrecoge de espanto cuando oye a dos ingenieros conversando:
– Hay que corregir esa flecha porque ese perfil que hace palanca aquí tiene el fulcro desplazado, y como el esfuerzo cortante es igual a…
– Ya eso está resuelto. El problema ahora está en el corte B-5. Fíjate bien en la torsión que tiene este cachirulingo estático; si la razón de tranquizamiento es de doce punto nueve a catorce punto y coma, haz la composición de momentos para que veas cómo te da un conticinio aproximado de dos punto dos, que para un coeficiente anacorético de ese orden te va a traer una discrepancia flamígera en este nervio y en esta columna, y en ésta, a menos que cambies las secciones circuntitánicas y lo resuelvas aplicando el pórtico de Williams… No, chico, eso nos va a salir muy caro.
Por eso es que si un abogado cobra seis mil bolivares por sacar a un reo de la cárcel decimos que es un tracalero (lo cual, desde luego, puede ser cierto), y si un médico pide ocho mil por operar un apéndice lo llamamos chupasangre (igual paréntesis), pero si un ingeniero exige treinta y cinco mil por levantar un murito para que los perros de los vecinos no se metan en el jardín, nadie chista.
Se parecen a los hombres de negocios en que por lo regular son hombres de negocios. Cuando un ingeniero alcanza cierto punto en su carrera hacia la prosperidad, deja de ser «el ingeniero» para convertirse en «la compañía». Y cuando llega a hacerse demasiado próspero, entonces pasa a ser «la firma»: algo así como un Walt Disney de la ingeniería. Ya no dibuja ni calcula; se limita a firmar, y lo demás lo hacen unos ingenieros menos afortunados – que también los hay -, soldados anónimos en la gran batalla de la construcción. Al igual que en otras profesiones, en la de ingeniero es preciso tener visión futurista si no se quiere terminar como simple empleado de la compañía, lo cual suele suceder con mucha frecuencia a aquellos que escogen la carrera de ingeniería por inclinaciones exclusivamente científicas. La diferencia entre la compañía y el pobre ingeniero cientificista se puede apreciar claramente al oír las expresiones que el público dedica a cada uno y otro ante sus obras: del ingeniero «limpio» se dice que «ese hombre es una lumbrera»; de la compañía se dice: «¡Tronco de contrato!».
Se parecen a los médicos en que «los errores de los médicos se tapan con tierra» y los de los ingenieros se tapan con tierra, piedras, cemento, acero y ladrillos.
CONDICIONES
Resulta hasta un poco ridículo advertirlo, pero para ser ingeniero es preciso disponer de una mente estrictamente matemática. Poseer ideas concretas o, si lo prefieren, ideas de concreto. El ingeniero debe ser realista, veloz en el cálculo, dueño de una sólida estructura intelectual a prueba de desviaciones arquitectónicas o arquitectureras. Recuerde, lector, que no hay ingenieros paisajistas. En cambio hay ingenieros municipales (que deben manejar el hacha con maestría) y arquitectos con alma de ingeniero. Afortunadamente, porque éstos equilibran muy bien los momentos estáticos del sentimentalismo ingenieril. No basta ser de línea dura, hay que ser de línea antisísmica.
Políticamente, el ingeniero debe ser más bien conservador; eso es perfectamente lógico, puesto que su negocio es la precisión y la armonía, y nada hay más preciso y armónico que la ley. Del respeto a la ley y el orden salen las mejores obras. Si el gobierno no les da contratos a los ingenieros de izquierda no es por discriminación política sino por razones exclusivamente matemáticas, de equilibrio y perfección como quien dice.
En cuanto a la indumentaria, si usted piensa hacerse ingeniero tiene que aprender a comportarse como tal, so pena de ser confundido a cada momento. Al ingeniero, cuando anda con su traje de calle lo toman por arquitecto y cuando anda en traje de faena lo confunden con un obrero, en el primer caso por la elegante chaqueta de tergal o cuero y en el segundo por el recio kaki y el casco de aluminio.
INSTRUMENTAL
Cualquier ingenuo podría pensar que los instrumentos de trabajo del ingeniero son el teodolito, la regla de cálculo, la escuadra y el tiralíneas. Estas son más bien las herramientas del topógrafo y el dibujante, quienes son a su vez los verdaderos instrumentos de trabajo del ingeniero. Los demás utensilios propios de la ingeniería vienen siendo más o menos los mismos que emplea el abogado.
CURIOSIDADES
No hay profesión donde se puedan describir tantas curiosidades como en la Ingeniería, en sus diferentes ramas. Así tenemos a los ingenieros agrónomos, que se saben de memoria los nombres técnicos de todas las plantas habidas y por haber y conocen con todo detalle la fisiología del insecto más insignificante, pero cuando les toca abrir un canal de riego tienen que llamar a un ingeniero civil, a pesar de lo cual se siguen llamando ingenieros. Están los ingenieros industriales, que casi siempre trabajan en la administración de las empresas y no ejercen la ingeniería sino cuando están «en la malévola». Los ingenieros militares, que se especializan en demoler lo que han construido los ingenieros civiles. Y en años recientes apareció en Estados Unidos una novísima rama: la ingeniería de almas o «Man Engineering», que se dedica a la remodelación de la humanidad con el objeto de lograr que cada hombre viva exclusivamente para consumir los productos que fabrican las demás ramas de la ingeniería. La «Man Engineering», como se puede ver, es la ingeniería de las ingenierías. Si usted nos preguntara cuál es la especialidad más productiva, sin titubear le responderíamos que ésta. Pero eso sí, antes de anotarse en ella piénselo bien y tenga mucho cuidado, porque si usted no es muy superlativamente inteligente, corre el riesgo de salir con las tablas de logaritmos en la cabeza.
Es todo, queridos alumnos.

“Yo Creo”: duda o afirmación


Cuando se habla se utilizan lo que se llaman «muletillas», que vienen siendo como ayudas para rellenar espacios en lo que se está compartiendo. En mi caso particular, sé que particularmente cuando se hacen aseveraciones, se debe ser consistente con el discurso, sin embargo hay una expresión que se hace demasiado común que es el «yo creo». Entonces, siempre trato de evitarlo para que mi expresión no refleje ninguna duda, pero recientemente mientras precisamente me corregía en una frase que comencé con un «yo creo», y que luego dije «no creo, estoy seguro», me di cuenta que el «yo creo» tiene dos versiones. Por una parte efectivamente está el «yo creo» que puede ser de duda. Es ese que se usa cuando quizás no se quiere atropellar a los oyentes con una aseveración contundente, o cuando involuntariamente se deja colar alguna pequeña duda que se tiene acerca de lo que se está compartiendo. Pero, también está el «yo creo» de afirmación, de expresión inequívoca de la fé que se tiene en lo que se está expresando. En el primer caso podría usarse de ejemplo la frase «yo creo que si podemos lograr el resultado que nos hemos propuesto». En ese caso se deja escapar la duda, natural, acerca de los retos qué hay que sortear y las oportunidades que se pueden aprovechar para cumplir. Se expresa la incomodidad que se tiene al depender de acciones ajenas para cumplir con un compromiso establecido. Y en el segundo caso, está el «yo creo en Dios», una afirmación de la creencia que se puede tener, sin duda alguna.

Definitivamente la palabra tiene un peso muy importante en lo que se quiere expresar, que en combinación con la expresión física conforma la base para hacer llegar un mensaje de manera clara. Muchas veces queremos hacer que quienes están recibiendo el mensaje se sientan realmente inspirados, pero el uso equivocado de ésta frase puede echar todo por tierra. La emoción con la que se exprese, así como el contexto, serán la base fundamental para hacer legar el mensaje correcto. En cualquier caso, yo creo que compartir ésta idea va a ser de utilidad a quienes la lean. O quizás no?

Señales o simples coincidencias?


Este semana fué muy importante para mi familia: finalmente se concretó la naturalización de mi hija como Mexicana. Más allá de lo que eso implica para nosotros, en medio de la ceremonia, y de un mar de emociones cruzadas, me llamaron mucho la atención dos detalles: Estaba la Orquesta Sinfónica de la Secretaría de Marina interpretando algunos temas, entre los cuales nos deleitaron con «Granada», y con «El Jinete». No dicen nada esos títulos, sin embargo, «Granada» era una canción que le gustaba muchísimo a mi mamá, especialmente la versión cantada por Plácido Domingo; Y esa canción de «El Jinete» la escuchaba mi papá, quien no era un fanático de la música mexicana, y la recuerdo muy claramente porque siempre que la escuchaba me decía «ese es Miguel Aceves Mejía, el rey del falsete», y hasta cambiaba el apellido refiriéndose a el como «Miguel Aveces Jemía». En el medio de toda la prosopopeya de la ceremonia, me quedé estupefacto, controlando mis emociones, porque me parecieron unas señales muy claras de su presencia y complacencia…

No es la primera vez que me sucede, pero por lo general termino pensando que estoy medio loco y que son vainas mías, sin embargo, como que con el tiempo me he ido haciendo más sensible a esos detalles, y no sé si interpretarlos como señales. El problema, asumiendo que efectivamente lo fueran, sería descubrir que quieren decir, pero eso sería otro tema por desarrollar.