Introducción


UNIVERSITAS EMERITENSIS, son unas palabras que tenía el primer logo que conocí de la Universidad de Los Andes (ULA), que significan “ Universidad de Mérida”.

Para todos aquellos que hemos tenido la oportunidad de ir a una universidad, el sentimiento de apego a la misma puede ser comparable, pero en mi caso, considero que mi vida, y lo que soy, es producto irrefutablemente de mi relación, desde incluso antes de nacer, con una universidad.

Tuve la suerte de que mis padres tuvieron la oportunidad de estudiar y graduarse en la universidad; de allí surgió que todas las personas con las cuales crecí alrededor, eran en su inmensa mayoría universitarios, bien compañeros de clases de mis padres, profesores o simplemente conocidos de la universidad; yo mismo nací en el justo momento en que mi mamá se graduaba de pregrado en la ULA, y de allí en adelante todo, todo estuvo relacionado con el acontecer universitario. Mis padres llegaron a ser profesores en la ULA, y posteriormente en la UNELLEZ, lo cual permitió que creciera en los ambientes y espacios de la universidad, entre la facultad de ciencias de la ULA, el Núcleo de Trujillo de la ULA, y los espacios de la UNELLEZ. Tuve la dicha de poder contar en mi casa con bibliotecas donde habían cantidades inmensas de libros, de cualquier tipo, de los cuales algunos leía; tenía a mi alcance revistas, información; acompañaba a mi papa en sus viajes de campo con sus estudiantes; iba al laboratorio donde trabajaban y me enseñaban, tanto el como las personas que allí trabajaban, a utilizar los elementos, a lavarlos, a distinguir entre un porta objeto y un cubre objeto; utilice un microscopio desde pequeño, razón por la cual me aburría con los juegos químicos que existían para esa época, ya que yo podía entrar y salir y hacer lo que quisiera en un laboratorio de verdad; crié, para desgracia de mi mama, al menos cientos de “ hamsters” que me regalaban en el laboratorio de uno de los amigos de mi papa, el Dr. José Vicente Scorza, animalitos que al reproducirse causaban los grandísimos dolores de cabeza a mi mama en la casa, hasta que lográbamos salir de ellos; pude estar presente en la autopsia que le hicimos a uno de los tantos perros que tuvimos, Chia, la cual fue atropellada frente a nuestra casa, y un fin de semana, mi papa llamo a los Morales, que eran veterinarios y daban clase en el Núcleo de Trujillo, para determinar de que había muerto; participe con mi tía Aura en varios de los trabajos que realizaban en su grupo de investigación, en esa época el CIELAT, lo cual incluyo fabulosos viajes, por ejemplo, a morrocoy, donde utilice y era responsable por las mediciones de las termocuplas en las hojas de mangle, con mediciones cada hora por todo el dia; estuve presente cuando mi único hermano, menor que yo, hizo desaparecer un equipo de recolección de muestras de un proyecto de mi papa en la laguna de Bocono, en uno de los viajes de campo con sus estudiantes; y ni hablar del acceso que pude tener a las computadoras, comenzando con la Sinclair ZX-81, que fue mi primer computador (aunque era de mi papa), pero que me condujo por el camino que ahora ando, después de prácticamente 30 años. Aun recuerdo cuando mi papa me hablo de la Teoría de Sistemas de Von Bertalanffy, y me decía que por que no estudiaba Ingeniería de Sistemas, que era el futuro, en lugar de Ingeniería Eléctrica, que era lo que siempre quise estudiar.

En ese devenir universitario desde mi niñez, tuve la oportunidad de compartir, prácticamente en forma familiar, con personalidades como Ernesto Medina, José Mendoza Angulo, Pedro Rincón Gutiérrez, Leonel Vivas; luego, de mas grande, con personalidades como Felipe Pachano, Mitchel Rodríguez, y muchos mas.

También participe con mis padres en muchas elecciones universitarias, con lo cual pude saborear desde pequeño ese “ gusto” por la política. En el marco de esas elecciones, fui testigo de reuniones de mis padres, donde discutían sobre sus posiciones políticas, donde apoyaban una opción, donde luchaban contra otra; pude crecer conociendo que existía la derecha, y los “ ultrosos”, que fue hasta muy grande cuando por fin entendí de lo que se trataba; asistí a muchas fiestas de celebración de triunfo, pero también a igual numero de fiestas abortadas por el fracaso, con lo cual aprendí las dulzuras de la victoria, pero también la amargura de la derrota.  

Por supuesto, que después de haber crecido en ese ambiente, era prácticamente inevitable el que asistiera a la Universidad, en mi caso a la ULA, a estudiar. Originalmente, a estudiar Ingeniería Eléctrica, que fue mi plan desde el bachillerato, razón por la cual, a pesar de la opinión e insistencia de mi mama, que quería que estudiara en un liceo privado, me fui a la Escuela Técnica Industrial, para comenzar a manejar la información y conocimientos básicos, que me ayudarían en mis estudios universitarios, logrando salir asignado por el CNU, pero ante la insistencia de mi papa, y gracias al Convenio de los hijos de Profesores que existía en ese momento, ingrese a estudiar Ingeniería de Sistemas, sin mucha idea, debo reconocer, de lo que se trataba. Para ese momento vivía en Barinas, y me fui a Mérida, donde comenzó la gran travesía. El estar alla, luego de haber vivido en Mérida y de conocer el ambiente universitario, me permitió desenvolverme muy bien. Conocí mucha gente, y con el conocimiento que traía, hice todo lo posible para conocer a Diógenes Andrade, el Fantasma, que era una especie de ser mitológico del momento (y aun lo sigue siendo), con lo cual ingrese, voluntariamente y a motu propio, en las filas del famoso Movimiento 21 de la Facultad de Ingeniería. Eso me permitió recorrer muchos caminos que conocía por parte de mis padres, comenzando como un tirapiedras mas, pasando por ser Consejero de Departamento, Representante Estudiantil, Secretario de Actas y Correspondencias del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería, Secretario de Deportes, Presidente Suplente, mano derecha del Fantasma en su periplo como Presidente de la FCU, hasta llegar a ser Representante Estudiantil suplente ante el Consejo Universitario en dos oportunidades.

Finalmente, en la ULA conocí a la que hoy dia es mi esposa, que estudiaba Ingeniería Química, y quien me saco del letargo académico en el que estaba, para fortuna de toda mi familia, logrando alcanzar la mayor de las metas que se propone uno como estudiante, que es recibir su Titulo en el Aula Magna de nuestra Alma Mater. Evidentemente, todo ese bagaje de información, producto de las oportunidades que he tenido en todo el tiempo transcurrido, ha colaborado a alcanzar las metas que hasta ahora me he establecido. Ha sido fundamental, tanto la educación que recibí de mis padres como la “formal” recibida en la universidad, para poder avanzar en la vida; gracias a los alcances como estudiante, un compañero de estudios y de lucha me hizo la propuesta de que trabajara con el, en una una Unidad de Sistemas que se estaba creando, lo cual produjo 4 años de trabajo, que me llevaron de un analista de procesamiento de datos II, a ser el Jefe de la Unidad de Sistemas y Estadística, y los resultados alcanzados allí, permitieron que tuviera nuevas oportunidades, donde permanezco, cosechando cada dia mas y mejores resultados.

La universidad ha sido determinante en mi vida, en todos los sentidos. Por ello, el relato de las situaciones por las que pase, las personas que conocí y sobre todo los logros y metas alcanzados, es lo que estará relatado en las paginas siguientes.

Día de la Madre (2009)


Desde que se es muy pequeño, desde siempre, me atrevería a decir, se celebra el día de la Madre. Esto, en mi caso, significa que desde que tengo memoria recuerdo los momentos en que para este día, salíamos mi hermano, mi papá y yo, en un ejercicio de complicidad, a buscar el regalo para mamá. Esto se combinaba con los eventos escolares, donde, por ejemplo, un año mi mamá se molestó muchísimo, porque una maestra hizo que nos compraran pinturas y lienzo, y resultó que ella pintó no-se-cuántos cuadros para que cada uno le regalara a su mamá; Un recuerdo que creo jamás olvidaré, fué cuando le regalamos a mamá su tan deseado juego de té, fabricado en plata. Realmente nunca lo utilizamos, pero siempre ocupó un lugar especial en la casa, y estoy seguro que esto obedecía más que a su valor monetario, y a lo bonito que era, al hecho de que se lo habíamos regalado nosotros (claro, mi papá seguramente pasó muchos años pagándolo). En la medida en que fui creciendo, obviamente las cosas fueron cambiando con respecto a este día, aunque la emoción de sorprender a mamá siempre fué un motivo para no perderse de la casa. Eventualmente, cuando me fuí a la Universidad, regularmente iba a la casa el fin de semana del día de la madre, o mi mamá iba a donde estaba yo, excepto por una vez, que recuerde, en la cual mentí para no estar en la casa, pero fué debido a que esa era la oportunidad de oro para visitar a una muchacha que casualmente cumplía años ese día, y como estaba en los movimientos iniciales de llamar su atención, decidí darle la sorpresa de llegar a visitarla en la ciudad donde vivía, ese día. Afortunadamente, el esfuerzo valió la pena, ya que esa muchacha es, hoy en día, mi esposa.
Quizás todos pueden pensar e incluso sentir lo mismo, pero siempre sentí que tenía una relación muy especial con mi mamá. Siempre me habló de manera especial, tanto que hoy en día llego a la conclusión de que, aunque suene extraño, sabía lo que iba a pasar en el futuro. Todos sus consejos, todos sus empeños (que por cierto la mayoría no entendía y por ello no le paraba mucho), han resultado de utilidad aún hoy en día, a prácticamente 8 años de su muerte. Ciertamente, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero en el caso de mi mamá, es como más profunda la brecha aún abierta. Desde su partida, cada día de la Madre es un martirio, donde debo hacer un gran esfuerzo para no caer en una depresión absoluta. Es como que me pasaran un interruptor, donde se activan todos los momentos, buenos y malos, que compartí con ella; y quizás lo que más me afecta, es pensar en todos los logros que, precisamente, no pudimos compartir. Pero este año ha sido distinto! No es que no he sentido activarse el interruptor, por el contrario, ha sido más profundo, ya que ahora veo a mi hija, y siento que me desarmo al imaginarme como estaría disfrutándola mi mamá; pero así mismo, la veo y entiendo que es lo que siempre quiso mi mamá, y que no puede ser algo triste, sino por el contrario, una alegría, lo cual me lleva a una confluencia de corrientes, una de mucha alegría y otra de mucha tristeza. 
Tantas cosas que compartimos, que me dijo, que me obligó a hacer, decir o prometer, las recuerdo hoy y las entiendo, ya que veo que es el mismo camino que debo forjar para mi hija, y me encuentro, repentinamente, con un nuevo y renovado reto que me plantea mi mamá: conducir a mi hija por el mismo camino de bien por el cual nos llevó, hasta donde pudo, ella. Y queda más que demostrado que era el camino correcto, ya que a pesar de no terminar de recorrerlo con nosotros, el tiempo se ha encargado de demostrar que su elección, como casi todas, fué la acertada. Ahora nos toca a nosotros, me toca a mí, llevar de la mano a mi hija, para que en el futuro, algún día como hoy, recuerde que el camino se comenzó a recorrer de acuerdo a las instrucciones de su abuela.
Hoy, más que nunca, te extraño mamá…