Lidiar con un Jalabolas


Por: Fernando J. Castellano Azócar

El término «Jalabolas» es muy utilizado principalmente en Venezuela, y su origen proviene de las cárceles en la época de la colonia, donde los presos utilizaban grilletes. Aquellos con mayor poder económico o influencia tenían a su «jalabolas» particular, quien los ayudaba a cargar o a mover las pesadas bolas de hierro que tenían aferradas a sus tobillos con cadenas. Pero el término «jalabolas» también está irremediablemente ligado con el ámbito laboral, aunque aplica para cualquier actividad en la vida. En un artículo de Pablo Aure, hay algunos detalles que dan luz en cuanto a la definición del término y su posible raíz histórica. Para efectos de este artículo, el siguiente extracto representa una muy buena definición:

«Se trata de la adulancia servil, generalmente al poderoso en cualquier campo, sobre todo en el económico y en el político. Adulancia rastrera y despreciable del subalterno al jefe, del inferior al superior, aunque la “inferioridad” no sea intrínseca, sino que derive precisamente del acto de jalabolismo, como ocurre con el intelectual, letrado, profesional de alto grado académico que adula a quien le es intelectual o moralmente inferior, devenido en poderoso porque tiene dinero o alguna otra fuente de poder.»

Es difícil hacer un juicio de valor con respecto a quien decide ejercer la actitud de ser un jalabolas. A diferencia de lo que es una creencia común, la palabra «jalabolas» no es una grocería, ya que definitivamente no se refiere a la acción física de interactuar con partes del organo reproductor masculino. De ser así, el dolor que se causaría al objeto de la adulación, principalmente, sería un gran impedimento para que se pudiera realizar tal acción. Y en cuanto a la ofensa que causa, el tamaño de la misma es inversamente proporcional a la aplicación de la acción, es decir, mientras mas jalabolas se es, mejor se siente de ser reconocido (menor es la ofensa), y viceversa.
En el ámbito laboral, es común encontrar personas que salen adelante en función de su capacidad de adulación. Estas personas se caracterizan por no hacer nada, sino adular. Pero es interesante entender el hecho de que no habrían jalabolas sin el gusto de contar con ellos a su servicio. Donde hay un jalabolas, hay alguien con algún grado de poder disfrutando de tenerlo en su equipo.

Lo que caracteriza a un jalabolas es su capacidad para permanecer en una organización, sin cumplir con lo que debería ser su trabajo. Algunos de ellos han logrado subir de escalafón en base a su capacidad innata de adular, causando profundas brechas en los equipos en los que trabajan. Es todo un arte lograr mantenerse en calma cuando se comparte con uno, sobretodo por el hecho de que si uno se coloca en su camino, cuenta con una desventaja terrible. Pero no por ello se debe dejar de hacer el trabajo que le corresponde. En mi experiencia, una de las situaciones más difíciles de manejar es cuando los resultados del esfuerzo y la constancia se intentan justificar como el resultado de ser un jalabolas por parte de quienes no logran sus metas. Es una expresión de esa envidia insana el decir, ante cualquier asomo de éxito en un compañero de trabajo: «claro, eso es porque siempre haz sido un jalabolas», lo cual indica el grado de mediocridad de quien así opina.

Cada quien hace lo que considera necesario para salir adelante. Unos se esfuerzan para destacar como los mejores en su área, otros simplemente los miran y buscan excusas por las cuales los demás triunfan y ellos no. Mi consejo: deje el proceso de contemplación y haga todo lo necesario para alcanzar los resultados que tanto anhela. Incluso los jalabolas llegan a ser exitosos, siempre que estén claros de que hacen lo que les gusta o, en última instancia, lo que les resulta mejor.

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