Memoria de los Nuevos Tiempos


Cuando pequeño me regañaban permanentemente por las cosas que hacía y que por lo general interrumpían las actividades de las que debía realmente ocuparme, como lo era hacer las tareas y estudiar. Y es que lo que me apasionaba era estar en la calle, jugando con mis amigos, lo cual intentaba hacer a pesar de lo que fuera. En esa época no había sono los juegos clásicos como el trmpo, el gurrufío, la perinola, y por supuesto cualquier cosa al aire libre. Recuerdo que nunca teníamos un plan especial. Simplemente quedábamos en encontrarnosen un sitio, y de ahí a alguno del grupo se le ocurría una idea.

Un día, decidimos meternos en los ductos de aguas negras de una parte de la ciudad que estaba en construcción. Pasamos horas recorriendolos, cual ratones, para ver dónde terminaban. Escazamente cabíamos arrodillados, y como éramos unos 7 que íbamos uno detrás del otro, era imposible regresar por el camino recorrido. De habernos sucedido algo, quizás aún seríamos los niños perdidos, porque no había manera de que nos hubiesen encontrado. Y por supuesto esas eran cosas que jamás contaba a mis padres.

Luego tuve la suerte de tener un atari, pero a pesar de lo novedoso, nunca igualó mi necesidad de estar en persona con mis amigos, inventando cómo entretenernos. Y mi otro entretenimiento era la música, por lo cual pasaba horas seleccionando de entre los discos a mi alcance los que utilizaría para grabar un nuevo cassette. En tantas cosas se me iba mi tiempo, que era todo un trabajo el que mis padres ejecutaban para lograr que me enfocara en lo que debía, «en lo útil»…

Ahora, veo a mi hija horas sentada en la computadora, y mi primera reacción es la misma que tenían mis padres: reclamarle que está perdiendo su tiempo, que no va a sacar nada útil de eso… pero por una parte, la veo y recuerdo mis días cuando tuve la mía y también pasaba horas, si no días, sentado programando. Porque en esos días aún no habían todas las opciones de entretenimiento que existen ahora. Entonces, con qué moral le reclamo que hace básicamente lo mismo que yo hice, y que contrario a lo que eran los designios apocalípticos de lo que iba a ser mi vida si seguía así, pues aquí estoy como uno más haciendo su aporte en este mundo; y por otro lado, es lo que hacen los jóvenes en estos días, cuando ya no hay la seguridad que disfrutábamos hace 40 años y que nos permitía salir y vivir todas las aventuras que se nos ocurrieran, razón por la cual los mantenemos con nosotros a toda hora, siendo nuestra disposición a salir lo que determina la de ellos.

Son nuevos tiempos a los que nos debemos adaptar. QUizás más que nuevos tiempos, son nuevas situaciones que así como nuestros hijos no entienden como vivimos en nuestra época de juventud, a nosotros nis cuesta dejarlos a ellos vivir la suya, en un ejercicio mediante el cual les transmitimos nuestros temores, así como en su momento lo hicieron nuestros padres con nosotros.

A lo que me aferro es que a pesar de todo lo que se supone que no iba a lograr por mi tendencia a entretenerme con lo mundano, aquí estoy, para bien o para mal. Y cada cosa que hice fué llenando mi balde de experiencias. Así mismo será con mi hija, y con cada joven en el mundo. Independientemente de lo bien o lo mal que lo hagan, y más dependiendo de quien los mire, crecerán y serán mujeres y hombres de bien no basado sólo en lo que hicieron o dejaron de hacer, sino en los principios y valores que se les enseñen. Por eso, el gran trabajo que tenemos como padres es no transmitirles nuestros temores, y abrirles el camino para que se enfoquen en sus fortalezas.

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