Por lo general uno dedica estrictamente las horas de trabajo para pensar en todo lo relacionado con el mismo y una vez terminan es como pasar un suiche y ya se dedica uno a cualquier otra cosa, lo cual es una forma de relajación o enfoque en otros intereses. De hecho con lo que vivimos por la pandemia esa dicotomía se ve afectada en el caso del home office ya que no se está sujeto a los espacios físicos de la oficina como sucedía tradicionalmente.
Ahora, cuando se trata de cosas que nos inspiran, mucho del tiempo que estamos alejados de las mismas lo utilizamos para pensar en eso. Si nos apasiona un deporte, por ejemplo, mientras comemos pensamos en el próximo juego, cómo podemos tener un mejor desempeño, lo cual se repite a lo largo de las horas que estamos en otras actividades.
Lo que me resulta interesante es que mientras más inspirados estamos con lo que hacemos más tiempo le dedicamos para hacerlo mejor. Entonces, ese sentimiento de vacío o de desanimo que sentimos en algunas oportunidades con respecto a lo que hacemos no necesariamente está relacionado con el hecho de que se le dediquen muchas horas, es decir, no es cansancio sino por el contrario se debe a que le estamos dedicando mucho tiempo a pensar cómo va a terminar ya que al no estar inspirados no desarrollamos una visión de futuro que asegure que lo hacemos lo mejor posible; es como que perdemos la esperanza de poder hacer algo bien, de aportar valor, lo cual nos lleva a la depresión y a la frustración. Por eso resulta tan importante trabajar en cosas que nos inspiren, que nos interesen, que tienen sentido para nosotros y que nos hacen sentir que estamos aportando valor a la sociedad en la que vivimos.
Entre las principales razones por las cuales trabajamos está el poder atender nuestros compromisos económicos, pero no se trata sólo de ganar dinero. Lo que hacemos, si nos inspira, nos permite sentirnos plenos incluso a pesar de las circunstancias que enfrentamos, pero en la medida en que nos inspire es que nos mantendremos tratando de ser los mejores en lo que hacemos y reduciremos esa sensación de vacío que muchas veces puede atacarnos.
El primer trabajo que uno llega a tener es fundamental para el resto de la carrera profesional, y me atrevería a decir que para el resto de la vida. Para quienes tienen la oportunidad de estudiar una carrera universitaria, de alguna manera se trae un camino trazado que uno espera sea una especie de brújula, pero cuando llega el momento se pueden llegar a tener una cantidad tal de dudas que se puede terminar decidiendo esperar un poco más.
Recuerdo que algunos compañeros de estudios que se graduaron antes que yo comentaban que iban en las empresas que les atraían y dejaban su Curriculo con la esperanza de ser llamados, pero no había una selección especial de la empresa donde se quería trabajar sino que se buscaba tener un abanico lo suficientemente amplio como para que fuera imposible que alguien no decidiera considerarlos para entrar a trabajar con ellos, lo cual en muchos casos efectivamente terminaba sucediendo. En mi caso tuve la gran suerte de que lo que hacía por gusto terminó siendo lo que definió mi primer trabajo.
Pero la tarea no termina al lograr entrar al campo laboral. Uno va con ciertas expectativas, principalmente económicas, las cuales pueden ser abruptamente cercenadas con ofertas que se aprovechan de la inexperiencia y necesidades para propinar un primer golpe que se justifica asumiendo que lo importante es tener la oportunidad y adquirir la experiencia. Y luego quizás la apuesta mas importante: no ser infrautilizados.
Hubo un tiempo en el que yo asumía que quienes entraban al campo laboral debían pasar por un proceso de aprendizaje y que no tenían derecho a exigir nada sino más bien a agradecer por esa oportunidad con una actitud sumisa, pero las circunstancias me permitieron tener la oportunidad de contratar a jóvenes que venían con esas ganas de comerse el mundo, lo cual me parecía algo muy extraño e incluso ofensivo, pero al final decidí darles la oportunidad que yo no tuve y en todos los casos han resultado en excelentes y exitosos profesionales que siguen con esas ganas de comerse el mundo y de hecho lo están haciendo. Por eso es que resulta tan importante ese primer trabajo, porque de no irle bien a uno se puede terminar llevando una carga de frustración, dudas y hasta temor que afectará el paso en ese camino que todos tenemos.
A quienes andan en ese proceso les digo que tienen todo el derecho de exigir lo que sus expectativas dicten. Luego tendrán que asumir la actitud necesaria para que se sienta que fué un trato justo para ambas partes, pero de eso se trata! La experiencia se acelera en la medida en la que se arriesga, y cuando el compromiso es grande se da todo para estar a la altura. Bien lo dijo Richard Branson: Mientras sigas en tu carrera, tus esfuerzos pueden encontrarse con el fracaso. No te desalientes, una de las mejores maneras de aprender algo es cometiendo errores.
Y para quienes tienen la oportunidad de abrir la puerta al mundo laboral a alguien, no busquen aprovecharse de la situación. Si la persona no es lo que se busca, digan la verdad y alienten a que siga intentando sobre todo resaltando tanto lo positivo que tienen los candidatos como detallando las razones por las que no son seleccionados, ya que eso da una visión y establece una meta a alcanzar para elevar la probabilidad de que en la siguiente oportunidad sí sea el seleccionado.
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No hay nada como vivir el presente, pero en mi caso el registro de lo que vivo tiene una importancia fundamental. Por eso vivo pasando por distintos métodos para llevar ese registro, y es que lo que escribo se vuelve como la prueba física de mi existencia. Desde el 2015 comencé a llevar lo que podría definirse como un diario, además que debido a que soy muy consciente del hecho de no tener una buena memoria con el tiempo desarrollé un sistema para tomar notas de lo que quiero y debo hacer, y me he dedicado a guardar todo lo que voy escribiendo con la intención de convertirlo en algo algún día. Y en ese proceso he utilizado distintos medios: papel, cuadernos, bolígrafos, pluma fuentes. Y por supuesto el tema de poder digitalizar todo para tenerlo siempre conmigo se convirtió en un proyecto permanente.
En los primeros días utilicé una aplicación donde escribía. Luego en muchos cuadernos que me dediqué a transcribir en otra aplicación que ofrecía una seguridad superior, y es que con la probabilidad de acceso que podría haber a mis pensamientos lo mejor era tenerlos protegidos, pero luego de ver que no me alcanzaría la vida para transcribirlo todo decidí digitalizar lo escrito y guardarlo en otra nueva aplicación. Y en el proceso terminé borrando por error todo mi año 2019. Mientras andaba en el proceso de migración a la penúltima aplicación que decidí utilizar descubrí el error cometido. No me pude perdonar el perder todo un año de mi vida, pero no había manera de poder recuperarlo.
Ya es un hábito escribir prácticamente todos los días, y con el paso del tiempo y avance de las tecnologías encontré otra aplicación que ofrece la mayoría de las opciones que yo busco así como otras adicionales, así que en ese ciclo recurrente me dediqué, nuevamente, a pasar mi vida de todas las aplicaciones y cuadernos a la nueva opción, un proceso que es como un viaje en el tiempo en el que recuerdo lo que he vivido, lo que he enfrentado y como lo he resuelto. Un viaje que no me canso de hacer y que efectivamente presenta un potencial increíble (aún no termino de definir para qué) pero en el proceso llegué nuevamente al hueco del año 2019, que de paso hoy en día representa cómo vivía justo antes de la llegada de la pandemia que nos ha cambiado por completo la vida, y nuevamente me culpo por ese año de mi vida que perdí.
Muchos han escrito sobre los beneficios que tiene llevar un diario, y en lo personal puedo decir que si algo se ha vuelto importante en mi vida es plantearme lo que voy viviendo, pero sobre todo contar con todos esos sentimientos y emociones que terminan conformando la experiencia que después me ha dado la seguridad de que voy por el buen camino. Si hay algo que pueda recomendar es dedicarse a escribir. Nada complicado, sólo escribir, sin importar dónde ni con qué, pero sobre todo con el cuidado de no perder pero ni una coma…
Cuando pequeño me regañaban permanentemente por las cosas que hacía y que por lo general interrumpían las actividades de las que debía realmente ocuparme, como lo era hacer las tareas y estudiar. Y es que lo que me apasionaba era estar en la calle, jugando con mis amigos, lo cual intentaba hacer a pesar de lo que fuera. En esa época no había sono los juegos clásicos como el trmpo, el gurrufío, la perinola, y por supuesto cualquier cosa al aire libre. Recuerdo que nunca teníamos un plan especial. Simplemente quedábamos en encontrarnosen un sitio, y de ahí a alguno del grupo se le ocurría una idea.
Un día, decidimos meternos en los ductos de aguas negras de una parte de la ciudad que estaba en construcción. Pasamos horas recorriendolos, cual ratones, para ver dónde terminaban. Escazamente cabíamos arrodillados, y como éramos unos 7 que íbamos uno detrás del otro, era imposible regresar por el camino recorrido. De habernos sucedido algo, quizás aún seríamos los niños perdidos, porque no había manera de que nos hubiesen encontrado. Y por supuesto esas eran cosas que jamás contaba a mis padres.
Luego tuve la suerte de tener un atari, pero a pesar de lo novedoso, nunca igualó mi necesidad de estar en persona con mis amigos, inventando cómo entretenernos. Y mi otro entretenimiento era la música, por lo cual pasaba horas seleccionando de entre los discos a mi alcance los que utilizaría para grabar un nuevo cassette. En tantas cosas se me iba mi tiempo, que era todo un trabajo el que mis padres ejecutaban para lograr que me enfocara en lo que debía, «en lo útil»…
Ahora, veo a mi hija horas sentada en la computadora, y mi primera reacción es la misma que tenían mis padres: reclamarle que está perdiendo su tiempo, que no va a sacar nada útil de eso… pero por una parte, la veo y recuerdo mis días cuando tuve la mía y también pasaba horas, si no días, sentado programando. Porque en esos días aún no habían todas las opciones de entretenimiento que existen ahora. Entonces, con qué moral le reclamo que hace básicamente lo mismo que yo hice, y que contrario a lo que eran los designios apocalípticos de lo que iba a ser mi vida si seguía así, pues aquí estoy como uno más haciendo su aporte en este mundo; y por otro lado, es lo que hacen los jóvenes en estos días, cuando ya no hay la seguridad que disfrutábamos hace 40 años y que nos permitía salir y vivir todas las aventuras que se nos ocurrieran, razón por la cual los mantenemos con nosotros a toda hora, siendo nuestra disposición a salir lo que determina la de ellos.
Son nuevos tiempos a los que nos debemos adaptar. QUizás más que nuevos tiempos, son nuevas situaciones que así como nuestros hijos no entienden como vivimos en nuestra época de juventud, a nosotros nis cuesta dejarlos a ellos vivir la suya, en un ejercicio mediante el cual les transmitimos nuestros temores, así como en su momento lo hicieron nuestros padres con nosotros.
A lo que me aferro es que a pesar de todo lo que se supone que no iba a lograr por mi tendencia a entretenerme con lo mundano, aquí estoy, para bien o para mal. Y cada cosa que hice fué llenando mi balde de experiencias. Así mismo será con mi hija, y con cada joven en el mundo. Independientemente de lo bien o lo mal que lo hagan, y más dependiendo de quien los mire, crecerán y serán mujeres y hombres de bien no basado sólo en lo que hicieron o dejaron de hacer, sino en los principios y valores que se les enseñen. Por eso, el gran trabajo que tenemos como padres es no transmitirles nuestros temores, y abrirles el camino para que se enfoquen en sus fortalezas.
Poderme levantar y respirar cada día Es suficiente razón para desbordar alegría Recibir la mirada de mi hija, sonriente Borra de inmediato cualquier problema en mi mente
Saber que en el camino voy acompañado De esa mujer de la que estoy enamorado Me hace sentir de los más afortunados Juntos es difícil que algo pueda pararnos
A diario buscamos tanto para ser felices Que terminamos obviando lo que en nosotros subsiste Mira en tu interior y encontrarás lo necesario Para llegar mucho más lejos de lo que puedas pensarlo
Siempre he dicho y sostengo que no hay plan malo. Cuando se tiene una situación a la que se quiere llegar desde la actual que se vive, es imprescindible establecer la forma de hacerlo, lo cual se convierte en «el» Plan. Pero, como todo en la vida, no hay una sola forma de lograr las cosas, de manera que la calidad de un plan se tendría que medir en función de parámetros muy particulares, entre los cuales se incluyen: tiempo, recursos y riesgo.
En estos días me comentaba un amigo su intención de mudarse de país. Tenía todo considerado: comprar el boleto, el sitio donde llegaría, el tiempo que le tomaría paa estabilizarse, las oportunidades de trabajo disponibles, el dinero requerido. Todo sonaba como un plan perfecto, hasta el punto en que me comentó que sólo le faltaba su pasaporte…
En muchas oportunidades nos enfocamos en el desarrollo del plan, que sin duda es una pieza fundamental para alcanzar el objetivo, pero de nada servirá el mismo, por más perfecto que parezca, si no se plantea en función de los requisitos para su ejecución. Al final, el nivel de perfección de un plan lo determinará la consecución de la meta.
Tenía como 8 años y siempre peleaba para ver las series que me gustaban: Starsky & Hutch, SWAT, Misión Imposible… Eran las series de moda, que eran transmitidas a las 8 de la noche entre semana, justo a la hora en que debía dormir. Que yo recuerde, y no solo en ese mosmento sino por mucho tiempo después, nadie sabía cuántos capítulos confirmaban las temporadas de las series. En días recientes me llamaba la atención una conversación donde hablaban de una serie en Netflix, y cómo preferian las de capítulos cortos y sin muchas temporadas. Eso definitivamente es algo que hace unos años era imposible tan sólo imaginarlo! Y Netflix??? Cómo siquiera soñar que existiría cuando apenas celebrábamos el paso del Betamax al VHS…
Tenía yo un radio de Banda Ciudadana, para el cual construí una antena especial que me permitiera lograr contactar gente fuera del país, para lo cual necesitaba unas condiciones atmosféricas perfectas, de manera que cuando lo lograba se buscaba conseguir la dirección de la persona para enviarle una postal como prueba del contacto realizado. Hoy en día tenemos muchas opciones para mantener conversaciones con cualquier persona alrededor del mundo.
Al momento de pagar con una tarjeta de crédito, aparecía un cuaderno donde buscaban el número de la misma. Lo que recuerdo es que si aparecía no la aceptaban. Y si se robaban una tarjeta, la víctima se enteraba de las consecencias al recibir, por correo «tradicional», el estado de cuenta, que llegaba como con un mes de diferencia. Hoy en día una aplicación en nuestros teléfonos móviles nos avisa de cualquier transacción, y la validación de la validez de la tarjeta se hace de forma inmediata con la terminal.
En un programa de televisión comentaban que lo que conocemos como «la nube» es un invento de los extraterrestres para poder tener acceso a toda la información de la raza humana, y la verdad es que al menos a mi me parece que tantas cosas deben venir de esa fuente, porque jamás pudimos ni siquiera soñar que las estaríamos utilizando. Los supersónicos era una quimera, una fantasía que al final se ha vuelto realidad en buena medida, y quién pensaría que sería posible? NADIE!!!
Los efectos de esta situación de vivir en lo que era un futuro irreal e impensable se pierden de vista. El poder utilizar algo que no existía nos hace conscientes de la importancia de su existencia, mientras que aquellos que han vivido toda su existencia teniéndolos no les dan la misma relevancia, lo cual crea una brecha.
Mientras para mi el valor es más emotivo, para las nuevas generaciones es muy distinto. Mientras escucho en mi iPhone la música que me gusta, recuerdo cuando grababa en casetes la música que podía, y me parece increíble poder cargar en mi bolsillo millones de canciones. Ni siquiera me hubiese imaginado tener cientos de discos de vinilo. Es un ejemplo de tantos casos con los que vivimos, y que nos han hecho olvidar lo que significaban antes.
Hay que aprender a vivir el presente, que no es otra cosa más que aquel futuro increíble que soñábamos. A algunos se les hace más fácil, a otros nos sigue impresionando cada detalle que nos corrobora que efectivamente, y a pesar de las probabilidades, llegamos milagrosamente hasta donde nuestra imaginación no se atrevió.
Estoy sentado escuchando música. Tengo a mi alcance miles, millones de canciones de cualquier género, todas literalmente en la palma de mi mano. Al menos a mi me parece increíble contar con ese poder, que para miles es algo tan normal.
Imagen de Referencia
En mi infancia tuve la oportunidad de que en casa siempre hubo un «equipo de sonido». En un momento en que hubo un cambio, me tocó quedarme con el «viejo». Recuerdo que ese equipo estaba compuesto por una planta donde se conectaban unas enormes cornetas y el resto del equipamiento, que estaba compuesto por un «deck», que en mi casos era de doble cassette, y el «plato» donde se tocaban los discos (obviamente de vinil). Aquel equipo ocupaba la mitad de mi cuarto, que estaba atravesado por los cables de las cornetas, que estaban ubicadas estratégicamente para tener un sonido «envolvente» (en aquel entonces no existía aún el concepto de «home theater»). Al encender la planta se sentía esa especie de golpe en las cornetas, que era somo una muestra del poder que tenía. En el caso del plato, el detalle estaba en conseguir las mejores agujas posibles. Las había de distintos materiales, y se seleccionaba de acuerdo a cómo se quería escuchar la música (más nítida, menos ruido, etc). Era típico tener junto al equipo hisopos, algodón y alcohol. Con el alcohol y el algodón se limpiaban los discos, a los cuales, una vez embadurnados en forma circular (en el mismo sentido de los «tracks», se soplaba para que se secara más rápido. Y con el hisopo se limpiaban tanto los cabezales de reproducción de los cassetes como los rodillos de goma que movían la cinta por el intrincado sistema.
Con respecto a la música, contaba tanto con los discos de mi papá, como con los propios: Xanadú de Olivia Newton John, Ruido Blanco de Soda Stereo, son los que mas recuerdo. Mi fama comenzó a crecer entre los conocidos de la familia cuando se me ocurrió hacer mezclas de música. No voy a alegar qe inventé el concepto, pero puedo asegurar sin temor a equivocarme que por los años 80, en la ciudad donde vivía, nadie cometía esa herejía. Lo común era grabar los discos tal como venían en los cassetes, lo cual me parecía aburrido, por lo cual comencé a combinar (para no insistir en el término «mezclar») canciones de la Billo’s Caracas Boys con Soda Estereo, Serenata Guayanesa y Gualberto Ibarreto. Hacía uso de la música disponible en un proceso que era largo y complicado.
Para grabar un cassette, había que comenzar por seleccionar el que se iba a utilizar. Lo común eran los de 30 y 60 minutos, y se comenzaba a tener disponibles los de 90. Luego, si se iban a utilizar normales, o de hierro, y se escogía entre las marcas disponibles (por lo general BASF y TDK). Para, por ejemplo, grabar una cinta de 60 minutos, iba seleccionando de cada disco las canciones en el orden en que iban a ser grabadas, para lo cual debía anotar el disco, el lado, la canción, el número de track, y los minutos que duraba. Se debía considerar el tiempo entre canciones, para lo cual había que intentar que fuera el menor posible. Se hacía entonces una operación matemática de sumas y restas, lo cual requería modificar las combinaciones y orden de las canciones, hasta lograr un tota de grabación que sumara unos 27 minutos para cada lado, siendo los 3 minutos restantes reservados para los espacios entre canción y canción. Luego de llegar al resultado requerido, se pasaba a la siguiente fase: la grabación.
Luego de limpiar los cabezales, la aguja y los discos, estos últimos se colocaban en el orden en que se iban a utilizar colocando el «estuche» de cartón donde venían los discos abajo, luego la bolsa plástica que los protegía, y encima el disco, siempre agarrandolo de los bordes (jamás por la superficie!). De acuerdo a la pauta, iba colocando cada disco en el plato; tenía en el deck la cinta adelantada (por lo general con el mejor instrumento utilizado para tal fin: un boligrafo kilométrico) de manera de poder comenzar sobre la cinta (y no la parte que no grababa del comienzo); en el deck estaban activados los botones «record», «play» y «pause». Uno de los dedos de la mano izquierda se mantenía sobre el botón «pause», mientras con la mano derecha bajaba la aguja, y veía cuando iba a comenzar la canción para soltar el botón de «pause» de manera que comenzara a grabar. Luego de que comenzaba la grabación, la atención se centraba en la agujas del nivel de volumen. Se debía evitar que superaran la barrera verde, pero lo ideal era mantenerlo en el borde, lo cual era casi un arte, y cuyo resultado era el mayor nivel de volúmen sin que distorsionara. Los momentos críticos eran cuando se trataba de una canción que no era la primera del disco, ya que se requería mayor precisión al dejar caer la aguja, porque el espacio era mucho más pequeño. Pero el peor momento, el de mayor estrés, era cuando se grababa la última canción de la pauta, que completaba los 30 minutos disponibles del cassette. Si los botones del deck se disparaban antes de que terminara la canción en el disco, se estaba ante un fracaso total. No era aceptable tener una canción cortada en la cinta, por lo cual, para evitar volver a grabar todo el cassette, se buscaba una canción más corta, se regresaba la cinta al comienzo de la que había quedado mal grabada, y se grababa encima.
El modelo que tenía
Luego de finalizado el proceso de grabación, venía el momento de disfrutar de la combinación. Esto por lo general se hacía en el reproductor del carro, o en el deck, hasta que llegó uno de los inventos tecnológicos que más ha impactado mi vida: El Walkman! Con el primero que tuve pude cargar mi música a donde iba. Claro, había que cargar los cassettes, el walkman era grande, la batería duraba poco y los audífonos no eran los mejores… Un diciembre recibí de regalo uno de los mejores «gadgets» que he tenido: un walkman que era del tamaño de un cassette, pequeño, liviano, y que tenía un anexo para 2 baterías gigantes adicionales. Era lo máximo, aunque hoy en día pienso que la mitad de mis dolores de espalda pueden venir de cargar esas baterías en la cintura.
Así, disfruté mucho tiempo de mis propias combinaciones. Luego llegó la época de las «guerras de minitecas» donde si se empezo el tema de las mezclas, lo cual fué muy impactante para mí. Recuerdo que por esos días salió un disco que se llamaba «magic mezclas», que consistía realmente en dos discos de vinil con efectos para hacer mezclas (si contabas con el sistema adecuado). Precisamente, uno de mis grandes sueños era tener un mezclador… y de hecho hasta intenté construirlo sin éxito, hasta que en el año 85, en mis 15 años, recibí un regalo cuya forma era la de la caja de un mezclador. Lo que sucedió me hizo desistir del tema, y los detalles los estaré contando próximamente en mi podcast.
Hoy en día todo lo que necesito es mi teléfono y conexión a internet. Cada vez que lo hago recuerdo como era de distinto todo en mis días de joven, cuando cada minuto de música que escuchaba en mi walkman era el producto de mucho mas tiempo de preparación y esfuerzo. En aquel entonces, nadie, pero absolutamente nadie ni siquiera hubiese creído en una serie fantástica que llegaríamos a este punto en el que estamos. Por ello es que, ahora, siempre creo y apuesto a los sueños tanto míos como de los demás, porque somos completos ignorantes de lo que nos depara el futuro, pero debemos, sin lugar a dudas, creer en el cambio que inevitablemente nos tocará vivir.
Así me decía un amigo hace mucho tiempo, que estaba buscando trabajo. Y hacía referencia al hecho de que estaba entregando su Curriculo Vitae (CV) hasta en las estaciones dispensadoras de combustible para ampliar las posibilidades de éxito al respecto. Y es que en la era pre-LinkedIn… SI! Hubo una época en la que no existía LinkedIn, y uno se preocupaba, al comienzo, de tener todos los respaldos físicos posibles; aparte de eso había que escribir a máquina los detalles, sacar muchas copias, utilizar las carpetas transparentes con bordes de colores, y llevar, por lo general en persona o abusando de la confianz de algún amigo o conocido (quien quizás disminuía la competencia al botar la carpetica), el archivo para que lo recibiera un vigilante o una secretaria, en cuyas manos quedaba la esperanza de un futuro mejor. Y es que uno hacía cuanto curso, seminario o congreso podía para lograr más volúmen en su CV. Luego, con la llegada de las computadoras e internet, se hizo un poco más sencillo el proceso. Se pasó de la máquina de escribir a un procesador de palabras, pero aún la transacción seguía siendo básicamente en físico, y a pesar de ser versiones más elaboradas las que detallaban nuestra experiencia profesional, el proceso continuaba en las manos de vigilantes y secretarias, aunque en algunos casos ya era posible enviar una versión en digital por correo electrónico, lo cual ampliaba el espectro (y nos alejaba de la selección «aleatoria» que hacían los vigilantes en base a las fotos). Luego, tuvimos la oportunidad de «digitalizar» todos los soportes y tener una versión digital del CV. Los procesadores de palabras eran más versátiles, lo cual significaba versiones cada vez más atractivas de los CV. Ya no necesitábamos tanto de las carpetas trasparentes, pero en muchas oportunidades la capacidad de las cuentas de correo electrónico no eran suficientes como para poder enviar por esa vía los gigantes archivos que teníamos. Sin embargo, ya no dependíamos tanto de vigilantes y secretarias, quienes, también, comenzaban a ser desplazados por las nuevas tecnologías. Y llegó LinkedIn!
Hoy en día ya es prácticamente un estándar tener una cuenta en LinkedIn. Las páginas que llamábamos «bolsas de trabajo» también quedaron en el camino desplazadas por esta nueva red social. Cambiaron los tiempos y la tecnología, pero no las costumbres. Hoy en día me llama mucho la atención las veces que recibo solicitudes de recomendación de conocidos y extraños a través de LinkedIn. Se ha hecho costumbre el intercambio mutuo de aptitudes, y por lo que entiendo, al final, mientras mas recomendaciones y aptitudes tengamos, más «contratables» seremos. De alguna manera seguimos considerando que la cantidad tiene más peso que la calidad (y que conste que la última versión de mi CV llegó a 180 páginas incluyendo todos los soportes). La lógica lleva a pensar que mientras más hayamos hecho en el ámbito laboral, más y mejor experiencia tenemos, sin embargo, todo ese peso, todo ese volúmen muestra su verdadera relevancia en la primera crisis que se presenta en el nuevo trabajo logrado.
Hace algún tiempo una persona que formaba parte de mi equipo, y que se iba a otra empresa, se presentó en mi oficina con un gran volumen de papeles, preguntándome si se los firmaba como señal de validez para incluirlos en su CV. Mi respuesta fué que no tenía problema, pero que al final lo importante era que hubiese en él una capacidad de respuesta de la misma medida que la cantidad de papeles que estaba incluyendo como demostración de lo bueno que era en su área. Al respecto, considero que es un tema de calidad, no de cantidad; y el gran reto es que la calidad no se conoce sino cuando la persona se ve enfrentada a situaciones extraordinarias. Justo en ese momento es que se sabe si todo el historial es sólo «buche y pluma», o si se tomó la decisión correcta al momento de la selección. En lo personal, he sido testigo de grandes caídas desde el tope de la columna de certificados y soportes de mucha gente. Yo mismo he aprendido que un CV es un ser vivo, que dependiendo de lo que se busque, debe adaptarse incluyendo u omitiendo información.
Para mi, LinkedIn es una oportunidad que tenemos de saber, obviamente, lo que la gente ha hecho en su historial, pero además, nos permite conocer lo que piensa, busca y ofrece, por lo cual es mas que una simple vitrina de experiencia. Y, además, es necesario considerar que parte de los cambios que se han dado en el área de reclutamiento de personal, es el uso de TODAS las redes sociales. Hoy en día estamos monitoreados por todos lados, y más de una vez he leído acerca de las eminencias que sobresalen en LinkedIn pero que no son seleccionados por las vidas que llevan en el resto de las redes sociales.
Al final, el mensaje sigue siendo el mismo desde la época de las cavernas: Sé sincero, no trates de ser quien no eres, y maneja cada aspecto de tu vida en forma coherente porque, como siempre me dijo mi papá: más rápido se agarra a un mentiroso que a un morrocoy.
Una persona que ha sido una gran influencia en mi vida una vez me dijo: «lo único constante es el cambio»…
El 22 de Diciembre del año 2005 escribí mi primer «post» en un blog. Recuerdo que en ese momento tuve que decidir entre utilizar Blogger y WordPress. Por alguna razón que ya no recuerdo elegí Blogger. En la medida en que fuí escribiendo, fué creciendo la inspiración, y así comencé a crear otros blogs. La idea era tener uno donde colocara mis experiencias y opiniones personales, otro con los cuentos e historias de la Universidad, y luego surgieron otros muchos más. En un momento comencé a expresar mis sentimientos sobre la situación que vivía en Venezuela en mi blog personal, pero surgieron otras ideas que finalmente se convirtieron en otros blogs. Trabajo en un proyecto sobre el éxito (que realmente no ha sido tanto… pero seguiré empeñado en lograrlo!), y también comencé a escribir, basado en mi experiencia profesional, acerca de temas relacionados con lo laboral. Muchas, muchísimas visitas se registraron en todos los blogs, pero, obviamente, se fué haciendo cada vez más difícil mantenerme escribiendo en todos. En varias oportunidades pensé en fusionarlos todos en uno solo, pero siempre terminaba pensando que no podía dejar esas iniciativas. Pero, el tiempo pasó, cambiaron las circunstancias, lo cual incluyó el cambio tecnológico.
Desde el punto de vista técnico, la plataforma de Blogger me funcionó perfectamente para hacer lo que quise. Pero, en mi opinión, WordPress avanzó más adaptado a los nuevos tiempos. Así, mientras es muy difícil mantener un blog en Blogger desde un dispositivo móvil, WordPress desarrolló aplicaciones que eliminan toda barrera para mantenerse generando contenido de la misma calidad independientemente de la plataforma desde la cual se trabaje. Además de que la integración de Blogger con las herramientas de automatización disponibles hoy en día es prácticamente nula en comparación con las posibilidades que existen con WordPress.
Pero más importante para mí, este cambio me permite sentirme más cómodo de cara a los planes que tengo para el futuro. Más (y espero que mejor) contenido; comenzar con un Podcast, y, en fin, lograr mayor presencia para compartir las opiniones, ideas y pensamientos con quienes me hacen el honor de seguirme. Por ello, hoy, comienzo a escribir en esta nueva etapa, desde esta plataforma. Muchos cambios vendrán, los cuales espero sean del agrado de todos cuantos disfrutan cada idea que me atrevo a compartir.
Así que, a quienes han llegado hasta este último párrafo, prepárense para todo lo que viene. Todo estará concentrado en este Blog, donde espero también recibir sus comentarios.
Vamos, entonces, a ver cómo nos va construyendo el futuro…