La ceguera de la justicia


Esta semana finalmente tuvimos las pruebas fehacientes de lo que significa la justicia en Venezuela. Impávidos y impotentes vimos como se tomaba una decisión autoritaria, en nombre de la justicia. Un hombre inocente fué sentenciado por manos llenas de la sangre que le endilgan.

Pero la ceguera no llega allí. A todos los venezolanos nos mantienen ciegos con el tema de la disponibilidad de alimentos y productos. Mientras todos buscamos desesperados un papel tualé, un desodorante, o un kilo de arroz (que ya es bastante grave), miles, millones de venezolanos enfrentan la muerte en distintas maneras, pero tapado todo por el humo que generan con las desgracias mas superficiales. Al final de cuentas, en Venezuela no estamos más que en un proceso de supervivencia. Supervivencia de la más básica, practicamente animal. Y quizás basado en esa necesidad de supervivencia, dejamos de ver lo que podría hacernos parar, de golpe, y tomar decisiones que van más allá de la simple supervivencia propia.

No sé si quien lee esto, se ha detenido a pensar en cómo ha cambiado su dieta alimenticia. Está usted comiendo en forma balanceada de hace 2 años para acá? Y si tiene familia, están sus hij@s comiendo una dieta con todo lo que necesitan para crecer «sanos y fuertes»? Cuándo fué la última vez que les dió leche? Granos, ha podido servirles de manera regular? Cuánto sacrificio ha tenido que hacer para tener en su casa un cartón de huevos? Y ni hablar de carne de res… Y los vegetarianos? vaya triste vuelta del destino, tener que pagar por un kilo de tomates y de cebolla, lo mismo que por un kilo de carne. No soy experto en temas alimenticios, pero estoy seguro de que estamos en un proceso de caída abrupta de nuestra alimentación. Pienso en mi hija, en las consecuencias que tendrá el que no puedo darle todo lo que necesita para crecer saludable. Podrá tener hijos? Será sano su embarazo? Pero eso será dentro de mucho tiempo, en el camino tiene que cabiar esta situación, pero, y que sería de ella si saliera embarazada en este momento? No hay ni siquiera las vitaminas necesarias para que un embarazo sea normal. Esas vitaminas se suponen que complementan un proceso alimenticio normal, pero tampoco lo tiene una madre en estos días, entonces, esa criatura que se está gestando ya cuenta con todo en su contra. 9 meses de falta de alimentación adecuada, falta de los medicamentos necesarios, inexistencia de reactivos en los laboratorios, y finalmente, la imposibilidad económica de pagar un proceso de parto en una clínica, que si se puede pagar, igual no tiene garantía de contar con un médico experto, o de que hayan limpiado el quirófano con los productos necesarios para asegurar la asepsia. Y al final, cuando sobrevive a todo ese terrible escenario, hay que ver qué consecuencias tendrá en su desarrollo el haber estado sometido a todo ese infierno, sin siquiera haber nacido.
En mi caso, solo necesito mis pastillas para la tensión, pero cada cierto tiempo, cuando me enfrento a la necesidad de reponerlas, empieza el martirio. Y sólo sufro de problemas de tensión arterial, pero y los enfermos de cáncer? los de VIH? los que sufren del corazón? los que requieren hacerse diálisis? Los que sufren de problemas mentales? los que sufren de epilepsia? Todos, TODOS necesitan tratamientos médicos, y atención especial que es inexistente. Pero lamentablemente, nos han manipulado de manera que lo que nos ocupa es conseguir papel tualé, desodorante, jabón…

La ceguera de la justicia nos la han contagiado a todos. Hemos perdido la capacidad de ver lo que está mal. Decidimos aceptar la injusticia en función de nuestra situación particular. Como yo no tengo a nadie enfermo, pues no me preocupan los que están sufriendo no por su enfermedad, no; sino por la incapacidad que tienen de adquirir los productos que podrían reducir el impacto de la misma. Nos han vuelto seres egoístas. El «Inconsciente colectivo» se ha vuelto tétrica realidad. Preferimos no pensar en el futuro, porque sabemos que no hay futuro para nuestros hij@s, porque, poco a poco, los estamos acompañando a un mundo terrible, y la única esperanza que albergamos es no estar presentes cuando ellos tengan que enfrentarse, como nosotros, a esa realidad.

Pero todo puede cambiar. Lo único que hace falta es que cada quien recupere la visión, y decida cambiar. Sí, cada uno de nosotros debe cambiar, adentro, de corazón. No habrá mesías que cambie las cosas (ya caímos en eso y aquí estamos). Somos nosotros quienes tenemos la oportunidad de hacer la diferencia. Y será un proceso. No hay fórmula mágica, inmediata. Si perdemos el miedo y recuperamos la esperanza, tenemos oportunidad.

Si dejamos todo en manos de la justicia actual, su ceguera, expuesta a su máxima expresión, seguirá gestando resultados como el vivido esta semana. Pero si nosotros nos deshacemos de la ceguera, podremos orientar el proceso, voluntaria y democráticamente, en pro de un Futuro. No de uno mejor, puesto que nos lo quitaron, sino de uno cierto, existente, alcanzable.

Desjuveneciendo


Hoy cumplo años. Tantos recuerdos de celebraciones pasadas. La de los 8 años marcó un hito en la historia familiar, cuando todos los primos hicimos un acto con la canción de Pedro Navaja, eso en medio de uno de los mayores desastres familiares, cuando me corté un dedo (si, justo ese día) que casi pierdo. Trujillo, con los Mendoza, Las Hernández, y esa magia propia del lugar (aún le debo muuuuchas letras a Trujillo); Luego, los 15… a muchos que les cuento se ríen, porque… pues yo aún considero que si a las damas les hacen una fiesta de presentación a la sociedad, los hombre que? Dominó y una sorpresita medio traumática de parte de mi mamá fué ese cumpleaños. Aquellas fiestas donde mis compadres Mario y Gabriela, como no recordarlos. Siempre pidiendo que quería una fiesta sorpresa, hasta que un día me complacieron (ahora mi hija los piensa, pero me pide que la lleve a comprarme las cosas para la fiesta). El muy famoso cumpleaños, cuando me «cayó la roya»; fuí a celebrar con mis cuñadas al Bodegón de Pancho, y al salir, mi volkswagen estaba chocado por delante y por detrás… Eso fué el colofón de una serie de eventos que ese año me sucedieron, y que me hicieron tomar la decisión de irme a casa de mis padres, deprimido, y dispuesto a abandonarlo todo. Su paciencia y apoyo me ayudaron a salir adelante, y aquí estoy (pero que no se me olvide contar de la «casa de drácula»). Los cumpleaños con mis compadres Héctor y Ceci, allá en La Mara, cómo gozábamos. Sin saberlo disfrutábamos de unos lujos que hoy son imposibles de alcanzar. El cumpleaños que tuve que trabajar hasta taaaarde, y que al final mi Jefe del momento, nos invitó a Dairis y a mi a cenar, una cenoooota, pero con la cara «de satisfación y agrado» de mi queridísima esposita… Luego, las celebraciones con mi hija, hasta que comenzó ella a planificarlos, siempre preguntándome de qué los quiero y complaciéndome, hasta llegar al del año pasado, en que las circunstancias me permitieron pasarlo en New York New York… Recordar tantos momentos me hace sentir vivo.

Y lo mejor, quienes siempre me han acompañado… Mi Mamá. Gracias a Dios he superado el trauma de este día sin contar con su risa y alegría, pero extrañándola cada año más! Mi Papá, siempre ahí, y quien este año me dió quizás el mejor de los regalos que he recibido (Gracias Pah!). Mi hermanito… vaya que le di mala vida de vez en cuando, pero siempre Juntos; Mi esposa, quien me ha acompañado en tantos cumpleaños (ya vamos para 22 juntos, prácticamente la mitad de mi vida con ella); Mis Tías, todas, así como mi abuela, mis primos, mi Padrino, luego Mis Suegros, mis concuñados, y mis cuñadas; y mis amigos… mis amigos siempre presentes. Igor y Yamileth, que se fueron tan pronto, los primeros cornetazos de lo efímera de la vida; Mis panas de pizzas carbonara allá en el sabor de los quesos, también presentes en muchos de mis cumpleaños (hay que recuperar Blastodermos!); Gloria y Rafa… cuántas veces nos salvaron al borde del abismo; Mis compadres, desde que no lo éramos, hasta ahora, siempre pendientes y presentes (hasta tú Patricia); Y todos! Compañeros de trabajo de antes y de ahora, conocidos, ex-novias, tanta gente que me han acompañado en estos 45 años. A todos Gracias!!!!

La vida, la vida es tan distinta en cada cumpleaño que se celebra. 11 Presidentes de Venezuela, 7 de los EEUU; 12 mundiales de futbol; 10 temporadas de Friends; y aquí estoy, con el cuerpo un poco magullado, pero con la misma energía para seguir comiéndome el mundo, y aportando lo necesario para hacerlo un sitio mejor para todos!

Recuerdo que veía a los amigos de mis padres, incluso con menos edad que la que alcanzo, y pensaba que eran «viejos» (las comillas son para que no hayan resentimientos). Hoy en día, en perspectiva, pues veo en los ojos de los jóvenes ese mismo pensamiento conmigo… y me río, me río porque la vida es como un cine continuado, donde todos vemos la misma película, pero la disfrutamos e interpretamos de acuerdo al momento!

Y qué le queda a uno de la Universidad?


En estos días pasados, mis compadres (Mario y Gabriela) cumplieron 21 años de casados. Recordaba yo aquellos días en los que ella llegó a Mérida, a seguir sus estudios en la ULA. Y se me agolpaban en la cabeza tantos momentos vividos (muchos de ellos escritos en esta especie de registro), unos muy buenos, otros no tantos. Y me quedé pensando en el tema, y en tantas cosas que hoy en día son derivadas de lo que sucedió en mis tiempos de Universidad.
En mi caso, hijo de universitarios, sobrino de universitarios, ahijado de universitarios, hermano de universitario, concuñado de universitarios… Existo, literalmente, gracias a la Universidad (el cuento corto es que mi papá estudió con mi tía, y así conoció a mi mamá). Viví en el marco de la universidad: jugué en sus instalaciones, crecí en medio de científicos, experimentos, hipótesis, artículos, bibliotecas, libros, revistas, congresos, clases, laboratorios, fiestas, elecciones, estudiantes… Y luego, me tocó ir a la Universidad a estudiar. Tiempos inolvidables. Y hoy en día, lo lógico y más sencillo es concluir que la Universidad me dejó mi experiencia como estudiante, y obviamente mi Título. Es lo que todos nos llevamos cuando apesadumbrados, nos enfrentamos al hecho de que el alcanzar la cúspide de nuestros estudios al recibir nuestro título en el Aula Magna, implica el final de esa hermosa etapa. Algunos tienen la suerte de poder quedarse, otros, quizás a pesar de la oportunidad, decidimos ir a buscar suerte en otras latitudes. Y el paso del tiempo me permite ver que en realidad la Universidad me dejó mucho más que mis conocimientos técnicos, y la constancia de haberlos recibido.

Recuerdo claramente a cada Profesor con quien vi clases. Cada uno de ellos me transmitió, a través de los momentos que compartimos, pistas y detalles que en esos días ni siquiera fuí consciente, pero que hoy en día conforman elementos claves en las acciones diarias que como parte de mis responsabilidades llevo a cabo. En mi caso, lo relacionado con la política en la universidad es una de las mayores experiencias que me acompañan. Aquellos primeros días en los que me tocaba entrar a un salón de clases a dar un discurso, ese miedo a la reacción de todos, el lograr dominarlo. O pararse a hablar en el auditorio 108 lleno a reventar… Los momentos en que nos sentábamos a disfrutar una cerveza con algún Profesor, jugando dominó, y hablando de cualquier tema (aunque quizás la idea era caerle simpático para que fuera mas generoso al momento de evaluarnos); de allí surgieron amistades que a pesar del tiempo y la distancia aún se conservan. Los sueños… Cuántos no tuvimos, hoy en día muchos de ellos concretados. Otros, pues aún en proyecto, y muchos comprenden chistes que hacemos cuando nos reunimos antiguos compañeros de clases. Las relaciones; amor, odio, deseo. El descontrol hormonal mezclado con el libertinaje temporal (hasta que, en mi caso, aparecía mi papá a poner orden) generó amistades, mas bien hermandades que trascienden el tiempo. Son, como se puede ver, muchas, muchas mas cosas las que nos deja la Universidad.

Hoy en día, en circunstancias muy distintas a las que vivimos en los días de la Universidad, me esfuerzo por tener esa paciencia que tenían los profesores con nosotros; intento transmitir lo necesario para complementar esa formación profesional en cada una de las personas con quien trabajo; le cuento a mi hija de tantas cosas de esos días, como con el ánimo de que aprenda de mi experiencia, pero consciente de que sólo su propia experiencia le mostrará el camino que debe recorrer. Disfruto de ver a tantos que pasamos por las aulas de la Universidad, y que se mantienen en la lucha, fieles a aquellos sueños que compartimos. Y concluyo, que de la Universidad me quedó todo. La oportunidad de conocerla, de pertenecerle y, ahora, de rendirle tributo al ser la Persona y el Profesional cuyas obras dejan cuenta de lo importante que es ser un Universitario.