Poema para Isabella


De esas cosas que suceden y que dejan en uno una profunda marca de emoción…

Hoy volviste a estar parada en frente a todos
Leyendo con esa seguridad que te juro que casi lloro
No sólo es el acto, que ya de orgullo me llena
Sino el sitio, la Iglesia, donde jamás pensé que sucediera

Esa fue una gran muestra de que vamos por buen camino
Nos haces sentir tan bien, con un orgullo divino
Tu mamá emocionada me comentó que te veías linda
Y yo tan sólo por no llorar, me concentré en verte, mi niña

Se que serán muchas más las veces que como hoy
Nos harán emocionar, por lo cual sabes que aquí siempre estoy
Al lado de tu mamá, quien te ama con locura
Y por supuesto de tu papá, quien te apoya con soltura

El día ya llegará cuando tengas a tus hijos
Y podrás entender todo lo que se te dijo
Me sucedió con tu abuela, quien predijo mi futuro
Y espero poder estar para disfrutar juntos el tuyo

Fiel a lo que me enorgullece


No creo que deje de sentir una gran frustración cada vez que recuerde la forma en la que el Director de la Escuela de Ingeniería de Sistemas se rió de mí con la propuesta que le hice…

Asimismo, siempre recordaré ese orgullo que sentía mi papá cada vez que escuchaba el Himno de su Universidad, la Central de Venezuela. No importaba donde lo escuchara, se ponía de pié, y si había alguien más que hubiese estudiado allí le decía: «páres carajo! que es el Himno de nuestra Universidad!». Algunos, quizás por pena, le hacían caso. Esa imagen la tengo muy presente, y luego cuando me tocó estudiar en la Ilustre Universidad de Los Andes, lo entendí. Y es que aún hoy en día con tan sólo recordar la música se me vienen tantas cosas a la mente, y al escuchar la letra hasta se me erizan los pelos, con un orgullo muy especial que esperaría que todos sintieran al escuchar el himno de su Alma Mater. Pero aquel día en que hablé con el Director de mi Escuela, la vida me dió una lección para el resto de mis días.

Dedicaba yo en mis días de estudiante mucho de mi tiempo a actividades políticas, que por lo general reunían a muchas personas. Recordando el ejemplo de mi papá, me pareció una excelente idea el tratar de inculcar en los demás ese orgullo por los símbolos de la Universidad, por lo que decidí que al inicio de cada actividad, se escuchara el Himno. Y, siendo el caso que el Director de la Escuela no sólo era una figura representativa de la estructura y el gobierno universitario, sino que además era músico, y de hecho tenía un grupo que interpretaba, entre otras canciones, el Himno en muchos actos académicos, pues asumí que estaría encantado con la idea, por lo que fuí con mi pecho henchido a plantearle mi propuesta, y fué cuando me estrellé contra esa pared de ladrillos retóricos…

Entre risas y hasta burlas, trató de convencerme de la estupidez que le estaba planteando. Pensando en que quizás su punto era la logística para que el grupo estuviera en cada acto, le propuse que al menos pusiéramos una grabación, y su risa fué mayor, por lo que con una carga inmensa de ironía me dijo: «a quién le va a interesar escuchar el Himno de la Universidad!?». Quizás debí ser más impositivo, pero la verdad es que me causó tal impresión el obtener esa respuesta de una figura como la que él representaba, que no pude más que darme la vuelta y meterme mi orgullo por donde no me diera el sol…

Todos tenemos muchas cosas de las que nos sentimos orgullosos. Cosas que en muchos casos son muy particulares, tanto que a cualquiera otra persona puede parecerle una ridiculez. Sin embargo, las razones que generan ese orgullo son más que suficientes para mantenernos fieles y, cuando menos, ser muy humildes con ese sentimiento, de manera de no imponerlo ni atropellar a nadie por ni con el mismo, pero sí manteniéndolo por encima de cualquier opinión.

En mi experiencia, lo que nos enorgullece es un medio simple para mostrar nuestros valores. Haga el ejercicio, piense en lo que le enorgullece y podrá claramente identificar sus valores. En mi caso me enorgullece mi familia, mi trabajo, mi pasado, el velar siempre por la justicia, el no soportar la traición… Y a usted, qué le enorgullece?

Cementerio de Plumas


Desde niño veía a mi papá escribir mucho. Recuerdo que tenía sus diarios, y que efectivamente escribía en ellos todos los días. Además de eso, por ser Profesor Universitario, la mayor parte de su tiempo la pasaba leyendo y escribiendo. De igual manera mi mamá se dedicaba, con igual dedicación, a escribir, de manera que afortunadamente desarrollé esa pasión.

Mi papá tenía su colección de plumas fuentes, unos modelos súper delicados que requerían de una atención especial, la cual consistía en colocar las puntillas en un aparato lleno de agua que a través de vibración permitía hacer la limpieza profunda a las mismas. Luego, el proceso de cargar la tinta, y por supuesto lo que significaba escribir con tales elementos. Para mi hermano y para mi estaba PROHIBIDO utilizarlas, sin embargo más de una vez dañamos alguna con la respectiva reprimenda profunda de parte de mi papá. Luego, me fuí a la universidad y la verdad es que sólo en algunas oportunidades volvía a ver a mi papá con su prosopopeya de utilizar sus plumas.

Muchos, muchos años después, ya enganchado como escritor (no famoso, pero si muy dedicado), me llegó el momento en que no me era satisfactorio escribir en la computadora. Aunado a ese sentimiento, la ciencia me respaldaba al indicar que el acto de escribir a mano traía consigo unas ventajas adicionales relacionadas con la retención de los conocimientos así como con el ejercicio mental que alejaría la posibilidad del Alzheimer, de manera que comencé a escribir a mano. La experiencia fué espectacular, y comencé a llenar cuaderno tras cuaderno. Notas del trabajo, ideas personales, hasta un cuaderno que comencé a escribir cuando apenas supe que mi esposa esperaba a nuestra hija, y que he seguido llenando a lo largo de estos 10 años. Pero un tema que me comenzó a preocupar era que gastaba muchos bolígrafos, que era lo que utilizaba. Los desechables ya los compraba por paquetes. Luego, compré alguno más sofisticado pero el costo de los repuestos era también muy alto por la cantidad que requería, hasta que se me ocurrió la idea de probar con una pluma fuente. Recordé aquellos días en los que mi papá las utilizaba, y decidí dar el paso. De esas cosas extrañas que suceden, muchos de mis amigos mas cercanos me comenzaron a señalar como que ya estaba viejo, porque eso no era cosa de gente joven. A pesar del «bullying» seguí con mi plan, y me compré mi primera pluma, y todo cambió!

Escribir era otra cosa con esa pluma, por lo cual llené muchos cuadernos más, y el tema de la tinta se hizo manejable ya que los repuestos eran mucho mas económicos que los de un bolígrafo. Me acostumbré a utilizarla tanto, que un tiempo después compré otra, y decidí tener una de color negro, y otra de color azul. Y en medio de mi pasión, sentí que necesitaba un par de colores más, rojo y verde, con lo cual podría resaltar algunas cosas, por lo que terminé comprándome 2 plumas más. Así, he pasado los últimos años, entretenido escribiendo, y para evitar la posibilidad de perder por cualquier razón todo el trabajo, digitalizo regularmente lo que tengo en físico, transcribiendo de lo que más me gusta para compartirlo por medios como éste blog.

Hoy, ya busco sustituir esa primera pluma que tuve por una nueva, con otras características que, según lo que he aprendido, me van a permitir tener ciertas ventajas, pero la verdad es que no sé que hacer con ella. Aún cumple su cometido perfectamente bien, mostrando solo algunas marcas del uso (y algunas caídas que ha sufrido). Me imagino que deben ser algunos kilómetros los que hemos trazado juntos; muchos de mis mayores secretos han sido compartidos y plasmados con ella, y de las mayores satisfacciones la mayoría han quedado registradas para la posteridad a través de sus funciones; pero no sé qué hacer con ella. No me dá la mano para botarla, ya que siento como que es una gran traición e injusticia; Y dejarla abandonada en un frasco tampoco es una opción viable, ya que sería equivalente a una muerte dolorosa, en la cual se iría secando la tinta en su interior hasta hacerla inservible, para al final terminar siendo inevitablemente desechada. Me gustaría preguntarle a mi papá que hacía en estos casos, ya que seguramente, alguien que como el trataba con tal pasión sus plumas, seguramente pasó por este mismo predicamento, pero ya no está disponible para darme esa respuesta. Por ello, pienso que debería existir un cementerio de plumas, donde uno pudiera dejarlas con todos los honores, seguro de que esperarán su momento para resucitar y darle las mismas alegrías a alguien más…

Ni en los mas locos sueños


Photo by Mildly Useful on Unsplash

No es la primera vez que escribo sobre este tema, pero es que cada día vivo la impresión de tener tanto poder como nunca pensé que sería posible con respecto a la música que tengo. Y entre los pensamientos que surgen en mi mente, está el hecho de ser no solo testigo sino de estar viviendo los beneficios que trae el desarrollo tecnológico.

La primera preocupación que me abrumaba era la cantidad de música que podría tener. Inicialmente solo eran los discos de acetato de mi papá; luego los que pude reunir o bien comprándolos o recibiéndolos de regalo; y finalmente los que me prestaban, que no era tan común ya que no había mucha confianza de prestar los discos, ya que podían regresar con rayas por un uso que jamás sería tan delicado como el que le daba uno.

Una vez que se contaba con un volúmen decente de música, la preocupación era cómo tenerla disponible para escucharla a menudo y de manera fácil. Y con «fácil» me refiero a no tener que pasar por el ritual de sacar el disco de su funda de cartón, retirarle su plástico protector, colocarlo con delicadeza en el plato, y acercar la aguja en ese intento tan delicado como, quizás, hacer aterrizar una nave en la luna. Para lograr eso, se tenían los cassettes, que permitían contar con más de un disco disponible para ser escuchado de manera sencilla y rápida.

Y, finalmente, el problema era el volúmen! Pero no el que revienta los tímpanos, sino el que representaba la cantidad de cassettes que se necesitaban para contar con la variedad mínima para cubrir todos los antojos musicales en cada momento. Por ello, surgieron los «portacassetes», de distintas formas y capacidades, pero siempre generando una incomodidad ya que mientras mas se tenían, más difícil era manejarlos.

Luego, las opciones para utilizar los cassettes se reducían a 3: el «deck» en la casa; el reproductor del carro; y la perfecta portabilidad que ofrecía, sólo para algunos bendecidos, un Walkman. Por mi pasión por la música, tuve la oportunidad de recibir de regalo uno súper moderno, que usé hasta que ya no dió más. Y relacionado con este punto, estaba tanto el nivel de sonido, como su calidad. Así, comencé a convencer a mi papá de ir instalando los equipos que en esos días ofrecían las mejores características, que en mi caso el pináculo era el Pioneer KP-9000. Luego, ya se necesitaban unas cornetas que transmitieran ese poder, llegando las «Viuda negra»; los bajos, los ecualizadores, los cables de oro… todo para lograr lo mejor, que al final lo obtuve gracias a la forma curvilínea de mi volkswagen escarabajo, que con todo el equipamiento correcto, producía un sonido que se escuchaba a dos cuadras!

Y lo que comentaba sobre vivir el beneficio de la tecnología, se refiere al hecho de que ahora, los carros por defecto traen un equipo que suena tan bien como lo hacía aquel sistema que tanto dinero y esfuerzo me había costado. Recuerdo cómo las cornetas del Granada nuevo de mi Tía dejaron de funcionar luego de 3 meses de reproducir mi música a volúmen máximo, lo cual no sucede hoy en día. Y de la música, pues ya ni siquiera se requiere un cable para transmitirla… Incluso, lo más alocado que llegué a tener, como lo fué un reproductor de discos compactos (CDs), ahora es algo que casi nadie recuerda. Y la razón es que tenemos literalmente en la palma de nuestras manos millones de canciones.

Yo comencé con una aplicación, y ahora ya tengo 3, más los audiolibros más los podcasts. Es una feria a la que todos los días me conecto, para entretenerme con lo que me provoque, a todo el volúmen que quiera, y pensar en la fé que debemos tener en el futuro, que en todo sentido nos depara cosas que ni con toda la tecnología que ahora tenemos podemos vislumbrar.