
No es la primera vez que escribo sobre este tema, pero es que cada día vivo la impresión de tener tanto poder como nunca pensé que sería posible con respecto a la música que tengo. Y entre los pensamientos que surgen en mi mente, está el hecho de ser no solo testigo sino de estar viviendo los beneficios que trae el desarrollo tecnológico.
La primera preocupación que me abrumaba era la cantidad de música que podría tener. Inicialmente solo eran los discos de acetato de mi papá; luego los que pude reunir o bien comprándolos o recibiéndolos de regalo; y finalmente los que me prestaban, que no era tan común ya que no había mucha confianza de prestar los discos, ya que podían regresar con rayas por un uso que jamás sería tan delicado como el que le daba uno.
Una vez que se contaba con un volúmen decente de música, la preocupación era cómo tenerla disponible para escucharla a menudo y de manera fácil. Y con «fácil» me refiero a no tener que pasar por el ritual de sacar el disco de su funda de cartón, retirarle su plástico protector, colocarlo con delicadeza en el plato, y acercar la aguja en ese intento tan delicado como, quizás, hacer aterrizar una nave en la luna. Para lograr eso, se tenían los cassettes, que permitían contar con más de un disco disponible para ser escuchado de manera sencilla y rápida.
Y, finalmente, el problema era el volúmen! Pero no el que revienta los tímpanos, sino el que representaba la cantidad de cassettes que se necesitaban para contar con la variedad mínima para cubrir todos los antojos musicales en cada momento. Por ello, surgieron los «portacassetes», de distintas formas y capacidades, pero siempre generando una incomodidad ya que mientras mas se tenían, más difícil era manejarlos.
Luego, las opciones para utilizar los cassettes se reducían a 3: el «deck» en la casa; el reproductor del carro; y la perfecta portabilidad que ofrecía, sólo para algunos bendecidos, un Walkman. Por mi pasión por la música, tuve la oportunidad de recibir de regalo uno súper moderno, que usé hasta que ya no dió más. Y relacionado con este punto, estaba tanto el nivel de sonido, como su calidad. Así, comencé a convencer a mi papá de ir instalando los equipos que en esos días ofrecían las mejores características, que en mi caso el pináculo era el Pioneer KP-9000. Luego, ya se necesitaban unas cornetas que transmitieran ese poder, llegando las «Viuda negra»; los bajos, los ecualizadores, los cables de oro… todo para lograr lo mejor, que al final lo obtuve gracias a la forma curvilínea de mi volkswagen escarabajo, que con todo el equipamiento correcto, producía un sonido que se escuchaba a dos cuadras!
Y lo que comentaba sobre vivir el beneficio de la tecnología, se refiere al hecho de que ahora, los carros por defecto traen un equipo que suena tan bien como lo hacía aquel sistema que tanto dinero y esfuerzo me había costado. Recuerdo cómo las cornetas del Granada nuevo de mi Tía dejaron de funcionar luego de 3 meses de reproducir mi música a volúmen máximo, lo cual no sucede hoy en día. Y de la música, pues ya ni siquiera se requiere un cable para transmitirla… Incluso, lo más alocado que llegué a tener, como lo fué un reproductor de discos compactos (CDs), ahora es algo que casi nadie recuerda. Y la razón es que tenemos literalmente en la palma de nuestras manos millones de canciones.
Yo comencé con una aplicación, y ahora ya tengo 3, más los audiolibros más los podcasts. Es una feria a la que todos los días me conecto, para entretenerme con lo que me provoque, a todo el volúmen que quiera, y pensar en la fé que debemos tener en el futuro, que en todo sentido nos depara cosas que ni con toda la tecnología que ahora tenemos podemos vislumbrar.