Feliz Cumpleaños, Mamá!


El teléfono sonó, aquella triste mañana
«su luz se apagó», entendía en aquellas palabras
El silencio me cubría, la oscuridad se propagaba
Mi pedestal se partía, la caída era en picada
Son muchos cumpleaños los que guardo en la memoria
Tu risa, elocuente, siempre hizo cada historia
Siempre alegre, positiva, tu mirada aprobatoria
Cómo añoro esos momentos, era estar en la Gloria
Muchos días hoy conforman la cuenta de tu ausencia
Cada tantos, agrupados, son un año, en esencia
Uno más hoy tendrías, manteniendo el engaño
Cómo quisiera abrazarte y decir: Feliz Cumpleaños!

Día del Padre 2011


Por alguna de esas razones extrañas, hasta ahora no había escrito sobre mi papá. Aprovechando que es el día del Padre, pues voy a dedicarle algunos bytes, que bien merecidos los tiene…

Obviamente, al querer hablar del Padre, no puedo más que hablar del mío. Uno en la vida conoce muchos Padres (los de los amigos, los de los libros, los de las películas – que dicho sea de paso son el mayor fiasco que existe-, los de las novias, etc…), y hasta llega a pensar en el por qué no le tocó a uno otro papá, por lo general cuando se hace algo MUY malo, y por supuesto viene la lógica respuesta por parte del papá que le tocó. Pero es precisamente allí, en ese punto, donde uno conoce y reconoce el papá que tiene, porque cuando todo está bien, es como vivir en el programa de Bill Cosby. Es cuando están las cosas mal, repito, cuando uno realmente sabe el papá que le tocó, y por allí voy a comenzar esta historia.

Tuve la suerte de tener un papá de muy buen humor. Realmente no lo recuerdo en escenas de mal humor, excepto las que yo mismo provocaba (y que son, precisamente, la historia que cuento). Este es un detalle que siempre me salvó de lo que mi mamá esperaba que me pasara con cada cosa que hacía, ya que por lo general me decía «ojalá que tu papá haya tenido un día bien malo hoy», esto porque jamás hice nada sencillo, sino cosas que realmente merecían atenciones «especiales». Por suerte, cada vez que mamá decía eso, al escuchar la puerta de la casa sonar mi corazón realmente dejaba de latir, pero al escucharlo que venía silbando, pues regresaba mi ritmo normal, aunque sus acciones terminaban siendo las más ocurrentes, y que realmente me hacían reflexionar. Obviamente, por ser como soy, pues hubo miles, quizás millones de momentos donde realmente afloraba ese papá que me había tocado, el papá educador, ejemplarizante, inventivo, pero sobre todo, futurista…
De las veces que recuerdo, hay 3 que son las que más me han marcado. La primera fué cuando decidí robarme unos nunchakus en las clases de karate a las que asistía (el detalle puede leerse en el artículo que escribí en el 2006: karate kid bolivariano). Lo que hice fué grave, pero más fué la lección: una vez que se descubrió todo, asumí que podría sencillamente no asistir más y listo, pero no! la respuesta de mi papá fué que siguiera asistiendo a las clases, aún después de haber sido descubierto públicamente, como si nada hubiese pasado. Esa lección fué de las más duras que recuerdo. Repito, fueron muchas, muchísimas, ya que de verdad inventaba mucho, pero esa ocupa un lugar especial en el «castigómetro»personal.
La siguiente ocasión es básicamente un hito en mi vida. Fué aquella terrible vez en la cual, por no prestar atención, logré un desastre tal, cuya solución fué no sólo original, sino una lección que me ha acompañado toda mi vida. Tan es así, que cuando veo a alguien cocinando, y la llama alta, sugiero que la bajen, ya que lo que cocina no es la llama sino el tiempo. Pero veamos en detalle lo ocurrido. Mi mamá me dejó cuidando un muchacho que se cocinaba a fuego muy lento. La instrucción fué: «solo debes revisarlo para ver si tiene agua, y puyarlo cada hora, hasta que esté suave. A eso de las 11:30, lo apagas». Siendo las 7 y tanto de la mañana, pues me veía obligado a estar en la casa para cuidar el muchacho, pero nadie contaba con mi necesidad de calle… Las 2 primeras horas, no tuve problema en seguir la instrucción al pié de la letra. Pero luego, necesitaba salir. Salir a comprar unas cosas para una tarea; salir para ver a los amigos; salir simplemente! Entonces, llegó el momento de quiebre: tenía dos opciones: o dejaba al muchacho cocinando a fuego lento como estaba, salía y regresaba esperando que nada saliera mal, o le subia la llama, de manera que se cocinara rápido, y podría entonces salir sin necesidad de estar pendiente. Yo opté por la segunda opción, de manera que le subí la llama al muchacho. Hasta ese momento, el plan se veía perfecto, sin embargo, incluí una variante que fué que luego de subir la llama, se me olvidó y me fuí a la calle. Por supuesto que al regresar, la casa estaba llena de humo, que provenía de la olla renaware donde se cocinaba el muchacho. Apagué todo, y no pude hacer más que esperar a que llegara mi mamá… 
«60 BOLIVARES!!!!! 60 BOLIVARES ME COSTÓ!!!» gritaba mi mamá al borde del llanto. Miraba dentro de la olla, y en medio del desastre, y de mi silencio, dijo las famosas palabras: «ojalá tu papá haya tenido un día terrible». Para que se entienda el contexto, en ese entonces, comienzo de los 80’s, no había celulares, ni siquiera inalámbricos, ni internet ni nada, de manera que no se sabía nada de las personas a menos que se le llamara por el teléfono CANTV a la oficina, que por lo general ya era toda una aventura. En medio del insulto, suena, una vez más, la puerta de la casa, señal de la llegada de mi papá. Unos minutos de incómodo silencio pasaron hasta que por fin escuché que venía silbando. Al menos no venía bravo por otra cosa. Al llegar, mi mamá le explicó, en lenguaje combinado para sordo mudos y que se enteraran en nueva york, lo sucedido. Mi papá escuchó con esa paciencia franciscana, vió la olla, me vió a mi, todo mientras mi mamá cocinaba un nuevo almuerzo, quizás sazonado por las lágrimas de la impotencia. Finalmente, surgió la solución: «Por no haber prestado atención a las instrucciones, ahora se va a comer toooodo ese muchacho». Bueno, la solución era perfecta. Un día que no comiera no iba a ser nada del otro mundo. Ese día pasó sin mayores consecuencias. La cuestión fué que no entendí bien lo que había decidido mi papá, que era que de verdad me iba a comer TODO el muchacho quemado, de ,amera que al día siguiente, mientras todos comían sus almuerzos, a mi me servian los mismos contornos, que acompañaban a unos deliciosos trozos de muchacho quemado con su respectiva salsa. No sé cuantos días fueron, ni recuerdo si me lo comí todo, pero si recuerdo que fueron muchos, y que aprendí la lección.
Hoy en día, que también soy papá, entiendo tanto tantas cosas… Entiendo que era necesario, además de que era el mejor método. Entre esos momentos tan especiales, estuvo el del día que terminé mi primer semestre en la Universidad. Antes de irme, hubo uno de esos también tantos buenos momentos de conversación con mi papá, en este caso sobre mi comienzo en la Universidad. Hablamos de todo, pero especialmente de lo que debía hacer que era estudiar. Establecimos que por ser el primer semestre, podría no obtener los resultados esperados, de manera que tendría que esforzarme mucho, mientras me adaptaba a la nueva circunstancia. Así me fuí a Mérida, y comencé el camino. En muchos momentos me llamaba y me preguntaba cómo iba. «Bien» era la respuesta que daba (para ver en detalle algunos aspectos de mi paso por la Universidad, se puede leer mi blog Universitas Emeritensis), hasta que llegó el fin del semestre. Antes de irme a la Universidad, había aprovechado, por voluntad propia, la oportunidad de que mi papá era el Director del Jardín Botánico de Barinas, para trabajar allí. Quise trabajar con los obreros, aprender desde manejar un tractor, hasta «jalar machete». Fueron unas semanas de mucho aprendizaje (y con historias también dignas de otros artículos). Si me extrañó el hecho de que un día me avisa mi papá que va para mérida, y ese día, llego a la casa y lo consigo solo. Mala señal, pensé. Estuvimos hablando de cómo me iba, las cosas, de todo, hasta que me dijo «vamos a comprar algo de comer». Salí con el confiado en que ya no habría posibilidad de que saliera el tema de los estudios; y no quería, ya que de las 5 materias, soólo había pasado 2, de las cuales una era Sistemas de Representación, y la otra Sociología, quedando fuera del grupo de las pasadas: Cálculo 10, Química 11 y Algebra (prácticamente un semestre perdido). En el carro, no sé cómo, salió el tema, y al darle la noticia, sólo obtuve esta respuesta: «Ya tu vas a cumplir 18 años, y vas a ser mayor de edad. Yo no voy a mantener un vago, así que si no pasas todas las materias el próximo semestre, tienes dos opciones: o te regresas a trabajar como obrero en el Jardín Botánico, o te quedas aquí y buscas cómo sobrevivir». Eso fué suficiente para que mi sonrisa desapareciera de la cara. Luego de eso, la vida continuó, y mi papá se fué muy temprano al día siguiente, dejándome con esa «perlita». Obviamente, pasé todas las materias, con un gran esfuerzo, excepto química y álgebra (que fué más fácil que la eliminaran del pensum, pero esa es otra historia). Todo un ejemplo de lo que una sabia palabra a tiempo puede hacer.
Muchos otros momentos hubo. Muchos! Pero también momentos muy buenos. La vida me permitió crecer con un Padre que siente una especial adoración por los libros. Siempre estuve rodeado por ellos, y pude leer todo lo que quise. Participé con él, desde muy pequeño, en los experimentos que hacía. Aprendí a lavar los frasquitos como lo hacen en el laboratorio, práctica que aún hoy en día aplico. Un día me dió el libro de Von Bertalanfy: Teoría General de los Sistemas, y comenzó a hablarme de la posibilidad de estudiar Ingeniería de Sistemas, lo cual me trajo al punto donde estoy ahora. Por los días en los que quemé el muchacho, tuve una primera computadora, y a partir de allí, fueron muchísimas las que tuve gracias a mi papá, que tanto peleaba con mi mamá por esas compras (que para la época era como comprar un avión).
Fué mi papá el que me inició en el escultismo. Esa es una etapa de mi vida con la que mantengo una deuda de relatar el impacto de esa experiencia en mi. Muchos de los logros de hoy en día son gracias a lo que aprendí de la forma de vivir de mi papá, que fué Scout, y luego entendí todo cuando me tocó a mi vivirlo, adoptando ese estilo de vida. Son tantas cosas, tantas…
Veo a mi papá como un canal de un río chiquitico, de esos que casi no se ven, y que pareciera que el cemento del que está hecho se resquebraja por el sol y el tiempo, haciendo pensar que con la primera corriente que pase cederá, pero que no se le ve el grosor y lo profundo que llega, por lo cual puede aguantar toda la corriente que traiga ese río, incluso desbordarlo en algunas ocasiones, pero igual obliga al río a ir en la dirección correcta. Ese cauce es mi Papá, y ese río, que tanto peleó y buscó acabar con todo, soy yo.
No tengo palabras para agradecerle a mi papá ser: mi papá. Me parece increíble que de una relación en que ninguno de los dos nos escogimos, se haya producido una sinergia tan grande y fuerte. Definitivamente, no sería quien soy si me hubiese tocado otro papá. Suena a algo cierto incluso si no lo pensara o dijera, pero definitivamente, no creo posible haber tenido un mejor papá.
Este río se ha vuelto manso, y le ha salido una ramificación, de manera que me toca pasar por el proceso de transformación de río a canal, con la esperanza de lograr ser tan bueno como el canal que me contuvo con tanta eficiencia. No es fácil la tarea, pero con el ejemplo que tengo, no dudo que lo podré lograr.
Gracias Papá!

Reclutando la Moral (Parte I)


Por uno de los oscuros pasillos de la sede principal corre un agitado agente con un papel en la mano. Lo lleva agarrado con las dos manos para evitar que se le caiga, o se arrugue tan siquiera. Su pulso está acelerado no sólo por la carrera que hace trasladándose hacia la oficina del Director General, sino por lo importante de la información que el papel contiene. Es el resultado de años de investigación, en los cuales se han utilizado las últimas tecnologías disponibles para conseguir, verificar, validar y asegurarse que se ha encontrado lo que tanto se buscaba…
Finalmente llega al piso más alto, muestra su identificación en todos los puntos de control que se deben sortear para llegar a la oficina del Director General, hasta que entra a la recepción, donde lo detiene una secretaria:
– Secretaria: Buenos Días, en que puedo ayudarlo?
Esa era una pregunta retórica, realmente, ya que realmente, cualquier miembro de la Fuerza con los permisos suficientes para llegar allí, era porque trabajaba directamente con «el Jefe».
– Agente: (con la respiración aún entrecortada) Buenos Días, necesito entregarle esta información en sus manos al Director General.
– Secretaria: Toda información debe ser verificada por mi antes de entregarsela al Director. Trajo una copia para sellarsela como recibida?
– Agente: No, señorita, usted no está entendiendo… Esto DEBO entregárselo en sus manos al Director. Tiene prioridad X44A1.
Ante esa expresión, el gesto de la secretaria cambio de cándido, a como si le hubiesen caido 200 años encima en un segundo. Incluso, el personal de escoltas destacado en la oficina asumió una posición de firme, muy firme, con la mirada perdida en el infinito, como si no hubiesen ni siquiera querido escuchar esas palabras. A pesar de tratarse de una organización que vivía de manejar secretos, este, a lo interno, era conocido por todos. La secretaria dió un paso hacia atrás, aún con la cara presentando una gran contracción muscular. Carraspeó la garganta, se sentó, y levantó el único teléfono que había sin botones en la parte de atrás de su escritorio.
– Secretaria: Jefe, le traen un documento con prioridad X44A1.
– Voz al otro lado del teléfono: Hágalo pasar de inmediato, y que nada ni nadie me moleste hasta nuevo aviso.
La oficina del Director General era una oficina grande. La ubicación del edificio fué pensada de manera de estar en un punto equidistante de todo. Por ello, desde su oficina se tenía una visión de 360 grados de la ciudad. Las ventanas eran panorámicas, y en general se presentaba como un excelente ambiente. Al entrar el agente, pudo ver que no había nadie en la oficina. Una vez que cerró la puerta, esperó pacientemente parado en su sitio sin moverse. Luego de unos minutos, se escuchó un sonido electrónico, luego de lo cual comenzó a moverse un cuadro muy grande, saliendo de atrás del mismo el director General.
– Director General: Buenos Días!, a ver que me tiene?
– Agente: Buenos Días. Finalmente lo encontramos… (le extiende el papel al Jefe)
– Director General: (luego de leer el contenido del papel). Muy bien. Muy bien.
– Agente: Ahora debemos proceder con la segunda parte del plan. Para ello (lo interrumpe el Jefe)
– Director General: Espere! así no, espere! (se acerca a su escritorio, de donde surge ante el toque de un botón un tablero, donde luego de colocar su huella digital, los vidrios panorámicos se vuelven negros, y se encienden unas luces especiales). Debemos tener cuidado con esta información. Nadie debe conocer los detalles antes de tiempo. Pasemos al área segura…
Pasan, ahora los dos, por el mismo cuadro de donde surgió el Jefe, cerrándose el mismo luego de que ambos pasaran. Luego de bajar unas ajustadas escaleras, llegan a un área más grande, donde no hay ventanas ni se ven sistemas de ventilación, sin embargo el ambiente está adecuado para la presencia de humanos. Pasan unos guardias fuertemente armados, y entran a una sala llena de monitores y pantallas que despliegan mucha información. Llegan a una sala de reuniones, donde ya están presentes varias personas. El agente los ve e identifica: Director de la policía de la ciudad; Asesor directo del Presidente en materia de Seguridad. Traga grueso, ya que le tocará hacer la exposición al más alto nivel…
– Director General: Señores, siguiendo las instrucciones del Presidente, y luego de más de 3 años en la búsqueda, hemos conseguido al candidato ideal. Les recuerdo que la orden fué, conseguir a toda costa a una persona de trayectoria intachable, alta moral, altamente capacitado, para que ingrese como policía a nuestra fuerza. El presidente tiene la teoría de que de esa manera, si se logra armar un cuerpo de policía con personas que tengan ese perfil, y que además lo mantengan en el tiempo, se recuperará la confianza de la población, y se logrará, finalmente, solucionar el problema de la inseguridad en el país. Por ello, una vez que se dió la instrucción, se procedió a iniciar la búsqueda. Ya el agente aquí presente nos presentará los detalles respectivos.
– Agente: Gracias Sr. Director. Efectivamente, y por instrucciones de la Dirección General, desde hace más de 3 años se dió inicio a la búsqueda de ese primer candidato que cumpla con las características antes mencionadas. Se verificaron todos y cada uno de los venezolanos cedulados, se les investigó el prontuario a todos, se hicieron selecciones iniciales, a partir de las cuales se procedió a realizar seguimientos personalizados, con los cuales se recolectó evidencias sobre los detalles de la vida de cada uno de los seleccionados, como el trato a su familia, la relación con sus compañeros de trabajo, incluso el trato hacia personas desconocidas. Todo soportado en grabaciones y videos, los cuales se procesaron para determinar perfiles psicológicos, posibilidades de cambios de personalidad por elementos endógenos y exógenos, en algunos casos incluso se les presentaron situaciones de desviaciones morales a los candidatos para poder evaluar su reacción, para finalmente llegar a un sólo candidato que cumplía con todos los requisitos.
– Director General: Muy bien agente, muy buena explicación. Ahora, una vez que se ha determinado el candidato, cual es entonces el siguiente paso?
– Agente: Bueno, Sr. Director. Ahora requerimos de su autorización para proceder con el reclutamiento respectivo. Pero, antes de que autorice, hay un problema…
– Director General: Cualquiera sea el problema, el plan debe continuar. Son las órdenes del Presidente!
– Agente: Si, correcto, pero el problema es que el candidato, de todas las opciones que pueda tener, lo último que aceptaría es ser policía…. Lo ha expresado verbalmente, lo hemos determinado en su perfil psicológico, lo comentan sus amigos y amistades más cercanas. Es una misión imposible.
– Director General: Bueno, pues ni modo. Sea como sea debemos cumplir con la instrucción. Así que procedan con la segunda parte.
En alguna parte de la ciudad, una familia se dispone a cenar. Están todos en la mesa, conversando sobre lo ocurrido en el día, cuando de repente suena el timbre. Todos extrañados, se miran entre si, y el Padre de la familia procede a ver quien toca. Al abrir, se encuentra n una comisión de la Policía, no menos de 15 funcionarios, lo cual le crea una gran impresión. Del grupo se adelanta uno de los funcionarios, quien con un sobre en la mano se dirige, muy sonriente, al anfitrión
– Funcionario: Buenas noches, soy el Inspector Carrillo, como está usted
– Anfitrión: Muy bien, y usted? en que puedo ayudarlos? hay algún problema?
– Funcionario: No, no, ninguno, no se preocupe. Sólo hemos venido a dispensarle una visita de cortesía
– Anfitrión: Esteeee, muy bien, se los agradezco, pero en qué puedo ayudarlos?
– Funcionario: Tenemos el honor de entregarle una invitación especial de parte de nuestro Director General (estira la mano ofreciendo el sobre). Por favor, para que nos firme la copia como recibida.
– Anfitrión: Pero una invitación a qué? a quién? a mi?
– Funcionario: (ya sin la sonrisa en la cara) bueno, es para usted, sírvase firmar la copia como recibida y puede leer el contenido de la carta.
Se firma la copia, y bajo la mirada escrutadora de los vecinos de la familia, la comisión se retira. El Anfitrión se queda pensativo, sosteniendo el sobre en la mano, sin siquiera poder dar crédito a lo que acababa de suceder. Ni siquiera podía determinar si había sucedido algo bueno o algo malo. Muy confundido, miró a su alrededor, notando las puertas medio abiertas y las miradas que lo apuntaban. Dió un paso atrás, y cerró la puerta.
Parado aún detrás de la puerta, veía el sobre con muchas dudas. Lo llama su esposa, y le pregunta quien era. Mantiene el silencio por un rato, y finalmente decide abrir el sobre. Lee el contenido de la carta, y con aún más dudas, camina hacia la mesa donde está la familia. Se sienta, con cara muy descompuesta, con el sobre en una mano, y la mirada hacia el infinito. Le pregunta su esposa sobre quien había tocado, qué le pasaba?
– Anfitrión: Me están reclutando
– Esposa: QUE!!!??? Qué te pasa? que vaina es esa?
– Anfitrión: Bueno, no entiendo nada. Aquí me dejaron una carta que dice que he sido seleccionado para conformar el cuerpo de policía y que debo asistir mañana a primera hora para comenzar el entrenamiento.
– Esposa: Pero qué es eso? de qué carajo me estás hablando? Tú? Policía? Y quién envió esa carta? No te entiendo nada!!! Y tu trabajo? Y nosotros?
– Anfitrión: Y tu crees que yo si entiendo? Aquí está la carta. 
Se hace un silencio sepulcral. Se lee la carta. No hay explicaciones posibles, pero si una realidad. 
Más tarde, en la cama, el Anfitrión piensa en lo que ha sucedido. No entiende nada aún, pero sabe que debe asistir a la cita. Debe ser responsable, como siempre lo ha sido, y más si se trata de algo relacionado con el país. Porque asume que es el país el que le requiere, aunque no entiende por qué. Ni de pequeño jugó con pistolas, de manera que experiencia (y mucho menos ganas de tenerla) con armas no tenía. Se había dedicado a estudiar Ingeniería de Sistemas, de manera que una posibilidad era que se le requiriera para manejar algún sistema nuevo, o desarrollarlo, pero para eso no era necesario que se le reclutara. No habían explicaciones mayores, pero sonaba muy cierto. Recordaba cuántas veces había escuchado eso de que «cuando el clarín de la Patria llama, hasta el llanto de la madre calla». Sabía que debía ir. Su deber era presentarse, primero para saber qué era lo que estaba pasando, pero segundo y más importante, porque así se lo dictaba la razón.
Luego de una noche en la que estuvo mayormente despierto, muy temprano en la mañana se preparó para asistir a esa extraña cita que le imponía el destino…