Un viaje que no olvidaré (II y final)


Bueno, después de haber recorrido todo el camino desde Ortiz hasta el Terminal de Maracay, pasando por San Juan de los Morros, pensamos que habíamos pasado lo peor…

 

Al llegar al Terminal de Maracay, lo primero que observamos fue una situación que parecía otro país (al menos para nosotros que ni habíamos visto algo así ni nos imaginábamos que existía). Locos como arroz pica’o; pobreza, pordioseros, y cualquier otra cosa fue lo que nos conseguimos. Eran alrededor de las 9 de la mañana, y ante lo que veíamos (de lo cual ya formábamos parte desde el momento en que nos bajamos del bus), decidimos correr. Buscamos el pasillo donde estaban las ventas de boletos de bus. Preguntamos a ver cual era el primer bus que salía a Puerto la Cruz. El próximo salía a la 1:30 de la tarde. Buscamos en todas las ventas de pasajes, y nada. Preguntamos por busetas, por carritos, y nada, de manera que no nos quedó otra que comprar nuestros dos pasajes para la 1:30 pm. Tratamos de buscar algo que comer, pero en serio a donde íbamos había un loco. Hoy en día trato de recordar y no se si eran muchísimos locos o era el mismo que nos perseguía. Locos de ambos sexos, pordioseros, de verdad que era algo dantesco. En ese ambiente, nosotros, los recién casados, estuvimos esperando alrededor de 4 horas. Nos movíamos de asientos. Cuando teníamos minutos en uno llegaba un loco, y debíamos correr. A veces por la actitud, la mayoría por el olor… Total que llegó la hora y el bus fue nuestra salvación. Por supuesto fuimos los primeros montados en el bus. El mismo salió como a las 2 de la tarde.

 

El viaje en el bus fue como cualquier otro, excepto por el hecho de que había un problema en la carretera principal, por lo cual debimos ir por una carretera alterna, con una cola endemoniada, que nos hizo llegar al Terminal de Puerto la Cruz a las 12 de la noche. Salimos corriendo (en este viaje casi todo el tiempo anduvimos corriendo), tomamos un taxi en un Terminal íngrimo y solo, y enfilamos hacia el Terminal del ferry. Resulta que mi mamá había comprado pasajes en el nuevo ferry, en la sección VIP, para que disfrutáramos de ese viaje como parte de nuestra luna de miel. Al llegar y explicarle al señor de la boletería nuestro caso, nos presentó dos opciones: o nos íbamos en el ferry de la una (que estaba por salir), pero que era el tradicional, sin VIP ni nada, o nos esperábamos hasta las 6 de la mañana que salía el ferry nuevo, y podríamos irnos en nuestro VIP. Si decidíamos irnos en el de la una, no había retorno de dinero. Pensamos (ya nos costaba un poco por el cansancio, por 18 horas de viaje), y decidimos esperar el de las 6. Total, por una parte no era la primera vez que me quedaba en ese Terminal. Era seguro, había baños limpios y un barcito que abría las 24 horas. Por otra parte, teníamos que llegar a margarita, tomar un taxi a playa el agua, y ver que pasaba con nuestra reservación, puesto que llegaríamos el miércoles de madrugada, cuando debimos entrar el lunes. Nos quedamos. Me compré unas cervezas. Vimos televisión en la sala de espera, y al final nos sentamos en la parte de afuera, muy cerca de la orilla del mar, a esperar.

 

Dormimos (al menos yo, que no necesito mayores comodidades para ello, o mejor dicho, creo que tomé cervezas de mas para que me ayudaran a descansar), y a las 5 y tanto estábamos entrando al ferry. 24 horas después de salir de Ortiz, estábamos por fin acomodándonos en la sala VIP del ferry, donde me ofrecieron jugo de naranja, whisky, y cualquier cosa lujosa. Vimos el amanecer, y de verdad se nos salieron las lágrimas al vernos. Dormimos todo el camino (2 horas), y al llegar tomamos un taxi directo a la casa que teníamos allá, donde había un carro que íbamos a utilizar en nuestra estadía en la isla. Llegamos y las cosas cada vez pintaban mejor. Ya en el lobby del hotel, era difícil recordar por lo que habíamos pasado, e incluso a quienes habíamos dejado. Nos atendieron, y después de algunos minutos de espera, nos indicaron que podíamos ir a nuestra habitación. Una cabañita muy cómoda, con un baño blanco y limpio que lucía a nuestras vistas como de propaganda. Una cama como la que teníamos mas de 3 días que no veíamos, y una comodidad absoluta. Aire acondicionado, piscina al frente de la habitación, UN PARAISO. Nos acostamos y dormimos. No se cuanto, lo cierto del caso es que de repente mi esposa me llamó, ya lista para la playa, y me dijo que quería aprovechar cada segundo en la isla, y que nos fuéramos a la playa. Salimos, y era un espectáculo el poder estar allí después de lo que habíamos pasado. De ahí en adelante, todo fue como inicialmente debió ser.

 

No puedo terminar esta historia sin comentar que fue lo que pasó con mis padres. Llegaron el viernes de esa semana, en horas de la tarde. La caja de velocidades del carro hubo que reconstruirla, y decidieron venirse con la caja recién hecha. Hubo un tormillo gigante que nunca supimos de donde salió, pero que nunca hizo falta. Y lo peor del caso es que nos tocaba a mi esposa y a mi regresarnos hasta Mérida en ese mismo carro… Semana y media después de nuestra llegada, nos tocó mudarnos a la casa. En el ínterin, invitamos a una de mis cuñadas a que nos acompañara en el viaje, así que llegó, y a falta de puesto, nos quedamos los tres en el mismo cuarto.

 

Hoy en día, recordando todo lo que pasamos, de lo cual quizás no puedo expresarlo por completo con estas palabras, pienso que era una de las tantas situaciones (en este caso la primera) a la cuales se ve uno sometido en un matrimonio. Han surgido muchas otras aventuras, y todas con finales felices (a pesar de que el camino hacia esos finales, en algunos casos, fue bien difícil). Al recordar a mi mamá me da mucho sentimiento, ya que lamentablemente, un año después de esto murió. Pero su recuerdo, entremezclado con los míos, ahora siempre estarán disponibles para ser revividos.

 

Y GRACIAS A DIOS QUE MI ESPOSA ES LA QUE ME TOCÓ!!!!! (a pesar de que ella piense que yo pienso lo contrario)

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