
Se acerca el fin del año y con el llega la definición del éxito en función de los resultados de lo que hemos hecho (o dejado de hacer) a lo largo del mismo, y dependiendo de lo lejos que estemos todos esperamos ese momento milagroso en el que nos vestimos de gloria.
El bamboo se toma hasta 5 años para desarrollar sus raíces y durante esos años nadie ve que haya progreso, pero el bamboo se mantiene haciendo crecer sus raíces y almacenando energía hasta que de repente toda esa energía acumulada se convierte en un crecimiento exponencial. Este es un ejemplo de cómo se llega a los resultados: lentamente y de repente se alcanzan. Ahora, el problema es que todos queremos los resultados, pero muy pocos (para no decir que ninguno) quiere seguir el proceso que conduce a ellos porque es, aparte de lento, aburrido.
Si con algo lucho a diario es con el hecho de no autoflagelarme porque lo que hago no es visible. Muchos apuntan asegurando que no se está haciendo nada y eso representa un peso enorme, pero lo importante es asumir que no todo progreso es visible. Hay fuerzas, como las del bamboo, que se van generando y acumulando y que al final llevarán al resultado esperado. Y si mi experiencia me ha enseñado algo es que la constancia es imprescindible para alcanzar los resultados. Resulta muy lógico esto, pero cuando se trata de hacer cosas que hasta causan aburrimiento se termina buscando otras por hacer que sean mas entretenidas, y la realidad es que son las cosas aburridas que se hacen de manera consistente las que llevan a un rendimiento extraordinario. La mayor parte del tiempo sabemos lo que debemos hacer pero como no vemos el resultado de forma inmediata nos detenemos; entonces se requiere ser lo suficientemente habilidoso para saber que se está avanzando hacia el resultado a pesar de no ver signos obvios de progreso.
Roma no se construyó en un día, pero fué construída poniendo un ladrillo a la vez.