Todos los días hay misa. Todos los días, independientemente que haya muchos o haya pocos, hay misa. Hay días, como la Semana Santa en los que la iglesia se desborda de gente. Otros, donde sólo los más fieles y devotos asisten. Pero todos los días, el Cura da su misa.
En estos días vi, desde la comodidad de mi casa, el acto en el que hablaba Gabi Arellano y otros muchachos, estudiantes. En comparación con otras oportunidades en que la cancha quedó pequeña, en esta había mucha menos gente. A pesar de eso, se dieron tremendos discursos. Llamados de reflexión muy importantes. Convocatorias a no entregar nuestro país, a no entregarnos y a seguir la lucha. Instintivamente pensé que si seguíamos así, pronto no iba a haber nadie que asistiera. Nadie que apoyara a los estudiantes en su lucha. Nadie que se ocupe de rescatar ese país que fuimos y que nos dejamos arrebatar con promesas trasnochadas. Pero no! Así como el Cura que da siempre su misa por convicción, por voluntad propia, por estar convencido de que es la tarea que, más rápido o lento va a lograr hacer no sólo crecer la feligresía, sino mantener la que ya existe, así mismo deben seguir los discursos, las acciones, las protestas. No importa si quitan una barricada, porque se levantarán muchas más. No importa si se llevan injustamente preso a un héroe, porque habrán muchos más. Así como la iglesia recuerda todos los días que debemos renovar nuestra fe porque vendrá la llegada del Señor, asimismo debemos, todos los días, renovar nuestra fe en que con constancia y convicción lograremos convertir este circo/manicomio en que pretenden mantenernos encerrados con píldoras de mentira y opresión, en esa patria orgullosa y altanera que somos, digna de los hombres y mujeres que día a día se mantienen en protesta.
O hacemos como el Cura, o hacemos como la Grey. Lo que no podemos es pretender que la fe ajena nos asegure la salvación, porque «a Dios rogando, y con el mazo dando».