Jamas olvidaré aquellos olores que inundaban la casa en diciembre. Con certeza matemática se cumplía el plan, y orquestados por la rutina anual cada quien procedía a hacer lo suyo. En mi caso, era el encargado de la logística emergente: en medio del proceso, como los involucrados directos tenían las manos llenas de onoto, masa, guiso o adornos, yo me ocupaba de todo lo que se necesitara. Llenaba las copas de vino, buscaba las cervezas, salia a comprar mas pabilo, etc.
La casa se llenaba del olor de las hojas primero. Luego, venia el olor de los aliños del guiso, seguido del olor del guiso mismo, hasta que llegaba el olor de las hallacas, que nos acompañaba desde comienzos de diciembre hasta por ahí en marzo que era cuando se acababan las últimas.
Hoy, una triste realidad golpeó mi mañana cuando mi concuñado comentó que ya se acercaba navidad y que «ya huele a hallacas». Con la harina desaparecida en acción, los licores con precios puestos por la directiva de Alcohólicos Anónimos, las aceitunas y alcaparras vendidas en joyerías y seguramente nadie en el campo para producir las hojas, pues la única manera de poder sentir ese olor será rogándole a Carolina Herrera, quien es venezolana por lo que sabe de ese olor, que con sus dotes creativas fabrique una fragancia a hallaca, para que la regalemos este diciembre y podamos sentirlo nuevamente. Eso si, tendremos que pedir al cencoex que les de dolar sicad I a quienes lo vayan a vender, y a la superintendencia de precios justos que vele por un precio accesible… O conformarnos con la versión de Perfumes Factory.