Suena el despertador, y luego de varias veces lo apagamos. Por lo general pensamos «un minuto mas y me paro», y seguimos durmiendo. Vuelve a sonar el despertador, y repetimos la acción anteriormente descrita. Así, quizás lo hacemos unas veces mas, hasta que ya lo que nos hace salir de la comodidad de la cama son las consecuencias que tendremos por no haber respondido al primer llamado a pararnos.
Así, tal cual, nos está sucediendo en Venezuela. El despertador ha estado sonando y seguimos dándole a la tecla «snooze». Pero ya no estamos en medio de un sueño que merezca la pena la consecuencia del llegar tarde. Por el contrario, estamos en medio de una pesadilla, que lo que hace es dejarnos ver en el sueño lo mal que estamos en la realidad. Necesario es que despertemos, que nos preparemos para enfrentar las nefastas consecuencias de no haber hecho caso al despertador en aquel momento en que se supone estábamos en medio de un sueño.
Aún estamos a tiempo. Aún, por la vía democrática, tan vilipendiada por quienes se autodenominan demócratas mientras obligan al pueblo a creerles a punta de constitucionazos, podemos despertar y, asumiendo las consecuencias, resolver lo necesario para retornar a una vida, que ya ni siquiera la queremos «normal», sino simplemente que sea vida. El seguir durmiendo pensando en que la pesadilla pasará sola, es el peor error que cometemos. No esperemos esos minutos más. Escuchemos el llamado, salgamos de la oscuridad de la noche en que estamos, y empecemos a trabajar en función de un nuevo dia.