Serie de Las Frases del mal: «estás copiado»


Recuerdo que mi papá tenía, en aquellos años 80, un buzón de correo. El escribía mucho, y recibía mucha correspondencia también. Toda llegaba a su buzón, y en muchas oportunidades lo acompañé a la oficina del correo a retirar cartas, revistas, postales…
Si en aquellos días alguien hubiese mencionado que en el futuro estaríamos sentados frente a un aparato donde se manejaría toda la información necesaria para hacer su trabajo, el manicomio hubiese albergado por largo tiempo al atrevido soñador. Pero así pasó.

Una diferencia principal entre el correo tradicional y el electrónico, es que el primero va dirigido a una persona, y esta es la única que lo recibe, por lo tanto es su responsabilidad lo que haga con respecto a la información en sus manos; pero el segundo, el segundo provee la oportunidad de regar la responsabilidad que entrega la información enviada entre tantas personas como quepan en los campos de envío. Y eso se convierte en una de las más grandes perversiones en el ámbito laboral.

En la medida en que se va ascendiendo en la estructura jerárquica, también crece la cantidad de correos electrónicos que se deben atender (enviar y/o recibir). Informes, reportes, quejas, recomendaciones, problemas, felicitaciones… de todo se maneja por la herramienta, lo cual absorbe una gran cantidad del tiempo de cada persona. Y la introducción de los dispositivos móviles ha acabado, por completo, con lo relacionado a horarios y acceso al correo.

Relacionado con las capacidades de la herramienta, en algunas oportunidades pareciera que el acto de copiar gente no es tan aleatorio como parece. He llegado a la conclusión de que el hecho de incluir mas nombres en el campo «CC:» está relacionado con un efecto de liberación personal, que hace que el hipotálamo segregue alguna sustancia que provee felicidad, satisfacción, orientación al logro y quien sabe que otra cosa más. A veces hasta pienso que hay gente que así como podría consumir drogas, lo que hace es escribir correos solo por la búsqueda de la satisfacción que le produce el incluir en la copia a tantas personas como creen necesario. Inclusive, a veces pienso que es un acto inconsciente cuando lo hacen. Pero ese placer no acaba solo al incluir a los copiados y enviar el correo. No! El placer viene después cuando en medio de una reunión, uno se da por enterado de una situación complicada, y ante la inocencia de decir que no sabía qué estaba pasando, esa persona, que con alevosía y ventaja escribió el correo, se voltea, cual Linda Blair en «El Exorcista», y dice con cara de satisfacción «pero tu estabas copiado en el correo, no lo leíste?». Y ante esa evidencia, no hay posibilidad de liberación de la responsabilidad por la omisión cometida…

El correo electrónico pasó de ser una innovación en cuanto a comunicación se refiere, a la razón perfecta para manejar las inseguridades personales. Quienes crecimos con la máxima de que «la palabra es lo más importante que se tiene«, ahora nos vemos enfrentados a la aplastante realidad de la validez del compromiso en función del correo que se envió. La interacción entre las personas se redujo de manera abrumante, siendo desplazada por la lejanía del correo que se recibe. Lo veo a diario, cuando personas que están una al lado de la otra, en lugar de voltearse y decirse las cosas directamente, se envían un correo. Muchas veces, al llegar el momento de leer el correo en el cual me copiaron para ser testigo ciego de la acción tomada, me he ido y les he preguntado si es que tienen problemas personales, y ante el «no» como respuesta, les pido que hablen directamente, y que por amor a Dios no me vuelvan a copiar en situaciones como esas.

Son nuevos tiempos. Nos enfrentamos a la separación que la tecnología provee aún cuando estamos uno al lado del otro. Las aplicaciones, sistemas y dispositivos nos hacen estar cada vez más alejados y envueltos en la fantasía de la eficiencia por la conexión permanente a las fuentes de información, y expuestos a ser acusados de faltar a nuestras responsabilidades por el simple hecho de no leer un correo. La deshumanización que ha traído la tecnología nos hace pensar en la realidad de la rebelión de las máquinas, ya impuesta entre nosotros. Aquella inspiración con la cual se escribía una carta específicamente para una persona, quedó relegada al aviso en Whatsapp de que la información es un refrito cuyo origen es imposible de rastrear. En el modelo de «Emisor-Medio-Receptor», nos hemos convertido principalmente en el medio e, incluso sin quererlo, en el receptor.

Con cada minuto que pasa, aumenta el número de correos que no he leído. Recuerdo cuando mi papá iba a la oficina de correos con la esperanza de haber recibido correspondencia, y su alegría cuando abría su buzón y no estaba vacío. Cómo quisiera tener es misma reacción al ver mi buzón, y más aún, no sentir la presión del problema latente en los correos que no podré leer a tiempo…

Y usted? que ha sentido en esos momentos?

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