
Llevar la contraria es uno de nuestros comportamientos. Algunos lo hacen por temas hormonales, otros porque sencillamente así somos. Y para activar ese comportamiento no hay nada mejor que establecer una restricción.
Este año nos trajo una de las restricciones mas difíciles y de la que nunca nos pudimos ni siquiera imaginar: el distanciamiento social. Esto permitió ver cuan extraordinario es lo cotidiano, como estar cerca de la familia, amigos, compañeros de clases y de trabajo, y le dió una dimensión totalmente nueva a la necesidad de estar cerca, por lo que desarrollamos formas que antes de todo ésto hubiésemos considerado hasta ofensivas. Un «zoompleaños»? Ni al peor enemigo, pero aprovechamos la novedad para celebrar con amigos y familiares con los que teníamos años sin contactar precisamente por la distancia, física principalmente, que nos separaba. Eventos que pasaban desapercibidos pasaron a formar parte importante de nuestras vidas como una buena razón para ir en contra del distanciamiento obligado en el que vivimos. Y al menos en este caso, el llevar la contraria es de lo mejor que hemos hecho, ya que en medio de la pandemia nos permitió acercarnos mucho más gracias a la distancia.