El Jardinero – Wilfrido Vargas – El Ritmo en mi Corazón


Era el año 1985 y Wilfrido Vargas estaba súper de moda. Apenas se escuchaban los primeros acordes de cualquiera de sus canciones y ya se paraba uno a buscar con quien bailar lo cual significaba pelearse por un espacio suficientemente grande en la pista como para dar los pasos con comodidad. En la ciudad donde vivía no era nada común que hubiese un concierto con una estrella como Wilfrido Vargas pero el Club Árabe organizó todo para recibirlo. A mi me gustaba mucho una chica que era hija de un compañero de trabajo de mi papá y mamá y, sabiendo que le gustaba mucho bailar, le pedí a mi papá que me comprara las dos entradas para invitarla, lo cual hizo.

Con toda la emoción del mundo la invité y con mucho gusto ella aceptó, y de paso me comentó que su familia también iría. El evento era por mesa. Ella se fué con su familia y nos vimos en el sitio en la mesa que había tomado su papá. Estábamos todos esperando que arrancara la música y apenas comenzó yo me volteé para ir con mi invitada pero justo en ese momento apareció otro joven que le tendió la mano, ella se la tomó y se fué, dejándome absolutamente solo y mirando como se perdía entre la multitud que ya llenaba la pista. Así me quedé toda la noche porque ni siquiera regresó, como era de esperarse, a la mesa. No sabía qué hacer, si irme, pararme a buscarla, pero al final terminé bailando algunas canciones con su mamá, pero por supuesto muy contrariado con lo que estaba viviendo. Al subirme al carro de mi papá cuando me fué a buscar le conté lo sucedido y solo pudo decirme que esas cosas sucedían y que era producto de la inmadurez propia de nuestra edad. Yo me sentía despreciado, y era evidente que no sólo era un sentimiento sino que los hechos me gritaban que así había sucedido lo cual era totalmente distinto a lo que me había imaginado.

A media mañana del día siguiente sucedió algo que me dejó una lección para toda la vida. El papá de la chica llegó a nuestra casa y al tocar la puerta lo recibió mi papá, aunque yo estaba suficientemente cerca como para escuchar lo que hablaron. El señor le dijo a mi papá que le pedía disculpas por lo que había hecho su hija, que yo era un muchacho muy noble que no merecía eso, y mientras lo decía le entregaba el dinero que correspondía al monto de la entrada a la fiesta. Mi papá le dió las gracias y así terminó la historia.

Hoy en día, casi 40 años después de eso y siendo papá de una niña que tiene la misma edad que teníamos en ese entonces aun reconozco tanto la voluntad como la nobleza de ese papá que decidió hacer lo que hizo. Por supuesto que de su lado me quiero imaginar el tamaño regaño que le deben haber dado a la chica (muy merecido, por demás), o al menos quiero pensar que así fué, y que yo definitivamente lo haría de la misma forma si me tocara el mismo caso.

Luego de eso yo me fuí a otra ciudad a estudiar en la Universidad y si nos volvimos a ver fué algo que sucedió sin pena ni gloria. Como sucede todo en la vida ella hizo la suya y yo la mía, pero en mi caso lo que hizo su papá me dejó una gran lección que me ha acompañado a lo largo del tiempo.


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