Luego de ver todas las actividades del Fitven que se realizó en Barinas, caí en cuenta que Cheverito estaba en lo cierto: el imperio en su eterno intento de conquista nos colocaba un pañuelo en los ojos y nos maniataba para no salir a disfrutar las vacaciones en nuestro hermoso país. Rompí las cadenas del yugo que me oprimía y decidí lanzarme, con la misma alegría de Cheverito, a disfrutar de mi país en vacaciones.
El primer problema fue conseguir transporte. En mi primera intención fui al terminal de la bandera para ir por tierra. Me veía así como en las películas, pegado a la ventana del autobus viendo pasar las bellezas del paisaje. Al llegar a comprar el pasaje, desastre… El imperio se me había adelantado. Medio terminal estaba quemado, y el mismísimo presidente de la asamblea nacional declaraba que era un nuevo ataque de ese terrible, horrendo, siniestro imperio! El caos era total, mientras el Sebin le daba muchos golpes a una señora que decía que había sido la bombona de PDVSA gas que había explotado. Como yo los miraba me dijeron, cual perros en pelea, que la señora había sido inoculada por el imperio en su paso de salida luego del ataque terrorista para dejar esa falsa historia que culpaba a PDVSA. Asentí con cara de absoluta tristeza y me alejé mientras la Sra gritaba «por la cabeza noooo»…
Decidido a lograr mi objetivo, me fui más contento que Cheverito en la playa a comprar un pasaje por avión. Pensé irme a Mérida, pero la mitad de los aviones estaban parados por falta de repuestos y me ofrecían un pasaje a precio regulado que podría usar en 6 meses que era que había cupo. Un señor a mi lado gritaba » cachorros del imperio»! Nuevamente el imperio se interponia, como dice Cheverito, en mi intención de viaje. Me fui a conviasa, la linea de todos los venezolanos, donde luego de 3 días en la cola, y dos costillas rotas, logre comprar mi pasaje. Claro, quería ir a Mérida y lo que había era para visitar a los pemones… Al final, recordé al ministro Izarra, con su sonrisota y su siempre buen humor, y me decidí por esa aventura.
El día del viaje llegué 2 horas antes al aeropuerto. Al llegar mi turno de chequearme, me dijeron que ya no había cupo. Con algo de confusión mostré mi pasaje, y les dije que yo ya lo había pagado. Me miraron en forma así como con rabia, y luego de unos minutos solo, me dijeron que me estaban poniendo en el siguiente vuelo. Agarraron mi maleta y a punta de patadas la pasaron por el hueco hacia la parte de carga, ya que no servía la línea automática.
Como me indicaron, fui a la sala de espera. Esperé y esperé y esperé y esperé, hasta que 14 horas después una gente de la linea salio y dijo que debido a los lacayos del imperio, los aviones no podían volar por falta de mantenimiento, y que los vuelos serían reprogramados. Nuevamente el imperio me saboteaba las vacaciones, tal como le pasaba a Cheverito en sus aventuras. Caminaba cabizbajo hacia la salida, cuando de repente una persona me hizo señas. Lo atendí y me preguntó para donde iba. Al contarle, me dijo que me iba a resolver. Me preguntó si tenía tarjetas de crédito, a lo que le respondí que si. Me las pidió y se las llevó y al rato regresó y me dijo que ya tenia activo el cupo de los dolares. Me dijo que me llevarían para «raspar» el cupo, que no me preocupara por nada. Me pasaron por unos pasillos donde me sentí realmente protegido ya que mi interlocutor saludaba a todos los guardias nacionales. Así, llegamos a la pista, y fuimos a un avión que terminaban de pintarle las siglas en las alas. Pregunté por mi maleta, pero me dijeron que no cabían porque el avión iba full. Al detallar, vi que lo cargaban de harina pan y leche en polvo. A los minutos me dijeron que estaba listo, cuando de repente llegaron miles de patrullas con gente armada. Me agarraron, me golpearon, me taparon la cabeza con un saco y me llevaron no se a donde. Al rato, me encontré, nuevamente, con el presidente de la asamblea nacional, quien nuevamente declaraba del intento del imperio por atacar la soberanía venezolana, a través de un intento de bombardeo a Caracas, en un Tucano, con siglas venezolanas. Pensé que realmente el imperio no iba nunca a dejar de atacarnos, y me sentí tan tranquilo de tener a personas como el cuidando de nosotros. De repente me empujaron y el presidente de la asamblea me señaló, diciendo que tenían al mercenario entrenado para realizar el vil acto de ataque a la soberanía. Me asusté y hasta me volteé a ver si lo veía, pero no vi a nadie. Cuando regresé la mirada a mi presidente de la asamblea, lo vi mirándome a los ojos, con rabia, haciéndome sentir incómodo. Cuando quise preguntar que pasaba, el dio una señal y con un muy fuerte golpe en la cabeza me sacaron muy violentamente de la sala. Unos días después, en un cuarto blanco, donde nunca me apagaban la luz, donde no había donde dormir, una persona que se identificó como del ministerio público, me explicaba que me habían atrapado intentando dar un golpe de estado, y que para poder salir debía denunciar a una gente que no conocía, una tal Maria Corina, un Ledezma y no se que monstruo de ramo verde, de haber coordinado todo con el imperio. En mi confusión, lo único que pude concluir es que nuevamente el imperio me impedía, tal como a Cheverito, salir a disfrutar de mis anheladas vacaciones…
Y, ¿el avión era un tucano? Te lo pregunto porque yo tenía entendido que esos aparatos no volaban por falta de repuestos, pero quizás los compraron con el SIMAD.