Un martillo es una herramienta muy común que por sus características sé, en buena medida, cómo y cuándo utilizarlo, pero la primer vez que tuve uno en mis manos sentí la necesidad de utilizarlo, pero al no tener un caso específico, le dí a todo lo que se me atravesó, sintiéndome poderoso e invencible.
En estos días leía en «Friday Forward», un libro de Robert Glazer, que un iPhone tiene 100 mil veces más poder de procesamiento que la computadora del Apollo 11, lo que quiere decir que un Iphone podría manejar 120 millones de misiones a la Luna de forma simultánea, sin embargo, el uso que le damos no corresponde a tan importante objetivo. Y es que hoy en día consideramos mucha de la tecnología que tenemos como herramientas, dando por sentado que sabemos muy bien cómo y cuando utilizarla. Los más jóvenes (que yo, al menos) interactúan de forma natural con las tecnologías en sus manos: teléfonos, computadoras, aplicaciones, redes sociales; pero en mi caso, cada día me asombro por algo nuevo que descubro, lo que hace el proceso de adaptación más largo al enfrentarme constantemente a la novedad.
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