La Espada del Zorro y la responsabilidad de los padres


Fernando J. Castellano Azócar

Recuerdo aquella espada… funda de plástico negra; el cuerpo blanco y en forma de cruz; una pelota plástica en la punta; la empuñadura dorada con algunas joyas plásticas. Era lo más importante del disfraz del personaje, cuya serie veía religiosamente todas las tardes.

Desde pequeño siempre he sido gordo, lo cual en principio no tenía que ser un problema, pero en mi caso mi mamá siempre hizo lo necesario para ayudarme a que fuera un niño “normal”. Dietas, ejercicios, pero la verdad es que no les prestaba atención. Y cuando venían los carnavales me ilusionaba con la idea de que finalmente tendría mi disfraz de El Zorro, cosa que nunca sucedió.

En días pasados escuché el podcast de un cómico venezolano, Emilio Lovera, en el que comentaba que los niños varones siempre siempre buscan disfrazarse como héroes de acción que tengan algo: una pistola, una espada, y habló casualmente de cuánto quería usar el disfraz del zorro, cosa que tampoco logró. Al final no explicó las razones por las que no pudo, pero me pareció una coincidencia interesante que justo los dos hubiésemos tenido ese mismo deseo.

En mi caso, si sé perfectamente por qué no me lo compraron… Llegado el momento en que insistí mucho en que me cumplieran ese deseo, mi mamá terminó diciéndome por qué no lo tendría: como era muy gordo, ella no iba a gastar dinero en algo que escasamente iba a usar una sola vez. Por supuesto que eso marcó mi vida, ya que además no fué lo único que sucedió por el mismo motivo. En la escuela donde estudiábamos mi hermano menor y yo había una banda de guerra que tenía un vistoso uniforme. Por supuesto que siempre quise entrar para poder usarlo, pero la respuesta fué exactamente la misma: que no porque el uniforme no me iba a servir sino por muy poco tiempo. Como para atender ese tema, lo que pude hacer fué ser parte del grupo de patrulleros escolares, una figura que al momento de la salida de la escuela controlaba el flujo de los carros y que, para beneficio de mi mamá, solo requería usar una banda naranja que era ajustable.

Si de algo estoy orgulloso es de todo lo que me dieron mis padres. Por supuesto que no eran perfectos y desde que tengo a mi hija tomo como experiencia todo lo que viví con ellos. A veces la vida requiere que uno tome decisiones, algunas más fáciles que otras, pero al final todo lo que se hace como padre es en beneficio de nuestros hijos. Las formas, pues bueno, a veces son más rudas de lo que uno quiere. Lo cierto es que por alguna razón jamás me he decidido a comprarme la espada. Del disfraz, pues ya no me causa tanta emoción, pero la espada… algún día tendré la espada en mis manos y, blandiéndola contra el viento cantaré a lo que me dé mi voz: “En su corceeeeeeeeel cuando sale la lunaaaaaaaaa, aparece el bravo zorrooooooooo…”.


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