Fernando J. Castellano Azócar
A primera vista, puede parecer una excentricidad de estrellas de rock. En los contratos de Van Halen para sus conciertos había una cláusula específica que pedía un tazón de M&Ms en el camerino, pero con una advertencia muy particular: ningún M&M marrón debía estar en la mezcla.
Durante años, esta anécdota fue vista como un capricho más de músicos famosos. Pero detrás de esa aparente frivolidad había una lección poderosa sobre excelencia, atención al detalle y estándares profesionales.
David Lee Roth, vocalista de la banda, explicó después que no se trataba de ego, sino de seguridad y rigurosidad operativa. Los contratos de la banda incluían decenas de páginas con especificaciones técnicas muy detalladas: requerimientos eléctricos, capacidad del escenario, pesos máximos, medidas de seguridad… detalles que, si se ignoraban, podían causar accidentes graves. Así que los M&Ms eran una prueba. Si al llegar encontraban M&Ms marrones en el tazón, sabían que nadie se había tomado el tiempo de leer el contrato completo. Y si ignoraban esa cláusula, ¿cuántos otros puntos críticos también habían pasado por alto?
En otras palabras, el detalle más pequeño servía como termómetro de profesionalismo.
Excelencia no es perfección, es atención
En un mundo saturado de atajos, “hacks” y soluciones rápidas, la verdadera diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario suele estar en los detalles. No en los grandes gestos, sino en lo invisible: en cómo está redactado un correo, en si alguien recuerda tu nombre, en cómo se presenta un informe, en si se limpió una esquina olvidada, en si el café llegó caliente.
La mediocridad se siente cómoda con el “más o menos”. La excelencia, en cambio, exige coherencia hasta en lo mínimo.
El detalle como señal de cultura
Cuidar los pequeños detalles habla de algo más profundo: una cultura de responsabilidad, respeto y compromiso. Cuando una empresa cuida la ortografía en su comunicación, cuando un restaurante limpia incluso debajo de las mesas, cuando un líder escucha de verdad sin revisar su celular, se está transmitiendo un mensaje: “esto importa”. Y ese mensaje es contagioso.
Quien se toma en serio los detalles pequeños, probablemente también se tomará en serio los grandes.
¿Qué tazón de M&Ms estás descuidando?
Todos tenemos nuestros propios “M&Ms marrones”. Esos detalles pequeños que parecen insignificantes, pero que reflejan algo más profundo: ¿realmente estamos comprometidos con lo que hacemos? ¿Estamos atentos a lo que nuestros clientes, equipos o colegas necesitan? ¿Hacemos lo mínimo o lo que requiere la excelencia?
En última instancia, los pequeños detalles no son pequeños. Son señales. Son cultura. Son lo que separa a los que simplemente cumplen, de los que dejan huella.


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